jueves, 26 de noviembre de 2009

Sleepless Night Photomarathon



Sleepless Night Photomarathon


During the most talked about event taking place on Miami Beach, participants were assigned three topics to photograph during Sleepless Night; Indoor Activity, Outdoor Activity and Crowd Scene. The winning entries listed below will be exhibited in Miami Beach City Hall's 4th Floor Gallery during Art Basel/Miami Beach, 2009.Award JudgmentSleepless Night PhotomarathonNovember 7-8, 2009On Monday, November 16, 2009 the judges of the Sleepless Night Photomarathon met to review the submitted photographs.The judge’s panel was comprised by Scott Weber - Associate Professor of Photography Barry University, Chendo Pérez - President of Fotomission and Pavlova M. Greber - Executive Director of Fotomission. Present on behalf of the City of Miami Beach were Mary Heaton - Grants and Operations Administrator and Gary Farmer - Cultural Affairs Program Manager.After a careful and rigorous consideration of each of the participants’ images the judges disqualified Zone One – North Beach in the first round of judging. Very few participants registered in Zone One, and of those, none met the criteria requirements of the contest.The images that remained for competition were those of:Zone Two-Collins ParkZone Three-City Center, Lincoln Road, Espanola WayZone Four-Ocean Drive & Washington AvenueThe judges considered the artistic and aesthetic values of the images as well as the technical aspects of the image capture. Based on these criteria the award of the jury is as follows:


BEST OF SHOW

Luis MoraAwarded for the criteria expressed above and the unique and creative sensibility of his image.


Zone 2
1st: Mireya Alfonso2nd: Marlon Richardson3rd: Anaely Delgado
Zone 3
1st: Anthony Jordon Jr.2nd: Yulie Reutovich3rd: Laury Garcia


Zone 4
1st: Levi Schulze2nd: Richard Benitez3rd: Nikos SboukisThe judge's decision is final and irrevocable.PRIZES:


Best in Show - $400 + Their winning photograph professionally mounted using PlexiFoto courtesy of Tropicolor (value of $1,235.00, an official INSOMNIAC Sleepless Night T-shirt, a Special Edition "Sounds of Sleepless Night" CD, and a Bustelo Espresso Coffee Brick1st Place (Zones 2-4) - $200 (ea.) + Their winning photograph professionally mounted using PlexiFoto courtesy of Tropicolor (value of $715.00), an official INSOMNIAC Sleepless Night T-shirt, a Special Edition "Sounds of Sleepless Night" CD, and a Bustelo Espresso Coffee Brick2nd Place (Zones 2-4) - 1 Voucher (ea.) for 1 night's stay at a fabulous hotel on Miami Beach (TBD) + Their winning photograph professionally mounted using PlexiFoto courtesy of Tropicolor (value of $330.00), an official INSOMNIAC Sleepless Night T-shirt, a Special Edition "Sounds of Sleepless Night" CD, and a Bustelo Espresso Coffee Brick3rd Place (Zones 2-4) - 1 Voucher (ea.) for dinner for two at a special Miami Beach restaurant (TBD) + Their winning photograph professionally mounted using PlexiFoto courtesy of Tropicolor (value of $230.00), an official INSOMNIAC Sleepless Night T-shirt, a Special Edition "Sounds of Sleepless Night" CD, and a Bustelo Espresso Coffee BrickWe thank all who participated and hope to see you again next year







martes, 24 de noviembre de 2009

HICIMOS LA MOCHILA





La Blinda Rosada


PABLO MORA

Poeta venezolano, finalista de la Primera Marathon Electrónica de Poesía 1988 organizada por la Fundación de Poetas. A continuación, su trabajo premiado.


HICIMOS LA MOCHILA


y nos volvimos vagabundos

Apoyamos las palabras sobre la sangre

Cargamos los dados en la apuesta

Arrestamos al viento al sol las mariposas

Supimos del alma del silencio

de la piedra que alguna vez fue estrella

del sagrado terror de la locura


Fuimos un retrato del alma de la tierra

Dejamos pasar la noche por encima de nosotros

mientras las islas no se cansaban de bañarse


Nos hicimos a la lluvia

Matamos la tristumbre

Rompimos alfileres paraguas y repisas

Inventamos ratos penas alegrías y tardanzas

Echamos un vistazo al mundo


Nos provocó quedarnos solos en la tierra


Faltó ponerle trampas a la muerte


Pablo Mora




domingo, 22 de noviembre de 2009

Testamento






Testamento



Habiendo llegado al tiempo en que

la penumbra ya no me consuela más

y me apocan los presagios pequeños;


habiendo llegado a este tiempo;


y como las heces del café

abren de pronto ahora para mí

sus redondas bocas amargas;


habiendo llegado a este tiempo;


y perdida ya toda esperanza de

algún merecido ascenso, de

ver el manar sereno de la sombra;


y no poseyendo más que este tiempo;


no poseyendo más, en fin,

que mi memoria de las noches y

su vibrante delicadeza enorme;


no poseyendo más

entre cielo y tierra que

mi memoria, que este tiempo;


decido hacer mi testamento.


Es este:

les dejo

el tiempo, todo el tiempo.





Eliseo Diego


jueves, 19 de noviembre de 2009

El poeta es un estorbo





El poeta es un estorbo
Pablo Mora

A propósito del Encuentro con el Poeta Juan Calzadilla en Aragua

El poeta es un estorbo, ya lo sé. Lo mejor que llega a expresar de sí no da pie para que se le considere un ciudadano de provecho. Lo que dice no es por cierto lo más edificante que de un buen ciudadano pueda oírse. Ni será tan divertido su tono como para que se le aplauda por eso. Y si fuera próspero. Y si llegara a expresarse bien, sin miedo ni remordimiento tampoco ganará puntos para que le asignen por eso una butaca de primera fila en el Congreso. Ni la audacia de su discurso conmoverá tanto como para esperar de él que tome las riendas saltando al coso de los asuntos públicos armado de una flor y una metralleta. Nada brillante se encontrará así pues en su discurso para que yo, tomado en trance, ponga por él mis manos sobre el fuego. Pues ni el alma del peor virus de mala muerte estará ausente cuando para juzgarlo al lector le toque apretar el gatillo. (Juan Calzadilla).

Los poetas, en la posmodernidad, escasean. Y, sin embargo, los seudopoetas abundan.El verdadero poeta, ese que si le quitan la posibilidad de escribir prefiere la muerte a la vida; ese que escribe por necesidad; ese que penetra el ser de las cosas y que es profeta porque ve “lo abierto”, lo verdadero, lo que subyace; ese que no se queda con la mera contingencia, sino que habita lo formal; ese hombre (antes que estorbo) — ¡temo! — está en peligro de extinción. (Chester Thomas C.).

La creencia de que en la tradición literaria española existe una profunda riqueza que ha de saber aprovechar sabiamente nuestra actual poesía, es un tremendo estorbo. (Enrique Falcón). Los poemas de Pablo Neruda no alcanzan a explicarse sin el estorbo de su figura de poeta militante. Así los de San Juan sin el estorbo de su mística gracia. Como ningún Cantar de los Cantares sin el leve estorbo de su esplendoroso amor. Y menos al Vallejo sin el hosco muñón de su lluviaje.

La poesía siempre es acción, del sentimiento, de la sensación, del acto creativo, nunca resultado definitivo, porque todo poema es una pieza de un engranaje y de un proceso nunca acabado. El poeta observa siempre la realidad con detenimiento, después trabaja una traza, y otra, con esmero, para cosechar el poema con la atmósfera necesaria que nos sumerja en el universo que quiere construir. Al mismo tiempo, dosifica los elementos y les busca su función, clara, precisa y adecuada. La actividad de cualquier poeta, como la de todo artista, consiste en percibir las cosas con más claridad que el resto de los mortales, con lo que es fácil comprender cómo, para muchos, el vate resulta un estorbo, aunque al mismo tiempo se le mire con envidia, como si fuera un alma delicada, capaz de sentirse herido por cualquier realidad. La poesía, entonces, es una forma de percibir las cosas y convertirlas en lenguaje, porque todo arte es un lenguaje especial. (Silvano Andrés de la Morena).

Vulgar estorbo, pálido follaje… vivo dentro de cuatro paredes matemáticas alineadas a metro. Me rodean apáticas almillas que no saben ni un ápice siquiera de esta fiebre azulada que nutre mi quimera. Uso una piel postiza que me la rayo en gris. Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis. Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo que yo misma me creo pura farsa y estorbo. (Alfonsina Storni).

“Temido, odiado, amado, el escritor posee el deseo de ser a la vez un estorbo para el mundo que es y un creador del mundo que puede ser”, subrayó Fuentes. El poeta almacena estorbos, esconde tesoros, guarda nombres que no fueron, alfabetos violetas y palabras ocres de una tinta ponzoñosa. Ejerce el pasatiempo de todo desahuciado: asusta a los niños y llora de martes a viernes. (Gabriel Fuster).

Al poeta, al soñador, al sueño amigo de los años, como a un estorbo nos apartan, enmudecen y destruyen… “Sólo estamos de estorbo aquí en la tierra.” (Mario Andrés Campa Landeros).

pablumbre@hotmail.com









Doña Bárbara revisitada: una aproximación desde el presente
Roger Vilain


Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes (CIELA)Universidad Nacional Experimental de Guayana (Venezuela)rvil35@hotmail.com


Localice en este documento

Resumen: La obra de Rómulo Gallegos da un golpe sobre la mesa en tanto arte narrativo. Junto con la urdimbre novelesca, que implica el quehacer de un escritor maduro, supuso además un modo de aproximarse, literariamente, al vasto y complejo abanico de lo hispanoamericano. En líneas generales la praxis regionalista intentó vislumbrar el carácter local, la simbología propia que desde el plano de la literatura es posible crear sobre la base de nuestras realidades, de nuestras condiciones de vida, de nuestros valores y características, tanto geográficas como sociales. En función de su formación positivista, Gallegos pretendió llevar a cabo el mandato según el cual resulta imperativo sobreponerse a cierto determinismo geográfico, es decir, luchar contra las adversidades de la selva o el llano, empinarse y sortear dificultades marcadas por la naturaleza a la que pertenecemos. Sólo así sería posible progresar. Únicamente de esta manera la luz de la civilización vencería a las tinieblas de la ignorancia, hondamente representadas en la dupla dicotómica barbarie-civilización. Lo auténtico, lo propio, lo “nuestro”, es necesario considerarlo pero partiendo del hecho ineludible de que asimismo lo reconocemos para doblegarlo. El medio agreste, la condición salvaje e indómita del paisaje venezolano están ahí para reexaminarlos, para revalorizarlos por vía doble: 1.- afirmando y percibiendo su fuerza, su reciedumbre, su influencia en nosotros, y 2.- batallando contra ellos en afán civilizatorio. Tales elementos se hallan en la novela que nos toca. Sin duda, el condicionamiento ambiental juega rol preponderante en la psicología y el carácter de los personajes. Doña Bárbara, Marisela, Santos Luzardo, evidencian un claro paralelismo con las fuerzas de la naturaleza, con la avasallante energía telúrica, para bien o para mal, de los llanos venezolanos. Se trata de una característica fundamental que circunscribe la narrativa galleguiana al ámbito del regionalismo hispanoamericano. Sin embargo, en este trabajo partimos de la hipótesis de que en Doña Bárbara existen otros elementos, quizá poco estudiados, probablemente menos tomados en cuenta a la hora de leer la novela. Y es que en Doña Bárbara podrían manifestarse algunos rasgos conductuales de la sociedad venezolana que encontramos hondamente instaurados en el presente, asunto propiciador de otro elemento de peso si indagamos sobre su actualidad, que es indudable: el hecho de que probablemente no se han dejado atrás ciertas conductas, atinentes a la ciudadanía, reñidas con la civilidad.Palabras clave: Doña Bárbara, regionalismo, ciudadanía, civilidad.

