sábado, 26 de diciembre de 2009

ANGELICAL






ANGELICAL

In memóriam: Merceditas Mora de Jairran

Q. E. P. D.


Luciérnaga, angelita, pajarita,
toda de asombros infinitos llena,
transfigurada en cumbres celestiales
sobre el Tabor triunfal de la alegría.

Luciérnaga alumbrando sementeras,
angelita en diadema de luceros,
pajarita de paz con voz de cielo,
la sencillez espiritual de un nido.

Así te siento, angelical y pura,
hueles a pan de los ardientes hornos
mientras doras de lumbres los caminos.

Te conocí en los juegos de la infancia,
testigo de tu vida cristalina
a pulso de fogón esclarecido.


Pablo Mora




viernes, 25 de diciembre de 2009

Sangre Zurcida





Sangre Zurcida

¿Cuánto sabrá tu asombro de los gatos
cuando serán barridos los bribones
cuándo los traficantes de la guerra
cuándo la enhiesta sombra de la escoria
está tu paz de parte de la guerra
de qué lado los bárbaros están
cómo pasar la seña la palabra
qué haremos con la angustia de la pólvora
valdrá que nos alumbren las luciérnagas
valdrá impostar la voz el griterío
armar a dios al prójimo y al pobre
valdrá el poema urgente necesario
valdrá seguir haciendo la palabra
hasta cuándo la sangre zurcirá?

Pablo Mora



A cuántos





A cuántos

A cuantos crean que me voy de muerte


¿A cuántas lluvias de la muerte estamos,
a cuántos julios, cuántos besos, ramas,
a cuántas lunas, cuántos gritos, tardes,
a cuánto rezo, a cuánto rato, a cuántos?

¿A cuántas sombras de la muerte estamos,
a cuántas simas, prados, cuántas lomas,
a cuántas noches, calles, cielos, árboles,
a cuántas grietas, grifos, silbos, sones?

¿A cuántos tantos de la muerte estamos,
a cuántas gotas, tajos, gatos, togas,
a cuántos marzos, martes, ases, oros?

¿A cuántas copas, cuántos tientos, palmos,
a cuánto grillo, insomnio o arrebato,
a cuántos, cuántos, cuántos, cuántos, cuántos?


En Las Acacias
A mediodía en medio de la muerte

Pablo Mora



domingo, 20 de diciembre de 2009

Luciérnaga







Luciérnaga


En lo que cabe en la palabra vida
entera cabe la palabra amor,
completo el aire, entero el resplandor,
el camino que a diario nos convida.

Lumbre, aire, resplandor, ensueño, vida,
caben en el cariño de una flor,
el suspiro perenne, el ruiseñor,
completamente la final salida.

Testigo fiel de la feliz jornada,
un beso eternamente victorioso,
la presea de un alma enamorada.

La luciérnaga en lumbre iluminada,
en vuelo de gacela muy gozoso,
nos regala su vida, jubilada.

Pablo Mora



Poeta tachirense gana Bienal Literaria "Ramos Sucre"






Poeta tachirense gana Bienal Literaria Ramos Sucre

El pasado martes 15 de diciembre, los organizadores de la décima séptima edición de la Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre, revelaron el veredicto, otorgando el Premio Único en Poesía al escritor tachirense Freddy Ñáñez, con el poemario Postal de Sequía por su “su intensa búsqueda desde un lenguaje distante del yo, más allá del mero ejercicio literario”, poesía urgente “en tiempos donde la Ciudad Escritutaria, insiste en el olvido de nuestro ser”, tal como reza el veredicto.
Freddy Ñáñez, escritor tachirense ha desarrollado una importante labor como promotor cultural de la región, desde la fundación de la Editorial Nadie Nos Edita, la dirección de la Revista Cultural Sujeto Almado, y más recientemente como directivo de la Red Nacional de Escritores de Venezuela y director del Gabinete Ministerial del Poder Popular para la Cultura Táchira. Es autor de los libros: “Todos los instantes” “Un millón de pájaros muertos, “Los hombres que vienen de morir”, “Fuego donde dice paraíso”, “Bajo Palabra” y la antología poética “Suma del Árbol”.
Cabe destacar que esta Bienal, organizada por la Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Oriente es reconocida como uno de los certámenes literarios de mayor relevancia y trayectoria nacional e internacional. Para esta edición que comprendió los premios en los géneros Poesía y Ensayo, la Bienal recibió 85 obras para la mención poesía y 21 para la mención ensayo donde resultó ganadora la escritora Raquel Rivas.





