domingo, 30 de septiembre de 2012
El arte del encuentro
Pablo Mora
Concurrir al llamado de las flores, cuando sangre el costado de la rosa. Pendientes del dolor de las palomas, cuando aceche penumbra, horror, borrasca. A pesar de aspavientos o fracasos, disponer de la vida mientras tanto, hasta que alguien decida lo contrario. De noche retroceden los relojes. Apostar a la paz, a la victoria. Que se apiadan los dioses de nosotros, de nuestra rabia, cólera o locura. Toparse, acompañarse, entusiasmarse. Adherirse, juntarse, desaislarse. Unirse, reunirse y asociarse. Llevar en el pañuelo una granada, ya pase lo que pase, por si acaso. Alumbrarle el sendero a las luciérnagas. Alzar al sol el grito, la bandera. Velar por el camino de la aurora. Andar con el hermano que nos quede a la huerta perdida de la aldea para ver qué semillas recoger. Es tiempo de arrumbar los macundales, de encontrarse de nuevo con la vida.
Una luz, un candil intermitente, soledad de un ligero arrobamiento, sólo de asombros infinitos llena, la vida es una gloria suspendida. Descubrirse, encontrarse, hallarse, abrirse, desencerrar la pauta que nos falta. Vivir sin miedo, en libertad, de veras. Toparnos con el corazón silente que nos oye, nos sigue y nos conoce. Dar con el lagrimón de la vereda, latigazo que a todos atribula. Darle tiempo al camino a que regrese. Descubrir el espacio, igual el mundo. Escarbar, explorar, crecer, llegar. Encontrar, encontrarse, desplazarse. Afrontar, afirmarse y alcanzarse. Encendida la lámpara en la noche, candil intermitente de la aldea. Hundirse, hurgarse, ser, sentirse, serse. Prender la mecha al viento, armar al pobre. Armar a Dios definitivamente. Armar al prójimo y armarte.
Empieza por abrir la soledad. Convéncete del viaje hacia la sombra. Anda de tempestad en tempestad. Adopta la locura de los pájaros. Que vuelvan los caminos a encontrarse.
Que haya un tiempo de lluvia floreciente. Nada importe que el viento nos arrastre. Nada exista por dentro de la muerte. Vayamos al misterio como el río. Fijemos a los sueños su mirada. A lomo de coraje y de esperanza. En el canto de todos todo es sueño. Todo es muerte en la vida de los hombres. Todo termina al comenzar la sombra
A pesar de que sepamos que la "humanidad nace sobre todo en las horas de crisis", difícil para el hombre de hoy elegir, encontrarse a sí mismo, participar en la hechura de un mundo cada día más violento. Entre tanto, el éxito del hombre estriba en entrever su propio sueño, en llegar a un cambio interior, a una conversión, a una metanoia, en lenguaje paulino, capaz de llevarlo a una revolución de su estado de conciencia, en función de una sinergia optimizadora de su realización colectiva.
“Caminando comprobé —sostiene Facundo Cabral— que nos vamos encontrando con el otro, lenta, misteriosa, sensualmente, porque lo que teje esta red revolucionaria es la poesía. Ella nos lleva de la mano y debajo de la luna, hasta los últimos rincones del mundo, donde nos espera el compinche, uno más, el que continúa la línea que será un círculo que abarcará el planeta. Esta es la revolución fundamental, el revolucionarse constantemente para armonizar con la vida, que es cambio permanente, por eso nos vamos encontrando fatalmente para iluminar cada rincón…. Vive de instante en instante porque eso es la vida.”
pablumbre@hotmail.com
Armar a Dios
Pablo Mora
Instruirse, alistarse, organizarse. Vivir conforme a nuestro fuero interno. Tejer bien la madeja colectiva. Entretejer asombros al mañana. Deplorar la injusticia, el pie descalzo, la lluvia engarrotada, el desvalido —miserable torpeza de la noche—. Oírle los crujidos a las horas. Palpar la inofensiva algarabía. Sumarse a la marea, la insurgencia, ataque o contraataque necesarios. Ir a contracorriente de la muerte, del abismo insondable, tenebroso. Ponderar el momento, la salida; las armas de los perros y los pájaros; el diapasón del bosque del silencio; los presentes, ausentes, los reales; los pozos de las rosas y los muertos; la rosa que nos lleve a las estrellas: la rosa roja en el azul del sueño, en su azarosa búsqueda del tiempo por ver el rumbo que la tierra escoja.