La obra de Rómulo Gallegos da un golpe sobre la mesa en tanto arte narrativo. Junto con la urdimbre novelesca, que implica el quehacer de un escritor maduro, supuso además un modo de aproximarse, literariamente, al vasto y complejo abanico de lo hispanoamericano.
En líneas generales la praxis regionalista intentó vislumbrar el carácter local, la simbología propia que desde el plano de la literatura es posible crear sobre la base de nuestras realidades, de nuestras condiciones de vida, de nuestros valores y características, tanto geográficas como sociales. En función de su formación positivista, Gallegos pretendió llevar a cabo el mandato según el cual resulta imperativo sobreponerse a cierto determinismo geográfico, es decir, luchar contra las adversidades de la selva o el llano, empinarse y sortear dificultades marcadas por la naturaleza a la que pertenecemos. Sólo así sería posible progresar. Únicamente de esta manera la luz de la civilización vencería a las tinieblas de la ignorancia, hondamente representadas en la dupla dicotómica barbarie-civilización.
Lo auténtico, lo propio, lo “nuestro”, es necesario considerarlo pero partiendo del hecho ineludible de que asimismo lo reconocemos para doblegarlo. El medio agreste, la condición salvaje e indómita del paisaje venezolano están ahí para reexaminarlos, para revalorizarlos por vía doble: 1.- afirmando y percibiendo su fuerza, su reciedumbre, su influencia en nosotros, y 2.- batallando contra ellos en afán civilizatorio.
Tales elementos se hallan en la novela que nos toca. Sin duda, el condicionamiento ambiental juega rol preponderante en la psicología y el carácter de los personajes. Doña Bárbara, Marisela, Santos Luzardo, evidencian un claro paralelismo con las fuerzas de la naturaleza, con la avasallante energía telúrica, para bien o para mal, de los llanos venezolanos. Se trata de una característica fundamental que circunscribe la narrativa galleguiana al ámbito del regionalismo hispanoamericano.
Sin embargo, en este trabajo partimos de la hipótesis de que en Doña Bárbara existen otros elementos, quizá poco estudiados, probablemente menos tomados en cuenta a la hora de leer la novela. Y es que en Doña Bárbara podrían manifestarse ciertos rasgos conductuales de la sociedad venezolana que encontramos hondamente instaurados en el presente, asunto propiciador de otro elemento de peso si indagamos sobre su actualidad, que es indudable. Ante el conjunto de hechos originadores de un perfil ético circunscrito a cierta idea de justicia en la que el imperio de la ley juega un papel principal, ante un código moral en el que prevalece la noción de respeto al otro y a las instituciones, ante el valor de la educación como fuente primordial para hacerse de las herramientas indispensables con las que construir una república próspera, cuyos ciudadanos son los responsables del porvenir tanto propio como colectivo, frente a semejante propuesta, típicamente galleguiana, es posible observar cómo en la Venezuela de la época se configura sin cortapisas el personaje acomodaticio, el que desde el poder pretende transgredir, violentar, cambiar a su antojo la reglas de juego -es decir la ley- el que, haciendo las veces del pícaro, aprovecha cuantas oportunidades se le presentan para sacar partido a determinadas situaciones echando a un lado el orden legal, la condición de ciudadanía, esgrimiendo engaños y embaucando a quienes se convierten en víctimas de su hacer. Cabe entonces preguntarse, a la luz de lo dicho hasta ahora, si en la Venezuela del presente habremos dejado atrás ciertas conductas reñidas con la civilidad.
La preocupación de Gallegos por la educación para sobre sus hombros fraguar un mejor país es manifiesta. Sambrano Urdaneta y Domingo Miliani (1991: 18)) sostienen al respecto lo siguiente:
Gallegos comienza a publicar en La Alborada y en El Cojo Ilustrado. En la primera inserta varios ensayos, con los cuales quiere contribuir al enrumbamiento de aquella Venezuela que suponían en alborada. Particular énfasis pone en los problemas educacionales del país. En cinco artículos analiza factores que inciden sobre el hecho educativo (…) Su primer artículo lo inicia con esta reflexión, que va a ser una de las claves de su vida intelectual: “El cultivo de los hombres es el único método viable de avigorar con energías de savias puras el organismo desmedrado de un pueblo. Enriqueciendo las unidades, ciudadanos, se enriquece la cifra total: Estado”.
Yace aquí una muestra de cómo el novelista concibe el país en relación con las coordenadas necesarias para trazar la ruta en función de su desarrollo, de su acceso a la modernización. En Doña Bárbara (1973: 18) lo podemos leer con claridad:
Días después Doña Asunción abandonaba definitivamente el Llano para trasladarse a Caracas con Santos, único superviviente de la hecatombe. Quería salvarlo educándolo en otro medio, a centenares de leguas de aquellos trágicos sitios.
En un libro intitulado La picardía del venezolano o el triunfo de Tío Conejo (2008), Axel Capriles da cuenta de la viveza criolla como forma de vida enquistada en nuestra sociedad. Más allá de que tal condición se presenta con mayor o menor arraigo en ciertos estamentos sociales y en ciertas individualidades, el pícaro, el vivo, el águila, el lince, el avispado, la metralla, el avión, el de las espuelas afiladas o el zorro viejo, atraviesan la “venezolanidad” y forman parte importante de ella a la hora de llevar adelante cualquier intento por aproximársele.
El mito del héroe tiene mucho que ver aquí, continúa explicando Capriles: “Nacemos y crecemos bajo la luz de una consciencia épica” (2008: 39). Y en efecto, terminamos siendo quienes al mirarse al espejo, por ejemplo, encontramos la huella profunda de las gestas inigualables de la independencia. A falta de celebrar la heroicidad de los civiles, de manera permanente recordamos y hacemos nuestras, cargándolas como propias, las hazañas de los héroes militares que vencieron nada menos que al imperio español.
La coexistencia en nuestra sociedad del héroe y el pícaro es notoria. De alguna manera vive en nosotros el primero, sumergido en un código de honor lleno de virtuosismo, y el pícaro, alejado de éste como quien se deshace de una pesada carga. En relación con el héroe y el pícaro que habita en nosotros, sostiene Capriles (2008: 50) que ambos enarbolan
Una forma idiosicrásica de disociación producto de la operación inconsciente de una de las más antiguas leyes de la dinámica psíquica: el balance entre los opuestos, las inevitables compensaciones que ocurren cuando una actitud se hace extrema y monopoliza la consciencia, hecho que paradójicamente activa la aparición de su contrario y lo obliga a llevar una vida autónoma y a actuar anárquicamente desde el inconsciente.
El pícaro, íntimamente asociado con el personaje socarrón que se hace patente en nuestros días, tiene su cuota de presencia en Doña Bárbara. Gallegos, probablemente sin proponérselo, realiza un fresco de la sociedad venezolana del momento en el que trascendiendo la condición antagónica civilización-barbarie, tan referida y harto señalada en los manuales y textos escolares de literatura hispanoamericana, muestra un país donde el vivo, el avispado, el transgresor (en el sentido menos virtuoso del término), el que se acomoda a las circunstancias y se aprovecha de ellas bien sea a través del engaño, del fraude o de otro ardid afín a su causa, pretende alcanzar cierto estatus o mantenerse en posición privilegiada.
La mujerona es hasta cierto punto ejemplo de ello. En la obra, en algún momento el narrador dice de ella que “doña Bárbara resultaba incapaz de concebir un verdadero plan. Su habilidad estaba únicamente en saber sacarle enseguida el mayor provecho a los resultados aleatorios de sus impulsos. Pero esta vez no acudieron en su ayuda las circunstancias”. (D.B.: 99), con lo cual se manifiesta una característica fundamental del personaje, no otra que su incapacidad para organizar, sistemáticamente, un plan racional que llevar adelante y, sobre la base de su desarrollo ulterior, obtener el beneficio producto del trabajo, del esfuerzo, del quehacer previsto en el esquema realizado. Es necesario apelar a las circunstancias, improvisar en función del aquí y el ahora ante lo que se presenta como una suerte de vivencia susceptible de aprovecharse echando mano de actitudes y actuaciones producto de la inspiración momentánea.
Para los venezolanos del presente resulta muy negativo el hecho de que los tilden, o lo que es peor, el hecho de que ellos mismos puedan creerse ingenuos, tontos, presas fáciles de la viveza ajena. La contraparte de semejante condición es sumamente valorada, implica sentirse protegido por la sagacidad, ser capaz de repeler trampas, evitar trácalas en detrimento de sus intereses. En esta descripción relativa a doña Bárbara aparece reflejado lo anterior:
Entretanto, doña Bárbara, sin mezclarse en la querella, había demostrado un interés creciente a medida que Santos hablaba. Ya bien impresionada -y muy a pesar suyo- desde que lo vio aparecer en la puerta de la jefatura, acabó de hacérselo simpático la habilidad con que él le había arrancado al extranjero despreciativo la confesión que necesitaba. En parte, por la astucia misma, que era lo que más podía admirar en alguien doña Bárbara (…). (D.B.: 106).
Notemos que la astucia, la habilidad de Santos Luzardo impresiona a la mujer. Tales son los elementos que admira primeramente. Asimismo, su carácter se perfila mejor cuando, en lo atinente a sus afanes de vincularse con poderes sobrenaturales, se dice a propósito de ella: “Era, en efecto, una de las innumerables trácalas de que solía valerse doña Bárbara para administrar su fama de bruja y el temor que con ello inspiraba en los demás”. (D.B.: 49). La astucia, las mañas, las habilidades para desenvolverse en el seno de la vida social, las trácalas, todo este conjunto de cualidades anidan en nuestro personaje. Arturo Úslar Pietri (1992: 371) lo perfiló muy bien cuando escribió: “Es la viveza la condición más admirada y es el triunfo de la astucia contra la fuerza lo que más se aprecia”.
La “legalidad conveniente”, de igual modo, es un elemento que marca de manera contundente las acciones en la novela de Gallegos. Esa es una característica que en nuestro país se mantiene intacta, es un hecho extrapolable que pareciera estar presente a lo largo de nuestra historia, incluidos los días que corren. También es posible toparse con lo que Capriles (2008: 114-115) llama “el espíritu del desorden”, es decir,
El pícaro (…) es sólo una cara del arquetipo (…) Si nos acercamos al consejo de los dioses de la mitología teutónica nos dirá que su nombre es Loki y, enseguida, su mente, su inventiva, su duplicidad, sus trucos, sus bellaquerías, su humor, sus chistes y su mofa sarcástica nos sonarán en el oído como algo conocido. Para Karl Kerényi “Loki es el bribón divino, el fomentador del desorden, un elemento indispensable en todo orden, no absolutamente diabólico pero por ningún respecto moral” (…) ¿Cuánto hay de Loki en nuestros pícaros que no poseen valores definidos, no conocen el principio del orden y marchan a la deriva regidos por sus instintos y apetitos? Ciertamente, mucho.
En efecto, las reglas de juego en Venezuela funcionan grandemente como “cercas” móviles manipulables por el pícaro en cuestión, cofrade del poder, empinado por encima de la legalidad. Tal desorden, dentro de la aparente rutina, dentro de lo que es transgresión asociada a la viveza, a la capacidad acomodaticia o a la picaresca social que nos engulle, es consustancial con cierto comportamiento en sociedad, en el presente y desde hace mucho tiempo. Leamos al respecto un fragmento de la novela:
Artera fue la táctica empleada por doña Bárbara cuando recibió aquella carta donde Luzardo le participaba su determinación de cercar Altamira. Nada podía agradarle menos que esta noticia de un límite a quien, cuando se le ponderaba su ambición de dominio, solía replicar socarronamente:
-Pero si yo no soy tan ambiciosa como me pintan…(D.B.:97).
En nuestra cultura, tradicionalmente imbuida en la noción del pícaro, las normas, las leyes, el orden legal no son herramientas lo suficientemente apreciadas en su funcionalidad. Lo anterior supone un estado de cosas donde importan mucho más las formas que permitirán violar reglas sin ser descubiertos, o burlar estamentos que nos obligan a comportarnos de determinada manera, sin que por ello opere el sentimiento o concepción de que realizamos un acto que merece castigo, o cuando menos el repudio moral, generalizado, es decir, la sanción que le es concomitante.
Así, se tiende a confundir el Estado con el individuo, con el poderoso, que también es el vivo, quien transgrede a propósito lo establecido para estar un paso adelante cuando las circunstancias lo ameritan para dar el zarpazo. Doña Bárbara lo ilustra muy bien al exclamar: “¡Que este papel, este pedazo de papel que yo puedo arrugar y volver trizas, tenga fuerza para obligarme a hacer lo que no me da la gana!” (D.B.: 108). De esta manera se sabe consciente de que, sin mayores obstáculos, puede triturar lo que la ley exige en tanto palabra escrita, en tanto condición de obligatorio acatamiento para todos.
La democracia, la modernización que implica pensar en un país con instituciones sólidas, con un sistema político administrativo eficaz, lleva a consideraciones que suponen el poder siempre en función de la justicia y la legalidad, siempre subordinados a ésta. Pero la Venezuela del presente, así como lo vislumbrable en Doña Bárbara, refieren un personalismo que hace dependientes el mando y el cargo del coyuntural carácter empático con quienes gobiernan en un momento dado. Mujiquita lo ilustra muy bien: “-¡Ah, caramba, chico!- exclamó Mujiquita, y en seguida-: Mira: el general no es malo; pero, aquí entre nos, en todo quiere llevar la batuta. Tanto en lo civil como en lo judicial, aquí no se hace sino lo que él dispone”. (D.B.: 196). Y además, continúa luego argumentando, explicando a Santos Luzardo cómo debe comportarse si desea que sus diligencias prosperen:
-(…) Como comprenderás, en el caso de tu peón, o tus peones, mejor dicho, yo no he dejado de pasearme por la presunción del asesinato; pero en estos momentos, acaba de salir la hoja, es impolítico decir que se trata de un crimen y…
-Y como tú estás aquí para complacer a Ño Pernalete y no para administrar justicia…-atajó Santos.
Y Mujiquita, encogiéndose de hombros:
-Yo estoy aquí para completarles la arepa a mis hijos, que la pulpería no me la da completa (…) Aguárdame un momento. Todavía no se ha perdido todo. Déjame ir a torear a mi toro (…)
-¿No te lo dije? Yo conozco muy bien a mi tercio. Al general no le ha gustado que te hayas dirigido a mí y no a él. De modo que te aconsejo que vayas allá y te le metas bajo el ala. Así es como se consiguen las cosas con él. (D.B.: 196).
Es que en la novela, para la contraparte de la civilización -la barbarie-, hacer a un lado la norma general, desechar lo consensuado, burlar las leyes e intentar ubicarse más allá de ellas es aplaudido, juzgado de la mejor manera, equivale a obtener un plus de salvaguarda a favor de los intereses de un particular. Si las reglas no funcionan para algunos, si existen sólo para dar la impresión de organización, de competencia jurídica y desarrollo institucional, entonces -y esto es válido, notémoslo, incluso para el presente- se vive al borde de la barbarie, o al borde de la modernidad democrática, siempre abrazados con el hecho incierto de que la incertidumbre puede más que la tranquilidad, reflejada aquélla en las normas de obligatorio acatamiento para todos.
Adherirse a la autoridad del Estado es una condición sine qua non que los valores ciudadanos y el país, como un todo, exigen sin cortapisas. No hacerlo implica una concepción del poder que se aleja de la modernidad aludida anteriormente. Con razón Capriles (2008: 146) explica que
Los recién llegados al poder, como resultado de sus proezas de guerra, fueron incapaces de crear un sistema de derecho que tuviera prestigio y reconocimiento en sí mismo. Ese vacío fue llenado con la filiación y los vínculos personales del caudillismo.
Y asimismo, Úslar Pietri (1992: 393) nos recuerda algo parecido:
El mal de la viveza debió extenderse y fijarse en las propicias condiciones de pobreza e inestabilidad de nuestro siglo XIX. En la guerra civil endémica y la constante mudanza de situaciones.
Ya desde el siglo XVII se habían señalado los venezolanos por un rasgo que las gentes de la época llamaban “viveza de ingenio”. Oviedo y Baños, en su encendido elogio de Caracas, dice: “sus criollos son de agudos y prontos ingenios, corteses, afables y políticos”.
El “mal de la viveza”, como lo llama Úslar Pietri, es de vieja data en nuestras geografías. Ha sido reportado, comentado, referido, a veces a modo de chiste, en ocasiones para criticarlo con severidad, pero lo cierto es que atraviesa por completo la identidad -permítanme utilizar esta expresión- venezolana. Minimizar la importancia o majestad de un cargo, saltarse a la torera ciertas normas con carácter de ley, pretender la obtención de beneficios, cualquiera sean éstos, en función de simpatías, de lazos amistosos, de constantes acomodos y entendimientos ocultos con quienes detentan el poder circunstancial, aprovechar la “chispa” propia, el ingenio agudo, el hecho de ser un “avispado” para llegar a las metas por una vía más corta, finalmente produce una perversión generalizada donde debería existir la conducta recta y vertical ante la autoridad, es decir, el reconocimiento del Estado.
Como las normas y leyes de alguna manera suponen el control parcial de ese salvaje que anida en nosotros, que aflora y crece desmesuradamente si no tiene límites y contrapesos, si no se “cerca” a través del orden legal, tal y como pretendía hacer Santos Luzardo con los linderos propios y ajenos a fin de frenar el robo de sus tierras, entonces es necesario recordar que las leyes, antes que punitivas, se orientan al prescriptivismo, suponen, como bien nos lo dice Capriles (2008: 149), “la internalización de la sociedad en nosotros mismos”. Tal condición prescriptiva hace pensar en una sociedad moderna, una en cuyo seno los ciudadanos acatan, sin distingo de cualquier índole, el mandato legal y, es más, son capaces, en tanto ciudadanos, de valorar, defender y enaltecer las leyes y sus principios como parte irrenunciable, fundamental, del entramado político, económico, social que les posibilita una mejor forma de vida en convivencia. Tomando en cuenta lo anterior, ¿hasta dónde hemos llegado? ¿Cuánto tendremos aún que recorrer? La novela de Gallegos puede ayudarnos a pensar la respuesta.

