domingo, 27 de junio de 2010

Tras una nueva historia





Tras una nueva historia


Pablo Mora



A pesar de que nunca hemos sido y que ya no somos lo que somos; ya no hablamos por nosotros mismos; pensamos como ellos; tenemos la libertad que ellos nos permiten o nos dan. A pesar de que en sus manos está el salvoconducto, está la muerte; que nuestra palabra la detendrá la maquinaria de los imperios; que ya no somos lo que somos; somos lo que ellos quieren que seamos. A pesar de que "hoy, la historia de los otros, de los dominadores, los sobreexplotadores, los masacradores, ha invadido hasta tal punto nuestros más recónditos recintos, que se acuestan y levantan con nosotros, sin que nos demos cuenta de ello. Hablamos sus palabras, aun cuando estemos en su contra. Utilizamos sus mismas armas, aun cuando nuestros combatientes se atrincheren del lado opuesto. Proponemos sus mismas soluciones aunque el lenguaje se disfrace de porvenir. Habitamos sus recintos, creyendo que son nuestros. Estamos entrampados por ellos. Y hasta el verso sigue la ruta que nos dejaron señalada."
A pesar de que desde las orillas del mundo, nuestra palabra corre el riesgo de no ser, el gran dilema: hundirse, hurgarse, ser, sentirse, serse. A pesar del maremágnum de devastación, desconcierto y desesperanza, no queda sino volcarse al rescate de la conciencia del hombre, sus potencialidades, su humanidad que aún no florece. A pesar de que nuestra conciencia nos la crearon y crean otros, no resta sino construir una nueva palabra, un nuevo camino. Tomarle la palabra a la esperanza. Definir quiénes somos, qué queremos, hacia dónde vamos. Historia, palabra, camino, con sabor a cosecha colectiva, a soplo de viento cósmico, a mañana andina esclarecida, a razón de ser con horizonte redimido. Coautores de una historia nueva, testigos de una alborada que se asoma.
"Más que nunca la palabra ha de convertirse en una saeta y ha de recuperar su poder de creación, su condición dinamitera, su dimensión planetaria. De lo que se trata, hoy, es de construir una nueva historia. Una historia que no tiene sabor a nombre, a héroe, a caudillo, a divinidad, sino a colectivo, a hombre a secas, a hombre íntegro, a hombre solidario y fraterno, a hombre hermano del hombre, a hombre cosechador de estrellas, sembrador de huertos, pájaro de un bosque de alegrías. A hombre con conciencia de su esencia de hombre. Es la conciencia de la complementariedad de todo lo que vive, que hace posible un hombre con sabor a universo, poblador de estrellas, expedicionario de las sombras, gigante hacedor del milagro de la vida, en ese estadio exacto en el que le corresponde actuar, como intermediario del infinito."
Entre magia, gozo y guerra, hacer lo que nos falta sin cortarle la cabeza a la nueva, vieja Libertad. Esquivar ruinas, rendijas y tragedias, por la puerta grande entrar al futuro. Procurar que no se desvanezca más la Fraternidad, la legalidad de nuestras cosas y modales entre la humana bruma. Reconocer, entre lluvias, quebrantos y derrotas, la Igualdad que todavía no conocen las palomas. Sujetos de la historia, en la corriente, entre desierto y lumbre, construir la nueva levadura, el nuevo pan: la paz, el lauro, la memoria. Despiertos con el despertar del viento nuevo. ¡A libertad por todos los caminos!
Tras un periodismo inteligente, competente, comprometido y moderno, dispuesto a forjar el mejor tejido social en aras de la trama y el diseño de la sociedad futura; lejos de una "terrífica imagen de una monolítica industria de la consciencia", fruto de una visión adialéctica y obsoleta, se ha de configurar un mensaje estrictamente positivo: lenguaje, palabra, proyectiles de paz en busca de un consenso socio-político, surgido de la emoción-razón del colectivo, donde emerja la "verdad " de la suma-mosaico de las tantas verdades, diversas, contradictorias, en concomitante sinergia constructiva.
Encuentro de dos o más subjetividades, la objetividad se desplaza entre la libertad, la complejidad y la completitud de la " verdad " Si de "máquina de la verdad " hemos de hablar para referirnos a los mass-media, igualmente hemos de indignarnos ante las continuas humillaciones que, hoy, padece el hombre, hasta descubrir el sentido de la vida personal dentro de la realización o construcción colectiva.
Aunque se ha dicho que el periodismo constituye "una ciencia que trata de algo falso en la medida que es real", en cuanto verdadero reflejo del real mismo, coautor de la nueva historia, testigo de la humana faena, fija la mirada en la vorágine, en las inclemencias cotidianas, ha de ocuparse de la racionalización de las voces locales, nacionales, mundiales, de cara a su existencia, sobrevivencia, devenir, más acá de la paz, de la belleza, la justicia, la fraternidad y la certeza de la vida humana.




sábado, 26 de junio de 2010

Estado Social Naciente







Estado Social Naciente


Pablo Mora*



Definitivamente, en el constitucionalismo contemporáneo predomina un elemento unificador que se manifiesta en la clara toma de conciencia, en la acentuación de la dimensión social de la persona. El hombre no es considerado sobre todo como individuo con derechos absolutos de libertad, sino como ser social, esto es, como parte integrante de la sociedad en la que vive, titular no sólo de derechos de libertad, derechos civiles, políticos y económicos, sino igualmente de derechos culturales, ambientales, sociales, que le permitan desarrollar su propia personalidad en el ámbito de las formaciones sociales, como la familia, la escuela, el trabajo, la política.
Justamente, nuestra actual Constitución contempla la protección integral a la familia, a la maternidad y la paternidad; al matrimonio, a los niños, niñas y adolescentes, a los jóvenes y las jóvenes; la garantía del pleno ejercicio de sus derechos a los ancianos y ancianas; el derecho al ejercicio pleno y autónomo de sus capacidades y a su integración familiar y comunitaria a toda persona con discapacidad o necesidades especiales; el derecho social fundamental de la salud; así como el pleno derecho a la seguridad social; sobre todo el Artículo 87 reza muy enfática y razonadamente: "Toda persona tiene derecho al trabajo y el deber de trabajar", en una directa evocación o alusión a la advertencia paulina: "el que no quiera trabajar no coma".
Nuestra Constitución, con milenaria visión, se preocupa por asegurar más que una libertad formal y más que una igualdad formal, una libertad y una igualdad sustanciales, mediante la intervención concreta del Estado. De hecho, el Estado está llamado no sólo a reconocer y garantizar los derechos de los ciudadanos, sino a asumir un conjunto de responsabilidades y compromisos en el ámbito de la organización de las relaciones económico - sociales, para hacer que todos los ciudadanos puedan gozar de sus derechos y cumplir con sus deberes de solidaridad social.
Estamos, así, delante de un Estado Social que a partir de una simbiosis de carácter democrático-social sintetiza los derechos de libertad, igualdad y justicia social, asumiendo la obligación de remover los obstáculos de carácter económico y social que impidan a los ciudadanos el pleno desarrollo de su personalidad y potencialidades individuales y sociales. Mediante una actividad directiva y coordinadora, el Estado Social Naciente proveerá y facilitará los instrumentos idóneos para que todos los ciudadanos puedan gozar del progreso económico del País, para con el cual ellos contribuyen con su trabajo material y espiritual.
Estado Social Naciente en cuanto nuevo paso evolutivo nacional, afianzado en una solidaridad social, fundada en el valor universal de la persona en su doble dimensión individual y social, dispuesto a resolver los problemas sociales, en la amplia perspectiva de un mundo "globalizado", dentro de los fraternos lindes latinoamericanos o regionales, mediante nueva visión, nuevos instrumentos, nuevas leyes, nuevos métodos, nuevas creaciones.
Estado Social Naciente en cuanto auténtica transición social fincada en una solidaridad alternativa y en una exploración de lo posible y lo factible dentro de los rieles de la presente hora histórica del Proyecto Nacional.
Empeño de todos, entonces, ha de ser el que las ideas superiores, matrices, de Libertad, Igualdad, Justicia y Solidaridad Social, se tornen una realidad. Otro modo de ver, de vivir o sobrevivir, en cuanto reconstrucción histórica, donde la verdad y el saber social sean normas de ser en concomitancia con una real praxis liberadora, razón de ser de nuestra más legítima elección.
El Estado Social Naciente, de cara al porvenir del pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de su Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de sus antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana, signa el hormigón de su esperanza, su razón de ser, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores, con el fin supremo de consolidar la República —constituida en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político— finca, así, su porvenir en una solidaridad fundada en el valor universal de la persona en su doble carácter individual y social, sobre todo en la acentuación de la dimensión social, con derechos y deberes de solidaridad.
A pesar de quienes se oponen a un plan general de liberación, en reconstrucción histórica, en concomitancia con una real praxis liberadora, asistimos al renacimiento de un país: nueva vía donde el viento del tiempo sopla a favor del hombre con la esperanza de que la ruta sea la más justa y la propia tripulación la que defina las líneas maestras del devenir.
En vigilia creadora, en desafío histórico cultural, en auténtica renovación creativa, decididos a echar adelante la nueva historia, con las mejores energías a medida de hombre en cuanto Proyecto Factible, los venezolanos, conscientes de sus objetivos, artífices del hombre nuevo, darán razón al tiempo: al Estado Social Naciente —paso definitivo nacional, regional, continental.
Empeño de todos ha de ser el que las ideas matrices de Libertad, Igualdad, Justicia y Solidaridad, se tornen compartida realidad, donde la verdad y el saber social sean normas de ser de nuestra más legítima elección. “Sólo dedicándose a la sociedad, puede el hombre encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada como es.” (Albert Einstein).
El Estado Social Naciente, juntamente con la viabilidad física y la social, define de una vez por todas, en aceleración evolutiva, la viabilidad política en función del Socialismo Nacional Creativo, del Humanismo Socialista, pendiente del desarrollo de las potencialidades del hombre, encargado de plasmar su propia historia en cuanto creador de sí mismo y creador social.
Una y otra institución, particularmente la Universidad, deben estar constantemente ligadas a las metas productivo-creativas del Proyecto Nacional, de cara a la sociedad en conjunto, al país socialista, al servicio de las fuerzas sociales que levantan el nuevo orden nacional. Integrante de una sociedad socialista creativa, el venezolano contribuirá al logro de los cambios en la sociedad proyectada, convirtiendo las fuerzas del mundo físico en herramientas de su libertad. Con orgullo en alma, pecho y corazón: ¡Hasta la Victoria Siempre!