miércoles, 16 de diciembre de 2009

COLOR DE LA ROSA





COLOR DE LA ROSA

Pablo Mora



“¿’De qué color será la rosa que junto a tu alma alcemos?
Roja será la rosa que recuerde tu paso”.

Pablo Neruda




¿De qué color será la rosa? Roja
será la rosa en el azul del sueño,
roja será la rosa en el empeño
por ver el rumbo que la tierra escoja.

Siendo roja ninguno la deshoja
si no es el pobre cuando frunce el ceño
en su azarosa búsqueda del leño
para el fogón que alguno le despoja.

Roja será la rosa en el camino,
en el viento, en la muerte, en la arboleda,
la Tierra toda vestirá de rojo.

Sólo, entonces, el hombre peregrino,
en medio de esta horrenda polvareda,
marchará alegre y sin ningún sonrojo.








RETO BOLIVARIANO







RETO BOLIVARIANO


Pablo Mora


¡Creo en ti, perenne Hijo de la Gloria!
¡Inmarcesible Rayo de la Guerra!
¡Comandante invencible de Los Andes!
¡Espada vencedora de los Dioses!
Creo en el Ávila, fanal primero
donde irradió el fulgor de tu existencia.
En el vientre que arrulló tu gloria
y en el maestro que templó tu mente.
En el pueblo que siguió tus pasos
y en la nodriza negra de tu infancia.

Creo en la Roma en que juraste un día
dar tu sangre por nuestra Libertad.
En el mar en que acampaste cuando
la Patria te confió el primer mandado.
En la ternura que le diste a Fanny
con el aliento de tu amor a prisa.
Creo en la flama de amor de Manuelita,
en la fulguración de tus soldados
y en la estampida de palomos briosos
en busca del Jinete redivivo.

Creo en la nívea pila bautismal
al fraguarte inmortal Libertador,
en la pila sagrada de Los Andes.
En el Llano que se fue contigo,
erguido fiel por nuestra libertad.
En la lealtad del corazón
del negro en llamas que inmoló la Patria.
Creo en el Mariscal en que creíste
y en la desgarradura de Berruecos.
Creo en tu arrojo que envidiaste a Piar
y en el Piar que tuviera que morir
para abrir paso a tu esperanza egregia
en medio de la lucha sin cuartel.













Creo en Petión, el de la noble mano,
al enjugar la lágrima al esclavo.
En la furiosa huracandad de Pisba,
acicate feroz de tus soldados,
en el alumbramiento de la helada,
hijo de aquél que se quedó en la cuesta.
Creo en la majestad del Chimborazo
donde de pie entendiste al viejo Tiempo.
En tu rostro desafiando el mar
cuando, lejos, clamabas por la Patria.
En los ásperos callos de tus manos
para el hambre de América harapienta.

Creo en tus brazos y en tus puños creo
desde la eternidad encabritados.
En el samán que te albergara creo,
en tus noches, tus selvas, tus caminos.
Creo en el tamarindo de Angostura
donde amarraras tu esperanza al río.
En el entrecejo de tus iras
y en el crispado acento de tu verbo.
Creo en tu hamaca, compañera fiel
en cada escaramuza libertaria.
En la orfandad de tus monturas viejas,
añorándote a ti, ¡Oh Padre Nuestro!

