sábado, 26 de marzo de 2011

La Piedad





La Piedad

Al fin Roma cayó en mis manos
Gigante en las ansias de un niño
Columnaje en inmortal grandeza
Lo moderno lo antiguo en ejemplar
abrazo
Las eras grabadas en los muros

Roma de mañana cubierta de neblina
Imponente Señora de su gloria
Muchacho apenas acaricié tus formas
Tus costados alcores tus colinas

De entre la selva aquella majestuosa
La Piedad de Miguel Ángel
Desde un ángulo parece que decía
Vente luego a conversar conmigo

Fui aquí y allá
Y me detuve a conversar con ella
Y me entretuvo
Ya la luz habíase ido
Sólo unos reflectores resaltaban la armonía

Sensación indescifrable de Piedad
Esa joven carnalísima —así me pareció—
Inconsciente del hombre que sostiene
Entre sus brazos

Espléndida mujer
Madre Joven con su hijo en su regazo
Que no parece madre sino novia

Todo lo domina
Todo lo evalúa
Todo lo fulgura

Con su mano delicada al aire
No señala nada y lo señala todo

Roma perenne pasajera colosal
Amazona cabalgando entre sus ruinas
Cuántos te pretenden manceba vestal
Cuántos envidian tus portentos
Tú siempre a ras de siglos la fugaz

Entre el fuego supremo de la vida
Veré reír en Roma eternamente
A esa niña desnudamente tierna
Que arrulla entre sus alas su Jesús

Pablo Mora
Roma, 1967
http://www.slideshare.net/pablomora/la-piedad-pablo-mora






¿Qué es para mí el teatro?





¿Qué es para mí el teatro?

Día Mundial del Teatro

Al preguntárselo Jean Louis Barrault, actor y director francés, uno de los máximos exponentes del teatro del siglo XX, se respondía: Es sobre todo amor y, su contrario, muerte; es, por definición, poesía, puesto que sólo existe en el momento del acto creador. Como el amor es cita, emoción, ofrenda, elevación, don de sí, intercambio, comprensión, comunión; en fin, goce, aleluya, sacrificio, regocijo, orgía. Es a la vez místico y profano, hay en él santos y prostituidos. Va de la catedral al burdel y viceversa.

Aparece en las ceremonias mágicas de los bosques primitivos, así como en las celebraciones religiosas de la antigüedad. Aparece en el atrio de nuestras iglesias, y aparece en el acto sexual más bestial. Con acceso a lo visible y lo invisible, lo natural y lo sobrenatural, al equilibrio y la desmesura, a la carne y al espíritu, a la luz y a la sombra, es el arte más abierto y, por consiguiente, sólo puede servir a la Justicia, a la Justicia Universal.

Nada tiene que ver ni con la moral, ni con el catecismo, ni con la ley, ni con la interdicción, ni con el bien que oprime, ni con el mal que acepta, ni con posiciones tomadas, ni con el partidismo, ni con la propaganda y su explotación política. Debe mantenerse abierto a todos, testimonio o denunciador de todo aquello que estrecha, substrae, disminuye, sofoca: De todas las imposturas.

Es el Ser desnudo, la Vida pura. Desemboca en la soledad y la angustia, y trata de reconvertirlas en amor y felicidad. Entonces, se lanza en busca del hombre; por eso es nómade y misionero. Con una corona de cartón en la cabeza, una capa de brocado sobre los hombros, un fondo de color en las mejillas, una valija en la mano, vive del hombre, por el hombre y para el hombre. Recuperada su virginidad todas las mañanas, empieza a amar, a entusiasmarse por todo, a darle alma a todas las cosas y a asombrarse cuando le dan golpes. Es el único momento en que ya no entiende nada: Es todo menos adulto. Es la Vida: Eterna y efímera.

Es y debe seguir siendo a la vez el más religioso de los oficios y la más desordenada de las profesiones. Socialmente, el teatro es olvido, muerte, sueño y justicia; individualmente, es don de sí, arte de la voluntad; estéticamente, es el arte del presente, es decir, el arte carnal, magnético, por excelencia. No sólo se dirige a la vista y al oído, sino también al sentido mágico, divino: Al sentido del tacto; con sus centros emisores y sus radares. Es el Arte hechicero.