*Profesor Titular, Jubilado, de la Universidad Nacional Experimental del Táchira.
pablumbre@hotmail.com


martes, 22 de junio de 2010




Catalino “Tite” Curet Alonso Coquí de pueblo y suceso





Camilo Manrique falleció.
Plantación adentro, camará.
Sombras son las gentes nada más...

“Plantación adentro”, canción de Tite Curte Alonso,
popularizada por Rubén Blades y Willy Colón



Sabiéndote ciertamente
asomado a los pesares,
los asombros más que mares
para tu lumbre presente.

Vislumbraremos luceros
bordados entre la hierba
mientras fanal en rocío
palmaflora te recuerda.

Sigue invocando la vida
que no tan sólo la muerte,
entre soles tu partida
mientras te cubra la suerte.

Primorosa, dulce aurora,
en jardín de madrugada
alba, jazmín, muy señora,
te despide como hada.

Sueño de lumbre en azul,
fogarada, sol, lejura,
la lejumbre cuando jura
entre ventanas de tul.

Dormido pétalo en cierne,
tras el negro mestizaje,
en frágil, leve equipaje
nada la muerte discierne

En alta mar sin confín,
ramazón y ramalazo,
un mismo y único hartazgo:
encontrar el mismo fin.

El nacimiento es marea,
ráfaga, botonadura,
pena, dolor, llagadura,
aunque nadie casi crea.

Cielo arriba, cielo abajo,
sortilegio, nube, cumbre,
por donde va la costumbre
de este triste embudo viejo.

Feroz, enceguecida,
en su infinita constancia,
encubierta en su fragancia
siempre la parca homicida.

Ya Tite Curet Alonso
—lumbre, varón, argamasa—
con su muerte en este agosto
comprueba lo de la causa.

Catalino Curet Alonso,
guayamés de pura cepa,
curtido al son de la mar
lejos murió de su arena.

Del Barrio del Hoyo Inglés,
al Barrio Obrero en Santurce,
del Caribe hasta su cielo
no hay ola que lo perturbe.

Salsa de pura conciencia,
de negritud caribeña,
zarza mestiza, caribe,
como se escucha en La Perla.

El más grande de la salsa,
lo dice la negra Lil,
el de la cara más linda
sin conocer casimir.

Caras lindas de su gente,
caras de su raza prieta,
llanto, pena, paz ausente,
grito que en la vida reta.

En San Juan, en Nueva York,
supieron de este cartero
que traerá desde el cielo
las misivas de su Dios.

Cronista de alto coturno,
su pluma la más fecunda
el caribe afán inunda,
dejando al hermano turno.

Indio de raza cautiva,
Decano sólo del sol,
en Saint Joseph, Baltimore,
te consiguió la furtiva.

Con sabor de pura salsa,
cuentero al cual más cuentero,
lo tiene Dios en su casa
alborotando su cielo.

Poeta culto del barrio,
indio de sangre sonora,
plantación adentro, el barrio,
el mundo entero lo llora.

Negro negrito por fuera,
orgulloso de su raza,
debajo de aquella pena
más que alianza pan su alma.

Plantó bandera y escudo,
nunca de segunda mesa,
testigo de la pobreza,
con los pobres siempre estuvo.

Buen albañil, sentimiento,
amante sin contraseña,
con la mano en la conciencia,
amanecer caribeño.

Tropicalísimo loco,
de la salsa la locura,
muy cercano a la negrura
por lo que tuvo de poco.

Feliz, efectivamente,
acero, nervio, fulgor,
pa’ que los pobres afinquen
el tambor de su ilusión.

Con más de dos mil canciones,
setecientas ya grabadas,
cabalga sobre la gloria
de sus cien mil cabalgatas.

Juglar, jaguar antillano,
jaguar cortando la tarde,
el rugido de su pueblo
le corría por la sangre.

La esencia del guaguancó
en carcajada final,
la que hasta el diablo bailó,
la sentirá el huracán.

La fuerza de la justicia
volcada en su cancionero,
boicoteada, hoy pernicia,
liberarán los salseros.

Tres grandes para la América:
Celia Cruz, Juancito Torres,
Catalino Curet Alonso,
más inmortales que el bronce.

Con plena idea de su gente
cuando llegue su momento,
cuando el gringo por su cuenta
nos devuelva nuestro sueño.

Porque Juanito Alimaña
ése sí que sabe de eso,
esconde en amplio bostezo
parte de una y otra maña.

Como alma que lleva el diablo
sale detrás con el viento
en sorprendente portento
rezándole al Santo Pablo.

Plantación adentro, Dios,
agosto de 2003,
tan sólo en un dos por tres
se nos murió un viejo sol

Encendido en su garganta
Catalino no murió,
quedó sembrado en canción,
florecerá dulce planta.

De frente en página entera
salió con el alba al mundo
a pregonar el submundo
con la más grande arrechera.

Catalino Curet Alonso,
Tite, Coquí, camarada,
ancho boricua fogoso,
abrazo, nunca celada.

Coquí, de noche Coquí,
marejada, timbre, grito.
nocturno duende caribe,
intermitente alarido.

No te decimos adiós
aunque te vas de regreso
al cielo que te parió
Coquí de pueblo y suceso.


Pablo Mora
Venezuela




Canción de Paz


Canción de Paz
Pablo Mora

Ancha soledad de los desiertos. Sol en los tejados. Silenciosa frescura del aljibe. Vellón azul rondando por el aire. Voz en alta llamarada. Milagro para el rayo en muerte de la guerra. Canto de la brisa, el sol y las quebradas. Hoja y camino. Camino caminando con el viento. Incógnita en el tiempo. Una pregunta en pie para los hombres. Colina para otear a Dios. Hondonada para hallar la luz. La cresta de un lucero, por el postigo corazón mirando.

Susurro de los árboles, tu sueño. Tu corazón, del tamaño del mar que conocemos. Tu cabellera, los ríos, las quebradas, los riachuelos. Diminuta, te escondes en los sauces que duermen a los lagos, en los cipreses de la tumba ajena, en los aljibes de las casas solas; en los zaguanes del amor del viento o en las pestañas de la madre pobre. Hojarasca entre la noche de los pájaros. Tronco fatigado por el tiempo y la tormenta. Latido de fogata crepitando entre la fronda.

Conoces nuestra locura como nadie más conoce. Nos visitas muy de madrugada o cuando cae el sol sobre el tejado. Contigo supimos los misterios de las cosas como si fuéramos espías de los dioses. Sus secretos descubrimos. Conoces todas las nieves, todos los riscos, todos los gestos de los hombres, todo el espesor del viento, la justa medida de la espera junto a la luz total de nuestras cosas. Fabricas los sueños del jardín. Doblegas la furia de la guerra. En cada trinchera nos proteges; nos cubres en cada retirada y avanzas con nosotros, la primera.

Has asistido a mil batallas y tienes otras mil por combatir. Ilesa saldrás en cada portachuelo. Ninguna polvareda nublará tu paso, menos las luces de tus blancos senos. Mientras seamos capaces de asistir a un terremoto sobre un rayo de luna o a una tempestad en una gota de sol, crecerá tu sombra, Hilandera Majestuosa, la de todos los hilos de los sueños. Desde los Decretos de Belén y de la Sala de Actos del Smolni, con el mundo entero por testigo, tranquilidad no del orden existente, sino la de un orden nuevo, en busca de una humanidad nueva. La de elevar al hombre nuestro sueño. La de tan amarte y tan morirte, P A Z.

“Alguien soñaba cierta noche que todos los poetas del mundo, a un solo impulso, escribían sobre las paredes o los muros de las ciudades de la tierra una canción contra la guerra. Y que todas las madres y los padres y los niños y los jóvenes y las muchachas de todas las ciudades, las aldeas, las praderas, las montañas y los mares del mundo copiaban aquella canción en los cuadernos y en los platos, en las ollas y en las sábanas, en los zapatos y en las arenas, sobre los autos y las chimeneas, sobre las camisas y las pelotas. Hasta que todo el mundo fue una sola canción contra la guerra. Ni los políticos bribones, ni los militares obtusos, ni los científicos de la destrucción ni los mínimos ni los máximos comerciantes de la guerra pudieron atreverse a nada, mucho menos a soplar su globo de colores, pues la terrible P de la palabra Paz golpeaba con tanta furia sus intestinos que cada vez reducía más a gabazo su mala fe.” (Gustavo Pereira).




viernes, 18 de junio de 2010




Hay
Pablo Mora

In memoriam José Saramago

Hay un retrato de agua y de quebranto palabras de entre casa y las de cambio un juntar de palabras escondido una cuerda más tensa y resonante la amenaza de muerte o de esperanza hay sombras y luciérnagas hay vida ese olor de mujer que nos persigue o ese clamor de patria que nos reta o con el alma de la patria en ascuas una vena sangrando de pavor la nocturna memoria sofocada el murmullo del día amanecido la jaula de locura enfurecida hay mentiras de más y compromisos la vida inesperada descubierta la promesa escondida en la semilla aguas blancas secretas reunidas lo amargo de las sombras y las penas