Nota:
[1] En adelante, las referencias textuales tomadas de la novela serán señaladas con sus iniciales (D.B.) y a continuación el número de página respectivo.

Referencias bibliográficas
Capriles, Axel (2008). La picardía del venezolano o el triunfo de Tío Conejo. Caracas: Santillana.
Gallegos, Rómulo (1973). Doña Bárbara. Buenos Aires: Espasa Calpe.
Sambrano Urdaneta, Óscar y Domingo Miliani (1991). Literatura hispanoamericana. Tomo II. Caracas: Monte Ávila.
Úslar Pietri, Arturo (1992). Medio milenio de Venezuela. Caracas: Monte Ávila.

© Roger Vilain 2009
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero43/dabarba.html



lunes, 16 de noviembre de 2009

me quedo con mi soledad







me quedo con la arruga y el amor

Rada



me quedo con mi soledad afín con mi soledad azul con mi soledad atroz con mi soledad felina me quedo con mi soledad arena con mi soledad arruga con mi soledad amiga con mi soledad severa me quedo con mi soledad lunada con mi soledad salvaje con mi soledad gemida me quedo con la arruga del amor me quedo con mi soledad espuma con mi soledad antigua con mi soledad bendita con mi soledad adentro me quedo con mi soledad añeja con mi soledad futura con mi soledad soñada con mi soledad florida me quedo con mi soledad eterna con mi soledad dorada con mi soledad trapera me quedo con mi soledad a secas me quedo con mi soledad gaviota con mi soledad ansiada con mi soledad genuina me quedo con mi soledad preñada me quedo con mi soledad alada con mi soledad a pie con mi soledad francisca con mi soledad cristiana me quedo con mi soledad dormida desnuda presente descalza me quedo con mi soledad insomne despierta con mi soledad ahumada me quedo con mi soledad al hombro me quedo con la soledad sin mí


A Freddy Ñáñez

En: Sombra Antigua Colección Dragones de Papel. Abril de 2005



domingo, 15 de noviembre de 2009

Palabra y canción vertical






Palabra y canción vertical


Mery Sananes


A Pedro Mir



Y cómo vamos a hablar de patria
si la tierra no reconoce los linderos
que les coloca el hombre
si su siembra crece de ambos lados
de un madero que dejó de ser árbol
para convertirse en despeñadero y
centinela de frutos ajenos y suspiros
arrebatados

Creímos que algún día la tierra
sería ancha y extendida como una
casa sin puertas ni ventanas en las
que cabría la alegría y la esperanza
y por ello alguna vez hicimos del
bosque una encrucijada de metales
sin saber que el fuego que manaba
de sus arterias iría a herir nuestra
propia sombra

Y se nos fue la ilusión prendida
de la risa rota del último niño aturdido
por la devastación de sus sueños
y sus cuadernos de dibujar estrellas

Y ahora resulta que no hay patria ni casa
ni risa ni niño sino una tristeza que cabalga
en los mariposales del alma como si fuéramos
transeúntes de una historia que no nos
pertenece

Qué se nos hizo la esperanza
que condujo tantas nubes a convertirse
en ríos cristalinos
qué se hizo la canción que entonaba
la tierra en las madrugadas de los frutos
regados en las empalizadas de los párpados

No sabemos ya ni cómo recoger los pedazos
de lo que fuimos de tanto desgranar asombros
donde sólo había muerte sin sepultura

Y ahora que apenas somos silentes
espectadores de un tiempo sin colores
ni brisa no atinamos siquiera a escribir
el epitafio de una patria vestida de cielo
y aromada de arroyos que sólo sabe
de horizontes quebrados de unas aguas
que se alejan mar adentro dejando su huella
de sequía sobre los surcos de un rostro
aquejumbrado

El precipicio se llevó las palabras
las aturdió hasta hacerlas perder la ternura
de que estaban hechas y el aroma de café
que brotaba de sus gerundios
nos quedamos con un grito aherrojado
que tiene un sabor a metal y a camino minado
y nos quedamos callados en vez de ir
en busca de la canción de la que nacimos
olorosa a maíz a jobo y a azafate de melados

¿Desistiremos acaso de toda ilusión?
¿Entregaremos la muerte que aún nos queda
sin que el pecho se destroce de tanto vacío?

Hay que poner la palabra de pie vertical
como el tallo de un maguey
con hondura de pozos artesianos con una savia
nueva que inunde los vasos comunicantes
de la rota ingeniería que nos sustenta
y salir a sembrarla en los vericuetos de
nuestra incertidumbre hasta que brote
una canción que acalle por siempre
este tropel de tristezas en que se nos ha
convertido la existencia




Empezamos







Empezamos midiendo con la mano el patio, el cielo de la antigua escuela ahora solamente sopesamos el llanto de la muerte en pie de guerra cuando niños jugamos al castillo los sueños se mecían en las sienes diciembre —lumbre en colosal niñura— algo mejor para el mañana ignoto de nuevo niños —el reloj del tiempo—. ¡Que nunca se nos nuble el horizonte! ¡Que nunca más la nieve se enrojezca! Ante el niño fundido en la trinchera: ¡Menos fuerza, Señor, para la guerra y más valor para fraguar la paz!

Pablo mora








miércoles, 11 de noviembre de 2009

Si vis pacem...





Si vis pacem…
Pablo Mora





Los intereses vitales de Estados Unidos, en torno a los cuales se organiza toda la actividad del Departamento de Defensa, comprenden: Proteger su soberanía, su territorio y su población. Prevenir la emergencia de hegemones o coaliciones regionales hostiles. Asegurar el acceso incondicional a los mercados decisivos, a los suministros de energía y a los recursos estratégicos. Disuadir y, si es necesario, derrotar cualquier agresión en contra de Estados Unidos o sus aliados. Garantizar la libertad de los mares, vías de tráfico aéreo y espacial y la seguridad de las líneas vitales de comunicación.


En referencia a las dimensiones del escenario en el que se dirime la hegemonía mundial, éste se modificó sustancialmente con algunos acontecimientos paradigmáticos, cada uno de los cuales con implicaciones y secuelas de diferente carácter: La derrota de la guerra en Vietnam, el estallido del mundo socialista y el “ataque del terrorismo”. Efectivamente, el horizonte se amplió pero su control se hizo más difuso. Ni el mayor hegemón, constituido ahora como poder global, actualmente vulnerado, es capaz de dominar todas las fuerzas sociales, organizadas o descontroladas, que lo conforman. En este contexto el diseño de estrategias y el propio pensamiento estratégico se colocan en un lugar central dentro de la organización de la dominación y la competencia. Esto repercute en la tonalidad militarista que han ido adquiriendo las relaciones mundiales, y que tiene evidentes y profusas manifestaciones en la vida cotidiana y en la creación de imaginarios, y explica por qué la teoría y la praxis militar se han ido comiendo los espacios de expresión de lo político.