Creo en las plateadas herraduras,
hechizos del galope redentor.
En tu espada que atizó la gloria,
sembrando sobre sombras libertad.
Creo en Palomo y su inmortal relincho
cuando, gozoso, te sabía campal.
También en los secretos que confiabas
a tu mula Orejona y obediente.
Creo en el tremedal de Casacoima:
regazo en el delirio de tus sueños.
Creo en Pichincha y creo en Boyacá
y en Junín, Carabobo y Ayacucho.













Creo en la cruenta imagen que tenías
de aquella América rapaz del Norte.
En el recio camarada Rooke
quien a la noche le ofrendó su brazo.
En la Gran Colombia que fundaste
y en el sueño de América, la Patria.
Creo en tu pensamiento, fulminante
hoguera de visiones sempiternas.
Creo en Jamaica y creo en Angostura
donde fijaste el rumbo a nuestra América.

En la América tuya tan dolida,
ágora ayer: la comunión del mundo.
En Tinjacá y en tu Nevado perro,
en tu pobreza y tu camisa rota
para la desnudez de Santa Marta.
En el fulgurar de tu relámpago
perdido en la hondonada del vacío.
En el alarido de la noche
con la última proclama de la unión.
Creo en la redención de nuestro suelo
por tus huestes apenas comenzada.

En nuestra soledad iluminada
por tu ejército ahora clandestino.
En la reciedumbre de tu furia
amparada en melífera ternura.
Creo en tu sangre guaicaipura y éuscara,
hermana de la sangre de Lautaro,
¡Oh Fénix trashumante, la esperanza
de los partos solares por venir!


















Creo en la Guerra de Tupac Amaru,
la Guerra a Muerte que empuñara el Ande.
En Martí cuando corrió a buscarte
en la noche sangrienta de tu América
y en la montaña que soñó tribuna,
entre relámpago y furente rayo,
y un manojo de pueblos en tu puño,
rendidos los tiranos a tus pies.
Creo en el Che, en Camilo y en Sandino
para tu valentía encarnaduras.
Creo en todos los hijos de la Tierra
capaces de fraguar la nueva aurora.

En la hospitalidad de estas neblinas
creo, remanso de tu luengo insomnio.
Definitivamente creo en Ti,
¡Omnipotente Padre de la Patria!
Y aunque tú ya una Patria nos dejaste,
creo en la Patria que nos falta hacer.
Creo en ti, ¡Adalid de Libertad!
Desde estos ventisqueros de los Andes,
donde una América de pie te espera
para salir a libertar más patrias
así tengamos que retar a Dios
con tal de no seguir arando el mar.












lunes, 14 de diciembre de 2009

PARA LA NAVIDAD DE LOS TRISTES






PARA LA NAVIDAD DE LOS TRISTES

Pinos.
¿De dónde?
Tendríamos que ir a buscarlos al bosque.
¿Para qué?
Para la navidad de los tristes de la tierra,
de los que en vano han pretendido ir más allá de los horizontes
con el fardo de sus vidas sin sol,
atolondrados por el aguijón metálico de las sirenas.
Rechina en la monotonía de las horas
el dolor de mil brazos morenos que en la fábrica
rinden una misma tarea
para regresar al hogar suburbano, agobiados,
a acunar en la noche la canción de una vida que empieza.
Esta navidad
Faltan pinos
para los tristes de la tierra.
El pan y el vino de la cena
¿les podrá caer alguna vez de las estrellas?