Insistir, persistir en la gestión. Fortalecer la vena del camino. Archivar cometidas y derrotas. Recobrar el derecho de las piedras. Conjugar sueño, polvo, soledades. Perderse entre la niebla de la albada. Informar, informarse, vigilar. Celar lo estrictamente necesario. Administrar pertrechos, desengaños, triunfantes en la lumbre de las sombras, contra la terquedad y la asechanza. Hacerle honor a la Divisa Humana, al hormigón de la feliz partida, al paso de los soles que nos resten. Que el sueño siempre cumpla su promesa. Advertir que el rumor de un pueblo almado es más bello, más puro que el rocío. Hallarle el pan a quien lo pierda o sueñe.
Concurrir al llamado de las flores, cuando sangre el costado de la rosa. Pendientes del dolor de las palomas, cuando aceche penumbra, horror, borrasca. A pesar de aspavientos o fracasos, disponer de la vida mientras tanto, hasta que alguien decida lo contrario. De noche retroceden los relojes. Apostar a la paz, a la victoria. Que se apiadan los dioses de nosotros, de nuestra rabia, cólera o locura. Toparse, acompañarse, entusiasmarse. Adherirse, juntarse, desaislarse. Unirse, reunirse y asociarse. Llevar en el pañuelo una granada, ya pase lo que pase, por si acaso. Alumbrarle el sendero a las luciérnagas. Alzar al sol el grito la bandera. Velar por el camino de la aurora. Andar con el hermano que nos quede a la huerta perdida de la aldea para ver qué semillas recoger. Es tiempo de arrumbar los macundales, de encontrarse de nuevo con la vida.
Usar el cielo en caso necesario; a la tierra, en ausencia de sus manos o a la mano, por falta de semillas. Emborronar de lluvia los poemas. Desempeñarse, amarse e ingeniárselas. De lidia en lidia, al alimón, al quiebro, en busca de la obranza, el propio temple. Fuera del alcatrazo de la muerte. Muy lejos de la sombra para siempre. Volar sobre el misterio de la arena. Labrar el día, rasguñar el cielo. Dejar en batallón nuestros silencios. Deslindar terredad de abatimiento; legado, salvación, andaje, velas; concomitancia, urgencia, nave o barca; madrugada, alarido, terquedad. Apostar al insomnio su demora.
Darle tiempo al camino a que regrese. Descubrir el espacio, igual el mundo. Escarbar, explorar, crecer, llegar. Encontrar, encontrarse, desplazarse. Afrontar, afirmarse y alcanzarse. Encendida la lámpara en la noche, candil intermitente de la aldea. Hundirse, hurgarse, ser, sentirse, serse. Prender la mecha al viento, armar al pobre. Armar a Dios definitivamente. Armar al prójimo y armarte. Amén.
Alistarse
Pablo Mora
Oír el llamamiento. En el patio de honor tomar el arma, la lumbre genital en la batalla, celarla antes, después y en la faena. Alistarse, entrenarse permanentemente, partir de madrugada, irse al frente a primera línea o retaguardia, con trinchera o sin trinchera, enfrentando al enemigo fuego a fuego, defendiendo, atacando, resistiendo. Calada en el fusil la bayoneta, empuñar la destreza necesaria, sentir el apoyo del certero impacto de los misiles, los ángeles custodios de la justa. Oír rumores, nunca divulgarlos, saber que el arte es una guerra en grande.
Saber lo estrictamente indispensable. Participar en el engaño, en el ardid, la situación o la apariencia. Llevar la astucia al máximo posible, adaptarse a la situación, sobre todo a la situación ajena. Avanzar por caminos tan insólitos que nunca el adversario logre descubrir. Dar con el más vulnerable de los puntos, batirse en retirada o perseguirla, contar con la moral, el ánimo, el terreno, el clima, el mando, la ocasión y la doctrina. Descubrir el esquema general del enemigo. Como el agua adaptarse a las formas nuevas, usar ataques directos e indirectos, pulsar la ventaja y desventaja de la hazaña; protegerse del árbol que se agita, del pájaro que se espanta, del polvo alborotado, del llanto de la bandera en el contrario frente.
