martes, 2 de agosto de 2011

El Viaje - Charles Baudelaire





El Viaje - Charles Baudelaire
I

Para el niño, enamorado de mapas y estampas,
El universo es igual a su vasto apetito.
¡Ah! ¡Cuan grande es el mundo a la claridad de las lámparas!
¡Para las miradas del recuerdo, el mundo qué pequeño!

Una mañana zarpamos, la mente inflamada,
El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,
Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la onda
Meciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.

Algunos, dichosos al huir de una patria infame;
Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,
Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,
La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.

Para no convertirse en bestias, se embriagan
De espacio y de luz, y de cielos incendiados;
El hielo que los muerde, los soles que los broncean,
Borran lentamente la huella de los besos.

Pero los verdaderos viajeros son los únicos que parten
Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,
De su fatalidad jamás ellos se apartan,
Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!

¡Son aquellos cuyos deseos tienen forma de nubes,
Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,
En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,
Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!

II

Imitamos ¡horror! al trompo y la pelota
En su danza y sus saltos; hasta en nuestros sueños
La Curiosidad nos atormenta y nos envuelve,
Como un Ángel cruel que fustigará soles.

¡Singular fortuna en la que el final se desplaza,
Y no estando en parte alguna, puede hallarse por doquier!
¡Donde el Hombre, que jamás la esperanza abandona,
Para lograr el reposo corre siempre como un loco!

Nuestra alma es nave de tres palos buscando su Icaria;
Una voz resuena en el puente: "¡Atención!"
Una voz desde la cofa, ardiente y loca, clama:
"¡Amor... gloria... felicidad!" ¡Infierno! ¡Es un escollo!

Cada islote señalado por el vigía
Es un El dorado prometido por el Destino;
La imaginación, que acucia su orgía
No halla más que un arrecife al amanecer.

¡Oh, el infeliz enamorado de tierras quiméricas!
¿Habrá que engrillar y arrojar al mar,
A este marinero borracho, inventor de Américas
Para el cual el espejismo toma el remolino más amargo?

Como el viejo vagabundo, chapaleando en el lodo
Sueña, husmeando en el aire, brillantes paraísos;
Su mirada hechizada descubre una Capúa
En cuanto lugar la candela alumbra un tugurio.

III

¡Asombrosos viajeros! ¡Qué nobles relatos
Leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.

¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!
Para ahuyentar el tedio de nuestras prisiones,
Haced desfilar nuestros espíritus, tensos como un lienzo,
Vuestros recuerdos enmarcados por horizontes.

Decid, ¿qué habéis visto?

IV

"Hemos visto astros
Y olas; hemos visto playas además;
Y, malgrado muchos choques e imprevistos desastres,
Nos hemos hastiado, a menudo, como aquí.

El esplendor del sol sobre el mar violáceo,
El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.

Las más ricas ciudades, los más amplios paisajes,
Jamás contenían el atractivo misterioso
De aquellos que el azar forma con las nubes.
¡Y siempre el deseo nos tornaba inquietos!

—El gozo acrecienta del deseo la fuerza.
¡Deseo, viejo árbol, al cual el placer sirviéndole de abono,
Entretanto acrecienta y endurece tu corteza,
Tus ramas quieren ver el sol de más cerca!

¿Crecerás siempre, gran árbol, más vivaz
Que el ciprés? —Sin embargo, nosotros, con cuidado,
Recogimos algunos croquis para vuestro álbum voraz,
¡Hermanos que encontráis bello todo cuanto viene de lejos!

Hemos saludado ídolos engañosos;
Tronos constelados de joyas luminosas;
Palacios adornados cuya feérica pompa
Sería para vuestros banqueros un sueño ruinoso;

Vestimentas que son para la vista una embriaguez;
Mujeres cuyos dientes y las uñas están pintados,
Y juglares sabios que la serpiente acaricia."

V

Y después, y después. ¿Todavía, qué más?

VI

"¡Oh, cerebros infantiles!"