Manuel Felipe Rugeles: CÁNTARO





POEMAS







SOÑAR


soñar con el reverso de la manosoñar con el reverso de la lunasoñar con el reverso de la luzde la estrella del sol y de la vidasoñar con el reverso de la carasoñar con el reverso del espejosoñar con el reverso de las aguasde los mares del pan y de los ojossoñar con el reverso de los cielossoñar con el reverso de las floresde la arena del tul y de los sueñossoñar con el reverso del anversosoñar con el reverso del soñarsoñar con el reverso de los versos


SUEÑOS


con los sueños del alba de la manode mano con el alba de los sueñoscon el alba de mano con los sueñosde mano con los sueños de la manosueño a sueño con sueños de la manocon los sueños de mano de los sueñoscon la mano del alba de los sueñoscon los sueños del sueño de la manosoñando con el alba de los sueñossoñando con los sueños de la manose sueña con la mano de los sueñossoñando con el sueño de los sueñossoñando con el alba de la manose sueña en el ensueño de los sueños

LOS SUEÑOS


No tienen dedos manos puños hambreNo tienen tiempo calma padre dueñoNo tienen cara pasos prisa lunaNo tienen noche piel ni voz ni miedoNo tienen ley no tienen alas pazLos sueños solamente tienen sueño

CUANDO


cuando el glacial aterraba los espíritus y los llevaba a las estalactitascuando el vientre de la noche distraídamente mañanas fecundabacuando las venas de las rocas portaban sangre silvestre sideralcuando los volcanes alumbraban la arrogancia de la llanuracuando la oquedad del bosque al humano amedrentabacuando las robustas huellas abrían el primer caminocuando el animal no se había hecho para el hombrecuando el piache alzaba plegarias hasta el cielocuando el indígena erguía su ciclópea murallacuando la fruta calmaba al sediento cervatillocuando la noche no conocía día en su riberacuando los ofidios dormían sueño vegetalcuando la tormenta atronaba la comarcacuando el río enmarañado se extraviabacuando el aborigen hundíase en el antrocuando la alta mole tomaba el pulso al vuelocuando el encaje del mar no se había destejidocuando la mañana de la selva no había despertadocuando las brechas estaban envueltas en rastrojoscuando cóndores majestuosos oteaban la vigilia del mortalcuando la sombra de los hombres era una sombra máscuando la margen de los ríos germinaba la espesura torrencialcuando la ubérrima espiga silenciosamente engendraba sementerasel terrícola corazón virginal presentía su telúrica corpulencia el cosmosenraízabase y el mundo ya sentía el pletórico impulso de sus frutos


COMOcomo una partícula de cosmos extraviada en el desierto de la vidacomo una gaviota espiando el mendrugo de la humana embarcacióncomo un junco a la vera del Nilo rumiando sus quimerascomo una estrella en la nocturna soledad velando lunacomo un venado en campo abierto oteando su horizontecomo Platero extasiado en la floresta de la vidacomo cigarra esperando la mañana de su muertecomo riachuelo pendiendo en la hondonadacomo nave a la deriva ansiosa de atracarcomo relente cubriendo su póstuma niñezcomo una vereda trepando cafetalescomo arbusto ensayando a florecercomo un rayo de sol sin asiderocomo mañana rizada de neblinacomo verso dispuesto a frutecercomo búho entre su noche pensativocomo gota de lluvia queriendo deslizarcomo nube peregrina sobre un repecho andinocomo un sueño al despertar saludando la mañanacomo actor en espera del papel que ha de cumplircomo albo copo entre la atmósfera en pleno jugueteocomo cualquier campesino de mi aldea simiente en manocomo al limonero de mi primera casa henchida de recuerdoscomo a cuántas lejanías se asemejan los sueños de mi vidacomo un solo asombro la imagino en este pluvioso atardecer de abril