Escapar del ladrido de la calle, del hosco muñón del peregrino, del puñal que en la acera nos espera o del barco que acecha nuestras costas. Traspapelar la terquedad del lunes. Aullar juntos delante de los cielos. Escucharle al pobre su alarido, compartir esperanzas con el árbol, expulsar el despojo mutilado. Ser libres así el fuego nos cercene. Quitar algunas comas al crepúsculo, ver la noche sin que nadie contradiga, eludir la risa ensangrentada, atravesar tragedias, agonías, alero, interrogante, incertidumbre. Toparse, acompañarse, entusiasmarse, adherirse, juntarse, desaislarse, asociarse, zurcirse, reunirse. Andar con el hermano que nos quede a la huerta perdida de la aldea para ver qué semillas recoger. De lidia en lidia, al alimón, al quiebro, en busca de la obranza. Dejar en batallón nuestros silencios, deslindar terredad de abatimiento, legado, salvación, andaje, velas. Darle tiempo al camino a que regrese, que a las noches también les da sueño.
Adelantar, vivir, sobrevivir, resistir hasta el último combate. Cuidar con tiento cada retirada, huir de frente, atacar de retirada, volver caras, triunfar en la derrota, ir entre escaramuza y sorpresivo encuentro halando la explosión del lauro, rechazar la sentencia de la muerte, asumir alto el triunfo de la vida. Acordarse del viaje hacia la sombra. Alumbrar la maravilla, encender relámpagos, asombrar al tiempo, sentir las sombras, fundar los sueños, unir lo posible con lo imposible, llevar el infinito a cuestas, sentarse en el lugar del hambre, reinar sobre la muerte, salvarse juntos, saber cuándo, con qué fuerza, de qué modo asumir nuestro destino. Blandiendo diapasones subversivos, llevar hasta la cima la bandera y desplegarla en rancho en cada aldea hasta colmar la lágrima del pueblo. Coronada la lucha, asegurar la militancia plena por la belleza y la verdad del hombre, como un claro de tierra en cada madre, como un golpe de amor en cada miedo.
pablumbre@hotmail.com
domingo, 9 de septiembre de 2012
Entrevista
Pablo Mora o la luz
de una sombra antigua
Entrevista
Por Freddy Ñáñez
Poeta
¿Qué es lo que más extraña de Los Andes?
Me preguntó uno, esperando oír una
respuesta bucólica. No es el paisaje, pensé
sin responder. Entonces tampoco podía
saber que la única nostalgia de la que no
lograba reponerme aún tenía que ver con
los poetas de esas cumbres. La vida literaria
de San Cristóbal no es para nada precaria:
talleres, recitales, encuentros, publicaciones.
Movimientos que proliferan, rasgan, se
pelean, se apartan, vuelven; como en todas
las ciudades donde hay verdaderos poetas.
La huella indeleble de Manuel Felipe
Rugeles, Salustio González, etc., no impide
que suenen voces contemporáneas dotadas
de gracia y grandes ambiciones. Del Táchira
todos se van menos estos seres que se han
encadenado a la niebla. Pablo Mora es por
eso, más que un poeta, una región sin
descubrir. 20 poemarios, cientos de ensayos
y una tesis: la Poiesología (o crítica de la razón
creadora) es una parte de su obra y probablemente
el absoluto de su vida ¿Cómo iba
nadie a olvidar un genio y una generosidad
así? En esta entrevista comprobé una
sospecha: de su palabra grave, “sonante” y
poderosa nadie se cura.
—Señor Pablo Mora, ¿quién es usted?
—Un dolor en viaje proveniente de una
despeñadura enloquecida.
—Empecemos por cambiar su nombre,
escoja el que le guste.
—Ramiro, un nombre que dejé a mi madre.
O tal vez Pablo Mares.
—¿Cuál es su peor recuerdo?
—Dar cada día con la escalofriante letanía
del dolor humano.
—¿Qué edad tiene su sombra actualmente?
—Es una sombra antigua que a las costas de
la divina antigüedad nos ata.
—¿Cuál es su idea de la infelicidad
perfecta?
—Entre el tener y no tener, ¿quién nos
podrá convencer que todos hoy comerán?
—¿Y su mayor ambición?
—Que pronto se instaure, afiance, robustezca y
consolide la ciencia por mí propuesta:
la poiesología.
—De cumplirse el Apocalipsis (o la
política exterior de Estados Unidos), ¿con
quién no le gustaría encontrarse en las
tinieblas?
