sábado, 28 de enero de 2012

Silencio iluminado










Silencio iluminado

Pablo Mora


¿Acaso seria del cielo silencioso de invierno
de quien aprendí los largos silencios iluminados?
Federico Nietzsche



Al silencio se le oye gritar en la montaña. Basta con saber de la naturaleza alpina o haber pulsado el diapasón del Ande, para corroborar el reino del silencio, su hospedaje, fundos, predios, enigmas, solarajes. El señuelo de la poesía se funda en el silencio a modo de pensar oculto, secreto, escondido en el más alto sueño. Espectáculo enervante, entre nosotros, como en cualquier rincón alpino, oír el amanecer camino del Zumbador. Palpar la hora en la que el verdoso silencio se despierta, en la que, desperezada, el alba levanta los susurros al viento. El silencio mordido por las ranas semeja garzas pintadas de lunitas verdes. Engrifado el prado, se erizan cielo y animal en manos del sol que se despierta. Entonces el silencio iluminado comienza a platicar. De par en par en manos de la luz, el hombre inicia su trajín. Frío, silencio, altura, en reto permanente, ante la dulzura musical que alcor, presagio, empeño, alumbra.

En esa hora matinal, desprendida de la paz albada, pareciera que el hombre tomase el pulso al mundo. En silenciosa ligereza alada, donde la suprema levedad oficia, en vuelo el hombre, confiado, retorna, se apresura, se dispone, se entrega, se eterniza. La suerte de la tierra virilmente recae en el hombre. Profundamente altos, los Alpes y los Andes de codo con el hombre fraguan el azul en cósmica entrega permanente. Entonces, el hombre se abre a la palabra, la levanta, la enarbola entre su huerta. Blandiendo diapasones subversivos, la lleva hasta la cima, la despliega, asegurando la militancia plena por la belleza y la verdad del sueño. Hombre y suelo en aspas transformados, cimientan la esperanza, en oronda libertad fundada.

Apoyada sobre el hombre, de pie, proveniente de la larga noche insomne, la palabra —forma de vida, asombro deshojado— pasa a ser compromiso, riesgo, santo y seña; desafío, soplo, aire, poder de creación; rayo, sol, susurro de semilla, fluir inagotable del murmullo; génesis, memoria vegetal, larga sombra de cópula y prodigio; el vientre de las flores anunciando el suspiro de los soles; el silencio hospedado en la cascada o el anafre. Palabra y poesía y silencio. Al principio fue el silencio. El mismo aliento que al principio fue. Silencio del silencio del silencio.

Empieza por abrir la soledad. Por escuchar el día y sus afanes. Sigamos al arroyo en su silencio, al cielo silencioso del invierno. Convéncete del viaje hacia la sombra. Que vuelvan los caminos a encontrarse. Vayamos al misterio como el río. Fijemos a los sueños su mirada a lomo de coraje y de esperanza. Zumbe el silencio mientras hombre viva. Ilumine el silencio todo sueño.

Sobre la polvareda de los sueños, entre borrasca, grito y alborada, locura al cinto, en lucha con su pena, andando, andando, andando, andando, andando, por obra y gracia del asombro el hombre, resistiendo en la tierra de la noche como un árbol al pie de la tormenta, silencio a la intemperie, al descubierto, insomne, terminal, asombro insomne. El más airado grito de la tierra. El más largo silencio iluminado.

viernes, 27 de enero de 2012

Ábrete camino








Ábrete camino

Pablo Mora


Desflora la blanca agenda. Desgaja un instante al tiempo. Inventa el tiempo. Pasa la hoja. Quítale un minuto a Dios. Dáselo al hombre. O a tu madre. Comienza lentamente. Intérnate en el camino nuevo. Una vez emprendido el viaje, sigue puntualmente al sol. Hoja entre los vientos, acuérdate del viaje hacia la sombra. Párpado de hormiga, convéncete del viaje sin regreso. La vida nos llama, nos nombra, nos acusa, nos grita, nos reclama. Siéntate en el lugar del hambre a gritos todavía. Siéntate en el lugar del grito, vivos todavía.

Este presente liso como una tabla, fresco, esta hora, este día limpio como una copa nueva. Álzalo. Ofrécelo a la vida. Llévalo a la calle y al jardín. Paséalo. Ponlo frente al sol. De cara al porvenir. En santa paz. Tintinéalo. Recuérdalo. Nada en él de cobarde o de maldad —del pasado no hay una telaraña—. Fanal, aurora, amanecer, camino. Un camino entre el vientre de la hoja. Camino caminando con el viento o viento deshojado en el camino.

