viernes, 30 de agosto de 2013
Plegaria por la Paz
Plegaria por la paz
Pablo Mora
Cuando el aire huele a pólvora la guerra envejece el corazón.
En la noche de la guerra, del hambre y de la lluvia,
aparece, gigante, la sombra de la muerte.
Habrá de haber tiempo para la Poesía,
si no quieren pueblos y hombres
sucumbir antes de tiempo.
Por los niños perdidos en la guerra:
¡Señor, danos menos fuerza para la guerra
y más valor para la paz!
Una leve sospecha nos consume:
al borde de esta nueva primavera
van los hombres derecho hacia la guerra,
dispuestos a acabar con la alborada.
Amigos y enemigos se confunden
con los mismos presagios de la muerte;
no bastan los sollozos de las flores
para calmar las furias de los vientos.
Definitivamente se pelea.
La sangre de los hombres se derrama.
Cada vez son más altas las hogueras.
La pavura del hombre se agiganta.
Al verse codo a codo en la trinchera
ni dueño de su sombra ya se siente.
Hablamos de la muerte, compañero,
la misma que nos tiene sin cuidado,
la que ha perdido el precio entre nosotros,
la muerte, la infalible compañera.
Pensamos en los campos de batalla,
en ellos se nos funde la esperanza.
Pensamos en mejores madrugadas
para el pan amasado con la aurora.
Pisoteada está la primavera.
Son pocas las mañanas que nos quedan.
No está quedando tiempo para el sueño.
Cuidemos entretanto a nuestros hijos
mientras trenzan sus sueños lentamente.
Sigamos con la vida que nos resta.
Por los niños perdidos en la guerra:
¡Señor, danos menos fuerza para la guerra
y más valor para la paz!
Es tiempo de velar por la esperanza,
por los nuevos caminos de la aurora.
Es tiempo de acercarnos a la madre
a pedirle el aliento de la vida.
Es tiempo del mejor amanecer,
de esperar, bien armados de paciencia,
acampar en espléndidas ciudades.
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