—Con aquel pingo hijoe’ de la CIA que a
diario venía a nuestro cuarto a jodernos la
jodienda: nuestra poesía.
—¿Cuál es el libro qué más lo perjudicó?
—Ninguno, por ahora.
—¿Qué representa para usted la poesía?
—Un acto de fe en el hombre.
—¿Y usted qué representa para ella?
—Un hombre dispuesto a la vigilia.
—¿Por cuál ofensa se batiría en duelo?
—Mi poesía proviene de la generación de
los sesenta, cuando el fusil le diera su mano
al verso.
—¿Cuántas veces se ve en el espejo?
—Ninguna. El espejo es quien nos mira
fijamente.
—¿Qué sueño justifica su insomnio?
—Mi insomnio vale por y para el hombre
lluvioso otoñabundo.
—¿En el amor, qué es más importante, la
partitura o la interpretación?
—En el amor, no hay tiempo sino para el
canto… Es como irnos a desnudar la luz…
Por él comienza el día, el mundo gira, el
mar en flor fulgura…
—Usted fue seminarista. Dígame la
verdad: en religión, ¿qué vale más la
videncia o el tacto?
—Ambos, por si acaso. En religión, lo que
importa es el hombre, el hombre…
Ciertamente, el hombre, el hombre. (Dios
que diga con confianza si se siente a gusto,
si algo le hace falta, que cuente con
nosotros, que explique bien quién va a
hacer al hombre, que diga quién lo hizo a él
y se acabó el problema).
—Dicen los poetas de Caracas que usted
no existe.
—Probablemente. Nadie es profeta ni aquí
ni allá entre tanto ruido cotidiano.
—Dicen los científicos que su Poiesiología
es oscurantista.
—Urge la construcción de una Crítica de la
Razón Poética que ha de ser la crítica de los
nuevos tiempos, la que habrá de salvarnos
del ecuménico desastre. Solamente la
Razón Poética –en razón de creación– puede
rescatar el mundo que ha destruido la
razón técnica, científica y la razón política.
—¿Cuál es el refrán que más detesta?
—-Ese que dice: “Prohibido pisar/Propiedad
Privada”.
—¿Para qué sirve la literatura?
—Para hacer caber a Dios en un dedal, al sol
en el ojo de una hormiga, al mar en los
labios de una perla o al universo en una
gota de rocío.
—¿Cuál es el defecto que no perdona en
los demás?
—-La hipocresía.
—¿Se aburre algunas veces de no ser
Dios?
—En ningún momento. A César lo que es
del César y a Dios lo que es de Dios.
—En un strip-tease psicológico, ¿cuál es
el defecto que no se quitaría nunca?
—El ser taurino, zodiacalmente hablando,
lo que me ha permitido lograr todo
lo propuesto.
—-¿Lo peor de vivir en frontera?
—-El riesgo de que otros reinos nos
desconozcan.
—¿Lo mejor de vivir en frontera?
—San Cristóbal, al margen de la explosión
desarrollista macroeconómica pero
nucleada en torno al soledoso cultivo
de su armonía entre su corporeidad
arquitectural y su paisaje, entre los
bienes materiales y espirituales, nos
permite vivir la poesía como quien la
entiende a través del amor y la lleva,
existencialmente, sin límites, en sus
cantos.
—¿Cuál es su mayor frustración?
—Ninguna frustración mayor, por ahora.
—¿De qué se siente orgulloso, en
cambio?
—De mi veintena de libros escritos.
—¿Qué libro se llevaría a la cárcel?
—Alicia, mi compañera, me recomendaría Poiesología.
—Para los jóvenes poetas le pido
escriba el onceavo mandamiento de la
Poiesología.
—Serse
http://www.ciudadccs.info/wp-content/uploads/Letrasccs090912.pdf
sábado, 8 de septiembre de 2012
CASA ESCALANTE
En su Centenario
Centenarios recuerdos forestales,
ventanal de celestes calzaduras,
mirador de las albas y las tardes
cuando salta a la vida Santa Ana.
En esta casa de encendido encanto
un manojo de duendes se aposenta
y sabe del café y los azahares
con un siglo de vida en su cintura.
Orgullosa disfruta de sus triunfos
cuando el misterio ante sus sueños abre
pendiente del solaz de la bonanza.
Casa Escalante, la de regio altillo,
soñada por el niño campesino,
cañahuate de pie en los vendavales.
Pablo Mora
Sábado, 8 de septiembre de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)