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Pablo Mora.Nació en Santa Ana del Táchira (Venezuela), en 1942. Graduado en Letras en la Universidad Católica "Andrés Bello" en l966. Obtuvo doctorados en Psicopedagogía y en Periodismo en la Universidad de Turín y La Universidad Católica de Milán, Italia, respectivamente. Ejerció el magisterio desde 1969 y la docencia universitaria desde 1973 a 1994. Profesor Titular Jubilado de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET), de la que fue Director de Cultura. Asesor del Despacho Rectoral de la UNET en el área comunicacional durante los años 1992 – 1999. Perteneció a la "Cueva Pictolírica " de San Cristóbal-Táchira-Venezuela. Miembro de la Asociación de Escritores del Estado Táchira, de la Sociedad Bolivariana, del Circulo de Escritores de Venezuela, del Grupo Literario "El Parnasillo", del Taller Literario "Zaranda" y de la Peña Literaria "Manuel Felipe Rugeles”. Ha publicado 6 Poemarios bajo el nombre de ALMACIGO, varias plaquettes y un libro de ensayos: CUENTA ABIERTA. Obras suyas han sido traducidas al vascuence y al italiano. Otras aparecen en las Antologías: "Poetas de América le Cantan a Bolívar", "Antología de la Rosa", "El Soneto en Venezuela" y "Sonetos a Bolívar". Su obra aparece reseñada en: "Diccionario General de la Literatura Venezolana" y en "Bibliografía y Hemerografía del Estado Táchira". Junto con Rubén Rivas, autor del Himno de la UNET. Colabora en diarios tanto del país como del Táchira. Premio en la Mención Poesía de la I Bienal Nueva Esparta de Literatura (1991), Venezuela, con su obra: "De La Noche Insomne". Asombro al descubierto de Ediciones Mucuglifo, Editorial Venezolana, C. A., Mérida, 1996; junto con su Antología A coro en el asombro (2000), publicada en la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, No. 171, en edición patrocinada por la UNET, se encuentran disponibles en Internet. Premio en la categoría Ensayo con su obra La Razón del Tiempo La Universidad Venezolana de cara al Siglo XXI, en Concurso de la Gobernación del Estado Táchira, Venezuela, 1998; la cual a su vez aparece como libro en Internet. Ensayos del autor han sido divulgados en Espéculo, Revista Electrónica de Estudios Literarios de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid (España), Nos. 9 a 18 de los años 1998 a 2001. Sus más recientes poemarios se intitulan Parte de asombro e Insomnio Terminal, ediciones Erato, agosto, 2000, 2001, respectivamente. Es autor de la Página Web Poiesologia <http://www.poiesologia.com/> recomendada por UNESCO.




domingo, 13 de diciembre de 2009

HALLAQUITAS






HALLAQUITAS


Tengo una patria muy linda
y una hallaquita también.
A mi patria alguien la guiña.
A mi hallaca no sé quien.

Que viva mi tricolor!
Que viva mi Venezuela!
Qué bailen mis hallaquitas
en alpargatas de suela.


Pablo Mora




jueves, 10 de diciembre de 2009

MIRADLA CON UN HIJO EN PIE DE GUERRA





MIRADLA CON UN HIJO EN PIE DE GUERRA


Dedicado a Yorky Lorena Bello
Ante la pérdida de su hijo Jesús Eduardo Ramírez Bello