Cuando de nuevo la cultura de la guerra enarbola sus huestes y banderas, recae en manos del diseño y el pensamiento estratégico de la hegemonía mundial unipolar la ocasión de optar definitivamente por la guerra o la paz. Si vis pacem, para bellum, nos lo dice claramente De Re Militari. Llegó la hora de definiciones claras y precisas. Como lo desea Federico Mayor: “Pasar de una cultura de guerra a una cultura de paz. Una conciencia de paz —para la convivencia, para la ciencia y sus aplicaciones— no se genera de la noche a la mañana ni se impone por decreto. Se va fraguando en el regreso —después de la decepción del materialismo y del servilismo al mercado— a la libertad de pensar y actuar, sin fingimientos, a la austeridad, a la fuerza indomable del espíritu, clave para la paz. Corresponde a las generaciones presentes la casi imposible tarea bíblica de ‘transformar las lanzas en arados’ y transitar desde un instinto de guerra —forjado desde el origen de los tiempos— a una conciencia de paz. ¡Aprender a conocer, a hacer, a ser y a convivir! ‘Evitar el horror de la guerra a nuestros descendientes, construyendo los baluartes de la paz en el espíritu’ de todos los pobladores de la Tierra.


Recoger las preguntas de los niños para que nunca el hombre pierda asombro. Nombrar la libertad, la vida, el fuego, la fuerza de los sueños de los ríos, las canciones, las hierbas de la tarde. Morir cantando, sacudir asombros, darle vida a la tierra, la alegría a la lluvia, color al arco iris, romper cercas, sembrar enredaderas, amanecer con nuevos alumbrajes. Preparar un manjar que a todos sacie, a la gacela bajo el tamarindo.


domingo, 8 de noviembre de 2009

Si vis pacem, para bellum






Si vis pacem, para bellum


Pablo Mora



oír el llamamiento y presentarse en el patio de honor tomar el arma la lumbre genital en la batalla celarla antes después y en la faena alistarse entrenarse permanentemente partir de madrugada irse al frente a primera línea o retaguardia con trinchera o sin trinchera enfrentando al enemigo fuego a fuego defendiendo atacando resistiendo calada en el fusil la bayoneta empuñar la destreza necesaria sentir el apoyo del certero impacto de los misiles los ángeles custodios de la justa oír rumores nunca divulgarlos saber que el arte es una guerra en grande
hablar de vez en cuando de temas menores ir formando gestos lentamente usar la propia mano como almohada trasplantar los recuerdos hacer correr un pedazo de oscuridad sobre otro recortar el espacio que queda entre las cosas sacar de circulación nuestra imagen cambiar la propia imagen periódicamente cambiar de imagen cada tanto como se cambia sueño cada noche
crear un marco para cada cosa cuidarse de poseer características ajenas a nuestro destino oír todas las verdades y todas las mentiras descifrar cuidadosamente cada una de las sorpresas vespertinas o de fines de semana fin de año o fin de siglo cambiar de voz de nombre y de oficio para averiguar lo imposible comprender la semiótica de las iguanas y las lagartijas
subir a la locura por la parte más accesible reparar el pensamiento para a los escamoteos de las cosas escapar de las miradas de los otros después de la propia mirada luego de la mirada de las cosas desmadejar las líneas de la mano entremezclar los ojos y las cosas desencajar el silencio del sueño aprender a olvidarse del recuerdo
quebrar el hipnotismo de las cosas desenfrentarse de la vida y mirar hacia un ojo que no nos hipnotice inventar respiraciones nuevas inventar el regreso del mundo después de su desaparición llevar una mirada de repuesto o comprar alguna en el mercado inventar otra mirada y si aún faltare algo inventar también otra forma más concreta del hombre
aprender a afinar la guitarra con la puntería exacta del fusil para marchar al combate con el pueblo recoger lo poco que existe y crear lo que no existe empezar a no reflejarnos ya en los charcos disolver para siempre nuestro grotesco oficio de encuadernar la nada adorar hasta la demencia la rebelión de Adán y Eva tomar en cuenta las notables diferencias entre un Pontífice y un Poeta de la Liberación valerse de la ocasión para renovar las seguridades de la alta y distinguida estimación
despertar al silencio de la vida abrir el oído al ojo o echarle ojo al oído hacer silencio para darle paso a la luz colocar acento al tiempo antes de las palmadas de la muerte escuchar el aplauso de los pájaros cuando revienta en diapasón el día a pesar del estruendo de las hambres
reconquistar nuestro origen reconocer que no hay quejido mayor que el del amor estar atento al parte de guerra saber que existen caminos que no hay que seguir ciudades que no hay que asediar o atacar ejércitos que no conviene hostigar preguntas que no hay que contestar y hasta órdenes que no hay por qué cumplir dejarse ser dejar que toda cosa sea a pesar de tener que competir partir andar luchar llegar vivir auscultarse encontrarse y aceptarse hundirse hurgarse ser sentirse serse
saber lo estrictamente indispensable participar en el engaño en el ardid la situación o la apariencia llevar la astucia al máximo posible adaptarse a la situación sobre todo a la situación ajena avanzar por caminos tan insólitos que nunca el adversario logre descubrir dar con el más vulnerable de los puntos batirse en retirada o perseguirla contar con la moral el ánimo el terreno el clima el mando la ocasión y la doctrina
descubrir el esquema general del enemigo como el agua adaptarse a las formas nuevas usar ataques directos e indirectos pulsar la ventaja y desventaja de la hazaña protegerse del árbol que se agita del pájaro que se espanta del polvo alborotado del llanto de la bandera en el contrario frente
distinguir claramente entre terreno accesible deleznable angosto accidentado fronterizo clave convergente difícil o mortal conocer al enemigo como a sí mismo para que nunca la victoria sea amenazada conocer las fuerzas naturales el fuego el risco el agua por la escarpa contar con el agente secreto inevitable administrar pertrecho y proyectil
adelantar vivir sobrevivir resistir hasta el último combate huir de frente atacar de retirada volver caras triunfar en la derrota ir entre escaramuza y sorpresivo encuentro halando la explosión del lauro rechazar la sentencia de la muerte asumir alto el triunfo de la vida
blandiendo diapasones subversivos llevar hasta la cima la bandera y desplegarla en rancho en cada aldea hasta colmar la lágrima del pueblo coronada la lucha asegurar la militancia plena por la belleza y la verdad del hombre como un golpe de amor en cada miedo como un claro de tierra en la mirada
desentrañar secretos al asombro grabar el sueño entre los árboles estar en el centro de la vida de por vida tener mucha imaginación para ver la realidad asumir absurdos enigmas laberintos y zozobras perpetuar la gloria del mundo en un grano de maíz mantener la espada en la trocha que corresponda abrir compartir la luz al mismo tiempo que la noche oscura encender lámparas en el túnel de la infamia enloquecida empuñar las manceras del arado
dejar crecer el verso la vigilia el abrazo el amor la vida el juego no hay que podar la paz tal vez la rosa extasiarse asombrarse ser lumbre vino juego trashumancia ver a Dios desnudo sin hacerle caso uno no sabe si lo oyen las estrellas las piedras por la noche a solas vuelan en cada cuarto oscuro sombra insomne habrá algún árbol donde nadie llegue un horizonte que el hombre no alcance un hombre encuandecido un frailejón donde la lejanía a solas viva
saber del hospedaje del silencio mirar atentamente el horizonte mientras la muerte nos espera un rato mientras la tarde se despide lenta mientras la selva hacia la noche viaja
saber de la escritura de las piedras del colosal silencio de los grillos abrirle los postigos al crepúsculo tantearle a los sueños sus señales fundir los versos en tenaz acero
hacer caber a Dios en un dedal al Sol en el ojo de una hormiga al mar en los labios de una perla mientras la luz ensimismada duerme
ser lámpara en la noche de la aldea sin aldaba sin llave sin silbido reconocer el sueño entre la luz hasta bajarnos de la sombra in albis y encontrar otro insomne en el camino
recoger las preguntas de los niños para que nunca el hombre pierda asombro nombrar la libertad la vida el fuego la fuerza de los sueños de los ríos las canciones las hierbas de la tarde morir cantando sacudir asombros darle vida a la tierra la alegría a la lluvia color al arco iris romper cercas sembrar enredaderas amanecer con nuevos alumbrajes preparar un manjar que a todos sacie a la gacela bajo el tamarindo
conocer las entrañas de las hojas el corazón del bosque y sus vitrales el páramo sus cuitas y plegarias desenterrar el misterio de la rosa ahuyentar la sombra y sus reveses escapar del ladrido de la calle del hosco muñón del peregrino del puñal que en la acera nos espera o del barco que acecha nuestras costas dar con el ámbar del primer arroyo traspapelar la terquedad del lunes aullar juntos delante de los cielos escucharle al pobre su alarido compartir esperanzas con el árbol expulsar el despojo mutilado ser libres así el fuego nos cercene quitar algunas comas al crepúsculo ver la noche sin que nadie contradiga eludir la risa ensangrentada dar con una migaja de soledad marina atravesar tragedias agonías alero interrogante incertidumbre
dar forma al vacío ojos al poema para que pueda cruzar la calle alas a Dios para que llegue al hombre robarle sin que sepa una sonrisa al sol en la arboleda cruzar no la aurora sino el alma en que ampara su soñar aupar asolear la eternidad escuchar la soledad y dirigirle la palabra llegar con los ojos abiertos a la mirada final pedirle a la luz que nos espere reprocharle al alba su tardanza correr con el peligro de la vida
acercarse a los que sueñan o sollozan o tienen hambre y sed bajo el cielo verse en el que tiene más de mil años de pedir pan y sueño en el que no tiene camino que seguir detenerse a la orilla sangrante de una pena adentro de las pequeñas casas de cartón escuchar el sonido de las lágrimas
acordarse del viaje hacia la sombra alumbrar la maravilla encender relámpagos asombrar al tiempo sentir las sombras fundar los sueños amar al viento limpiar el poder cuando corrompa unir lo posible con lo imposible llevar el infinito a cuestas sentarse en el lugar del hambre llevar a peso las palabras reinar sobre la muerte salvarse juntos saber cuándo con qué fuerza de qué modo asumir nuestro destino
salvaguardar al hombre que florece la lumbre lubricante de la piedra descargar nuestros almácigos vivir mientras el alma nos suene morir cuando la hora nos llegue ver regresar la primavera pasar a tiempo la palabra abrirse desgarrarse con el otro
pronunciar la palabra decisiva confirmar que la civilización no es más que una injusticia armada que la poesía es una insurrección que el poeta no se ofende porque le llaman subversivo cuando le dicen insurgente decidirnos por la libertad de la palabra hasta hacerla timón en nuestras manos para el hombre que empina su bravura
rebelarse en la muerte bochornosa ir tras la flora del variado enigma llegar a la mejilla de la tarde amar la tierra amar al monte al hombre los cangilones de hambre a la intemperie rescatar las preguntas de los otros preguntar por la rosa por el hombre
recobrar la palabra germinal su legendaria esquina memoriosa la pródiga semilla sobre el campo las claras madrugadas fornicantes transgredir lo decible y permisible frente a una palabra enmascarada fantasiosa una clave articulada lujuriosa pertinente una palabra activa digna apasionada certera cruda furente fehaciente empuñada insomne verdadera una palabra que golpee al mundo y acompañe al hombre urgida llameante inextinguible adecuada al enigma universal y al majestuoso corazón del hombre a pulso de vinagre vino y júbilo dejar que asome la palabra el hombre
oírle los crujidos a las horas palpar la inofensiva algarabía sumarse a la marea la insurgencia ataque o contraataque necesarios ponderar las armas de los perros y los pájaros el diapasón del bosque del silencio los pozos de las rosas y los muertos la rosa que nos lleve a las estrellas recobrar el derecho de las piedras conjugar sueño polvo soledades al paso de los soles que nos resten que el sueño siempre cumpla su promesa advertir que el rumor de un pueblo almado es más bello más puro que el rocío hallarle el pan a quien lo pierda o sueñe concurrir al llamado de las flores cuando sangre el costado de la rosa pendientes del clamor de las palomas cuando aceche penumbra horror borrasca de noche retroceden los relojes

toparse acompañarse entusiasmarse adherirse juntarse desaislarse asociarse zurcirse reunirse llevar en el pañuelo una granada ya pase lo que pase por si acaso alumbrarle el sendero a las luciérnagas alzar al sol la lluvia las fogatas velar por el camino de la aurora andar con el hermano que nos quede a la huerta perdida de la aldea para ver qué semillas recoger es tiempo de arrumbar los macundales de encontrarse de nuevo con las topias usar el cielo en caso necesario a la tierra en ausencia de sus manos emborronar de lluvia los poemas de lidia en lidia al alimón al quiebro en busca de la obranza volar sobre el misterio de la arena labrar el día rasguñar el cielo dejar en batallón nuestros silencios deslindar terredad de abatimiento legado salvación andaje velas darle de beber a las botellas darle tiempo al camino a que regrese porque a las noches también les da sueño