Hay el grito solar como protesta el infierno el martirio de los hombres un río una promesa el mar dormido un juego de demencia una ventana el íntimo rumor que abre las rosas el camino del perro su pupila señales de estar vivo y en peligro la noche y su recado a la intemperie altos troncos y en lo alto el claro canto la palabra y el llanto y sus hogueras el mar su llamarada sus confines grandes secretos todos escondidos hay un terror de manos en el alba un rechinar de puerta una sospecha un grito que horada como una espada un ojo desorbitado que te espía hay un fragor de fin y de derrumbe un enfermo que rompe una receta hay un niño que llora medio ahogado hay un juramento que nadie acepta una esquina que salta en emboscada un trazo negro un brazo que repele un resto de comida masticada una mujer atada que se acuesta

Hay flores que navegan en azul hay la antigua memoria de las aguas un árbol que conozco de memoria hay un hombre velando desatado hay una noche insomne rebelada la lumbre del asombro al descubierto el fondo más lejano de los vasos hay un viento que danza hay una calle un cielo hay unos árboles en fila hay una soledad ciertos recuerdos hay una atmósfera de hollín cargada de asombro de pavor de escarapela hay un viento que danza enloquecido hay un reloj de tiempo detenido hay un reloj paralizado ahora una calle un rencor hay alguien solo hay hambre junta en oleada atroz hay hambre antigua nueva y a montones la miseria el luto otra vez el hambre al hombre lo cobija el hambre antigua en el umbral del tiempo se acurruca sólo comemos soledad y pena seguimos con el hambre todavía en el ruedo del hambre y de la guerra se agiganta la sombra de la muerte la lluvia Dios el hombre tienen hambre

Hay un paso dos muros escondidos hay un batir de remo acompasado el silencio que ahoga y amordaza de pie la cuerda tensa del orgasmo la sombra de la muerte que reúne el peso de la noche y el gemido el reverso del trono el rudimento la promesa dormida en la semilla hay el grito solar como protesta el grito la amenaza el perro malo la pena del silencio el sinsentido hay un terror de manos en el alba el aullido del pan acá en la puerta la pólvora y el pueblo y la palabra hay la esquina del tiempo que resurge el destino del hombre su sollozo hay un pobre que llora en el barranco un niño que entre lluvias llanto apaña hay un dolor de huecos por el aire hay una luna canjeada en muerte —miserable torpeza de la noche— hay divinos almácigos en guardia hay un hombre que lucha con su hambre hay mil pruebas mortales que vencer hay que amar con horror para salvarse ¡Hay hermanos muchísimo qué hacer! (PSA).

pablumbre@hotmail.com






domingo, 13 de junio de 2010

Morir de asombros






Morir de asombros

Pablo Mora


En esta noche aciaga que cruzamos, en esta encrucijada de misiles y de cruces, soñemos junto al sueño de la mar. Pulsemos el tamaño del dolor ajeno. Preguntémoselo al mar que el mar lo sabe. En esta noche fría, noche propicia, noche creadora, noche amiga, contamos con dos alas: con la noche y con el mar. Mientras la llama roja de la fe flamea, mientras el fuego azul del horizonte espera, invita la bandera a batallar.

Renazca, entonces, la cena que recrea y enamora, lejos de la antigua cena miserable. Tirémonos al mundo. Añadamos, por fin, algo al mundo. Acerquémonos todos a la vida, al parentesco que a las costas de la divina antigüedad nos ata. Alejémonos de las cosas, pongamos un mar de por medio, para ver las cosas de cerca.

Porque, ya sabemos, el mar lo comienza todo una y otra vez, lo une, lo disocia, lo aleja, lo transforma, lo acrece o lo vence y nos trae asimismo la esperanza, la dicha o la desilusión. El mar nos piensa, nos piensa y nos sostiene. Nos ciñe simplemente, nos espera. Antes que el tiempo se acuñara en días, el mar, el siempre mar, ya estaba y era. En esta hora de soledad terrestre, activa aguas puras, parecidas a los sueños.

Sobre la cresta de la ola a merced del mar bogamos todavía, cumpliendo tiempos, soles irreales, espejismos. A pedirle a la luz que nos espere. A reprocharle al alba su tardanza. A correr el peligro de la vida. A abrazar el asombro de la muerte. Hasta sabernos vivos sobre el mar. A preguntar si la palabra sirve, si sirve para algo la alegría, si en el mundo no quieren a los tristes, si creen las espigas en el hombre, si tienen los milagros descendencia, si es cuestión de vivir contra morir.

Barco de larga travesía, ola lenta de fuertes resonancias, cabalga el hombre a pelo sobre el mar, el hombre en el Pegaso de la mar, cabalga que cabalga las estrellas a caballo en las crines de la mar. El mar rodea la ceniza del hombre, golpea, solloza, canta, reclama lo suyo; con terrible bramido lo ciñe y espera su regreso. Toda madera tiene color a miel marina. Hay peces que navegan en el aire, olas que fulgen en las sementeras. El mar no está en la orilla, está en el hombre, en el paladar, en la mirada, en la pisada de molusco y ola. Pájaro de sol, de sal, escapado de un sitiado fervor, de las extrañas islas de la noche.

Es preciso sentir la muerte girando en los talones, sentirla girando en los Guantánamos, sentirla cagando en los hambrones. Es el momento de hacernos solidarios. Una tempestad de fusiles nos acecha, pero aún quedan brazos para izar banderas. Llegó el momento de morir de asombros. La hora de descargar nuestros almácigos. De cargar con los sueños que inventamos. A vivir mientras el alma nos suene. A morir cuando la hora nos llegue que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles, por debajo de la muerte. Porque varios tragos es la vida y un solo trago la muerte.





Ouroboros






Ouroboros
Pablo Mora


Serpiente alada, mordiéndose la cola en actitud de devorarse a sí misma. Autoconsumo. Círculo. Lo primigenio. La fuente del origen. Los principios vitales. Las fuerzas de la naturaleza. La esencia del reino subterráneo. La transmutación. Lo sempiterno. Movimiento continuo de los ciclos y esquemas evolutivos. El pasaje del tiempo. La rotación y forma del mundo y los astros. La armonía y unidad celestial y terrena. Totalidad. Perfección. Eternidad. Circunferencia. Esfera. Rueda. Eterno Retorno. Autofecundación. Reproducción. Renovación del universo. Renovación de la existencia. La perpetuidad. El permanente movimiento. Los altos y bajos de la vida. Volver a ser comienzo. Extensión. Voracidad. Autorreciclaje voraz. La muerte imprescindible, para que pueda existir la vida. Dominio de la inteligencia sobre los instintos. La victoria del espíritu sobre la materia. Conexión de polos, de mundos diferentes: el humano y el divino, el superior y el inferior, el cielo y el infierno. Imagen, sonido de la aurora boreal. Comienzo. Recomienzo. Disolución y unión. Ser alado. Volátil. Oro alquímico. Lo total, perfecto. Mundo inferior que debe ser superado por el espíritu y el alma. Disolvente universal. La base común que liga todo.

Símbolo unificador. El Uno. El Todo. Todo proviene de un todo y vuelve al mismo todo. La Unidad Cósmica. El principio, el centro y el fin. Nacimiento, plenitud y muerte. Clausura del secreto hermético. Principio y Fin. Cierre y Totalidad. Todo y Nada. Movimiento espiralado ascendiente al que el óvalo alude. Macro y microcosmos. Ser puro en reencuentro con la Totalidad. La gran corona de laureles. La danza, el sigilo del infinito. Hacia la perfección, la sabiduría. Mundo terrestre. Mundo celeste. Recrearse y regenerarse eternamente. Autofecundarse sin cesar. Equilibrio sin límite. Creación, sustentación y destrucción. El tres que es uno. La muerte indispensable para la vida.

Por eso Ouroboros se muerde la cola. Es necesario que la paloma atraviese la oscuridad de la noche para poder llegar a la luz. Es preciso hacer silencio para dar paso a la luz. Por eso las culebras mueren por la noche y renacen al amanecer, por los siglos de los siglos. Errabundo, el hombre, en el círculo de su cuerpo terrenal. En perfecta redondez. En movimiento perfecto. De ahí Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola. Los cuatro puntos cardinales. Los cuatro vientos principales. Círculo rotante. La esfera donde gira una gran rueda movida en círculo por el amor. Cuando el cuadrado se halle inscrito en el círculo se habrá encontrado el secreto. Se sabrá, entonces, por qué Ouroboros, la serpiente, se muerde la cola. Universalidad y equilibrio. Intercambio entre lo que es y lo que no es. Mundos de la luz y las tinieblas. Para que exista el uno, necesario es el otro. La materia, luz condensada. Misma cosa lo vivo y lo muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven y lo viejo. Voluntas y noluntas, Apolo y Dionisios, Osiris y Set, fundamento y abismo insondable. La obra divina y la humana, lo sutil y lo denso en solutio perfecta. Todo viene del uno, todo tiende al uno. Ouroboros constantemente nos conduce al origen, al comienzo del opus, construyendo el mundo visible con luz y tinieblas, o en ellas disolviéndolo.