Vino quizás de la loma o del aljibe nomás; del llano largo hacia adentro, de la montaña hacia el cielo o del viento en descontento. Un día alcanzó la luz; otro, alargó misterios; desde muy de madrugada, amasa el pan en la casa. Camino de la quebrada, se empeña en lavar tristezas. Las chamizas de la aldea dejaron huella en sus piernas: amor ardiente en recelo, le da por mecer los sueños. Cosechó cafetos, extendió atarrayas, bailó entre los maizales y hasta el barbasco se acuerda de ella. Enlazaba potros, calentaba eneldos. Primera en saludar el día, última en cerrar la noche. Libro sin índice siquiera. Agenda sin líneas vacías. Copla sin queja y sin letra. Llama en asombrado vuelo.
Miradla llena de honor y de ceniza. Miradla en los collados del amor delirante junto al lirio de tallo celestial, junto a los grandes bueyes de la tierra. Miradla naciendo desde un vientre de espigas misteriosas, desde un túnel de cálidas penumbras. La misma, la tremenda, la del mohín en los labios; la guaricha, la pícara, la Imelda, Cecilia, Gaudencia, Yorky o Lorena, Florinda, Lucrecia, Rosenda o Emeteria. La que se entendió con las flores, el luto, el llanto y el gozo. La simple, la cotidiana, la del humo de leña. La que ara el amor y cosecha su trigo, la que sabe el lenguaje de las cosas y el tierno frío del amanecer. La que se va con la neblina, apacentando sueños detrás de los rebaños. La oliente a piso de tierra, a musgosas tejas. La pobre, la grande, la hermosa; milenaria, aventurera del tiempo y del espacio; heredera del río y del relámpago, millonaria de lumbres y tristezas. La que de espaldas a la noche, vela con la estrella. La que entre barricadas de miseria, desgarra el corazón a la amargura o la amargura le desgarra el corazón. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Miradla, yacente sobre páramos helados, tendida en la soledad de la cascada, en la llanura implacable de la vida, con una rosa turbia en la mirada; a veces victoriosa, a veces en la esquina, sentando lagrimón en la maleta, camino de la guerra, con la sordina de la retirada. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Miradla, llama entre las llamas, lámpara, estrella, para la angustia del hombre. Va por el mundo porque existe el hombre antes del grito de su eterna entraña. Vela callada el fuego de la vida, madre la llaman por llamarla hermana. Hermana de la lumbre en su ternura, desmorona la angustia de los hombres y mantiene su pulso en plena llama ante la dura ramazón del odio. Compañera del hombre, jornalera, únicamente necesita él vida, para llamarla siempre compañera. Miradla, nacida en algún barrio triste del pueblo oscuro o la ciudad remota. Miradla, camino de su trabajo, la pobre piensa y piensa. Desde la calle de la melancolía, lluvia cantando de la sonrisa a los pies. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Miradla. La estrella, la ventisca, la llama, la silencia. La danza, la puntada, la aurora, la almada. La sabia, la guitarra, la madre, la entraña. La tristeza, la dulce, la cicatriz, la calandria. La alondra, la paloma, la partera, la garza. La vieja, la princesa, la niña, la abeja, la calma. El llanto, la inocencia, la olla, la gracia. La fragancia, la muerte, la pasión, la espera. La soledad, la patria, la mujer, la amaranta. La amazona, el ahora, la tierra, el hallazgo. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Miradla, cuando niña, alrededor del fogón, cargando sobre la cabeza haces de chamiza; sobre los cuadriles, a los muchachos pequeños; pronto, unos pechos naranja brotan de su seno; entonces, los hombres comienzan a rondarla. Al fin, cuando los grillos chillan ensordecedoramente y el viento hace crujir las ramazones, se la posee. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Miradla, como a esta tierra, se la lleva en el corazón cuando uno se aleja de ella, y a flor de la pupila cuando se marcha en pos de ella por veredas y caminos. Después que el hombre la roza, se le mete por los sentidos y sensualmente lo amarra a sus árboles. Se la quiere en las sementeras, y se encariña uno con ella, abrazada al invierno de los retoños y al verano de las flores cuajadas. Eduvigis, Gumersinda, Críspula o como te llames, mujer de nombre infeliz que te puso el almanaque; india color de la tierra que se ha chupado tu sangre, siempre callada y humilde, concubina, bestia o madre. Flor de anónimo heroísmo, todo el color de esta tierra en el corazón te cabe con fe que no tuvo nadie. Hembra, menuda y cetrina de mis anchas soledades perdida en el triste olvido de un rancho cualquiera. Tu nombre no importa; da lo mismo si eslavo, sajón, latino o el que fuere. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Miradla, a la orilla de las parvas consumiendo su cigarro; junto a la cerca de piedra, cabizbaja; frente al hierático pino, solitaria. A la orilla de las parvas, como naciendo de nuevo. Miradla, miradla naciendo bajo la luz que la espera. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Vino quizás de la loma, de las uvas, de la montaña hacia adentro y se fue en ascuas metiendo, ensortijada en el sueño; fondo de llanto al acecho, bajo la luz redimida, bajo la luz de la pena; farallón de madrugada, despertador de su pueblo. Miradla con un hijo en pie de guerra.
Pablo Mora
pablumbre@hotmail.com



