viernes, 25 de febrero de 2011

Humanismo tecnológico






Humanismo tecnológico
Pablo Mora



Universidad, técnica y humanismo


La Educación Humanista se torna pertinente al interior de la Universidad, corroborando cómo el movimiento humanista se ha manifestado, en los últimos tiempos, en todos los aspectos del pensamiento humano y de la interacción humana, además del aprendizaje experiencial y vivencial más significativo para la persona, enfatizando de modo particular el cultivo de cualidades tan profundamente humanas como la conciencia, la libertad y elección, la creatividad, la valoración, la autorresponsabilidad y autorrealización, en cuanto opuestas a un pensar sobre los seres humanos en términos meramente mecanicistas y reduccionistas, preocupándose ante todo de la Profesión del Hombre: del hombre como tal, tratando de llevarlo hacia la más alta y noble profesión que es la de ser hombre. En una palabra, haciéndose eco de un real Humanismo Científico Creador, enfatiza las posibilidades y la potencialidad que lleva consigo cada ser humano: trata de identificar estas potencialidades y ayudar a desarrollarlas al máximo, ya sea en sus aspectos personales como de interacción social.
Educación Humanista que, en nuestro caso latinoamericano, hará siempre honor al “nuevo espíritu” enarbolado por la ideología reivindicadora de la histórica reforma universitaria de Córdoba de 1918: espíritu nuevo, entendido como espíritu revolucionario, con una universidad capacitada para el cumplimento de su “función social”, en donde el hombre y su destino sea el centro de toda preocupación, en cuanto razón misma de su existencia. Todo porque ante una época en la que la práctica revolucionaria conduce a la construcción de un nuevo orden, la educación correspondiente a un Humanismo Integral, debe ayudar a construir un nuevo futuro al servicio de las fuerzas sociales que levantan el nuevo orden social.
Humanismo pedagógico integral que resulta de la simbiosis entre la utopía y el orden —y orden nuevo—, entre la lógica racional y lo fantasioso, que pretende hurgar en la cara desconocida de la verdad y del universo. La supervivencia y evolución del hombre requieren que se profundice en la comprensión del universo interior y del universo exterior. (R. Walsh). Puesto que: “La evolución es un ascenso hacia la conciencia... El hombre ocupa la cresta de la ola evolutiva. Con él se produce el paso de la evolución inconsciente a la consciente”. (Teilhard de Chardin). “La evolución de la conciencia es el motivo central de la existencia terrestre”. (Aurobindo). Así que nunca como hoy, la humanidad entre la psicosis y el despertar, reclama una educación al servicio de la conciencia del hombre. Sólo una inteligencia capaz de captar la dimensión planetaria de los conflictos existentes puede enfrentar no sólo la complejidad de nuestro mundo sino también el desafío presente de una posible autodestrucción material y espiritual de la especie humana, mediante un sano humanismo tecnológico, mediante una idea compartida del enriquecimiento humano a través de múltiples aplicaciones de plataformas virtuales, uniendo tecnologías con experiencia humana, con dignidad humana, antes que oponiéndolas. Conviene, entonces, establecer los deslindes necesarios entre el humanismo y la técnica, entre el hombre y la técnica, dentro de una universidad ubicada en un mundo tecnológico y empeñada en la creación de un hombre nuevo.



El hombre universitario


A la luz del pensamiento de Ernesto Mayz Vallenilla, “en lugar de individuos que entren en posesión de un saber que los capacite para enfrentarse con auténticos problemas, y lejos de fomentar e impulsar en ellos un verdadero pathos por los enigmas que la verdad plantea, la universidad intenta exclusivamente formar “profesionales” —valga decir, tecnitas— homo technicus o tecnita que reviste y protagoniza “una profunda y radical alineación” en cuanto hombre “portador, agente y usuario de la ratio technica, convertido en un simple medio para el propio hombre, transformado en un simple instrumento al servicio de la voluntad de dominio de otros hombres.”
Entre tanto, la universidad, respetando “los cometidos técnicos que le impone la época, debe luchar para que ello no signifique la pasiva entrega y sumisión del hombre a la alineación que lo amenaza.” La universidad debe anteponer los deberes y fines éticos de una conciencia que está más allá de los efectos meramente técnicos. La universidad debe preocuparse por dotar al hombre de una formación integral que le permita reconocer y entender su entorno, a partir de la cual praxis y teoría concurran para su progresiva transformación y enriquecimiento.
Se trata de que el hombre, el universitario, sin renunciar a su acción y pasión de tecnita, pueda reconciliar el afán práctico que lo caracteriza e impulsa dentro de un auténtico ámbito humanístico. Tarea de la universidad es la de encarar tal misión de autognosis y autorrealización como su más elevada tarea humanista.
Indudablemente el logos vertebral que alimenta la nueva modalidad de la razón es la de la ratio technica, dentro de una nueva weltanshauung: la tecno-logia y la tecno-cracia que impregnan la realidad y el devenir del mundo contemporáneo. Ratio technica que influye directamente en el proceso educativo en cuanto formación del hombre —y hombre nuevo— de hoy. Es entonces cuando, a partir de la voluntad de poder de la técnica, el hombre como una creatura más de la ratio technica, corre el peligro de ser manipulado de acuerdo con los planes y designios de ella misma, pasando a ser “objetivado como un simple medio cual si fuera un instrumento, con el propósito de lograr potestad y control sobre su vida.”
Ante estas posibilidades, a sabiendas de que, quiérase o no, se ha de vivir en medio de un mundo tecnificado, “debemos innovar la técnica, sobre todo en aquella esfera —la educativa— donde esa técnica asume un papel de extraordinaria importancia en la tarea de forjar y modelar al hombre. Innovar significa, en tal sentido, cuestionar la técnica y la educación tecnificada en sus propios fundamentos con la expresa finalidad de modificar sus efectos y aprovechar el sentido de la labor formativa hacia nuevos derroteros y horizontes.”
La transustanciación del estado de ser, creación marxista, la creación del colectivo a partir de la creación social, implícitas en el humanismo integral, Mayz Vallenilla las comparte, cuando invocando una conciliación de la técnica y su voluntad de poder con la manifestación de una racionalidad superior que actúe a manera de síntesis, encuentra que tal principio no es otro que el eros o voluntad de amor, como fuente humanizadora del afán posesorio del hombre.





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