pablumbre@hotmail.com



Mi copa por la vida









Mi copa por la vida

Pablo Mora


Hoy levanto mi copa por la vida.
Gustavo Pereira



Fresca, pronta, alegre, cabizbaja. A veces agridura, dulceamarga. A ratos torpe, en fuga pensativa. Sorpresivamente alada. Reciamente atuendo. Oscuramente lumbre. Breve lechuza lujuriosa. Temblor, magia, pluma, serranía. Alegría, música, amanecer. Incandescencia, revelación, azar. Buena, próxima, lejana. Larga, corta. Misterio, cercanía. Alba, sol, rocío, penumbra, nieve presurosa. Estrella, ala, gemido, canto, trino. Collage, arte, poesía. Alborozo, secreto, fracaso, marcha, contramarcha, triunfo. Ángel, vuelo, lecho, pan. Hosca, difícil, comprensiva. Latido, danza, pas de deux. Camino, raíz, ramaje, savia, canto, nido. Aleteo, presagio y aventura. Rescoldo, llama, hoguera. La mentira, la indolencia, la verdad. Súbitamente viva. Humanamente cierta. Airadamente tierna. Nocturnamente yendo. Quehacer, destino, enigma. Lo que sucede, sucedió o ha de suceder. Desnuda levedad a ras de suelo.
Luchar. Atravesar. Desafiar. Resistir. Sobrevivir. Jugar con la muerte. Sueño, juego, paso, triunfo, resplandor, asombro. La forma en que acontece el tiempo, el otro río. El modo en que amanece el hombre. La forma intrincada de los sueños. La manera de llevar las horas. De llevar los días. De llevar la sombra. Sed de abrazo y vuelo. En vuelo al sol de la noche, al corazón de la oscuridad, para amanecerla en luz. Semilla, lucha, siembra. Hasta el último segundo, el último rincón, el último lugar. Esperanza de fe plenificada. Furiosa tempestad de noche y día. Es la arena enredada entre las olas, el mar que se desborda sobre el risco, feliz morada del soñar antiguo sobre el azul espejo de las aguas. Es la mirada de la noche en vela, el paso de los duendes sobre el mar, el relente susurro de los árboles, la sal, la espuma, el sol, las madrugadas
Lejana, silenciosa, larga sombra. Alta vigilia, rastro de la tierra. Bramido sordo de la parda luz. Ventanas, goznes, muros, quemaduras. Clamor del hambre, grito poderoso. Infinita orilla, aire detenido. Sagrada apuesta, vengativa luz. Paloma, caracol y compraventa. Feraz, gloriosa, repentina, ilesa. Íntima soledad amenazada. La línea precisa del abismo. Para llegar a tientas a la nada. Desde el morir al no morir viviendo. Del otro lado de la sombra en luz.
Amplio solar de pena y amargura, recinto para el llanto y la alegría, larga tonada, larga travesía. Viejo estribillo en clave de ternura. Duro aguijón para la suerte dura, ardua vereda la de cada día, ancho portón para la misma vía, hondo estallido en tiempo de premura. Ruta sin fondo en la lejana infancia, donde el azul peregrinaba un día sin darnos cuenta de su gris fragancia. Lanza en ristre, con firme rebeldía va nuestra vida en fúlgida arrogancia, componiendo su propia sinfonía.
El asunto es acompañar la vida a sol y sombra, donde sea preciso; saber de donde nos sacó el hechizo y contar con la última embestida. No importa el llanto o la final salida, la vida es solamente el compromiso de estar donde la vida misma quiso: al lado de la vida de por vida. Abundarán ventiscas y huracanes al dar con el confín de nuestros días cuando en batalla, casi como canes, lidiaremos las propias agonías. Disputarán, entonces, nuestros manes llanto, grito, dolor y rebeldías.




jueves, 10 de junio de 2010

ÁFRICA








ÁFRICA

Pablo Mora

Con cielo azul tan callado,con su sangre de palmeracon su risa tan ligera,con su amor encabritado,lleno de azul el costadoen reverbero de espumael negro canta y se suma,con nudo entre la gargantael negro en su noche canta,el negro canta y se ajuma.

Tamba, tamba, tamba, tamba,tamba del negro que tumba,tamba del negro que arrumba,tamba que tamba y caramba,tamba del negro, ¡qué tamba!El negro ajuma y encanta,sobre sus pies se levanta,tambor de cuero y madera,gris armadura guerrera,el negro se ajuma y canta.

Con patria dulce por fueray muy amarga por dentro,con patria para el encuentro,con su verde primavera,el negro se desespera,corre, viene, vuela y vay no te entiende por na.Si tú supiera, mulata,por qué anudado en gargantael negro canta y se va.

¿Por qué la noche africana,por qué el negro tamba y tumba,por qué el negro zamba y zumba,por qué llora la mañana,por qué el negro se amilana,por qué su mano no afloja,por qué su garganta roja,por qué su mano tendida,por qué su llanto y herida,por qué la noche africana?


¿Por qué la noche africana?Pregunta el negro y la brisay el mar y Juan sin camisa.¿Por qué la noche tan grana,por qué tanta resolana,por qué el impasible duelo,por qué el llanto en el pañuelo,por qué la arena tan sola,el barco, el alma y la ola,por qué tan triste su cielo?

¿Por qué la noche africana?Pregunta el negro y el blancoy el negrito y su potrancoy el timonel, la sabana,la caña y su tierra llana.¿Por qué? Lo pregunta el viento,el soldado, el regimiento,el mestizo corazón,la balada y la cancióny el cocotal sentimiento.

¿Por qué la noche africanay su estrella marineray su gente carpinteray su cuaderno y su planay su gloria soberana?¿Por qué no alabar su gracia,su coraje y su constancia,las ceibas y sus penachos,los pobres con sus muchachosy el arenal de su infancia?

¿Por qué la noche africana,por qué lo preguntan tanto,por qué lágrima y quebranto,por qué la pregunta afana,por qué, barcarola hermana,por qué la noche africana?Reclama la turba humanala causa del desconcierto.Sólo un asunto muy ciertopara tan noble africana.

Azulosa por la noche,entre aluvión, selva y tuna,sirena negra de luna,va su sombra a troche y mochey aunque parezca derrocheel África en paz descansay en fervorosa alabanzava ilumina que iluminamientras el mundo se inclinaante su inmensa labranza.

¿Por qué la noche se empaña,por qué Yambambó no canta,Mamatomba se agiganta,Yambambé llora y se extrañaY Serembó casi araña?¿Por qué la noche africana,por qué yambó sin su ruana?El África en paz enciendela noche sobre el que entiendeque sólo ella es soberana.



pablumbre@hotmail.com







domingo, 6 de junio de 2010

Del juego y sus modales






Del juego y sus modales

Naturaleza del juego

El agua es bien precioso, y entre el rico tesoro, como el ardiente fuego en noche escura ansí relumbra el oro. Mas, alma, si es sabroso cantar de las contiendas la ventura, ansí como en la altura no hay rayo más luciente que el sol, que es rey del día, por todo el yermo cielo se demuestra; ansí es más excelente la olímpica porfía, de todas las que canta la voz nuestra… (Píndaro: Olímpica I).

Entre los dos grandes azares, la unívoca aventura, / una jara arrojada hacia el crepúsculo, / mera jugada apenas, ínfima, / si lo substancial de los días infinitos se comprende. /... ¿Cómo alcanzar un momento, un ámbito, donde la muerte no quepa? / Aprehender lo eterno en la transfugacidad: / de ahí la naturaleza del juego. (Lubio Cardozo: Juego).

Nadie se olvida, Platko, no, nadie, nadie, nadie, oso rubio de Hungría. Ni el mar, que frente a ti saltaba sin poder defenderte. Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía. Ni el mar, ni el viento, Platko, rubio Platko de sangre, guardameta en polvo, pararrayos. No, nadie, nadie, nadie. Camisetas azules y blancas, sobre el aire, camisetas reales, contrarias, contra ti, volando y arrastrándote, Platko, Platko lejano, rubio Platko tronchado, tigre ardiente en la yerba de otro país. ¡Tú, llave, Platko, tú, llave rota, llave áurea caída ante el pórtico áureo! No, nadie, nadie, nadie, nadie se olvida, Platko.

Volvió su espalda el cielo. Camisetas azules y granas flamearon, apagadas, sin viento. El mar, vueltos los ojos, se tumbó y nada dijo. Sangrando en los ojales, sangrando por ti, Platko, por tu sangre de Hungría, sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto, temieron las insignias.

No, nadie, Platko, nadie, nadie se olvida. Fue la vuelta del mar. Fueron diez rápidas banderas incendiadas sin freno. Fue la vuelta del viento. La vuelta al corazón de la esperanza. Fue tu vuelta. Azul heroico y grana mando el aire en las venas. Alas, alas celestes y blancas, rotas alas, combatidas, sin plumas, encalaron la yerba. Y el aire tuvo piernas, tronco, brazos, cabeza. ¡Y todo por ti Platko, rubio Platko de Hungría! Y en tu honor, por tu vuelta, porque volviste el pulso perdido a la pelea, en el arco contrario al viento abrió una brecha. Nadie, nadie, se olvida. El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan. Las insignias. Las doradas insignias, flores de los ojales, cerradas, por ti abiertas.

No, nadie, nadie, nadie, nadie se olvida, Platko. Ni el final: tu salida, oso rubio de sangre, desmayada bandera en hombros por el campo. ¡Oh Platko, Platko, Platko, tú, tan lejos de Hungría! ¿Que mar hubiera sido capaz de no llorarte? Nadie, nadie se olvida, no, nadie, nadie, nadie. (Rafael Alberti: Oda a Platko).

Un poema debe ser una fiesta del intelecto: un juego solemne, regalado, significativo. (Paul Valéry).

Bienaventurado quien confíe en que basta un lucero para que haya noche. También el hombre que jugase con el sol y más el sol porque juega con el niño. (Pablo Mora).

Crisol de voluntades

El juego es crisol de voluntades. Nada ni nadie como el juego define mejor la vida del niño o de los hombres. Al joven el juego lo acompaña en su desarrollo. Progresivamente, el hombre va dejando el juego, imbuido en el mundo de agobios, azares y progresos. Y, entonces, antes que practicarlo, se transforma en simple espectador, ya desde una butaca, cómodo, en su casa o en el bar; ya desde la tribuna de un estadio, fanático empedernido entre el vocerío o la humana ola. De no ser así, goza igual de los resultados al leer el periódico al día siguiente, donde periódicamente se le ofrece el desarrollo de uno y otro deporte o juego, los de su preferencia. Juego, sin embargo, debería ser, según esclarecidos pedagogos, la vida toda del adolescente, infante o estudiante, pues sólo un esfuerzo, por más científico que sea, puede llegar a ser o realizarse, si se le engarza entre sólidos lazos lúdico-terapéuticos.