De: Sangre Zurcida




domingo, 1 de noviembre de 2009





Manuel Felipe RugelesJinete insomne en las crecidas del alma


Pablo Mora



Profesor Titular, Jubilado, UNETSan Cristóbal, Táchira, Venezuela


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Flor y luz de los jardines
Empezó su canción con tema de cosas ya olvidadas. Dejó que el alma pasajera apacentara sus sueños. Lejos, perdida, olvidada, y sin embargo tan cerca, la ecuménica majestad de Dios, la advirtió en el espejo de la estrella y del agua. Buscó su voz perdida entre las rutas altas de la montaña, en la ciudad de la sangre. Buscó acercar su alma a toda cosa. Descubrió la alegría en el revuelo de pájaros que habitan los bosques, en los pájaros de la tarde. Habló de paz y amor en sus parábolas. A cántaros, pidió a su Dios se hiciera en él la voz de su grandeza eterna, iluminada. Clamó en nombre de los tristes del mundo, por los oprimidos. Y, casi blasfemando, dijo: “Y tú, Dios, perdonando la mentira y el odio / y la sangre vertida que corre en nuestras manos.” Revélale al hombre el hondo destino de los hombres.
Entre cuatro horizontes, pasó su niñez entera hasta descubrir un camino que lo llevaría siempre a regresar al territorio inédito de sus asombros. A la aldea dio su alma. Y la aldea le sigue dando de turbio en turbio palo y palo. Lanzado a todos los puertos, nunca dejó de caminar por su corazón adentro. Sintió la voz de oro de los pájaros, el silencio augusto de abejas, árboles y aire. Cruzó una y otra vez frontera. Supo de la íngrima soledad del hombre. Del páramo y su larga pena. Tendió su mano al labriego. Llevó en su canto niebla y desvarío. Fue, anduvo, regreso, vino, siempre con su montaña a cuestas: con los pinos, los prados, los sauces, los páramos, los valles, la neblina -la palabra alada del agua-.
Su casa fue la casa de la harina. Cantando estuvo con su propio canto. Gritando anduvo con su propio grito. Supo de la encina, de la fe, del llanto; de la arena, el mar, la sangre, los fusiles; de la nostalgia, del Ande y de sus breñas. De la soledad, la lluvia, los caminos...
Aunque en la sombra sigue, su corazón lo habitan altos sueños, fraternidad, jardines, fuentes, mariposas, lontananzas, cánticos de esperanza y voces nuevas; anónimos patriarcas en zarzales, gritando en la corteza de las siembras, mientras viste la tarde de neblina y va cayendo el sol, el agua, el iris. En su interior, aromado de almendro, viven los labriegos de pie, sobre la tierra, esclarecidos. Las espigas, los frutos, las colmenas, la tristeza y la música y sol de los arroyos y la flor y la luz de los jardines. Su palabra -viento sobre el ala- y el ala y la luz de su presencia, hasta la sombra en su rosal de olvido.

Jinete insomne
El poeta es un jinete insomne, cabalgando la vida entera en el paisaje que se beben sus pasos. Como si la tierra que camina fuese enarbolando magias que su pupila deshace en versos de madrugada, para reencontrar el hombre que las habita. Allí entre esos horizontes que dan cuenta del mundo, el poeta construye su equipaje frugal de pájaros y neblinas, para no perder jamás la vasta hondura que lo contiene. El jinete insomne cabalga estrellas hasta el amanecer. Barco de larga travesía, ola lenta de fuertes resonancias, cabalga que cabalga las estrellas, a caballo en las crines de la mar.
“El poeta no sólo sabe imaginar. Puede sentir lo que ocurre a su alrededor, lo que sucede lejos de su siglo, lo que quizás nunca suceda, haya sucedido o pueda suceder... Cuando el mundo colisiona vuelve sus ojos al poeta, quien proporciona un faro de chispazo eterno para combustionar los elementos. Son águilas azules que trazan signos con su vuelo herido. Por eso cuando se va el poeta se va el equilibrista que tambalea sobre una línea de luz tras un telón de sombras; un mago de la inseguridad -diría Char- y bien podría afirmarse que aún la muerte azuzará en él su rebeldía de infinito, se irá sonriente y pálido, jineteando la vida, copulando con la muerte, y ya sentado en el bostezo de la noche le seguirá tirando palos a la luna.” (Tirso Vélez). Le seguirá tirando besos a la aldea.
Se va jineteando la vida, pero convocando el galope que resuena sobre la hierba, que hace cauce en el viento, que toma impulso en el corazón del hombre, cuando se asoma, asombrado, a las claves que le ofrendan las palabras que dicen los árboles, la neblina, los pájaros, la aldea. Ese es el trayecto que el poeta invita a rescatar, desde el solar de cada casa, cada huerto, cada espacio habitado por una soledad y un silencio que él convierte en surtidores de amor, en un tiempo traspasado de guerras, ocupado en la propiedad de la semilla, más que en multiplicar los hornos para repartir un pan de espigas, aliñado con levadura de neblina y polen de amapola.
¿Será por eso que se recitan sus versos en el tono bajo de quienes comparten un secreto? ¿Será por eso que su gloria -su palabra, su coraje, su canto-vida, su semilla- ni nos convoca, ni nos reta, ni nos lleva a echarla en el viento que prospera? ¿Será esa la razón por la cual sus versos piruleros con sabor a risa, no se aposentan en los rostros de quienes dejaron de ser niños? ¿Será por ello que, a cien años de su nacimiento, aún no relumbra su aldea florecida? Rendirle homenaje debe significar abrirle compuertas al amor, encontrar nuestro propio lenguaje-acción para multiplicar la existencia de un hombre capaz de leer en los almendros encendidos, los samanes y las acacias, la dimensión exacta de la vida que tendrá que ser.
El poeta no anda solo, se desvive y es en el otro y a través del otro. Su pena se confunde con la pena del mundo. Convoca la palabra del otro. Una palabra liberada, purificada, primordial, esencial, resolutiva, signo del ser, una palabra-ser a la que da rienda suelta hasta que revele el porvenir. Habla de una vez para mañana. Pronuncia la palabra decisiva. Envuelto en subversiones y versiones, marchas y contramarchas, da con la palabra necesaria, subversiva. Confirma que la civilización no es más que una injusticia armada. Que la poesía es una insurrección. Que no se ofende el poeta porque le llaman subversivo, cuando le dicen insurgente.

Armados de una ardiente paciencia
Desciende por favor a sus entrañas. Verás que el corazón de los poetas es un injerto de desierto y luna. Amigo de la sombra y sus caudales, de la sombra difusa de la muerte, de las maneras de morir al día. Revelarás el triunfo del poeta: saberse polvo, polvo enamorado, velando a pensamientos desatados.
Vive fuera de sí o muy adentro. Sabe el tamaño exacto de la pena. Conoce el lado oscuro de la rosa y la terrible majestad del pan. De lumbre en lumbre, en orfandad suprema -hijas de los trigales y las piedras- su cólera y ternura vagando andan por campos, farallones y veredas. Vigilia del asombro detenido, marchándose de prisa sin moverse, estatua en soledad, en estampida. Remontando hacia adentro de la lumbre, entre umbrales, abrojos y neblinas, subterránea fuente al descubierto.
Así como la poesía fluye, eterna, en el espacio cósmico, palpitante girará en el espacio blanco de la hoja y la esperanza. Mientras la lógica pretende explicar el mundo, será la Poesía la que se encargue de salvarlo. Sólo, entonces, la razón poética podrá rescatar para nosotros el mundo destruido por la razón científica, la razón técnica y la razón política. Sólo, entonces, al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos a las espléndidas ciudades (A. Rimbaud).

La edad eterna
A cien años del nacimiento del poeta, recorrer el itinerario vital de su palabra es asistir, una vez más, al alumbraje de esta tierra-aldea y sus neblinas, atravesar con él el cauce natural del hombre para descifrar su lento asombro; por el que paulatinamente busca afianzarse, eternamente predicando y develando lo enigmático, lo irredimible; lo lumínico, lo inimaginable, lo asombroso, lo inaudible que reposa en la oquedad fulgente del camino. Ciudad de Sombras, Viendo la noche, Lunas y Ocultamientos, Las casas líquidas, La costumbre de ser sombra, Donde aclaran los abismos, Todos los instantes, El reverso del reloj, El color de la nada, Fuego por tierra, Tierra de ámbar, Amenaza del Tiempo, Tiempo de guerra, Hileras de sol, Materia de eternidad, El pozo de los sueños, Parte de asombro, en aparente complicidad, se hermanan para alumbrar la maravilla, descubrir la dicha oculta, exultar la certeza sensible, volver al hallazgo de estar vivos, de ser definitivamente un gran dolor en viaje, la voz antigua de la tierra.
Con Manuel Felipe Rugeles, celebramos la edad eterna de la verdadera poesía, la que Neruda declara indestructible. La que se hará mil astillas y volverá a ser cristal. La que nació con el hombre y seguirá cantando con él. La que canta y cantará. Manuel Felipe, el hermano de la harina, es por eso quien nos entrega el pan de cada día, amasado de neblina y almendros, hojarasca y mariposa, aliñado con la tristeza del hombre que no vuela, y a quien él le construye alas de pájaros, para un bosque infinito de cielo enamorado.

