viernes, 25 de noviembre de 2011

A ras de vida





A ras de vida

Pablo Mora


¡Oh tiempo, llegado de las grandes praderías! Giras. Nos acabas. Nos estragas. Nos malgastas. No eres el que pasa. No eres el que se va. Somos nosotros los que nos alejamos. Somos nosotros los andantes, nómadas, ermitaños de un alba sin nombre todavía. Eres el silencio que se sienta a escuchar las pomarrosas. El arroyo que escucha el piafar, la turbulencia. La nueva edad, la de las flores distantes de la guerra – estandartes en la fronda -. La del viento que entona su victoria. La del amante dormido junto al mar. La del sol que se duerme sobre el monte. La del grito guerrillero, planetario, jugando por fin y solamente a la palabra. La de la montaña que ha de libertarnos. La del alma despojada de odios para que la vida sea siempre mañana.

¡Cósmico movimiento, según el antes y el después! ¡Imagen móvil de la eternidad! ¡Orden de las sucesiones! ¡Devenir! ¡Invención! ¡Creación! El de crear, el de crecer, el de engendrar. ¡El de las grandes galerías! Pasado el huracán, el torbellino, el desespero, torna, apacible, el rostro de las aguas. La tierra muda de corteza. Salvaje, nómada, la lluvia vuelve a sus trigales. Y el tiempo silba a ras de vida, a ras de suelo, a ras de huerta, a ras de siglo. En el perfil del siglo medita la esperanza o la espesura.

¡Tiempo inmensurable, benignas sean las horas nuevas! Benigno el campo, los hogares. Benignos los arados. Benigno el pan multiplicado en paz y en libertad. Benigna la sierra, la arboleda. Un pueblo hambriento confía en tus pasos. Es tiempo de escribir con mayúscula el amor. Es tiempo de que el prado sea más verde. De que aminore el mal, el miedo, la prisión. De que en medio del océano resplandezca Paz. De que aparezca otra ley, otro campo, otra ciudad. Otro pueblo, otro trabajo, otra razón. Otro palacio, vida y dignidad.

¡Oh formas de la noche intemporales! ¡Oh ausencias insepultas! ¡Oh distancias! ¡Paso del tiempo. Paso de las cosas! ¡Paso del hombre a solas con su sombra! ¡Oh tiempo, no absoluto, atado al cambio, al movimiento! Somos “un fue, y un será y un es cansado”. ¡Tiempo planetario, secular, eterno, danos tiempo para el tiempo. Senos mensurable, cómplice, propicio, camarada, salvador!
Inmensa nuestra noche. Nuestra vigilia, inmensa. Nuestra huida de la muerte. Nuestro asombro o noche sepulcral. Donde tanto fue diezmado, desguazado, consumido, arrebatado. ¡Salva, Oh tiempo, nuestra Paz! ¡Aconseja nuestro viaje, nuestro adiós! ¡Tú que huyes, talas, rompes, tú que estragas, acabas y malgastas, danos tiempo, tiempo simplemente, para buscarle tiempos a los tiempos, para ponerle trampas a la muerte!

“No quedará nada de nadie ni de nada / sino el tiempo tras sí mismo dando vueltas; / el tiempo sólo, invento de un invento, / que fue inventado también por otro invento, / que fue inventado también por otro invento, / que fue…” (Eugenio Montejo).

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