Tocamos con los dedos el presente, cortamos su medida, dirigimos su brote, está viviente, vivo, nada tiene de ayer irremediable, de pasado perdido, es nuestra criatura, está creciendo en este momento, está llevando arena, está comiendo en nuestras manos. Vivo, en nuestras manos, echémoslo al voleo. Niño, virgen, transparentemente azul, librémoslo de mal. Dejémoslo correr. Grabémoslo, hondo, en el fogón. Cuidémosle su tino, sus ansias, ilusiones. Sus alas, todas, libres tras los cielos.

Cógelo, que no resbale, que no se pierda en sueños ni palabras, agárralo, sujétalo y ordénalo hasta que te obedezca, hazlo camino, campana, máquina, beso, libro, caricia; corta su deliciosa fragancia de madera y de ella hazte una silla, trenza su respaldo, pruébala, o bien escalera! Defiéndelo. Consiéntelo. Quiérelo. Hazlo surco, arado, sueño, cabecera. Hazlo árbol, fuego, girasol, lucero. Arroyo, fogonazo, campanada. Vereda, resplandor y compañero

Sube en el presente, peldaño tras peldaño, firmes los pies en la madera, hacia arriba, hacia arriba no muy alto, tan sólo hasta que puedas reparar las goteras del techo, no muy alto, no te vayas al cielo, alcanza las manzanas, no las nubes, ésas déjalas ir por el cielo, irse hacia el pasado. Alcanza tu mañana. Arriba! Arriba! Hacia la estrella! A ésta bájala hasta el suelo! A pesar de huracán o ventisquero, con el arma cargada de esperanza, al frente, a la vanguardia, de primeros. Álzate temprano. Ábrete camino. Sube la cima donde ondean —de noche— las luciérnagas.

Tú eres tu presente, tu manzana: tómala de tu árbol, levántala en tu mano, brilla como una estrella, tócala, híncale el diente y ándate silbando en el camino. Tú eres tu camino, tu aldabón. Ándate silencioso, fraternal. Asegura, furente, la batalla. Elévate, soldado, en el fragor. A pesar del presagio, corre, vuela, en el viento, en la sierra, en la arboleda. ¡Tú sólo eres un sol, alienta, brilla! ¡Tú siempre tu presente, sueña, alumbra! ¡Sube a nacer conmigo, hermano! (Poesía, Sociedad Anónima).

martes, 24 de enero de 2012

Un nuevo sol en clave de sí








Un nuevo sol en clave de sí

Pablo Mora­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

¿Valdrá cambiar los sacos de balas por cuerdas en esta hora?
¿Valdrá que llenemos las almas y los campos con la palabra paz?
¿Valdrá en este momento, de Andrés Bello “La oración por todos?”
¿Valdrá el canto de los niños? En paz queremos crecer...
¿Valdrán los poemas urgentes de Pablo Mora, y las cartas de Saramago y García Márquez?
Lil Rodríguez