El peso de la andinidad
Todo este cúmulo de ideas, constituye la plataforma estética que signa el magisterio poético de Manuel Felipe Rugeles, máxima estrella de nuestras letras regionales, poeta mayúsculo en la lírica iberoamericana. Ecólogo, ecologista, Manuel Felipe Rugeles rindió culto al hombre y la naturaleza: a lo telúrico, al paisaje y a lo humano. Consciente de que el hombre habita en cuanto construye, respetando la tekne aristotélica, en tanto creación, arte, ‘poner al descubierto’; conocedor de la tríada heideggeriana: ‘construir, habitar, pensar’; de que el arte -la poesía- contiene y edifica un mundo a la medida del hombre, se propuso realizar su mayor anhelo: ser fabricante de la ilusión espiritual, de los sueños de su tierra y de su gente.
Poner al descubierto la palabra matriz, fundante, inicial, el logos seminal -la sustancia de origen, de cópula, de semen, de sangre-, la palabra sustancial, sustantiva, la del engendramiento del telúrico hormigón, fecundación y canto, apertura de un nuevo territorio; revelación de Los Andes ante el orbe a través de las sendas naturales que, generosa, brinda la montaña.
Así, el “destino escritural” en la sustancialidad de la palabra se hizo verbo, verso, imagen, metáfora, sueño, vida. Sabía que alguien tenía que cumplir, entre nosotros, con una suerte de tarea, de pasión adánica: nombrar para que fuesen nuestros seres y cosas, nuestra vasta geografía, nuestro hombre, nuestro paisaje, nuestra neblina, nuestros confines, nuestros sueños campesinos, siderales.
Entonces, su mirada fue. Y conoció la lejanía. Imagen verbal, precisa, grano, semilla, germinación y fruto. Figura decisiva en los laureles, hundidas sus raíces bien a fondo, a prueba de tormentas, con él surgió uno de los árboles mayores de la patria, con la verdad deslumbrante de su armonía nativa.
Armonía natural que con Rugeles, el hegemón, consagró el peso de la andinidad, “la tradición de la poesía andina, afincamiento en la teluridad de la vida campesina serranera, prisionero y tributario del paisaje de las tierras altas con toda una manera de decir, con todo un léxico peculiar...” Lo que hace pensar a Lubio Cardozo que “no es fácil zafarse al peso de una habitud tan densa como la literatura de la andinidad, esconder las voces del hechizo del entorno de la serranía andina.” Literatura que encierra “ese orbe de panoramas, costumbres -mores patrii-“ pozo del patrimonio, el suelo, la memoria.
Leer a Rugeles es encontrar fuentes innumerables, inagotables, que nos revelan hurganzas, riquezas y hallazgos; ráfagas, jirones, pensamientos y versos, que difícilmente uno hallaría y que de pronto están allí reunidos, como un manjar para quien busca en ellos huellas, claves, líneas, designios poéticos y vitales.
La lectura de sus textos siempre enriquecedora. Dueño colectivo de la neblina y los paisajes andinos, hechos de sombras, de lumbres, de azules mariposas y procelosos soles, los dejó correr, los echó a andar, los dejó libres, para que poblasen el horizonte, nombraran el asombro, disolviesen las sombras desde el fondo de la oscuridad, hasta que, tomando el vuelo de los azulejos, aromados de pomarrosas, enarboló y lanzó al voleo, tendiendo su oficio creador hacia esa ilusión de refundar la humanidad.
Sembrado, así, en los huertos y en la neblina de nuestros territorios siderales, en la terca, pertinaz esencia de este suelo; de esta tristeza, de este grito, de esta angustia, este alarido, este anhelo; fincado en el desiderátum y en la trayectoria de la esperanza que cultivamos, su palabra -vuelo de colibrí en sembradío- visión del mundo para un solar lluvioso, aliento y tempestad para los vuelos altos, para el largo rodeo, para el jinete insomne que a pulso de trigal y de neblina, soltándole las riendas al ensueño, ¡puro, como la harina de los trigos! toma por asalto los amaneceres.
Palabras sustanciales a modo de hitos emblemáticos inundaron, entonces, el acervo poético nacional, continental: cántaro, neblina, niebla, aldea, memoria, melodía, presencia, valle; vereda, zarzales, espiga, cielo; paz, terrazgo, copla, canto.
Todo:
Para que exista menos hambre,menos dolor y menos miedo.
...Y no el mal de una nueva guerra que atice el odio contra el odiode hermano a amigo o camarada.
... para que al fin sobre la tierrano haya más sangre derramada....Para que siempre con su brilloduerman las vírgenes espadas.
... Para que el hijo se levantecomo la espiga de las erasy se renueve la esperanzadel solitario o del vencido.Para que nunca haya una sombraque apague el sol de nuestra frente,ni la verdad de nuestras manos.
...Y en la plenitud del espacio,sobre el azul de los abismos,triunfe la bíblica palomacon el mensaje de sus alas,anunciador de la Alegría!
Canto a la Paz(Dorada Estación)

Todo, por el hombre:
Este hombre es el mismo que conocen los siglos.Vencedor o vencido, filósofo o esclavo,justo o impenitente, conforme o vengativo.
Este hombre es el mismoque ha tirado el guijarro o ha aromado la venda,que ha escondido el puñal o ha cortado la rosa,que ha erigido el patíbulo o ha apagado la hoguera.
El que avivó la ira o prendió la alegría;el que vistió la púrpura o el que anduvo desnudoo lloró frente al mar o atizó la tormenta.
...O el que desesperado sin esperar blasfema,o el que ha hundido sus labios en la herida de Cristoo el que ahoga su llanto profético en la sombrao el que mide su vida por un grano de trigo.
Todos el mismo hombre que conocen los siglos.Y en la historia o la fábula diciéndonos hermanos.Y tú, Dios, perdonando la mentira y el odioy la sangre vertida que corre en nuestras manos.
Hombre(La Errante Melodía)

Todo, por la pena que da mirarlo:
Mi voz perdida en la nieblacomo pluma sobre el viento, ha de llegar hasta tipor estos desfiladeros.
Indio sin tierra, sin rancho, sin cobija, sin sombrero, solo, desnudo en el páramo,con hambre de pan moreno.
Indio que ya nada tienesallí donde fuiste dueño y que ahora por la sierra vas caminando en silencio tras el caballo y la sombra del último encomendero.
Mi voz perdida en la niebla te va buscando a lo lejos. Mi voz sacude el tamborprimitivo de tu ancestro.
Indio sin pez, ni laguna, sin carnada, sin anzuelo.Indio que estás en la tierra como un sauce a campo abierto.Ruina impasible. Dolidaestatua. Pájaro ciego.
¡Qué pena me da mirartey saber que eres tan nuestro!
Qué pena me da mirarte(Aldea en la Niebla)

Todo para que nos detengamos a mirar al hombre solitario que cabizbajo camina las piedras.
La cobija rojinegra sobre los hombros. ¡Qué frío el de los páramos!
Mirad al hombre. Miradlo.
Junto a la cerca de piedra,cabizbajo.
Frente al hierático pino, solitario.
Mirad al hombre. Miradlo.
Aguda barba de oro.Ojos oscuros, lejanos.A la orilla de las parvasmirad al hombre. Miradlo.
¡Qué soledad! ¡Quién pudiera saber lo que está pensando!
Mirad al hombre, miradlo(Aldea en la Niebla)
Y Manuel Felipe Rugeles, con su verso, dio aliento y cauce sonoro a esa soledad, porque cuando el hombre tiene una aldea, tiene el universo entero, en los cristales que le da el río, los pájaros que le da la huerta y a Dios sobre la hierba, caminando en el viento.

Escuela Andina
Nunca el paradigma naturaleza-creación mejor enarbolado que por él, Fundador de la Escuela Andina, donde la belleza y la musicalidad de nuestro paisaje son la razón de ser de nuestras grandes pertenencias o manifestaciones en orden a lo poético, lo musical, lo pictolírico -estímulo, motor fundamental de nuestras mayores creaciones, realizaciones-. Lo que ipso facto conduce a una visión ecopoética basada en un peculiar entorno estético-natural, esencia primordial que define la luz frutal de nuestra gracia.
Dentro de la concepción de la ‘sabiduría del ser’, de la Ontología Psicosomática, diríase que Rugeles encarnó como ninguno el cuerpo ecosistémico -ecologizado, libre-, haciendo realidad, con su vida y su palabra, la sabiduría del ser y del ser regional.
Hombre verdaderamente “musical”, hizo honor a la racionalización intelectual del “patrimonium salutis”. En uno como patetismo, envolvió, registró y reportó los flujos y reflujos naturales elevados a la mayor dimensión poética.
El escenario andino -belleza corporal auténtica- sublimado, idealizado, es ensalzado entre suprema gloria, magistralmente, contrastándolo con la bellísima e inconmensurable energía del ser humano universal. Nadie como Rugeles, en fulgurante encarnación de su terruño, confirmó mejor que sólo quien ahonda en su aldea universaliza. Tal como la poesía de Rugeles universaliza a su región andina.
Siempre al caer de la tarde.Yo, solitario en la sombra,mirando el final del valle.
Oyendo la voz del ríoque jamás cambia su cauce.
... Yo, solitario en la sombra,no sé si acaso perdido y sin volver a encontrarme.
Oyendo el agua del río, mirando el final del valle.
Yo, solitario en la sombra, por fin un desconocido.Uno más. Un habitante.
... El valle es de oros tranquilos siempre al caer de la tarde.
Yo, solitario en la sombra(Dorada Estación)

Rugeles, nacido lejos del mar, es quien mejor entiende la dimensión más vasta del espacio, aquella que adivina en el cerca el horizonte más lejano, y en la gota de agua el cauce que conduce a las lejanas orillas.
Madre, mirando uno el marde cerca se sueña lejos.Parece que el agua tiene la luz de todos los puertos.
Por mi corazón adentro(Aldea en la Niebla)

Su palabra es su herramienta construida desde la soledad. Su sueño es alcanzar con su amor el corazón del mundo.
Ve tú, palabra mía,como un golpe de viento sobre el alade una gaviota oscura.
Ve tú, palabra mía,con el beso ignorado de cien bocasy la música y sol de los arroyos.
Ve tú, palabra mía,con la caricia leve de cien manosy la flor y la luz de los jardines.
Ve tú, palabra mía,a sosegar su corazón que tiembla.Y hasta la sombra en su rosal de olvido,lleva el mensaje del amor al mundo.
Ve tú, palabra mía(Dorada Estación)

La georgicidad
Faceta determinante, nos presenta a Rugeles en toda su potencia imaginativa, recogiendo las íntimas relaciones entre ella y el quehacer humano; de cuerpo entero el poeta de la rusticidad, de la campiña, del campesino, de la solidaridad, de la vida campestre.
Tal georgicidad nos la explica Lubio Cardozo: “Uno de los poemarios más hermosos del siglo veinte literario venezolano sobre la tierruca nativa es Aldea en la niebla (1944). Se desarrolla en sus páginas, de manera fulgente, el tema de la georgicidad. Lírica inspirada en el mundo campesino, de los panoramas sometidos a la agricultura, de la belleza domesticada del ámbito rural, de esa geografía dulcemente por el labrador domeñada para la obtención del alimento, la fecunda gleba de los valles, de las faldas de las imbricadas colinas del Táchira. Exaltación de ese paisaje entre silvestre y humano, de campos provinciales de un verdor tranquilo y ordenado, bajo el cuido y la vigilia amorosa del agricultor, de la comarca salpicada de aldeas, de pueblos, de plantíos, de rebaños, de abejales, sustentadores de la atenuada alegría de la sociedad rural.”
Horizontes de una aldea liberadora porque los caminos que llevan a tierras lejanas, siempre vienen de regreso al corazón de donde salen:
Preso entre cuatro horizontespasé mi niñez entera. Después descubrí un camino nacido al pie de mi aldea.
La aldea(La Aldea en la Niebla)
Es el paisaje que moldea al hombre de la montaña, que borda con su silencio las sonoridades de la palabra tejedora de versos:
Mundo apenas recobradopor la luz es este mundo que con el ojo circundo: río, camino, arbolado,bueyes que van al arado, hombres de ruda certeza, fuentes donde el alba empieza, flores que alumbra el rocío forman este mundo mío, ¡pleno de naturaleza!
Mundo(Décimas en Azul)
Porque de tu entraña soyy de ti, montaña, vengo,a tu silencio me doy y a tu palabra me entrego.
Montaña(Coplas)
Un poeta que le pone nombre de árbol a la entrada y la salida del vivir, amor y despedida, conjugados en la raíz de la que se parte:
Este pueblo de montañatiene amor y despedida,con un samán a la entrada y una acacia a la salida.
Realidad(Coplas)
Ofrendó el espacio habitado de corazón de su niebla, otorgó el ingreso al territorio sagrado de su aldea, moldeando con su propia mano el cacharro-cuenca que habrá de dar de beber al hermano hombre.
El agua que es nuestro vinosiempre en vasijas de barrola bebimos. El cacharro tiene un sabor cristalino.¡Ya lo sabes, campesino!¡Ya lo sabes, alfarero!Vete a la arcilla, primero,y haz la vasija redonda, de modo que ella responda siempre a la sed del viajero.
Obra(Décimas en Azul)

Epístola a Manuel Felipe Rugeles
Esta tarde hablo contigo, Manuel Felipe Rugeles: cien años de cielo y gloriapesan sobre tu palabra, y aunque sigas en la sombra,con tu sombra fatigada,tú diste vida a una fuentey en el soñar te acompaña.
... En tu tierra -nuestra tierra- todas las cosas te aguardan. “Coplas”, “Neblina” y “Azul” perviven en tu morada.
Y aquel Antonio Machado, de soledades lejanas. El clavel de los domingos siempre abierto en la montaña. Y la plaza con su sol y la niña en la ventana. Las violetas de la Ermita que adornaban tu solapa, y el agua dulce del ríoque hoy no alegra tu garganta.
... ¡Ah, sigamos recordando,antes que se nos caiga
la noche y estemos ciegos, sin ver todo lo que pasa! Hay que hacer algo esta tardepara templar la añoranza,para renovar los sueños,para juntar la nostalgia. Unidos pétalo y trino, virtud de pureza intacta, guardados y defendidos por invisibles murallas,viven aún los poemas que maduró la esperanza,puestas las manos al viento con un temblor de alborada. Testimonio de tu espíritu. Rescoldo azul de tu llama.
Al fin de cuentas, hermanoManuel Felipe Rugeles,la vida no es lo que importa. ¡Es lo que al morir se salva! Ya lo dijo Omar Kayam. Lo dijo en el Rubayata: “Barco que al final se rompe”. Y yo agrego estas palabraspara comprender tu sino de copa que se derrama con lumbre, aceite, rocío,perfume, vino, miel, agua. ¡Tu canto es ya vida eterna! Y es amor que nos traspasa,aroma que no se extingue, luz que no nos desampara. Lo mismo que las violetas y el clavel de la montaña, tu canto es flor que ha vivido en su plenitud de graciay que se eleva hasta el cielo,midiendo tiempo y distancia, con sus raíces profundas, crecidas dentro del alma.
Romance para un poeta(Dorada Estación)

