Tras el socialismo
Pablo Mora
Si somos capaces de temblar de indignación cada vez que se cometa una injusticia, somos, seremos camaradas. Lo dice Rimbaud, Letelier, Marx, Engels, Ludovico, el Che. Apiadémonos del surgimiento de las mayorías, ayudémoslas a levantarse, démosle la mano al sufrimiento, al descalabro, al descontento. Pesebricemos lo que sea preciso, librémonos de la civilización, esa injusticia armada. La última utopía optimista nos evoca un porvenir socialista, en el que cada hombre será un creador, un poeta, o no será. No entre quien no crea en la dura batalla necesaria para convertirse en un hombre nuevo, en el hombre del siglo XXI. Quien no dé importancia al desarrollo pleno del individuo y su conciencia. Tenemos porvenires por hacer. El futuro no un por-venir, sino un por-hacer. Lejos de toda alienación universal, superémonos mediante el desarrollo de toda potencialidad humana, de toda riqueza interior.
Necesitamos un viraje a medida de hombre, de ciencia, técnica, tecnología, creación. A partir de un Humanismo Científico Creador que apunte hacia un equilibrio entre lo utilitario, lo pragmático y lo teórico; lo social, lo productivo y lo ideológico,
Estado Naciente, rebelión, combate, fin del miedo. Otro modo de ser, vivir, sobrevivir. Subversión de un orden natural, toma de conciencia colectiva. Ante la desbocada violencia global, podríamos hablar de una Democracia Universal, donde tendrían cabida proposiciones como la del Fondo Humanitario Internacional a la altura del destino humano. El arte, así, ha de ser factor de expansión de la conciencia y la sensibilidad. Las formas artísticas, por bellas, son revolucionarias, amplían la sensibilidad del hombre, su conciencia. Todo lo consciente es revolucionario. La belleza es revolucionaria. Todo socialismo ha de apertrechar la conciencia, la emancipación estética del hombre. Todo arte verdadero es revolucionario, arma de denuncia, canto del hombre nuevo, voz auténtica del pueblo. ¿Qué es esto? Un fantasma recorre el mundo. Nosotros le llamamos camarada. Un mundo por ganar.
“… Lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo: la relación del individuo con la sociedad. El individuo es más consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia económica. Por otra parte, su posición en la sociedad es tal que sus pulsiones egoístas se están acentuando constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por naturaleza más débiles, se deterioran progresivamente… El hombre sólo puede encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada como es, dedicándose a la sociedad.” (Albert Einstein).
pablumbre@hotmail.com
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