domingo, 6 de diciembre de 2009

Diciembre






Diciembre
Por: Pablo Mora


/09


I


Alto para fijar el horizonte, para otear la plenitud del día. Campanada de garza aleteando en la cresta de algún ciprés dormido, en busca del anafre o del camino. Un par de sueños despertando auroras. Un par de ojos descubriendo estrellas. Alma escarbando abrojos, serranías. Dos luceros velando en fogarada. La Luna vigilando, bien despierta, al hombre entretejiendo sus jornadas. Un modo de mirar, mirar despacio las sombras infinitas de los árboles, sus quejas, sus lamentos, sus latidos. Compás para medir la lontananza, la distancia entre el sueño y el olvido.Hallazgo de la vida, dentro, fuera. Atinar con el próximo jalón. Inventar nuevas rutas, nuevas eras, el viraje que a diario nos aguarda. Hurgarse, hundirse, ser sentirse, serse. Llegar a enero vivos todavía. Dar con la vena justa de la gracia o con el alma de la patria en ascuas. Paso de lluvia en torrencial suspiro mientras la madre su bocado implora. Un niño que en harapos llanto apaña. Una manera de sabernos vivos mientras cruzamos noche, tempestad, neblina, vendaval y cangilón, pena, chaparrón, vida o sobrevida.Diciembre: villancicos, serenatas, cuando bajan los ángeles a tierra para sentirle al hombre su quejido. Diciembre: lumbre, diapasón y canto. El abrazo temprano a nuestra madre que empieza, que prosigue, que culmina. Diciembre: el timbre con que el viento invita a seguirle los pasos a la vida, envueltos en rastrojos de la muerte. Remanso suspendido en la jornada para tomarle el pulso al ventisquero, a la tormenta, al rayo, al huracán.Sabor a trigo, a leche a miel, a rosas, a durazno, que como un corazón recién nacido al despuntar el día palpita entre los dedos de las hojas por su sola dulzura sostenido. Himno con que cantamos a la vida en busca de una humanidad en paz tras un amanecer de cara al hombre, de espaldas a la noche que nos cruza. Tras un amanecer que al fin alumbre un día con la noche esclarecida de azul mañana que la fe vislumbre.


II


La luz en lontananza que nos mira. Infinito fulgor acurrucado en nuestros pies, en nuestras vagas sombras. Los árboles, la noche, entre los nidos. Un duendecillo en medio de la fronda. Los hombres tras la tierra prometida. Soplo de brisas, canto, resplandor. Fabuloso recuerdo alborozado. El hombre, tierno niño, desenfunda la alegría escondida entre la infancia. Pasos del viento, chispas de luciérnagas. Paso del Tiempo, paso de la gloria con que engañamos a las propias penas.El hombre encandilado por sus sueños. El hombre a solas con su propia sombra. Noche de luces, noche iluminada. Para un Dios que ría como un niño. Para un hombre que ría como un Dios. Silencio y soledad, clara ternura, añoranza sutil sin aspaviento, hacia la luz total de nuestras cosas, hacia la luz total de la esperanza.La dulce sombra del común destino mientras murmura alrededor la noche, arrodillada en los fogones yertos. Oscuridad de noche confundida en medio de la lumbre peregrina, encima del estruendo del misterio. Fragancia matutina, gloria breve. La clara majestad de los caminos. El tiempo fatigado de infinitos, el que a la muerte sin cesar nos lleva.Una luz, un candil intermitente, soledad de un ligero arrobamiento, sólo de asombros infinitos llena, la vida es una gloria suspendida. Descubrirse, encontrarse, hallarse, abrirse, desencerrar la pauta que nos falta. Vivir sin miedo, en libertad, de veras. Toparnos con el corazón silente que nos oye, nos sigue y nos conoce. Dar con el lagrimón de la vereda, latigazo que a todos atribula.Gozo, bondad y sobre todo paz para la buena voluntad del hombre. Tras esta oscuridad que nos circunda. La cresta de un lucero que nos mira, por el postigo corazón mirando. Pausa para mejores madrugadas. Una pregunta en pie para los hombres. Para el pobre que nunca tiene nada. Para el triste que llora su amargura.