Hermanó el viento con el canto de los pájaros, a sabiendas de que en el bosque, la presencia del amor, más allá de los desvelos, sería arrimo de luz.
Vamos a entrar ahora en el bosquedonde ya han esperado tanto tiempo los pájarostu presencia y la mía.Vamos a oír las vocesdel viento que en los árbolesse hermanan con el canto de los pájaros.
... Sobre antiguos desvelos,sobre cicatrices ya viejas,pongamos este arrimo de luz que nos ofrecenlas entrañas del bosque.
Vamos a entrar cantandohasta encontrar la hebradel primer trino en algún árbol.Vamos a entrar despaciohasta el follaje densodonde el sol llega apenas en jirones,dorando la tierra y las raíces de los cedros.
Tu presencia y la míaen el bosque la esperan hace tiempo los pájaros.
Tu presencia y la mía(Cántaro)

Manuel Felipe, hermano de la harina, permanente juglar de nuestra aldea, testigo fiel de toda la odisea de esta sufrida tierra campesina. Manuel Felipe, acaso la neblina -tu dulce amante- solamente sea tenue sombra que apenas señorea en este valle de tristeza andina. Manuel Felipe, en lumbres jornalero, apenas si se ven las mariposas, apenas si se siente el ventisquero. El oculto presagio de las rosas nos recuerda tu claro derrotero hacia la luz total de nuestras cosas.
La paz que tú soñaste ya no cuenta. Los niños hacen guerra apenas nacen. Las crónicas son todas policiales. Ya no es nuestro el sabor de nuestra música. El último poema para niños ellos lo escriben con sus propios sueños: es sólo una parábola a la guerra con todas las metáforas en gris. Andrés Eloy ya no anda por aquí, el pobre Aquiles tuvo un accidente y se nos fue. Ya casi no contamos con poetas que quieran a los niños. Manuel Felipe, hermano de las cumbres, casi nadie le canta a la neblina.
Manuel Felipe, ya nadie apacienta ningún sueño detrás de los rebaños; los viejos cántaros nos son extraños así el crisol del horno los presienta. La neblina quizás apenas sienta la ausencia de los sueños aledaños y en el rojizo almendro de tus años tal vez ningún turpial ya ni se asienta. Tal es el precio de la vida, hermano: echar un barquichuelo en la quebrada, echarlo de mañana, bien temprano, luego irse con la tarde alucinada y estarse con la luna de la mano para caer en cuenta de la nada.
Epístola a Manuel Felipe Rugeles(A coro en el asombro)
Pero no fue la nada lo que nos dejó. La luna en la mano sigue siendo el talismán que nos entrega, cada tarde alucinada, para echar el frágil barquichuelo a la travesía de la vida, que se mide por la hondura de la neblina o los sueños que se aposentan como fulgores delante, no detrás de los rebaños de nubes que las altas montañas regalan a los ríos.

La casa vesperal
Esta es la casa vesperal del poeta -su canto paradigma-.
Entrad. Esta es la casa vesperal del poetaque aún lee a Horacio y habla del ruiseñor de Keats. El mismo que os dio a tiempo la flor de sus jardinesy os ha tendido siempre sin oquedad la mano.
En su huerto aún quedan retazos de neblina temblando sobre el fuego de las enredaderas. Y pájaros y estrellas en el verde y el agua su claridad y júbilo juntan bajo su cielo.
... Venid a oír sus cantos de juglar en reposo, ya cuando en las colinas eterniza el otoño su dorada estación. Y el clamor vive siempre como un dios en la cima lejana de su canto.
... Entrad por esta casa de par en par abierta sólo para vosotros, ¡oh! poetas, ¡oh! hermanos, que al crear en silencio vuestra canción más pura, cobráis la paz del alma que anhela vuestro sueño.
Esta es la casa vesperal del poeta(Dorada Estación)
Un juglar nunca en reposo, creador de una canción que aún falta por componer, para que alcance su estatura de ofrenda.

Lugar para los árboles
Entre tanto, a la luz de nuestros padres mayores, los árboles, -porque somos hijos del árbol- Manuel Felipe, con Jorge Rojas y Carlos Augusto León, nos increpa en alto sueño:
Si quieres acercarte más a mi corazónrodea tu casa de árboles.
... Y cuando esté maduro el silencio del bosquepártelo como un fruto, pronunciando mi nombre.
Jorge Rojas: El salmo de los árboles

En los pequeños pueblosrodeados por la siembra. En todas las ciudades que han crecido,en todas las ciudades por nacer. Dejad, amigos, lugar para los árboles.
... Hombres de todas partes,de toda edad, de todamanera de vivir,si es que queréis que el Hombresiga vivo en la Tierra. Dejad, amigos, lugar para los árboles.
Carlos Augusto León: Canción en Defensa de los Árboles.

Sálvame del que se empeña en hacer del árbol leña.Y del hacha y del hachero,como el rayo, traicionero.... En mi follaje se encierravida, amor, canción y vuelo.Tengo la raíz en tierray la copa abierta al cielo.
Manifiesto del árbol(¡Canta, Pirulero!)

Todo está aquí
Definitivamente, antes que llegue muerta la neblina o tremenda locura se le ocurra o alguna cosa grave le suceda, Rugeles a pulso de puntada larga y noble, hilvanó las raíces profundas de su canto, de su suelo, crecidas dentro del alma, para que sus hermanos en el tiempo, con el tiempo las cosiesen, de una y otra manera, con el mismo y el mejor tino, con igual y superior empeño, con la propia sonante verdad del tinajero.
A la muerte llegaríamos y más allá del cielo, tal vez hasta donde duerme la neblina o vive la lejanía, tratando de hilvanar, pespuntear y rematar el mejor elogio, homenaje, a Manuel Felipe Rugeles. ¡A su alfabeto de trinos!
Sentimos que a sus cien años de encendida paz y fulgurante gloria, jinete insomne en el vendaval andino, jineteando la vida tras los entresueños del alba, hoy nos trae, como ayer al hijo, a conocer los viejos caminos de su aldea, nuestra aldea. Viene a entregarnos las llaves doradas de su infancia, para que abramos las puertas azules de la aldea y siempre en ella encontremos lo que tanto él supo amar: su Retorno a la Heredad.
Gregory Zambrano nos recuerda:
Ahora, después de cien años,el poeta cabalga estrellashasta el amanecer,es jinete insomne...
... El poeta no cree en lo que ve, por esolleva siempre un farol entre sus manosy toca la realidad como para salir de dudas.
Gregory Zambrano: Poeta en estado de emergencia.En: Desvelo de Ulises y otros poemas
Todo está aquí nos dice:
Anhelaba esta hora de vida en la montaña.Esperaba este sol para buscar senderosperdidos en la niebla de la remota infancia.
Me detuve en la orilla luminosa del ríoy jugué con el agua, limpia como un espejo,y en ella vi mi rostro como cuando era niño.
Piso mi valle. Siento la verde luz del campo,la gravedad del pino que se curva ya viejosobre la tierra y siento las grietas del arado.
Estoy aquí sembrado como si fuera un robleque respira en sus aires y se yergue hacia el cielocon una algarabía de pájaros cantores.
Creo en el sol de junio y en el pan de la espiga;creo en las amapolas que iluminan los huertosy en las simples violetas que oculta la neblina.
Creo en el hombre triste, sin palabra y sin llanto,que anda por las veredas con su vara y su perro,apacentando sueños detrás de los rebaños.
Creo en la niña pálida que casi va desnuday detiene a su paso las palomas en vueloo dobla ante una malva la flor de su cintura.
Creo en los manantiales y en el fuego sin límitedel frailejón de oro, guardando su secretomás allá de la noche que su aliento percibe.
Creo escuchar la abeja que despierta a la rosa.La ronda de los niños, segadores del tiempo.La rueda de los juegos girando en mi memoria.
Todo está aquí: la brisa, la flor, la mariposa.Y Dios está en la yerba. Camina sobre el viento.¡Ah! ¡Creo oír el canto matinal de las horas!
Todo está aquí(Retorno a la Heredad. En: Cantos de Sur y Norte)

Hasta más acá del alma
Errabundos, soñamos con la paz de los primeros días. Lentamente, todos los caminos se hacen nuestros. Entre el herbaje vamos siendo. De ida o de regreso, damos con el viejo patio de la antigua casa, donde un árbol, único entre los árboles de la casa ya muerta, nos recuerda la infancia, solo entre la zarza herida, olvidado de todos, simple memoria viva, profunda de la tierra.
A pesar de la noche de la guerra, como gota de lluvia deshojada, la sombra, el gemido o el recuerdo de una casa aguardará al hijo del mañana al pie de un viejo almendro encendido, donde se quedaron para siempre sus voces rondando su silencio.
Manuel Felipe regresa desde el tiempo donde morimos a la luz del frío. ¡Porque el poeta es eterno! Porque no hay muerte sino vida. Porque estamos en ese gran libro de la naturaleza como enigma y respuesta. Porque otros hombres hablarán por él tarde o temprano también comprometidos con la vida hasta la muerte.
Nuestros encuentros no tienen mundo. Se hacen en el ser instantáneo que pasa y muere -como pastor y bestia- entre surcos y siglos paralelos. Nuestros encuentros no tienen número ni punto y menos muerte. La Poesía -el dolor más antiguo- busca en la neblina el milenario flujo de los sueños. El ojeroso cántaro del indio, el autóctono grito de amargura, la mazorca, la espiga, el arrebato, los escondrijos, vértebras y heces, el agua circular de la argamasa, los pómulos y húmeros vallejos.
Desde el insomne amanecer, Jinete Insomne, Rugeles perfectamente sabe que la memoria no es un sepulcro para recuerdos muertos, que la inmortalidad está en la memoria de los otros y en la obra que dejamos... Más allá de nuestra muerte corporal queda nuestra memoria. Sabe que el poeta es inmortal; el hombre, inmortal mientras viva en el recuerdo de los suyos, de su aldea, de sus goznes, sus cosas y sus sueños.
¡Somos! ¡Seremos! ¡Hasta más allá de la noche! ¡Hasta más allá del viento! ¡Hasta más allá del sol! ¡Hasta más allá de la lejanía! ¡Hasta más acá de la neblina! ¡De más acá del alma o de la vida! Del lado allá del canto, del lado allá del vuelo, del lado allá del tiempo.
Manuel Felipe, fue, es, será. La Antigua Ceiba lo recuerda. La Aldea en la Niebla lo recuerda. Cántaro lo recuerda. El Clamor por los oprimidos. La Errante Melodía. La Puerta del Cielo. La Luz de tu Presencia lo recuerdan. Lo recuerdan el Canto a Iberoámerica. La Memoria de la Tierra. ¡Canta, Pirulero! Los Cantos de Sur y Norte. La Dorada Estación lo aguarda en la tierra prometida, donde su amor, iluminado y fuerte, ya empieza a florecer en soledades, hasta alcanzar la eternidad del canto.