Fuera de eso, no se sirve al Teatro, sino que se sirven o nos servimos del teatro. No está hecho para acentuar aquello que separa a los hombres, sino al contrario, para volverlos a unir. No está hecho para la división, sino para la unión. No está hecho para sustentar los odios, sino para facilitar el intercambio y la comprensión.

Es necesario ante todo, que uno mismo desaparezca, dándose todo entero, se desintegre, se funda en los demás, aceptando todo, dirigiendo todo, para que al final de esa zambullida pueda reaparecer asumiendo, entonces, a los demás. Esa es, bajo formas profanas, la vocación del teatro: el don total de sí para poder asumir a los demás.

Esta, la profesión apasionada, la delirante definición del teatro que nos dejara uno de los mejores actores de todos los tiempos, el gran hombre de teatro, el actor Sol, Jean-Louis Barrault, a modo de visión de vida, de concepción del mundo, de weltanshauung, a partir de su experiencia escénica, donde yendo de lo interior individual a lo interior colectivo , la dignidad humana se debate entre deseos, desechos, rechazos, complejos, impulsos, egoísmos, salud, asombros, vicios, vida, insomnios, muerte. En fin, -repitámoslo comprendió como hemos de comprenderlo perfectamente que el teatro es sobre todo amor y, su contrario, muerte. Es cita, emoción, ofrenda, elevación, don de sí. Intercambio, comprensión, goce, comunión. Regocijo, orgía. El ser desnudo. La Vida pura. Olvido, muerte, sueño y justicia. Comprendió que es necesario que uno mismo desaparezca, dándose todo entero, se desintegre, se funda en los demás, aceptando todo, dirigiendo todo, para que al final de esa zambullida pueda reaparecer asumiendo, entonces, a los demás. Comprendió que la vocación del teatro es el don de sí para poder asumir a los demás.

Fuente: Adorno, Theodor W. et alii: El teatro y su crisis actual . Caracas, Monte Ávila Editores, 1979, pp. 79-89.

pablumbre@hotmail.com






viernes, 25 de marzo de 2011

A San Cristóbal cumpleañera en sus 450 años de fundada





A San Cristóbal cumpleañera en sus 450 años

de fundada

Pablo Mora




Tierra hecha luz para fijar sendero desde el hondón del pedestal andino. Regazo de emoción al peregrino bajo la mar brumosa del lucero. Manojo en flor. Alforja y alfarero para el tenaz troquel de su destino. Gruta de luz. Verdor azul marino. Colina de esperanza, aljibe, alero. Semilla germinada en la espesura del surco campesino. Pentagrama vegetal entre notas de blancura, donde se funde en musical proclama el himno esplendoroso de su altura fraguado por su fértil panorama.

Emporio palpitante de hidalguía. Fecunda espiga de raigambre hispana. Azul recodo que el amor hermana en cauces de sonora poesía. San Cristóbal de bruma y serranía para colmar de envidia la sabana, la del frondoso valle que desgrana el manantial lunar de su alegría. Suelo apacible de risueño cielo para enjugar el llanto de la brisa. Comarca para el temple del anhelo donde el afán humano se desliza y se trueca el amor por el desvelo. Ciudad que con los siglos se eterniza.

Gallardo surtidor. Altiva antena erguida en el temblor de su paisaje. Esparta por la espada y el coraje con sangre de martirio entre su vena. Marcial campana. Índice que ordena campañas Admirables en su viaje para rasgar la noche del ultraje cuando la patria en gritos se encadena. Al irrumpir tu aurora a ras del día entras en el estruendo de la historia por trochas de tambor en rebeldía. Y vibra en el clarín de tu victoria el numen de tu fresca bizarría por los cálidos aires de la gloria.

Yo sólo sé que soy de tu montaña. De donde son las rocas, los caminos. De donde ruge por la noche el frío sobre escarcha de musgo y de neblina. De donde brota el aire, mensajero del manantial dormido en la espesura. De donde traza surcos el arado hasta llegar al corazón del hombre. De donde brama, monstruo de la noche, y estalla de furor entre las cumbres la tormenta feroz del ventisquero. Pariente de estos seres diluviales, también el hombre en las alturas mora. Yo solamente soy de tu montaña.