Si tomamos a la danza como el más elemental juego humano, pudiéramos proponernos transcurrir todo el día, entre vaivén y vaivén, en plena danza, a son de danza. Desde el poner los pies en tierra al levantarnos, hasta el cerrar una y otra puerta, al agacharnos aquí o alzarnos allá; al apurar o reducir el paso, todo no viene a ser más que danza elemental de nuestra antigua y nueva tribu humana. Aparentemente, hechos para el trabajo, pudiéramos creer que estamos al servicio del juego o de la danza. Es más, la meta prevista en cada juego, nos hace evocar el objetivo, el destino, el blanco, al que han de apuntar todos nuestros esfuerzos, sacrificios, angustias, triunfos, reveses y esperanzas.

En campo de juego permanente se debate nuestra vida. Lo importante es sabernos jugadores preparados, entrenados, listos para la partida de cada día, compitiendo de frente, a pleno sol, con lluvia o ventisquero, al descubierto; cuidándonos de la rivalidad que nos espera, adivinando o afrontando cada contragolpe, adelantándonos a cualquier inesperado o sorpresivo avance, ataque. Después de todo, vencedores unos, perdedores otros, con San Pablo sabemos que uno sólo es el galardón. Justamente decía Pablo de Tarso: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno sólo alcanza el premio?”. Corramos, pues, de modo que lo alcancemos. Ya en esta o en aquella competencia o en la “única” competencia.

Recordemos que el hombre integralmente es humano cuando juega: es entonces cuando trabaja creativamente. Y ese trabajo “lúcido” es fuente de la más pura felicidad. (I. Burk). Ya Schiller afirmaba: “Sólo juega el hombre cuando es hombre en pleno sentido de la palabra y sólo es plenamente hombre cuando juega”. ¡Ay de aquél que trabaja por disgusto y no por gusto! No olvidemos que “la sociedad cuya organización económica impide el disfrute del trabajo como juego, es detestable y tiene que ser revolucionada”. (I. Burk).

Sostuvo Gregorio Marañón que el deporte era una actividad improductiva, en oposición al trabajo, productivo. Al respecto, el Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa consideraba que una y otra actividad son productivas. Era del parecer que “el trabajo crea bienes materiales en dinero”, mientras “el deporte crea en el espíritu una actitud, una alegría gozosa que hace amar la vida y predispone para el trabajo creador”. Y concluía, dirigiéndose vocativamente a los jóvenes estudiantes: “Tomad el deporte como una actividad tonificante, pero aprovechando el estímulo que deja para crear en el trabajo. Sólo quien trabaja con alegría deportiva es capaz de crear una obra perdurable, sólo quien es capaz de rendir el esfuerzo con alegría deportiva puede sobreponerse al fracaso para seguir luchando. No despilfarréis vuestras energías, utilizadlas para crear y para servir...”. Al célebre maestro venezolano fácil le fue cotejar las virtudes del trabajo con las del deporte: el primero, remuneración y obra; el segundo, proporción de alegría; ambos, eso sí, creadores, frente a las necesidades biológicas, sociales y culturales del hombre.

En todo coincide nuestro Maestro con Jalil Gibrán, quien nos recuerda: “Cuando trabajáis, sois una flauta en cuyo corazón el murmurio de las olas se hace música... Cuando trabajáis, cumplís con una parte del más remoto sueño de la tierra, asignado éste a vosotros desde el nacimiento... Trabajar con amor es imprimir a todas las cosas que creáis un soplo de vuestro propio espíritu... El trabajo es amor hecho visible...”.

Lo que cabe preguntarse es cómo un solo deporte, como el que tiene de cabeza al mundo en estos días, pudo alcanzar a poner en jaque el trabajo del planeta entero, hasta hacer tambalear los índices de rendimiento, dedicación y responsabilidad laboral, en general, gracias a la “aldea global” en que discurre el ajetreo de nuestro tiempo. Porque una cosa es corroborar cada día en nuestros jardines, con los nietos, que el hombre está hecho para el juego, y otra el creer que se juega con tan sólo hablar del juego o ver, muy apoltronadamente, un juego en la pantalla de nuestra televisión. Lo cierto es que el juego, consustancial al hombre, hoy constituye una de las mayores industrias de la humanidad junto con las de la guerra, el narco y párese de contar. Ojalá que la máxima de Juvenal: “Mens sana in corpore sano” no termine siendo expresada como “mens sana in machina sana”, donde prácticamente la salud del alma o de la mente provenga de la “salud” de tanto artefacto de nuestra técnica o tecnotrónica.

Con todo, ciertamente, el juego es, ha de ser crisol de voluntades. Nada ni nadie como el juego define mejor la vida de los hombres, los pueblos y sus culturas. Aprendamos del estadio en estos días que ninguna carrera se puede ganar sin esfuerzo, disciplina y sacrificio.


Jugar

Jugar es descubrir el secreto de los vinos mojados por el tiempo o el vientre de las flores anunciando el suspiro de los dioses.
Jugar es darle rienda suelta al niño que se esconde en nuestros sueños.
Jugar es sentir que el viento nos acerca a los difuntos o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos.
Jugar es destejerle al herbaje sus clinejas, no olvidarse de darles de beber al agua, los rastrojos y botellas.
Jugar es celebrar el cumpleaños de los árboles.
Jugar es escuchar el aplauso de los pájaros cuando revienta en diapasón el día a pesar del estruendo de las hambres.
Jugar es desarmar como un niño la osamenta y dejar el juguete de nuestra estatura abandonado en un rincón
Jugar es echar una canción en la mirada para dar con el canto del asombro.
Jugar es hacer caber a Dios en un dedal, al Sol en el ojo de una hormiga, al mar en los labios de una perla mientras la luz ensimismada duerme.
Jugar es apiadarse de una pomarrosa engrifada entre la lluvia.

Jugar es crepitar en enigmas tenebrosos pregunta que pregunta por el hombre.

Jugar es querer partir al infinito de cara hacia el misterio para siempre.

Jugar es saber del hospedaje del silencio mientras la muerte nos espera un rato.
Jugar es saber del viento y su camino largo, del sol y su trajín sagrado, del niño y su cocuyo insomne, del mar y de sus islas claras.
Jugar es ir de contragolpe hacia la muerte cantando entre los pinos asombrados.
Jugar es comprobar que la alegría existe todavía, auténtico gol, tal como la tristeza no otra cosa que autogol.
Jugar es defendernos de la infinita goleada de la muerte, la más eterna de todas las goleadas, desde esta inmortalidad que somos en la vida a sabiendas de que el jaque final estará siempre en otras manos.
Jugar es encontrarse con la muerte, fijarle a los sueños su pisada, andar de tempestad en tempestad, ser. Jugar es dejar pasar la noche por encima de nosotros.
Jugar es inventar ratos, penas, alegrías y tardanzas.
Jugar es oír el clamor, el griterío, al hambre en su galope.
Jugar es sentir el sollozo del alma de la piedra.
Jugar es medir la larga soledad de los caminos.
Jugar es convencerse del viaje sin regreso, convencerse del viaje hacia la sombra.



Juguemos a la patria

Porque siguen los imperios velando tu riqueza, defendiendo a dentelladas, a mordiscos, su trono y lozanía, mientras la guerra se decreta; sigue, crece, se desborda y multiplica. Sigue arreciando cerca de los golfos, cerca de los mares, cerca del hombre y sus tormentos. Verdadero asalto a mano armada, arrebatando conciencias, minerales, alboradas; mundos y submundos ante la colosal supermandad del odio.

Porque morimos de miseria cada tarde ante el viento huracanado de la larga letanía de este dolor definitivamente inhumano. Porque el pecho es un celaje que no puede contenerte. Porque bebemos nuestra agua a precio de sangre dolarada. Porque casi no alcanza el sudor para la leña. Porque el yugo se encarama en la cerviz y nuestra piel quema como un horno por el ardor del hambre. Porque seguimos con el hambre todavía, descalzos todavía, sedientos todavía.
Oigamos el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Escondámosle los dados a los dioses. Cuidemos de quedarnos de pronto sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía. ¡Juguemos a la patria! Hijos del Mañana, escuchemos la melodía del futuro. Comencemos de nuevo. Acumulemos paz, previendo las luchas que le faltan al torrente. Acumulemos sueños y verdades, lo que importa es la luz de los caminos. ¡No más odio! ¡No más cólera! ¡Sólo el hombre! ¡Nuestra condición! ¡Sólo campos, huertas, sementeras! ¡Sólo arados para el hombre! ¡Sólo hogares para el hombre! ¡Sólo amor, el viril amor del hombre por su hermano, su llanto y esperanza!
¡Menos fuerza para la guerra! ¡Más valor para la paz! ¡Soñemos con la paz! ¡Apostemos a la patria! ¡Juguemos a la patria!




Cuarenta mil millardos de millas de hombres luz




Cuarenta mil millardos de millas de hombres luz


1

Serás de esta tierra, de este mundo,
aunque las pardas lomas no lo crean.

Se abrazan con el sol y vuelan —gacelas al viento—
hasta abrazar en un solo carrerón a Dios.

Esclavos ayer, iluminan con su sueño
la estupidez del hombre.

Águilas. Ángeles. Pies.
Pájaros malucos, muy veloces.
Más veloces que cualquier pájaro.
Pies de viento. Pura danza. Viento puro.

Ángeles de piernas torcidas derecho al cielo.
Entre canto, amor y angustia pavorosa.
En noble pugna, haciendo guerra.
Guerreros entre guerreros, en guerrera maestría.
Arte al arte, a contragolpe limpio.
Golpe tras golpe. Gracia en explanada.
Vigor de brazo, agilidad de pies.
De un campo a otro, sulfurados.
En hermosas, fieras y atinadas fintas.
Fingen llegar a Dios en furia alada.
Uno corre, el otro se repliega
en esquivo y fulgurante vuelo.