Para no olvidar el tema capital,
Hemos visto en todas partes, y sin haberlo buscado,
Desde arriba hasta abajo la escala fatal,
El espectáculo enojoso del inmortal pecado:

La mujer, esclava vil, orgullosa y estúpida,
Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;

El verdugo que goza, el mártir que solloza;
La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;

Muchas religiones semejantes a la nuestra,
Todas escalando el cielo; la Santidad,
Cual un lecho de plumas donde un refinado se revuelca,
En los clavos y la cerda, buscando la voluptuosidad;

La Humanidad habladora, ebria de su genialidad,
Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer,
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"

Y los menos necios, atrevidos amantes de la Demencia,
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
Refugiándose en el opio inconmensurable!
—Tal es del globo entero el eterno boletín."

VII

¡Amargo sabor, aquel que se extrae del viaje!
El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!

¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;
Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro,

Como el Judío Errante y como los apóstoles,
A quien nada basta, ni vagón ni navío,
Para huir de este retiro infame; y aun hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.

Cuando, finalmente, él ponga su planta sobre nuestro espinazo,
Podremos esperar y clamar: ¡Adelante!
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China,
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,

Nos embarcaremos sobre el mar de las Tinieblas
Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear

¡El Loto perfumado! Es aquí donde se cosechan
Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"

Por el acento familiar barruntamos al espectro;
Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.

VIII

¡Oh, Muerte, venerable capitana, ya es tiempo! ¡Levemos el ancla!
Esta tierra nos hastía, ¡oh, Muerte! ¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!

¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!


martes, 12 de julio de 2011







Así hablaba Facundo

Pablo Mora


“Cada mañana es una buena noticia, cada niño que nace es una buena noticia, cada hombre justo es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor, es un soldado menos.... Cuando me marché de mi casa, niño aún, tenía siete años, mi madre me acompañó a la estación, y cuando subí al tren me dijo: Este es el segundo y último regalo que puedo hacerte, el primero fue darte la vida y, el segundo, la libertad para vivirla. Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere. Y si la historia es tan simple, ¿por qué te preocupas tanto? No perdiste a nadie, el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón. Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas, el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso, una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que le destruya hay millones de caricias que construyen la vida. Cuando un pueblo trabaja dios lo respeta. Pero cuando un pueblo canta, dios lo ama. Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene limites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.

Ama hasta convertirte en lo amado, es más, hasta convertirte en el amor. De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedes decir basta a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido. Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo. Vive de instante en instante, porque eso es la vida. No te sientas aparte y olvidado, todos somos la sal de la tierra. En la tranquilidad hay salud, como plenitud, dentro de uno. Perdónate, acéptate, reconócete y ámate. Recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad.

Si estás atento al presente, el pasado no te distraerá, entonces serás siempre nuevo. Tienes el poder para ser libre en este mismo momento, el poder está siempre en el presente porque toda la vida está en cada instante. ¡Pero no digas no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio, y te lo recordará cada vez que lo intentes! No te quejes, recuerda que naciste desnudo, entonces ese pantalón y esa camisa que llevas, ya son ganancia. Cuida el presente, porque en él vivirás el resto de tu vida. Libérate de la ansiedad, piensa que lo que debe ser, será, y sucederá naturalmente.

Quizá el mayor desafío del ser humano en los albores del tercer milenio sea constatar que no estamos solos, que compartimos universo. Nos encontramos en la más preciosa aventura jamás vivida: la suerte inmensa de reunirnos, festejar, reír y materializar, desde nuestra individualidad, un universo de colaboración entre sus seres, quienes, gobernados desde nuestro universo interior, vivimos el sueño de ser amor universal. Recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad. Si estás atento al presente, el pasado no te distraerá, entonces serás siempre nuevo.”


pablumbre@hotimail.com



miércoles, 22 de junio de 2011

TEATRO PARA EVANGELIZAR






TEATRO PARA EVANGELIZAR


Escrito por Felipe Guerrero
Miércoles, 15 de Junio de 2011 07:39
Ayer, nomás ayer, en ocasión de las fiestas patronales de mi pueblo, llegaban a la tierra de nuestra infancia, grupos teatrales que llenaron de sueños e ilusiones nuestra infantil inocencia.