Aire de abril para mi luz andina, para mi cafetal, para mi aldea, florida de tristeza y conticinio, de soledad, de musgo y de vereda. Abril, amor, para el tejado azul, para el zaguán también adormecido de esperar tu presencia azul marina y las fugas de amor en primavera. Desde niño anhelaba tu color: el de mi cerro y mi colina azul, cabalgando risueño por el cielo. Aire de abril, amor, para la lluvia, trenzada de neblina aquí en mi aldea. Abril por fin para nacer contigo.

Manuel Felipe, ya nadie apacienta ningún sueño detrás de los rebaños; los viejos cántaros nos son extraños así el crisol del horno los presienta. La neblina quizás apenas sienta la ausencia de los sueños aledaños y en el rojizo almendro de tus años tal vez ningún turpial ya ni se asienta. Tal es el precio de la vida, hermano: echar un barquichuelo en la quebrada, echarlo de mañana, bien temprano, luego irse con la tarde alucinada y estarse con la luna de la mano para caer en cuenta de la nada.

pablumbre@hotmail.com


martes, 22 de marzo de 2011

EL AGUA







EL AGUA

En el Día Mundial del Agua

“El agua, el agua, el agua corredora

de una fuente a otra fuente y otra fuente”.

Rafael Alberti

El agua eternamente mariposa.

El agua eternamente buena y nueva.

El agua eternamente siempre prueba.

El agua eternamente clara rosa.

El agua eternamente pavorosa.

El agua eternamente dulce cueva.

El agua eternizando al que la beba.

El agua eternamente plena diosa.

El agua eternamente nos espera.

El agua eternamente clarinada.

El agua eternamente primavera.

El agua eternamente sobrenada.

El agua eternamente compañera.

El agua, nuestra eterna camarada.

Pablo Mora







miércoles, 9 de marzo de 2011

La revolución de Dios






La revolución de Dios
Pablo Mora




Cuenta abierta deja la palabra a Cristina Castello, poeta argentina, residente actualmente en París y entrevistada por Rodica Draghincescu para su libro “Escribiendo la vida”: “Aúllan hoy las vísceras del mundo, y yo lo siento en el hueso del alma. Pero todavía, y para siempre, me vibran conceptos del pensador argentino José Ingenieros, a quien leí a mis once años. Por ejemplo, que cuando se pone la proa visionaria hacia una estrella y se tiende hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, es que se lleva el resorte misterioso de un ideal. Son palabras que se me adhirieron con persistencia de enredadera y aún palpitan en mí, tanto como el titilar de esa estrella. Así es que no adhiero a ningún «ismo» y abomino de aquellos —la mayoría— sin sustento axiológico, y de carácter puramente instrumental. Nada tengo que ver con las derechas, por cierto, pero reniego de todo lo dogmático que encarcele el alma o la lucidez. Soy una librepensadora, una francotiradora de ideas, sentires y semillas. Yo defiendo valores. Siembro. La bondad, la justicia, la libertad, la igualdad... La belleza, en suma, abarcadora de ética y estética. Dicho en términos no convencionales —pues no lo soy—la mía es una ideología de manos abiertas. Para dar. Lo cual significa andar a corazón abierto y conciencia despierta por los caminos; y también haber expuesto cuerpo y vida —y no es metáfora— por la vida de «mis» demás. ¿Recuerda aquello de John Donne... «cuando muere un hombre sufre mi vida porque yo pertenezco a la humanidad»? De eso se trata.

Sí, la poesía es la revolución de Dios. Es un compromiso con la vida. Es reveladora y develadora. Es un secreto que se hace camino en un mundo brutal, para abrir mentes y corazones. Y claro... en Roma a los poetas se los llamaba vates —que quiere decir adivinos, como bien señaló Philip Sidney en su Apology for Poetry—. Y la escritura toda es revolucionaria, cuando es literatura y no vacío, porque es resistencia y es persistencia de auroras; es conciencia crítica para el mundo, motor para la imaginación y expansión del espíritu. Es un arma. Para el bien y la libertad, y tiene poder para transformar el mundo, particularmente la poesía. Por eso tantos poetas azules padecieron y fueron asesinados en campos de concentración; porque la poesía, como todas las manifestaciones del arte verdadero, es muy peligrosa para el Poder. El Poder quiere esclavos y el arte es un horizonte definitivo de libertad. Y ya sabemos, con el español León Felipe, que hay un tirano que sujeta, y otro tirano que desata. Y entre los dos, el predio de la libertad, hazaña prometeica, de tensión angustiosa y sostenida, de equilibrio y amor.