Cam, hijo de Noé, más allá de maldición de Libro.
Camerunés al pie de volcánico macizo,
con su Camerún al hombro,
de cara al Atlántico Océano,
vive, corre, juega, sueña, vuela, danza del bosque,
manglar, sabana arbolada cobijando sueño.

Ébano, camarón, siervo alguna vez,
con cuarenta años,
con cuarenta mil millardos de millas de hombres luz,
su negritud extiende por el mundo
a punta de coraje y soledad.

De sol a sol, de lluvia en lluvia,
templa su esperanza,
el poder de su palabra, pisada y vuelo.

Saben, por supuesto,
que la vaca no es de uno solo,
el campo no es de uno solo
y el gol, de todos.

De trashumancia saben.
De empeño y estación madura.
La evasión no les permite nunca resignarse.
Perfectamente saben que el campo es el rey.
Que el tigre no tiene que hacer alarde de su negritud.
Que triunfo o metáfora se esconden,
se apañan en los montes, las veredas, los caminos,
convencidos de que no hay absolutamente nada
como la confianza en uno mismo.
Juegan de noche con la luna,
con ella practican su mejor jugada, es decir,
practican con la luna sus jugadas.

Reconocen que lo importante no es sólo saber atacar,
sino seguir con atención el más pequeño movimiento
del adversario o enemigo, frustrar sus hazañas
y adivinar sus intenciones.

Cadenciosos, danzan sus pasos,
juegan a lo eterno, nacen con el juego y en el juego.
Juego sagrado. Fuego eterno.
Cada día un nuevo tiempo.
Nuevo tiempo, nuevo juego.
Párpados de hormiga, hojas contra el viento,
invitados del polvo eternamente,
con la pena final en otros pies.



2

Su Credo no más que uno solo.

Descubrir el secreto de los vinos mojados por el tiempo
o el vientre de las flores anunciando el suspiro de los dioses.
Darle rienda suelta al niño que se esconde en nuestros sueños.
Sentir que el viento nos acerca a los difuntos
o nos hace volver a las espigas
o al fondo más lejano de los vasos.
Destejerle al herbaje sus clinejas,
No olvidarse de darle de beber
al agua, los rastrojos y botellas.

Celebrar el cumpleaños de los árboles.
Escuchar el aplauso de los pájaros
cuando revienta en diapasón el día
a pesar del estruendo de las hambres.
Desarmar como un niño la osamenta
y dejar el juguete de nuestra estatura
abandonado en un rincón.
Echar una canción en la mirada
para dar con el canto del asombro.
Hacer caber a Dios en un dedal,
al Sol en el ojo de una hormiga,
al mar en los labios de una perla
mientras la luz ensimismada duerme.

Disfrutar de que el hombre juegue con el sol
y más de que el sol juegue con el niño.
Apiadarse de una pomarrosa engrifada entre la lluvia.
Quedarse de pronto sin presente,
sin futuro, sin fe, sin osadía.
Crepitar en enigmas tenebrosos,
pregunta que pregunta por el hombre.
Querer partir al infinito
de cara al misterio para siempre.
Saber del hospedaje del silencio
mientras la muerte nos espera un rato.
Saber del viento y su camino largo,
del sol y su trajín sagrado,
del niño y su cocuyo insomne,
del mar y de sus islas claras.

Ir a contragolpe hacia la muerte
cantando entre los pinos asombrados.
Comprobar que la alegría —auténtico gol— existe todavía
tal como la tristeza no otra cosa que autogol.
Defendernos de la infinita goleada de la muerte
—la más eterna de todas las goleadas—
desde esta inmortalidad que somos.

Dejar pasar la noche por encima de nosotros.
Inventar ratos, penas, rodillas, alegrías y tardanzas.
Oír el clamor, el griterío, al hambre en su galope.
Sentir el sollozo de la piedra.
Medir la larga soledad de los caminos.
Convencerse del viaje sin regreso.
Convencerse del viaje hacia la sombra.
Echar un vistazo al mundo.
Quedarse en medio de la tierra.
Esperar el pitazo irremediable.
Meterle goles a la Luna.
Ponerle trampas a la muerte.



3

Puestas en tierra las rodillas,
de pie, como en espera,
cuando uno de ellos camina, lejos llega.
De la cumbre a la planicie.
Del ras del suelo a la cumbre.
De la aldea al horizonte.
Cuando al negro le da por caminar
poca la noche para alcanzar estrella.
Cuando el negro camina es el suelo quien camina.
Camina con su alma, sus quebrantos, sus tejidos,
camino de la luz que los aguarda, los cobija.
Pugnaces, tercos, tenaces, sorpresivos, caprichudos,
a estos negros sóbrales razón para estar vivos.

Más que caminar, el negro trota.
Sin ellos, el mundo no es ni sería.
Ellos, raíz, gran memoria, terca esencia.
En la alta madrugada, al fondo del pajonal,
nos acusan, nos gritan, nos reclaman, nos acechan.
Siempre un negro remonta en sueño.

A pesar de los cruces de caminos,
de quejidos, de triunfos y derrotas,
los negros siempre, pugnaces, tercos, tenaces,
contumaces, invencibles, porfiados, ariscos,
indomables, negros sin más ni más,
camino del sueño, del alba o de la estrella .

Al pie de nuestra huella —inminente ébano descalzo—
a pelo sobre el mar, urdiendo lejanías,
en los vuelos azules de su pena
bajo una palma que atardece.
Llanto en azulancia, en alarido,
mirando, agazapado, de reojo,
escondido en la sombra
o en el látigo inclemente blandido entre la huerta.

Desnudo mestizaje en la pasarela del tiempo.
Rastros, rostros, enclavados en la piel del susto,
haciendo el amor en los rastrojos a luna descubierta,
grabando sus tristumbres primigenias,
desafiando restos, desaparecen y aparecen,
aparecen y desaparecen, abrojos, ojos, reojos, despojos
—verdaderos—.

Máscaras, fetiches, amuletos y moriches,
la fibra del bejuco, la piel del cunaguaro,
las plumas de las aves nos retan
a salirle en atropello al apellido.

Mudos, vigilantes, miran desde el tiempo,
desde el agua, desde el alma,
remotos, soñolientos, sinceros, genuinos
—verdaderos—.



Reclaman justicia. Recuperan sus estrellas,
las que quedan: el sol, el pan, el viento,
que los cubre y los protege, los alienta y los defiende.

Entre magia, guerra y gozo,
daremos aguardiente a la esperanza
hasta hacer bailar a las estrellas,
cuando canten los gallos de otromodo
al despertar la madrugada nueva,
bordeando las barracas de la margen izquierda



4

Con cielo azul tan callado,
con su sangre de palmera
con su risa tan ligera,
con su amor encabritado,
lleno de azul el costado
en reverbero de espuma
el negro canta y se suma,
con nudo entre la garganta
el negro en su noche canta,
el negro canta y se ajuma.

Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba,
tamba del negro que arrumba,
tamba que tamba y caramba,
tamba del negro, ¡qué tamba!
El negro ajuma y encanta,
sobre sus pies se levanta,
tambor de cuero y madera,
gris armadura guerrera,
el negro se ajuma y canta.

Con patria dulce por fuera
y muy amarga por dentro,
con patria para el encuentro,
con su verde primavera,
el negro se desespera,
corre, viene, vuela y va
y no te entiende por na.
Si tú supiera, mulata,
por qué anudado en garganta
el negro canta y se va.

¿Por qué la noche africana,
por qué el negro tamba y tumba,
por qué el negro zamba y zumba,
por qué llora la mañana,
por qué el negro se amilana,
por qué su mano no afloja,
por qué su garganta roja,
por qué su mano tendida,
por qué su llanto y herida,
por qué la noche africana?

¿Por qué la noche africana?
Pregunta el negro y la brisa
y el mar y Juan sin camisa.
¿Por qué la noche tan grana,
por qué tanta resolana,
por qué el impasible duelo,
por qué el llanto en el pañuelo,
por qué la arena tan sola,
el barco, el alma y la ola,
por qué tan triste su cielo?

¿Por qué la noche africana?
Pregunta el negro y el blanco
y el negrito y su potranco
y el timonel, la sabana,
la caña y su tierra llana.
¿Por qué? Lo pregunta el viento,
el soldado, el regimiento,
el mestizo corazón,
la balada y la canción
y el cocotal sentimiento.

¿Por qué la noche africana
y su estrella marinera
y su gente carpintera
y su cuaderno y su plana
y su gloria soberana?
¿Por qué no alabar su gracia,
su coraje y su constancia,
las ceibas y sus penachos,
los pobres con sus muchachos
y el arenal de su infancia?

¿Por qué la noche africana,
por qué lo preguntan tanto,
por qué lágrima y quebranto,
por qué la pregunta afana,
por qué, barcarola hermana,
por qué la noche africana?
Reclama la turba humana
la causa del desconcierto.
Sólo un asunto muy cierto
para tan noble africana.

Azulosa por la noche,
entre aluvión, selva y tuna,
sirena negra de luna,
va su sombra a troche y moche
y aunque parezca derroche
el África en paz descansa
y en fervorosa alabanza
va ilumina que ilumina
mientras el mundo se inclina
ante su inmensa labranza.

¿Por qué la noche se empaña,
por qué Yambambó no canta,
Mamatomba se agiganta,
Yambambé llora y se extraña
Y Serembó casi araña?
¿Por qué la noche africana,
por qué yambó sin su ruana?
El África en paz enciende
la noche sobre el que entiende
que sólo ella es soberana.



5

Serás de este cielo, de este mundo,
aunque la aurora te envidie.

Del fondo de la página de la noche,
acecho de ojos de tigre,
suelto león emplumado,
gallo zambo, gallo fino,
ángel, relámpago, liebre,
lumbre, destello de ráfaga libre.