Jinete insomne, pan de espiga
Mientras a cien años del nacimiento de Manuel Felipe Rugeles, Los Andes reclaman su voz; y la neblina, las cascadas, el verdor, añoran su presencia, si queremos que florezca la oscuridad, juntemos nuestros sueños a su verso, su coraje y gloria para la eterna celebración de la vida, desde este alegre cielo y apacible temple.
Esta navidadfaltan pinos para los tristes de la tierra. El pan y el vino de la cena¿les podrá caer alguna vez de las estrellas?
Para la navidad de los tristes(Cántaro)
¿A quién busco en ésta la ciudad / en que no hay sino piedras derruidas / y sangre derramada entre las piedras; / calaveras de azul fosforescencia / y árboles fulminados y caídos... a quién en ésta la ciudad / de los muertos. Los muertos no llorados./ No recogidos. No enterrados. Muertos / que se pudrieron en la sombra, junto / a la casa y al árbol y a la fuente / de piedra milenaria. Sólo muertos...? (Elegía a una ciudad muerta. Memoria de la tierra).
¿A quién busco en esta casa que después la regaron / con sal los mercaderes, / al profanar la dicha / que había en sus umbrales / y el ámbito que ornaba sus cimientos? (Viejo almendro encendido. Dorada Estación).
¿A quién busco en la tierra de los pinos / y las palomas de alas extendidas/ sobre las viejas torres desvaídas / en la niebla al azar de los caminos? // ¿A quién sobre estos páramos andinos, / sobre estas nieves, águilas caídas, / y estos valles que añoran recias vidas / a la sombra o la luz de los molinos? (M. F. Rugeles: Voz de respuesta. De: Aldea en la Niebla).
Mi corazón hoy vuelve a la montaña, llega desde la fiera guerra huyendo, de plácemes encuentra a la neblina, al pájaro, a la tarde... a la entraña jubilosa de aquel almendro siendo enhiesto campanario en la colina.
Jinete insomne, lleva en sus alforjas una canción hecha de sol de junio y pan de espiga. Soplo de aire, soplo del alma, que desde los prados del Paraíso se nos rompió, y que el poeta recompone una y otra vez, soñando porvenires de rebaños de luz y amaneceres de alegría. He ahí la tarea poética, la pasión poética. He ahí la Canción Distinta tras la que apunta toda obra creadora en búsqueda del Orden Nuevo, Necesario, Imprescindible. El que ha de llevar al hombre, a la entera Humanidad, a la Insurrección que falta y se precisa para alumbrar la oscuridad, adelantar el porvenir desde los porhaceres del hombre, su contienda, su coraje, su vereda, sus zarzales.
Manuel Felipe cumplió su cometido de alfarero de la neblina, hortelano de los bosques, encendedor de almendros, palabra del hombre que en silencio recuesta su tristeza sobre la aldea de su destino, y que entendió que no tiene horizontes la tierra cuando la cabalga un jinete de la vida, un cantor de amapolas encargado de develar las violetas más allá de toda neblina, para entregarle al hombre su estación florecida. En esa escuela lo ubicamos, más allá de todo calificativo, en el centro de la canción insurgente del hombre que reclama el alba extendida sobre una aldea-bosque habitada de pájaros-hombres en permanente trabajo de hacedores de pan de amor.
Gloria de luz en su inefable gloria, sobre la mancha gris de los caminos. De noche lo despierta la neblina. Es ella el santo y seña del poeta. Casa, sauce de par en par abierto, su verso quiere ser, eternamente. Del aire al aire ir, de puerta en puerta. De mano en mano, estar, vivir, seguir.
Acepta, ¡oh! Dios, el peso de su gloria a la hora encendida de este infierno mientras corre la sangre en el camino. Y sobre tanto lloro y tanta pena se habrá de alzar su canto como un lirio y su himno de amor se oirá más fuerte.
¡Abramos casa, corazón y huerta!

POSTFACIO
Zafra crítica
Manuel Felipe Rugeles (1903-1959), el poeta por antonomasia del Táchira, es alguien a quien no ha sido posible ubicar fácilmente dentro del concierto de la lírica venezolana, por pertenecer más bien al reino de lo clásico, dentro de su perdurabilidad y fidelidad a su tiempo.
En efecto, los críticos venezolanos no se han puesto de acuerdo en la justa ubicación generacional de su obra. Pedro Díaz Seijas la sitúa en la Vanguardia del 28. Juan Liscano la ubica y desubica en el Grupo Viernes. Mientras Pedro Pablo Paredes lo considera el “mayor representante de la Generación del 18, puesto que es quien hace realidad estética cabal de los ideales de dicha generación; incorpora a la lírica nacional el paisaje andino, en una como especie de neo-nativismo; y alcanza, en cuanto que fue fiel a su tiempo y a su ámbito, categoría de clásico. ¿Tuvo conciencia de su destino lírico, de sus posibilidades de perduración, el poeta? Si no, no habría escrito en uno de sus instantes cimeros:
“La aldea me dio su alma.Yo di mi alma a la aldea”.
“... Estos dos versos de Aldea en la Niebla -libro fundamental en la lírica de Rugeles- son sin duda alguna clave de toda su producción, tanto de la juventud visionaria como de la madurez nostálgica.” (Fernando Paz Castillo).
Agrega Paredes: “Manuel Felipe Rugeles, en cuanto que constructor de poemas, se sitúa, muy inteligentemente, a igual distancia del esmero orquestal modernista y las libérrimas estructuras establecidas por el vanguardismo... Es quien mejor plasma estéticamente los ideales de la Generación del 18: exaltar lo esencial venezolano.”
Ubíquesele donde se le ubique, lo que todos corroboran, es el hecho evidente de que fue Rugeles el autor que se encargó de incorporar a la poesía nacional, a las letras patrias, el paisaje andino. Allá aquellos que se desvelen por ver en Rugeles un poeta menor dentro del nativismo, criollismo o costumbrismo, sin méritos de renovación dentro de un neo-nativismo, por lo menos. Es el caso de Juan Liscano, quien señala: “Su verdadera vocación lírica le inclinaba hacia lo popular, lo romántico, inclusive lo discursivo... Cantor de inspiración fácil, cordial, bohemio y reverente a la vez, en sus libros predominan las estilizaciones folklóricas, el color regional, las cancioncillas, los romances, cuando no la poesía entonada y elocuente.”
Al considerar a Rugeles como la más auténtica revelación poética de Los Andes del siglo XX, se está también de acuerdo en que su temática mayor es la tierra: su tierra andina, en toda su plenitud. He ahí su leitmotiv. En su caso, plasmada en la imagen de la Aldea en la Niebla, transformada al final de su itinerario vital en la Aldea Global, para decirlo, quizás no muy felizmente con McLuhan.
Su visión del terruño, su cosmovisión inmediata y mediata, hacen que su primera aldea sea, en fin de cuentas, el mundo entero. Lo que permite a Orlando Araujo sostener la tesis de que “la de Manuel Felipe Rugeles es una de las obras poéticas de más lograda circunferencia en las letras de América Latina.”
Uno de los poetas más representativos entre los que perpetúan la huella del nativismo de Andrés Bello y Lazo Martí, con marcadas afinidades con la lírica española de su época, Rugeles crea una poesía esencialmente vernácula a partir de una purificación de nuestro folklore y nuestro cancionero.
Olvidábamos decir, con Jacinto Fombona Pachano, que “si a algún poeta pudiera hallársele, a cualquier hora, en la actitud eufórica y armoniosa del agua que fluye cristalina, ese poeta sería Manuel Felipe Rugeles”. Poeta por la gracia de la tierra. Poeta del Hombre y la Naturaleza Poeta de la montaña y de los niños venezolanos. “... Y es que en la poesía de ‘¡Canta, Pirulero!’ el lenguaje se hace música; esa música que no oyen los oídos del cuerpo de los niños, sino que es audición imaginífera provocada por el dintorno de estrellas, árboles, flores, pájaros, agua cristalina y torrentosa, viento silbante y taumaturgo; elementos naturales que los niños -los más grandes mitómanos y soñadores- conjugan para fabular el mundo maravilloso de la infancia.” (Alberto Castillo Arráez).

Afinidades electivas
Sin llegar al extremo -lejos de nuestra intención- de subestimar en algo la obra de Rugeles, valdría la pena un estudio sobre sus afinidades con Antonio Machado que reconocemos existen. Estudio que establecería deslindes y especificaciones y en donde, ciertamente, la obra rugeliana aparecería cada vez más resplandeciente y con luz propia.
Entre tanto, adelantemos algo. A ambos creadores les une el entusiasmo por la tierra y el paisaje, “sus” paisajes. Los títulos y contenido de “Soledades” y “Campos de Castilla” del sevillano están muy cercanos al de “Cantos del Sur y Norte” de Rugeles. El plectro de ambos poetas es la tierra, unida al noble sentimiento por el paisaje luminoso que, desde niños, los encandila. Los colores castellanos, sus olivares, sus estaciones, los cotidianos espectáculos de las callejuelas, las alusiones infantiles, pueden fácilmente intercambiarse con el Color de la Patria, el Color del Ande, del Valle, de junio, del mar; con el Retorno a la Heredad, escogidos por el venezolano. La consubstanciación de Machado con Soria -con sus “colinas plateadas, / grises alcores, cárdenas roquedas / por donde traza el Duero / su curva de ballesta / en torno a Soria...”- equivale a la pasión de Rugeles por eternizar sus visiones andinas:
¡Dejad, amigos, que os recuerde la edad azul de los rebaños, cuando el vellón de los redilesera la nieve de estos campos!
Elegía pastoral(Memoria de la Tierra)
Todo en esta comarca se adivinade pronto así como recién nacido: el valle, la hondonada, la colina, están cambiando ahora de vestido.
Tríptico del color de junio(Cantos de Sur y Norte)
Mientras Machado en su soneto titulado “Primaveral” nos habla de cómo el campo se viste de juveniles atavíos:
Los caminos van del valle al ríoy allí, junto del agua, amor espera.¿Por ti se ha puesto el campo ese atavíode joven, oh invisible compañera?
Sin ánimo de repetir algunos paralelismos, ya detectados entre ellos y que perfectamente pudiesen equivaler a meras imágenes eidéticas, nos permitimos presentar dos. Nos referimos a la famosa cuarteta de Machado:
¿Dices que nada se crea?no te importe, con el barro de la tierra haz una copa para que beba tu hermano.
Frente a la de Rugeles:
No en vano medita el indiojunto a sus blancas vasijas, sabiendo que son sus manos las que dan forma a la arcilla.
Igualmente, ilustrativas estas otras cuartetas:
¿Dices que nada se pierde? Si esta copa de cristal se me rompe, nunca en ella beberé, nunca jamás.
Proverbios y Cantares - XLII( A. Machado)
Si un vaso desvencijado tiene alguna utilidad, un corazón viejo y tristepuede servir mucho más.
Certeza(M. F. Rugeles: Coplas)
Siempre nos ha llamado la atención la calificación de “naranjos encendidos” de Machado frente a la de “almendro encendido” de Rugeles; aunque no desconocemos la profunda devoción que le guardaba el poeta al referido almendro familiar -emporio de su infancia y de su vida-. ¿Serán acaso los “naranjos encendidos” de Machado la lámpara que dio lumbre al “almendro encendido” de Rugeles? Es el corazón del hombre el candil que hace del árbol un lucero, del cielo un bosque de luceros, de la aldea la tierra toda de la alegría del hombre, de la tristeza el cauce que hay que recorrer para alcanzar el porvenir. Antes que querer empañar la obra de Rugeles, lejos de señalarle alguna rémora, somos los primeros en reconocer en este poema Viejo almendro encendido uno de los más definitivos, paradigmáticos, de su obra, al tiempo que uno de los de más carga elegíaca de la lírica venezolana, latinoamericana.
Insistimos en que estos señalamientos sólo se proponen motivar a nuestros estudiosos universitarios en cuanto al análisis de la obra de Rugeles, una de las de más unidad temática y hondura lírica en Venezuela e Hispanoamérica. Mientras más la estudiemos, de seguro que encontraremos no sólo alguna influencia, que no es pecado alguno por aquello de las afinidades electivas goethianas, sino que corroboraremos su extraordinaria originalidad en el concierto de las letras patrias, donde no tiene par en lo atinente a la poesía infantil.
Por lo demás, para nadie es secreto que algunos críticos han hallado afinidades temáticas y experienciales entre Rugeles y García Lorca, Bécquer, Garcilaso, Novalis, Heine, Hölderlin, Hernández, Alberti y Rilke. De hecho, a estos dos últimos dedica Rugeles dos de sus poemas. Afinidades -repetimos- que, sin duda, ennoblecen al poeta y a su obra, antes que enturbiarla en lo más mínimo. De ellos tomó el soplo de viento que los encendía, para llevarlos a nutrirse de su paisaje. Antes que pretender ver en toda Cántiga del desterrado” a una mozuela llevada al río o en todo compromiso a un “preso hasta la madrugada”, reconocer en Rugeles a un adelantado en los oficios y licencias de la actual generalizada intertextualidad, donde predominan la absorción y transformación textual a modo de mosaico más o menos reconocible.

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© Pablo Mora 2003Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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