viernes, 27 de enero de 2012

Ábrete camino








Ábrete camino

Pablo Mora


Desflora la blanca agenda. Desgaja un instante al tiempo. Inventa el tiempo. Pasa la hoja. Quítale un minuto a Dios. Dáselo al hombre. O a tu madre. Comienza lentamente. Intérnate en el camino nuevo. Una vez emprendido el viaje, sigue puntualmente al sol. Hoja entre los vientos, acuérdate del viaje hacia la sombra. Párpado de hormiga, convéncete del viaje sin regreso. La vida nos llama, nos nombra, nos acusa, nos grita, nos reclama. Siéntate en el lugar del hambre a gritos todavía. Siéntate en el lugar del grito, vivos todavía.

Este presente liso como una tabla, fresco, esta hora, este día limpio como una copa nueva. Álzalo. Ofrécelo a la vida. Llévalo a la calle y al jardín. Paséalo. Ponlo frente al sol. De cara al porvenir. En santa paz. Tintinéalo. Recuérdalo. Nada en él de cobarde o de maldad —del pasado no hay una telaraña—. Fanal, aurora, amanecer, camino. Un camino entre el vientre de la hoja. Camino caminando con el viento o viento deshojado en el camino.

Tocamos con los dedos el presente, cortamos su medida, dirigimos su brote, está viviente, vivo, nada tiene de ayer irremediable, de pasado perdido, es nuestra criatura, está creciendo en este momento, está llevando arena, está comiendo en nuestras manos. Vivo, en nuestras manos, echémoslo al voleo. Niño, virgen, transparentemente azul, librémoslo de mal. Dejémoslo correr. Grabémoslo, hondo, en el fogón. Cuidémosle su tino, sus ansias, ilusiones. Sus alas, todas, libres tras los cielos.

Cógelo, que no resbale, que no se pierda en sueños ni palabras, agárralo, sujétalo y ordénalo hasta que te obedezca, hazlo camino, campana, máquina, beso, libro, caricia; corta su deliciosa fragancia de madera y de ella hazte una silla, trenza su respaldo, pruébala, o bien escalera! Defiéndelo. Consiéntelo. Quiérelo. Hazlo surco, arado, sueño, cabecera. Hazlo árbol, fuego, girasol, lucero. Arroyo, fogonazo, campanada. Vereda, resplandor y compañero

Sube en el presente, peldaño tras peldaño, firmes los pies en la madera, hacia arriba, hacia arriba no muy alto, tan sólo hasta que puedas reparar las goteras del techo, no muy alto, no te vayas al cielo, alcanza las manzanas, no las nubes, ésas déjalas ir por el cielo, irse hacia el pasado. Alcanza tu mañana. Arriba! Arriba! Hacia la estrella! A ésta bájala hasta el suelo! A pesar de huracán o ventisquero, con el arma cargada de esperanza, al frente, a la vanguardia, de primeros. Álzate temprano. Ábrete camino. Sube la cima donde ondean —de noche— las luciérnagas.

Tú eres tu presente, tu manzana: tómala de tu árbol, levántala en tu mano, brilla como una estrella, tócala, híncale el diente y ándate silbando en el camino. Tú eres tu camino, tu aldabón. Ándate silencioso, fraternal. Asegura, furente, la batalla. Elévate, soldado, en el fragor. A pesar del presagio, corre, vuela, en el viento, en la sierra, en la arboleda. ¡Tú sólo eres un sol, alienta, brilla! ¡Tú siempre tu presente, sueña, alumbra! ¡Sube a nacer conmigo, hermano! (Poesía, Sociedad Anónima).

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