Antes, mucho antes abrirse las cortinas para que los artistas mostraran sus representaciones, aparecían colocados en las esquinas los murales que anunciaban esta experiencia teatral llena de magia.

Era el gran espectáculo para vivir cada año las historias de estos curiosos personajes descubriendo los secretos y dones que caracterizan a cada uno de los protagonistas del acto.

El teatro siempre ha representado una importante parte de la cultura humana, una noble empresa construida a lo largo de muchos siglos, prácticamente desde que el hombre empezó a registrar sus hazañas, sus descubrimientos, sus ideas, sus creencias, en fin, su cultura.

Con razón el poeta señaló que «El mundo es el teatro de la vida, algunos son actores de comedia, otros representan la tragedia, pero todos tenemos un papel que de antemano está escrito, para algunos es cruel, para los más… es un rito»

El teatro es una rama del arte escénico vinculada a la actuación, a través de la cual se representan historias frente a una audiencia con la combinación de discurso, gestos, escenografía, músico y sonidos. Es como decían los griegos un «lugar para contemplar».

En esta aldea de San Cristóbal, el teatro o ese «lugar para contemplar» se inicia en la segunda mitad del siglo XIX. En efecto el 16 de mayo de 1854, representa un hito histórico ya que ese día se funda en esta ciudad el Instituto Dramático.

Apenas despuntando el siglo XX, la ciudad disfruta de algunas obras teatrales que se presentan en el desaparecido Teatro Garbiras, ubicado en la carrera 4 con la calle 6.

Para 1904, el culto público de la villa asistió para ver la actuación en este importante teatro de la Compañía de Doña María Terrades y Valdepares.

Para el año 1917, el Teatro Garbiras cambia su escenario por una pantalla, donde los sancristobalenses comienzan a disfrutar del cine mudo, particularmente de las genialidades de Charlie Chaplin.

Desde los inicios de la segunda mitad del siglo XX aparece un gran movimiento teatral en la ciudad de La Grita con el Grupo Experimental de Teatro bajo la dirección del maestro Chileno Laurencio Gallardo Vega.

Aparte de estos esfuerzos, la actividad teatral da un gran paso en el occidente venezolano, particularmente en el Liceo Simón Bolívar, con la entusiasta presencia del presbítero José Gregorio Pérez Rojas, quien formó un grupo de teatro estudiantil de altísima calidad.

Esta agrupación teatral se caracterizó por el empleo de técnicas modernas de la actuación y de la puesta en escena. El Padre José Gregorio Pérez Rojas, montó piezas de grandes dramaturgos universales como J. B Pristley, G. Bernard Shaw y Henrik Ibsen, entre otros. El grupo de teatro del Liceo Simón Bolívar, no sólo llevó a cabo presentaciones en la ciudad de San Cristóbal, sino que desbordó las fronteras regionales para mostrar su arte a nivel nacional e internacional.

Estas rápidas pinceladas sobre el teatro en nuestra realidad, hemos querido recordarlas porque en esta estación, el Consejo Universitario de la Universidad Nacional Experimental del Táchira tomó la justiciera decisión de otorgar el Doctorado Honoris Causa, Post Morten, al Presbítero Licenciado José Gregorio Pérez Rojas.

El Padre Pérez Rojas es un tachirense que nació en la ciudad de Rubio el 28 de Noviembre de 1924. Se hizo Licenciado en Teología y Filosofía de la Universidad

Católica de Santiago de Chile, con elevados méritos académicos. Regresó a su tierra natal y ejerció su labor pastoral como Vicario de la Parroquia Coromoto. Fue Profesor del Colegio «La Salle«» y del Liceo «Simón Bolívar».