III


Júbilo, alumbramiento, bienvenida. Ara en fulgor para el altar del tiempo. Luz en la voz y luz en las miradas. Gloria en la luz y en el amor del día. Llamarada de paz para la nave colmada de borrascas en la noche. Algo mejor para el mañana incierto. De nuevo niños con asombro puro.Aire de claridad en la amargura. Cósmica fuerza sobre el mundo alzada. Los pájaros, los árboles, la tarde, al habla con la brisa y con los hombres. Victoria de la noche de luceros saturada, victoria de la vida. La sangre universal cuando concilia la Tierra con los seres y la Nada.Dios acicateando resplandores. La ternura del hombre florecida. Paz, goce, amor, en yunta con la vida, para una humanidad en pie de guerra. Latido de corderos y de ángeles anunciando la paz a los pastores. Paso del tiempo, paso de las cosas. Paso del hombre a solas con su sombra.Estrella en el camino de los magos. Estrella para el hambre de los pobres. Lumbre para escaparnos de la muerte cuando la noche necia nos persigue. Manera de decir que Dios existe sin que nadie conozca sus resabios. Vieja costumbre de jugar a Paz entretanto la tierra se desangra.Deseo de partir al infinito. De cara hacia el misterio. Para siempre. Luz de la luz, en gozo reverente, deslumbrando los tránsitos finales. Balcón por donde un niño al mundo asombra con sus hombros cargados de juguetes. La noche fulgural donde nacemos cuando a morir apenas comenzamos.


IV


Un niño con nosotros de la mano la puerta del misterio nos descubre. La sombra de la aldea galopando auroras, portachuelos, madrugadas. Definitivamente encandilados frente al día en que el odio no amanezca, seguimos puntualmente el paso al sol, esquivando las garras de la guerra.Hurgándole el pavor a la jauría, ceñido el hombre de esperanza, sigue hacia la luz fugaz de sus fogones, hacia las cumbres donde duerme en paz. Calienta el pan, la claridad calienta. Apura el vino, la piedad apura. Bendice el fuego, la bondad bendice. Santigua el día, su morral santigua.De viaje hacia el confín del vuelo, el hombre confía plenamente en su destino, pregunta por la noche al mediodía, al tilín por la suerte de su infancia. Tilín, tilín, tilín, la campanada anuncia la llegada de la aurora, el transparente gozo de la luz, el esplendor triunfal de la alegría.¡Ay del que viva lejos de su infancia, del que no sepa de ningún lucero, del que ignore el color de las ovejas y del que ausente de su ser delire! ¡Feliz quien con Francisco, atento, asista al canto matinal de los turpiales! ¡Feliz el simple labrador que sueña en ver crecer la flor en sus plantíos!Diciembre altivo en las fulgentes eras. Diciembre en el fulgor de la alegría. En los ojos azules de los ángeles y en el hambre del pobre y su quebranto. Diciembre, alumbramiento, bienvenida. Diciembre, asombro, arrobo y fogonazo. Diciembre, claridad en la amargura, para el pobre que duerme en el barranco.