viernes, 18 de mayo de 2012

Nocturno III José Asunción Silva
Una noche Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas, Una noche En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas, A mi lado lentamente, contra mí ceñida, toda, Muda y pálida Como si un presentimiento de amarguras infinitas, Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara, Por la senda florecida que atraviesa la llanura florecida Caminabas, Y la luna llena Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca, Y tu sombra Fina y lánguida, Y mi sombra Por los rayos de la luna proyectada Sobre las arenas tristes De la senda se juntaban Y eran una Y eran una Y eran una sola sombra larga! Y eran una sola sombra larga! Y eran una sola sombra larga! Esta noche Solo, el alma Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte, Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia, Por el infinito negro Donde nuestra voz no alcanza, Solo y mudo Por la senda caminaba, Y se oían los ladridos de los perros a la luna, A la luna pálida, Y el chillido De las ranas, Sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas, Entre las blancuras níveas De las mortüorias sábanas! Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte Era el frío de la nada... Y mi sombra Por los rayos de la luna proyectada, Iba sola, Iba sola ¡Iba sola por la estepa solitaria! Y tu sombra esbelta y ágil Fina y lánguida, Como en esa noche tibia de la muerta primavera, Como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de alas, Se acercó y marchó con ella Se acercó y marchó con ella, Se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas! ¡Oh las sombras que se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!...

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