Con gran acierto dirigió la página Literaria del Diario Católico. Fue redactor de Programas del Radio Periódico Católico Semanal de San Cristóbal. Simultáneamente fue Presidente de la Asociación Venezolana de Educación Católica, Seccional San Cristóbal desde 1948 hasta 1964 en diversos periodos.

Ejerció con gran brillantez la tarea de ser Profesor de Psicología y Filosofía del Liceo «Simón Bolívar» por más de 25 años.

En el año 1950 fundó y dirigió el Grupo de Teatro Liceista del Liceo «Simón Bolívar», hasta el año 1972.

Profesor fundador de la Cátedra Introducción a la Filosofía en la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello Extensión San Cristóbal. Fue Director de la Escuela de Educación de la misma Universidad Católica. Miembro Fundador de la Universidad y del «Liceo de Aplicación».

Fue miembro activo de la Asociación de Escritores Venezolanos, Seccional Táchira.

El Padre José Gregorio Pérez Rojas escribió entre otras obras: «Lecciones de Filosofía», publicada en 1962 y «Mural Humano», publicado en 1976.

En esta hora de júbilo para la cultura tachirense, resulta obligante recordar a este maestro que nos dejó innumerables constancias de expresiones de la cultura universal.

Cuando se prestaba poca atención al teatro, el Padre Pérez Rojas se ocupó de idear estrategias de sobrevivencia, casi siempre al margen de las llamadas prácticas y normas oficiales en donde se combinaban de manera inteligente la resistencia y la astucia.

Aún recordamos que siendo niños en las tablas del teatro fue donde conocimos la existencia de espacios particularmente destinados al reclamo y a la denuncia. El teatro siempre ha sido el lugar desde donde los cristianos pueden ser profetas.

Hoy, esas expresiones las encontramos en la calle, en la avenida o en el cruce de semáforos.

Los nuevos tiempos han entregado esos territorios para el protagonismo de innumerables actividades. Junto al tránsito vehicular y peatonal está el encuentro social, y las otras manifestaciones que algunos identifican como «informales»

Ayer y hoy, como expresiones de la hora, aparece el reclamo cargado de arte.

Y… con ellos la construcción de un imaginario callejero, no siempre coincidente con la perspectiva de quienes tienen el poder; porque todos estos excluidos representan «una sobrecarga imaginaria en la cultura urbana, forman parte de una densa red simbólica en permanente construcción y expansión»

Lo que hoy se identifica como «sector informal», no es otra cosa que la modalidad actual del histórico protagonismo popular; es la Venezuela profunda que se apropia de calles y de plazas para vivir y sobrevivir en la ciudad. Y estos nuevos nómadas urbanos lo hacen como pueden, con la precariedad, la necesidad, la desesperación, la astucia y el desafío que les impone el desempleo y la llamada «economía formal».

Ayer, apenas ayer el Padre Pérez Rojas mostraba a la sociedad esas precariedades del entorno desde el maravilloso mundo del teatro.

Y… en esos escenarios informales la temperatura es muy baja; porque aparte de soportar las bajas temperaturas, se suma el gélido frío que produce la falta de amor cristiano.

Por ahí apareció el Padre José Gregorio Pérez Rojas quien supo oír la grave pregunta del Apóstol Santiago: «¿Qué provecho saca uno cuando dice que tiene fe, pero no la demuestra?. ¿Acaso le puede salvar su fe?. Si a un hermano le falta ropa y carece de alimento y uno le dice: que le vaya bien, que no sienta frío, ni hambre, sin darle lo que necesita ¿De qué le sirve?» (Sant. 2,14-16)

Y… José Gregorio Pérez Rojas se vistió de actor para evangelizar desde el teatro.

Y… la Buena Nueva llegó para alegrar a los que en medio de grandes sufrimientos hacen reír a los otros.

Y… la Buena Nueva cayó en tierra fértil porque el mensaje amoroso del evangelio es para todos, pero se dirige especialmente a aquellos que soportan sin esperanza.