¿Valdrán las preguntas de Lil Rodríguez, de Neruda, de Jesús? ¿Valdrá el canto de los niños, los cantos iraquíes por la paz, los nuestros, los de más allá? ¿Valdrá la santidad de los tugurios? ¿Valdrán las pomarrosas de la aldea, los araguaneyes, samanes, apamates? ¿Valdrá la pena seguir viéndonos? ¿Valdrá saber qué los árboles esconden, lo que saben los caminos? ¿Valdrá el esplendor de las raíces, las uvas negras del destierro? ¿Valdrá que las cocuizas nos visiten, que la rosa siga desnuda, que el jueves vaya después del viernes, que hablen las estrellas, que converse el humo con las nubes, que las hojas se suiciden, que los martes sean bisiestos, que ceniza camine junto al fuego? ¿Valdrá que el encaje se desteja, que la noche se desate, que el mar se zafe?
¿Valdrá que los vientos se amontonen, que desfile el pensamiento, que la luna sea testigo, que despierte la espesura, que sean iguales los espejos, que los poetas nos convenzan, que el aullido se desborde? ¿Valdrá acabar con la justicia, quedarse en la miseria, saldar la cuenta con los perros, extraviarse en el camino? ¿Valdrá esperar el día de la victoria, llamar a Dios? ¿Valdrá seguir haciendo la palabra? ¿Valdrá pensar en el regreso, valdrá pensar, mirar, amar, morir?
¿Valdrá sentir la muerte en los talones? ¿Valdrán los pinos asombrados, la canción de la mirada, el canto del asombro, las lágrimas del viento? ¿Valdrá volver a las espigas? ¿Valdrá acercarse a los difuntos? ¿Valdrá el silencio de las ranas, la pulpa del deseo, el anticipo de la muerte, la paz, el lauro, la memoria, la nueva madrugada? ¿Valdrán los jirones de sueldo, los retazos del agua, los charcos del dólar, la señal del centavo? ¿Valdrá acercarnos a la vida, aprender el nombre de las noches, vivir con el destino siempre en guerra, añadir algo al mundo? ¿Valdrán los niños de Najaf y de Falluja? ¿Valdrán los acentos en la muerte, el asombro de la luciérnaga, la vecindad del enemigo, el enigma de las ollas, la estirpe de las horas, el reino de la calle, la dignidad del hombre? ¿Valdrá la pena no hacer ruido, despertar el alba, poseerla?
¿Valdrá sacar el beso de la espuma, oírle la risa a las cascadas, oler la locura de las rosas, escuchar la soledad, dirigirle la palabra? ¿Despertar a latigazos el silencio, descargar nuestros almácigos, encontrarse con la albada, nombrar al mundo? ¿Jugar a lo imposible, sacar la flor de las cenizas, llevar a peso las palabras, morir de asombros, cerrar los ojos a la luna? ¿Saber bien dónde hay barro, en qué lugar hay sangre, dónde queda la razón y dónde la justicia o la injusticia? ¿Construir la nueva levadura, preguntar por la alegría? ¿Estar a tono con la rabia y la ternura? ¿Salvar la memoria antes que los bribones nos la borren? ¿Rescatar las preguntas de los otros, salvar las respuestas de los niños? ¿Avivar el fuego, sacudir asombros, fundir los versos, despertar la clarinada, escuchar el alarido, llegar vivos a la muerte, asolear la eternidad, salvar al hombre? ¿Valdrá quitarle un minuto a Dios para dárselo a los hombres? ¿Valdrá recuperar el micrófono de Óscar Arnulfo? ¿Mantener abierta la palabra, reinar sobre la muerte, apuntalar el sueño, alentar el alba, el nuevo sol, el nuevo día?

jueves, 19 de enero de 2012

Palabra Pueblo Pólvora






Palabra Pueblo Pólvora

Pablo Mora


Palabra. Soplo de aire que desde la primigenia mañana del Génesis tiene poder de creación. Diosa enseñoreada en el confín del orbe, del hombre y de la vida. Encuentro o desencuentro. Diatriba, decisión, suerte, destino. Espada, transparencia, duelo, reto o vínculo. Tapiz, alfombra, disfraz, encanto. Comunión, derrota, triunfo, destrucción, logro o meta. Justificación, condena, liberación. Intención, propósito, diálogo, aguijón o miel. Acción, empeño, lucha, comisión, misión. Deliberancia, discusión. Pensamiento. Convergencia. Divergencia. Volear semillas. Dar palabra, corazón y mano. Frente a una enmascarada, una palabra articulada, activa, justa, digna, fehaciente, clara, transparente, verdadera. Una palabra que golpee, junte y acompañe. Sacando cuentas y después de todo, tú sola y para siempre la palabra. Hermana mayor del hombre, presencia las agonías, protege al pueblo, vuelca como campana su acero y su sonido hacia todas las mañanas. Las revoluciones que empiezan por la palabra, a las veces concluyen con la pólvora de manos del pueblo o de los hombres.
Pueblo. Saber, querer, poder camino de la sobrevivencia, de la muerte o de la gloria. La justicia –pan del pueblo– casi siempre hambrea al hombre. Ante un pueblo con justicia, sobra el arma. Defender los derechos del pueblo pareciera subversión. Mientras la llama roja de la fe flamea, la Libertad es la religión definitiva. La poesía de la Libertad el culto nuevo. Los hombres, todos, los nuevos sacerdotes. Las capillas, todos los caminos de la Paz. Renazca la cena que recrea, lejos de la cena miserable. Es preciso sentir la muerte girando en los talones. Sentirla girando en los Guantánamos. Sentirla cagando en los hambrones. Es el momento de hacernos solidarios. Una tempestad de fusiles nos acecha; pero aún quedan brazos para izar banderas. Llegó la hora de cargar con los sueños que inventamos. A vivir mientras el alma nos suene. A morir cuando la hora nos llegue que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles, por debajo de la muerte.
Pólvora. Se empieza por la palabra. Al pie de ella, nace el pueblo. Perdida, en aprieto el pueblo, apela por la pólvora. Despierta la conciencia, se encienden las pasiones, surge la tormenta que arrasa, renueva, restaura, limpia, purifica. Al precio de su sangre, insurge el pueblo en busca de palabra. Se rebela. Desaforado, corre tras el pan. La guerra, el último remedio, sólo medio; el fin, la paz. La pólvora o la guerra, esfuerzo hacia la paz. El progreso, la civilización –injusticia armada– sistematiza, perfecciona la barbarie en medio de la larga letanía de este inhumano laberinto de finanzas salvajes, inconclusas, inventadas. Todos los náufragos tienen derecho a ser salvados, el límite lo da la dimensión del barco. Revolución o contrarrevolución. Revolucionarios o contrarrevolucionarios. La revolución es una necesidad histórica, un hecho inevitable. De pueblo en pueblo, la revolución llegará. Ninguna reforma, artificio o represión podrán evitar su adviento. Definitivamente, la revolución comienza por la palabra. Perdida la palabra, al pueblo no le queda sino asirse a la pólvora para reencontrar el camino, que puede ser de mucha o poca sangre. Palabra, pueblo, pólvora: consignas para un mundo o una patria en pie de guerra. Para el pan que haga falta. ¡Alumbre la luna nuevas intenciones desde este ruedo fantasmal del hambre!