Todo acto es político, y la poesía, para mí, es un viaje hacia adentro, una interioridad, una manera de conocimiento: «¿Qué es escribir? Es algo que no puedes hacer hasta que no saques la última línea de ti mismo», dice un poeta ruso. Y de eso se trata. Pero yo siento que el acto poético no es sólo el momento de escribir, sino el intento por encontrar lo verdadero y la medida del amor hacia la humanidad. En cuanto a mí, sin poesía estaría perdida en el mundo, porque me perdería de mí.”






HICIMOS LA MOCHILA







HICIMOS LA MOCHILA
y nos volvimos vagabundos
Apoyamos las palabras sobre la sangre
Cargamos los dados en la apuesta
Arrestamos al viento al sol las mariposas
Supimos del alma del silencio
de la piedra que alguna vez fue estrella
del sagrado terror de la locura
Fuimos un retrato del alma de la tierra
Dejamos pasar la noche por encima de nosotros
mientras las islas no se cansaban de bañarse
Nos hicimos a la lluvia
Matamos la tristumbre
Rompimos alfileres paraguas y repisas
Inventamos ratos penas alegrías y tardanzas
Echamos un vistazo al mundo
Nos provocó quedarnos solos en la tierra
Faltó ponerle trampas a la muerte

PABLO MORA
Foto: Johansso




lunes, 7 de marzo de 2011

MADRE MIRANDO UNO EL MAR / GLOSA





MADRE MIRANDO UNO EL MAR

GLOSA

Pablo Mora

En ocasión del centenario del nacimiento de Manuel Osorio Velasco,

hoy 7 de marzo de 2011.

Rugeles, nacido lejos del mar, es quien mejor entiende la dimensión más vasta del espacio, aquella que adivina en el cerca el horizonte más lejano, y en la gota de agua el cauce que conduce la sombra trémula a las lejanas orillas.

Madre, mirando uno el mar

de cerca se sueña lejos.

Parece que el agua tiene

la luz de todos los puertos.

Manuel Felipe Rugeles

Por mi corazón adentro

(Aldea en la Niebla)

Galáctica, cósmica visión —antigua cercana lejanía… la que a las costas de la divina antigüedad nos ata— la que llevar pudo a su hermano Manuel Osorio Velasco a componer fraternal, fecunda GLOSA en homenaje a la madre del poeta en memorable peña del recuerdo en el mil novecientos y tantos… en esta aldea ahora sin neblina… la misma que guardamos, desde los sueños de alta mar, en el cofre de los huertos, en los trofeos del alma. Y que, incendiariamente, dice:

Sin brújula va este adiós

sobre el azul marinero ,

es crepúsculo viajero

navegando entre los dos.

El recuerdo sigue en pos

de las olas, al azar

y a lo lejos un cantar

con playera voz de ausencia

hace añorar tu presencia

¡MADRE, MIRANDO UNO EL MAR!

Clara visión de distancia

sobre las aguas gravita

con esa calma infinita

de trajinera fragancia.

El corazón hace estancia

a los recuerdos añejos

y revive los complejos

momentos de la alegría…

¡mirando el mar este día

DE CERCA SE SUEÑA LEJOS!

Ruta plateada del mar

en la cauda de un velero

que dice adiós al viajero

en su lento navegar.

Un profundo suspirar

bajo la tarde va y viene

y el horizonte detiene

su pupila pardo-azul,

porque un levísimo tul

PARECE QUE EL AGUA TIENE.

Toda la ausencia se inclina

en el vaivén de la ola

y el alma al sentirse sola

al ensueño se encamina.

La pena del mar inclina

atardeceres abiertos

y en el azul ya despiertos

los cristales rutilantes

van regando de diamantes

LA LUZ DE TODOS LOS PUERTOS.