Al paso del alto sol,
máquina, lumbre, lucero,
caja de azogue nocturno,
azogue, tablado negro,
hélice, pierna y silbido,
jugándole al viento soles,
cuerda asoleada en el viento,
tajo de noche cetrina,
ciclón de sangre encendida,
indómito mar de sangre.

Muy azules tus ojeras,
humedecidas de noche,
cuando las venas estallan
para encender los luceros.

Yokadouna. Yaoundé.
Mbalmayo. Kuma. Mora. Nanga.
Abega. Milla. Mboma. Nikono. Eto'o
Onguene. Omam. Songo'o. Wome.

Manga, Souleymanou, Olinga.
Bindzi, Moussongui, Ntieche.
Tchuem Tsona, Beaud, Tchatchoua.
Zengue, Kibong Lam, Dikoume.
Mokake, Zambe, Feutchine.
Amadou, Effoula Nomo, Jama Mba.

Satán. Luzbel. Caplán.
Ardilla que sopla viento.
Audaz. Zagaz. Rapaz. La Paz. Quizás.
Marimba de tigre en celo.
Con señas de sol en la frente.
Marfil. Coral florecido.
Garras de águila.
Gacela. Cabra.

Los Leones Indomables.

Serpiente ondulando zafras.
Ángel pastoreando azules.
Brillante de la noche.
Puro sol repujado.
Luna redonda y limpia.
Sueño de garza en aprieto.
Largo fulgor de sombras.
Lampo de llanto y de sangre.
Estrella desnuda y alta.
Ansia negra. Negra ansia.

Hueles a sudor.
A Sol hueles.
A noche suenas.
Gritas. Sueñas.
Lloras. Cantas.
Gimes. Vuelas.

De derecha a izquierda
De izquierda a derecha.
¡Pecho a pecho!
¡Pecho de sol empapado!
¡Medio campo!
¡Medio campista!
¡Centro delantero!
¡Portero! ¡Laterales! ¡Líbero!
¡Uno mandando y otro mandado!
¡Todo mezclado!
¡Sangre de Dios desplegada!
¡Todo sangre, un solo río!

¡Ritmo de semillas secas!
¡Negra cintura caliente!
¡Curva de suspiro y barro!
¡Eterna sal encrespada!

¡Sangre de la alianza nueva!
¡Alianza de sangre y fuego!
¡Alianza de fuego y sangre!
¡Alianza solar de fuego!

¡Recio color de combate!
¡Arcana unidad de origen!
¡Saeta de tarde en culto!
¡Fogata alumbrando estrellas!

¡Caribe! ¡Arena y palmera!
¡Lomo azul! ¡Cola verde!
¡Aleta de ciclón!
¡Cuidado: muerde!

¡A jugar!
¡A bailar!
¡A correr!

¡A volar!
¡A vivir!
¡A sonar!

¡A silbar!
¡A revivir!
¡Sobrevivir!

¡A gibraltar!
¡A estrechar!
¡A azular!

¡A enrazar!
¡A africar!
¡A cantar!

¡A ganar!
¡A ganar!
¡A ganar!



¡Tú, ráfaga encendida, fulge, alumbra!

¡Tú sólo Líbero! ¡Alienta, brilla!

¡Salva, tú, juego, de la muerte al hombre!





Pablo Mora

San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela.

pablumbre@hotmail.com

Juguemos





Juguemos
Pablo Mora

Jugar es…
Jugar es descubrir el secreto de los vinos mojados por el tiempo o el vientre de las flores anunciando el suspiro de los dioses. Jugar es darle rienda suelta al niño que se esconde en nuestros sueños. Jugar es sentir que el viento nos acerca a los difuntos o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos. Jugar es destejerle al herbaje sus clinejas, no olvidarse de darle de beber a las botellas. Jugar es celebrar el cumpleaños de los árboles. Jugar es escuchar el aplauso de los pájaros cuando revienta en diapasón el día a pesar del estruendo de las hambres. Jugar es desarmar como un niño la osamenta y dejar el juguete de nuestra estatura abandonado en un rincón. Jugar es echar una canción en la mirada para dar con el canto del asombro. Jugar es hacer caber a Dios en un dedal, al Sol en el ojo de una hormiga, al mar en los labios de una perla mientras la luz ensimismada duerme. Jugar es disfrutar de que el hombre juegue con el sol y más de que el sol juegue con el niño. Jugar es apiadarse de una pomarrosa engrifada entre la lluvia. Jugar es quedarse de pronto sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía. Jugar es crepitar en enigmas tenebrosos pregunta que pregunta por el hombre; es querer partir al infinito de cara hacia el misterio para siempre. Jugar es saber del hospedaje del silencio mientras la muerte nos espera un rato; es saber del viento y su camino largo, del sol y su trajín sagrado, del niño y su cocuyo insomne, del mar y de sus islas claras. Jugar es ir de contragolpe hacia la muerte cantando entre los pinos asombrados. Jugar es comprobar que la alegría existe todavía, auténtico gol, tal como la tristeza no otra cosa que autogol. Jugar es defendernos de la infinita goleada de la muerte, la más eterna de todas las goleadas, desde esta inmortalidad que somos a sabiendas de que el jaque final estará siempre en otras manos. Jugar es encontrarse con la muerte, fijarle a los sueños su pisada, andar de tempestad en tempestad, ser. Jugar es dejar pasar la noche por encima de nosotros. Jugar es inventar ratos, penas, alegrías y tardanzas. Jugar es oír el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Jugar es sentir el sollozo del alma de la piedra. Jugar es medir la larga soledad de los caminos. Jugar es alcanzarle el vuelo a la alborada. Jugar es dar nuestra vida por un arma en paz. Jugar es desenterrar el mal y sus secuaces. Jugar es desentrañar los secretos al asombro. Jugar es grabar el sueño entre los árboles. Jugar es detenerse a la orilla de una lágrima. Jugar es correr el peligro de la vida. Jugar es saber del diapasón del pobre. Jugar es abrir el atajo que nos lleve al hombre. Jugar es permitir el acceso a la neblina. Jugar es realizar las mediciones de la suerte. Jugar es cumplir con el mandato de los soles. Jugar es llegar vivos a la muerte. Jugar es llevar a peso la palabra. Jugar es mantener abierta la esperanza. Jugar es limpiar al poder cuando corrompa. Jugar es sentarse en el lugar del hambre. Jugar es dar con la antigua trocha de la paz. Jugar es dar con la definitiva claridad del hombre. Jugar es esconderle los dados a los dioses. Jugar es convencerse del viaje sin regreso, del viaje hacia la sombra. Jugar es echar un vistazo al mundo, quedarse en medio de la tierra, ponerle trampas a la muerte.


Fútbol

Sopra il giuoco del calcio. Al Serenissimo Signor Principe di Toscana: Questa, eccelso Signor, ch´arder qui vedi, nobil pugna, in sè fredda aspra stagione, tal chiude in sè di guerra arte e ragione, che, malgrado del ver, guerra la credi. Qui suon guerriero, e qui guerrieri arredi, e qui guerriera maestria che oppone colpo a colpo, arte ad arte, e in uso pone vigor di braccio, agilità di piedi. Al batter della palla ecco azzufarse l´un campo e l´altro, ecco in leggiadre e fiere guise avanzarsi l´un, l´altro ritrarse; e di vero valor tante e sì altere prove in finta battaglia indi mostrarse, che sembran finte al paragon le vere. Vincenzo da Filicaia (1642-1707) (Il Sonetto -Antologia- Mursia,1980. Curadores: Giovanni Getto - Edoardo Sanguinetti ).

Acerca del Juego de Fútbol. Al Serenísimo Señor Príncipe de Toscana Ésta, excelso Señor, que ardiendo ves, noble pugna, áspera, ruidosa, alada, no es más que furia, magia desatada, visón que guerra pareciera y es. Fulgor, guerra y guerreros a la vez, guerrera maestría confrontada, golpe tras golpe, gracia en explanada, vigor de brazo, agilidad de pies. Raudo saque, se funda la refriega: un campo frente al otro y en esquivo vuelo uno corre, el otro se repliega; entre saña y valor y alarde altivo el fingimiento en que esta lid se ciega fingida hace cualquier batalla al vivo. Traducción de: Pablo Mora.

Fútbol: Piernas que descifran signos de secretos alcances campo minado de otras piernas Vientre de la tierra expectante hasta el dolor El niño de nuestros sueños lanza un dardo certero al epicentro del número Movimiento, descarga, renuncia, jugada Asciende y marca Aplaude y grita Se cierne un húmedo vacío entre las sombras del ritual Ludos espigas desgajadas en llantos Abrazos apretados de saltos reventados más allá del diapasón Hambre de estruendo Catarsis de infinito Probar hasta el hueso a ver cómo sienten los pájaros Volar sobre el pantano Mojarse en el tejido de otras redes Táctica allende la estrategia Armar el rincón Desarmar de inmediato las ausencias No hay nadie en la canción Se olvida muy rápido y el perdón no hace efecto Diosas las piernas en el nanosegundo del clímax Ritmo sangrante ya no hay sol que resienta más angustia
Sólo el instante eterno y presente de la hoguera interior Afuera silencio de viento hace más largo el camino de la espera Bola de acero, esfera convergente hasta los tuétanos El silencio se instala en el rostro del miedo Pisada y traspié Inventar sobre la incertidumbre Siempre el poema transita entre los pies Luciérnaga en la noche oscura del alma En el quebranto de la historia queda marcada la derrota Y puede caer un rey si ofende a los dioses del portal infinito Quién fue el contragolpe de tu jugada Quién estaba en el exacto momento de tu trazo Quién abrió tu camino y combinó el canto de los pasos
Quién inmortalizó el gerundio de las piernas Quién gritó después del vuelo de un secreto Galope de viento a favor nada en contra no hay falta Colombinas tus plantas que conjugan el poder de un refugio Atajo hacia las trampas se urden los tejidos de la edad de la piedra Entrelazan Entreandan Entrehablan Entreabrazan las piernas del conjuro suben al cielo de las mieles sagradas (Jazmín Sambrano).







