Nostalgia y Lluvia
Manuel González*
Dicen que la nostalgia es un sentimiento que describe el anhelo por el pasado, por lo que se ha tenido y se ha perdido; una especie de memoria que guarda nuestras querencias mas imborrables. No lo dudo a mi regreso de Portugal, ¿acaso el país más nostálgico de la Tierra? Y menos aún, cuando cumpliéndose el plazo para entregar a la redacción un artículo “serio” para esta columna dominical, la lluvia - que siempre asocio a la nostalgia - me sorprende.La verdad, reoriento la intención: Lleno de saudades, para decirlo en ese maravilloso término portugués que no tiene traducción exacta al castellano y que significa nostalgia y muchas otras cosas a la vez, cambio de golpe la dirección de mi escritura. Postergo para otro día el tema de la polarización política que encuentro exacerbada en Venezuela y, tomándome un Oporto, prefiero darle vueltas a ese sentimiento de los sentimientos que me empapa, como el agua que cae, mientras escribo esta breve nota.La nostalgia es un sentimiento capital. Si existiese alguna taxonomía, alguna manera de clasificar y jerarquizar los matices emocionales del alma, no vacilaría en colocarla entre las manifestaciones rectoras del estado anímico de una persona. Entre otras razones, porque gracias a ella continuamos siendo niños, es decir, adultos con historia y capacidad para la fantasía.No puedo imaginar, seguramente por mi naturaleza lunar, casi nada sin la nostalgia. Aunque todos los libros de autoayuda me digan que el presente es lo único que cuenta; el sabor del pasado, la valoración del tiempo ido, la vigencia eterna de mis muertos y de los amores lejanos me resulta imprescindible.En Portugal, entre Fados y la observación de descascaradas fachadas de casas y edificios, este sentimiento o anhelo por el pasado, sin ser necesariamente triste, se afianzó inevitablemente. No es casual que el canto con viola (que es el nombre como se conoce la guitarra clásica y la guitarra portuguesa) dedicado a las tragedias del vivir, como el Tango en Argentina, conserve tanta actualidad en el acervo colectivo. Es que somos personas en la misma medida que la nostalgia nos toca y nos humaniza.Los griegos, definían la nostalgia como el dolor por el regreso. Y Cioran, el escritor y filósofo de origen rumano, intentó comprenderla desde la pesadumbre y el absurdo del vivir. Yo prefiero torearla, es decir danzar con sus embestidas, como quien contempla aunque no comprenda el río que fluye perfectamente desde sus orígenes hasta “la mar que es el morir”, como tituló Miguel Otero Silva su poemario de 1965.Puede ser que la nostalgia no diga mucho a algunos de mis lectores. No me extraña pues al mismo tiempo se trata de un sentimiento enigmático. Paso otro trago de Oporto. Les prometo que cuando vea al poeta Pablo Mora le preguntaré de estas cosas.
(*) Psiquiatra
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