En estos días nos vamos a volver a topar con el maestro José Gregorio Pérez Rojas.

La Universidad Nacional Experimental del Táchira será el escenario para el encuentro con este cristiano marcado por el signo de los tiempos.

Seguramente vamos a tener un enriquecedor diálogo cargado de vitalidad, porque siempre son refrescantes las conversaciones cuando estamos hablando con los creadores de imágenes, los hacedores de sueños, los hombres del teatro.

Este Padre Pérez Rojas es un apostador de las cosas ciertas, sembrador de semillas y esperanzas…

En cada una de sus palabras se muestra como un apasionado del mundo lúdico y esa su constancia para testimoniar amor a la verdad, la paz y el respeto a la dignidad de los seres humanos, porque ahí en medio del cortinaje es donde se nutre todo lo existencial y lo auténtico en un mundo cada vez más a la deriva por ese afán de muchos de exterminar lo vital.

Nos vamos a encontrar con José Gregorio Pérez Rojas y será seguramente un encuentro en definitiva con un poeta que sabe y reconoce su itinerario y como aquellos antiguos juglares recrea los espacios, el tiempo y la sonoridad.

Estoy seguro que José Gregorio Pérez Rojas nos va a estar observando junto a los coros celestiales porque el ya vive en la patria de la eterna primavera…

José Gregorio Pérez Rojas supo cumplir con el mandato «Todo cuanto hagas a uno de estos pequeños, a mi me lo has hecho» (Marcos 25, 45)

El teatro fue el púlpito desde el cual predicó Pérez Rojas porque utilizo el TEATRO PARA EVANGELIZAR



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El Maestro Pérez Rojas





El Maestro Pérez RojasImprimirE-Mail
escrito por Felipe Guerrero
martes, 21 de junio de 2011
El gran poeta Constantino Kavafis escribió estos versos con palabras que quisiera mías: «Voces ideales y amadas de aquellos que murieron... A veces hablan en nuestros sueños; a veces las escucha nuestro espíritu en el pensamiento. Y con su rumor por un instante retornan ecos de primera poesía de la vida nuestra, como una música, en la noche, lejana, que se apaga»

A pesar de que en estos tiempos vivimos la estación de los olvidos, con lo cual se pretende echar una cobija de silencio sobre las obras construidas ayer; a pesar de que se hace todo lo posible y lo imposible, para que aquella música, en la noche lejana se apague...Y realmente se apague para siempre....los que creemos en el valor de la persona, los que militamos en la cultura de la gratitud por lo realizado; celebramos jubilosos la justiciera decisión de la Universidad Nacional Experimental del Táchira al conferirle el Doctorado Honoris Causa al Maestro José Gregorio Pérez Rojas.

Han pasado varias lunas desde que el Maestro Pérez Rojas se vistió de ausencia, pero nadie puede decir que lo hemos olvidado. Cómo no recordar a una persona que vivió dignamente y de quien jamás supimos no porque no los sufriera, sino porque lo callaba con el aplomo de su raza, los dolores de las espinas de la vida que nunca lograron entristecerlo ni silenciarlo.

Era Maestro y era amigo... Para José Gregorio Pérez Rojas la amistad era otra cosa. Y si de amigos se trata, la sociedad tachirense representada por la Universidad Nacional Experimental del Táchira, demuestra el cariñoso recuerdo que siente por su obra al otorgarle este merecido Doctorado.

Una vida, una obra, un testimonio y una voz eterna de un ser excepcional como el maestro Pérez Rojas, no se apagará jamás, pues cuando la creación es fruto de un amor profundo, su acción se seguirá oyendo una y otra vez aunque parezca lejana.

Por eso en esta hora justiciera, afirmamos con el poeta que «...aunque lejana una y otra vez, a veces habla en nuestros sueños». Hoy los sueños rinden homenaje permanente a un ser humano que fue luchador solidario, disciplinado, práctico, paciente, trabajador responsable y con un extraordinario sentido del servicio como lo hacen los auténticos discípulos del hijo del carpintero de Nazareth.