Juguemos

Descubrir el secreto de los vinos mojados por el tiempo. Esconderle los dados a los dioses. Meterle goles a la luna, añadir algo al mundo, morir de asombros, cargar con los sueños que inventamos. Darle de beber a las botellas, darle un abrazo fuerte a la existencia, darle tiempo al camino a que regrese. Dar con el canto del asombro, dar nuestra vida por un arma en paz. Juntar todos los pasos y oír la algazara de los sueños. Apiadarse de una pomarrosa engrifada entre la lluvia, celebrar el cumpleaños de los árboles, confiar que basta un lucero para que haya noche; un pan, para la vida eterna. Disfrutar de quien juegue con el sol y más de que el sol juegue con el niño. Sentir que el viento nos acerca a los difuntos o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos. Ver en noche escura relumbrar el sueño, cantar de las contiendas la ventura, saber cuál el parentesco que a las costas de la divina antigüedad nos ata.
Reconocerse en los pipotes de basura, en el alarido del pueblo, en su angustia, crispación y grito. Oír el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Sentarse en el lugar del hambre, detenerse a la orilla de una lágrima, saber del diapasón del pobre. Sentir la muerte girando en los talones, los hambrones. Abrir el atajo que nos lleve al hombre.
Desarmar como un niño la osamenta y dejar el juguete de nuestra estatura abandonado en un rincón. Estar vivos todavía entre las sombras, en pie de muerte andando. Pisar la sombra en busca de un instante. Enterrar hondo el desvarío mientras la muerte nos espera un rato. Ir de contragolpe hacia la muerte, cantando entre los pinos asombrados. Ir en fúlgida arrogancia componiendo la propia sinfonía. Ir de tempestad en tempestad, velar, virar mientras morimos. Comprobar que la alegría existe, auténtico gol, tal como la tristeza no otra cosa que autogol. Defendernos de la infinita goleada de la muerte, la más eterna de todas las goleadas a sabiendas de que el jaque final estará siempre en otras manos. Alcanzar un vano, donde la muerte no quepa. Convencerse del viaje hacia la sombra, echar un vistazo al mundo, quedarse en medio de la tierra, ponerle trampas a la muerte. Querer partir al infinito de cara hacia el misterio para siempre. Llegar vivos a la muerte.
En noble pugna, golpe a golpe, a contragolpe, con vigor de brazo, agilidad de pies, pura danza, avanzar, frustrar hazañas, convertir. De derecha a izquierda, de izquierda a derecha, zigzagueando —ráfagas encendidas, líberos, invitados del polvo eternamente— bailar, correr, volar, ir al frente, atacar, adivinar, cumplir tiempos, correr el peligro de la vida, adelantar, vivir, sobrevivir, resistir hasta el último combate. Con la pena final en otras manos, esperar el pitazo irremediable, volver con la victoria, a tiro limpio salvar la luz, salvarnos juntos, jugar, salvar al hombre —la sal menuda de amorosos huesos—.
Jamás la canción tuvo punto final. Persigamos un arte del hombre, con el hombre, para el hombre. De cara al hombre y a pesar del hombre. Un arte en el que no falte nada del mundo, nada del hombre. Nada del aire, ni del fuego, ni de la tierra, ni del mar. Un arte a sangre y fuego, a paso largo. Capaz de amar, capaz de armar la paz! Capaz! Capaz! Capaz! Capaz! Capaz!





Juguemos al hombre
Caminemos tras la nueva aurora en compañía. Fortalezcamos la casa del hombre. Vivamos con el destino siempre en guerra, en guerra a muerte con la muerte. No hay tiempo que perder. Será la última experiencia si queremos resarcir vida, patria, libertad y pan. Conversemos con la esperanza muerta, con el deseo difunto, con el sueño ido, con la sangre rebelde del olvido. Mientras vivamos, juguemos al hombre, a la mañana; a la vida, a su paciencia, a su escondite.
Guardemos la alegría, la rabia, la ternura, para cuando el pueblo salga o llegue o nos convide. Demos grandes zancadas hacia nosotros. Regresemos con el viento en armas a reclamar algunas y otras cosas. Escuchemos los relinchos de la noche. Conozcamos las lluvias subterráneas. Abramos la trocha que nos lleve al hombre, al mundo y a la vida.
Fundemos un mundo, un país con palabras verdaderas, dignas, apasionadas; las que nos dirán cuándo, con qué fuerza, de qué modo asumir nuestro destino. A proteger al pueblo con palabras. A presenciar todas las agonías. No aullemos como perros solitarios en la noche del crimen. Carguemos con el fardo y echémonos animosamente a los caminos matinales que ilumina la esperanza.
Rompamos todas las jaulas. De regreso del futuro, conquistemos la utopía. Seamos hombres con nostalgia de futuro. Juguemos, soñemos con la Paz. Al pie de la derrota, mientras la luna canjea el puesto con la muerte, fundemos la razón mientras podamos. Saquemos a la calle nuestra furia. Alcemos la esperanza entre las manos. El triunfo acuartelado por ahora. Aparecerá siempre algún cocuyo, así algunas noches haya apagones de luciérnagas.
Amémonos los vivos a los vivos, que siempre no estaremos como estamos. ¡Jamás, hombres humanos, hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, en el vaso, en la carnicería, en la aritmética! ¡Jamás tanto cariño doloroso, jamás tan cerca arremetió lo lejos! ¡Ah, desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo qué hacer! ¡Cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos! Calla, crepúsculo futuro y recógete a reír en lo íntimo de este celo de gallos ajisecos soberbiamente, magníficamente ennavajados. ¡Cae agua de revólveres lavados! Vamos, pues, compañero; nos espera tu sombra apercibida, nos espera tu sombra acuartelada.
Camaradas, varios días el viento cambia de aire. Como insomnes almácigos en guardia, en la cárcel con sueño de esperanza, estará nuestra sombra cuestionando. Esto es urgente, el tiempo apremia, el día. ¡Saludemos al sufrimiento armado! Halemos al mundo. Bebamos, nosotros que venimos de beber luceros en las altas copas de los pinos frescos. Caigamos en cuenta de esta vigilia creadora, cuando a fuego lento se decide la definitiva soledad del mundo. Velemos eternamente la emboscada. Justifiquemos esta guerra, este insomnio. Seamos labriegos de nuestra propia voz. Somos la palabra que está naciendo, la misma que se detiene y volcará como campana su acero y su sonido hacia todas las mañanas.
¡Juguemos al hombre y a la vida! ¡Pan y paz para el hombre de este tiempo!

Juguemos a la patria
Ay cuándo ay cuándo despertaré en tus brazos.
Pablo Neruda
Porque tu luz en las tinieblas resplandece. Porque clara luce tu sombra en la distancia o la noche de tu lumbre. Porque nunca te sentimos tan vecina a nuestro insomnio. Porque a diario nos compruebas que existe algo más acá de las estrellas, donde titilan las entrañas de tus hijos: el más acá poblado de miserias y de sueños. El más acá del horizonte. El más acá de tu entrecejo, de tu ira, desasosiego, tempestad y grito. Porque siguen los imperios velando tu riqueza, defendiendo a dentelladas, a mordiscos, su trono y lozanía, mientras la guerra se decreta; sigue, crece, se desborda y multiplica. Sigue arreciando cerca de los golfos, cerca de los mares, cerca del hombre y sus tormentos. Verdadero asalto a mano armada, arrebatando conciencias, minerales, alboradas; mundos y submundos ante la colosal supermandad del odio.
Porque comienzan a escasear los perfumes de oréganos, cardones, tunas, semerucos, damas de medianoche, andiduras, guayanas, falconías, frente a las viejas casas solariegas, el sol, el solaraje, la rabia, la llagadura, el desvelo, la ternura. Porque arrastramos muerte todavía. Porque combatimos con el caballo azul del amor, el blanco de la libertad y el rojo del combate. Porque persiste angustia, soledad, silencio, crispación y pálpito, aguijando, aguijoneando, arañando nuestro tiempo, circundando las voces desgarradas del barranco. Porque morimos de miseria cada tarde ante el viento huracanado de la larga letanía de este dolor definitivamente inhumano. Porque el pecho es un celaje que no puede contenerte.
Porque persiste el desgarramiento, la llamarada, la brasa, la hoguera, la hojarasca, la bazofia cotidiana. Porque hacen falta jinete, cabalgadura, lontananza, sabanas para la canción de la victoria. Porque bebemos nuestra agua a precio de sangre dolarada. Porque casi no alcanza el sudor para la leña. Porque el yugo se encarama en la cerviz y nuestra piel quema como un horno por el ardor del hambre. Porque seguimos con el hambre todavía, descalzos todavía, sedientos todavía. Carcomida la conciencia desde adentro, desde lejos, desde afuera, desde siempre, desde cerca, hasta las cejas.
Oigamos el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Escondámosle los dados a los dioses. Cuidemos de quedarnos de pronto sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía. ¡Juguemos a la patria! Hijos del Mañana, escuchemos la melodía del futuro. Comencemos de nuevo. Acumulemos paz, previendo las luchas que le faltan al torrente. Acumulemos sueños y verdades, lo que importa es la luz de los caminos. ¡No más odio! ¡No más cólera! ¡Sólo el hombre! ¡Nuestra condición! ¡Sólo campos, huertas, sementeras! ¡Sólo arados para el hombre! ¡Sólo hogares para el hombre! ¡Sólo amor, el viril amor del hombre por su hermano, su llanto y esperanza!
¡Menos fuerza para la guerra! ¡Más valor para la paz! ¡A juego limpio! ¡Doblemos la parada! ¡A jugársela! ¡A jugárselas! ¡Soñemos con la paz! ¡Apostemos a la patria! ¡Juguemos a la patria!