domingo, 8 de enero de 2012

Lo que guardo





Lo que guardo

Pablo Mora

Guardo los barrancos. La imagen del primer amor allá en mi aldea. El duende que nunca conseguí. Las orejas empinadas del animalito aquel que saliera al paso del rastrojo. Guardo las hojas de pomarrosa que aromaron mis pininos. Salvo de la creciente la camisa que el hijo del sastre me donara. Guardo en el corazón el tronco que escuchó mi primer poema. La nieve de Saluggia. El ronquido de la tarde. La albada, el desbotonamiento de la rosa guardo. La sonrisa de aquella niña que robó mi infancia. En mi mesita de noche, guardo una cajita de bombones y un par de recortes de la prensa diaria, donde caben todos los recuerdos de mi padre. Guardo el crucifijo bendecido con los orines de aquel cura amigo a la luz de luna. La pizarra negra de la primera plana. Papeles literarios, magazines, donde reposa la sangre de las letras de tanto bardo amigo. Un pedazo de hierro del cerro Bolívar, que supe se llama la Parida. Salvo un par de nidos de la poda del guanábano, donde el llanto de un pájaro hizo escalofriar mi alma, cuando por sus hijos un medio día vino. Una rosa del viento surgida del desierto decora la alegría de mi sala. La casa de mis abuelos va a su lado. La Cueva Pictolírica, entre pinceles engastada, vela la noche del almácigo. La Virgen chata nunca ha salido de mi casa. Un detalle de la Creación de Miguel Ángel, desde la pantorrilla de Adán descaradamente muestra en erecta desnudez la encendida mujer eternamente junto al hombre. La lluvia del Amazonas mis alborotos aleja, calma. Guardo un azulejo, una mariposa y una garza, venidos de San Bernardino, de tres, dos y un año, respectivamente. En un caracol, guardó el imponente sonido de la mar. Olvidaba la escarcha del Parque San Valentín, allá en Turín, donde transcurrió el amor. Guardo lo que pierdo. Pierdo lo que guardo. Guardo las palabras que tienen filo de navajas para cortar la maleza de la tierra, como soñaba Rafael. Guardo los sueños de mi abuela Betsabé llevados por las golondrinas desde los piélagos del viento. Guardo un sueño, una tierra, una vida; presiento que ligeramente vienen por las huellas inciertas de los días. Guardo el nombre que apenas le dejé a mi madre. Las lágrimas de un par de sauces que tropezaran con mi locura a pie. Las hojas del otoño que dieron con mi alma. El recuerdo de unas olas que llevaron mi soñar hacia los puertos. El mismo cuerpo que apenas ayer venía, el pie descalzo, la misma huella, la misma vida, la ceniza siempre entre la huella. Guardo el silencio mordido por las ranas, el que semeja garzas pintadas de lunitas verdes. En mi memoria, a Turín, donde un amor se lo llevó la nieve sabiendo el mar que volvería por él. Guardo la belleza, la única verdad del hombre en medio de la infamia de este mundo. La neblina que arropa mi conciencia hoy. Guardo la charla de los ríos que convocan amor en las riberas. Los platos rotos del payaso de los circos pobres. Los pasos de los perros en la noche. El recodo donde duerme el silencio. Guardo el sonido del Po que parece que durmiera vegetal, la sombra de los sueños de la Italia. En mis adentros, Los Alpes, imponentes, serenos, majestuosos, la vieja firma de la antigua Europa. Guardo el amanecer en muchos puertos, lejos de los bajeles de la infancia. Guardo el asombro, la paciencia, hacia la luz total de nuestras cosas. En mi corazón, a Alicia, el azulejo y la alcancía.

Pablo Mora

pablumbre@hotmail.com

lunes, 2 de enero de 2012

Caminante no hay camino









Caminante No Hay Camino
Antonio Machado

A Mons. Horacio Rosales Chávez

q. e. p. d.



Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse…

Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”

Golpe a golpe, verso a verso…
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”

Golpe a golpe, verso a verso…
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”

Golpe a golpe, verso a verso.

domingo, 1 de enero de 2012

Pasa la hoja





Pasa la hoja

Pablo Mora


Desflora la blanca agenda. Desgaja un instante al tiempo. Inventa el tiempo. Pasa la hoja. Quítale un minuto a Dios. Dáselo al hombre. O a tu madre. Comienza lentamente. Intérnate en el camino nuevo. Una vez emprendido el viaje, sigue puntualmente al sol. Hoja entre los vientos, acuérdate del viaje hacia la sombra. Párpado de hormiga, convéncete del viaje sin regreso. La vida nos llama, nos nombra, nos acusa, nos grita, nos reclama. Siéntate en el lugar del hambre a gritos todavía. Siéntate en el lugar del grito, vivos todavía.

Este presente liso como una tabla, fresco, esta hora, este día limpio como una copa nueva. Álzalo. Ofrécelo a la vida. Llévalo a la calle y al jardín. Paséalo. Ponlo frente al sol. De cara al porvenir. En santa paz. Tintinéalo. Recuérdalo. Nada en él de cobarde o de maldad —del pasado no hay una telaraña—. Fanal, aurora, amanecer, camino. Un camino entre el vientre de la hoja. Camino caminando con el viento o viento deshojado en el camino.

Tocamos con los dedos el presente, cortamos su medida, dirigimos su brote, está viviente, vivo, nada tiene de ayer irremediable, de pasado perdido, es nuestra criatura, está creciendo en este momento, está llevando arena, está comiendo en nuestras manos. Vivo, en nuestras manos, echémoslo al voleo. Niño, virgen, transparentemente azul, librémoslo de mal. Dejémoslo correr. Grabémoslo, hondo, en el fogón. Cuidémosle su tino, sus ansias, ilusiones. Sus alas, todas, libres tras los cielos.

Cógelo, que no resbale, que no se pierda en sueños ni palabras, agárralo, sujétalo y ordénalo hasta que te obedezca, hazlo camino, campana, máquina, beso, libro, caricia; corta su deliciosa fragancia de madera y de ella hazte una silla, trenza su respaldo, pruébala, o bien escalera! Defiéndelo. Consiéntelo. Quiérelo. Hazlo surco, arado, sueño, cabecera. Hazlo árbol, fuego, girasol, lucero. Arroyo, fogonazo, campanada. Vereda, resplandor y compañero

Sube en el presente, peldaño tras peldaño, firmes los pies en la madera, hacia arriba, hacia arriba no muy alto, tan sólo hasta que puedas reparar las goteras del techo, no muy alto, no te vayas al cielo, alcanza las manzanas, no las nubes, ésas déjalas ir por el cielo, irse hacia el pasado. Alcanza tu mañana. Arriba! Arriba! Hacia la estrella! A ésta bájala hasta el suelo! A pesar de huracán o ventisquero, con el arma cargada de esperanza, al frente, a la vanguardia, de primeros. Álzate temprano. Ábrete camino. Sube la cima donde ondean —de noche— las luciérnagas.

Tú eres tu presente, tu manzana: tómala de tu árbol, levántala en tu mano, brilla como una estrella, tócala, híncale el diente y ándate silbando en el camino. Tú eres tu camino, tu aldabón. Ándate silencioso, fraternal. Asegura, furente, la batalla. Elévate, soldado, en el fragor. A pesar del presagio, corre, vuela, en el viento, en la sierra, en la arboleda. ¡Tú sólo eres un sol, alienta, brilla! ¡Tú siempre tu presente, sueña, alumbra! ¡Sube a nacer conmigo, hermano! (Poesía, Sociedad Anónima).