Hoy nos reencontramos con el maestro y amigo José Gregorio Pérez Rojas para proclamar: ¡ GOYO VIVE... ¡.

Te guardamos en tus clases magistrales, te guardamos asistiendo a nuestras reuniones, te guardamos con tu permanente compañía cruzando las calles indefensas pero invencible de la vida, te guardamos disfrutando de un encuentro de futbol, te guardamos charlando de los años vividos, te guardamos recordando a tu familia, de la escuela donde pasaste la infancia, de los amigos entrañables y de los extrañados, de los tiempos felices que se fueron y de los que estaban por venir, de la música, del arte, de las formas de sobrellevar animoso tantos disgustos, de tus proyectos que construías y reconstruías con la febril laboriosidad de las hormigas, de la vida, de tus discípulos que eran tus hijos.

Y son tus hijos los que nos reunimos para celebrar tu recuerdo.

Al calor del fogón de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, nos reencontramos para compartir la ofrenda de gratitud por tu vida.

Nos refugiamos en tu mirada amable, en tu sonrisa solidaria, en la paz de tu andar desmenuzando sombras, en la calma ancestral de tus consejos, en la Iglesia de tu fe, en su campana terca y repicante, en tus flores que nunca se marchitaban, en el jardín hermoso al que la fatiga jamás pudo arrebatarle sus colores, en tus tiempos de lucha... Me refugio en tu voz, en tu ser lo que fuiste sin mayor pretensión que ser Maestro.

Hay quienes nunca se mueren, Maestro Goyo... Personas que siguen latiendo en otros corazones y se mantienen intactas en nuestra sola condición de ser humano. Tú fuiste así, tú eres de esos seres que donde quiera que estén viven con nosotros, que son parte nuestra, que nos salvan el amor y nos regalan la feliz sensación de ser de alguien.

Recordado Maestro Pérez Rojas... Tu voz no será acallada...La música y el universo está contigo...

Y... también con nosotros.

felipeguerrero11@gmail.com





sábado, 28 de mayo de 2011

PALABRA INSOMNE






PALABRA INSOMNE

Pablo Mora

Jirón de prado, nube pura, sol perfecto, casa y universo y clarinada. Jungla de sueños, jaspes arrojados. Jaula de cristal, hembra jadeante. Juego de garza, junco en la alborada. Jovial esencia. Jubiloso asombro. Hurganza sintiendo el chasquido de los pasos. Insomne noche rebelada. Magma imaginario. Alarido. Angustia, crispación y grito. Vacío pleno de inminencias, intersticios. Filos y fisuras del mundo y del lenguaje, hendiduras. Configuración del inacabamiento, ruptura momentánea, pasajera pregunta, ligereza de sílabas girando. Conjuro de la selva, compromiso, riesgo, desafío, soplo de aire, poder de creación. Agua clara, rayo, ciego asombro, sol, susurro de semilla, fluir inagotable del murmullo. Génesis, memoria vegetal, larga sombra de cópula y prodigio, fraternas potestades del insomnio. Apoyada sobre el puente, sola y de pie, en la larga noche insomne. Forma de vida, asombro deshojado, algún día oficio de los hombres. Bandera del milagro, borde de la luz, torre de paz, lágrima del mar, espuma de la noche, temblor de espuma, piel de sol enfurecido, piedra de los dioses, sueño de la piedra, piedra de los sueños, fecunda entraña de la luz. Vasto rumor de plumas, adentro en la espesura. Andadura, pasturanza, festín de sombra y llama. Plato de aromada miel. Idilio, diosa aparejada, milagro del insomnio, azul tormenta desatada, en la nochumbre, a vista del rocío amanecido. Blanca palomica en soledad herida, en uno de los ojos de pronto reclinada. Flujo y reflujo en comunión altiva. Relámpagos de sombra, adelantándose a los designios. Crepúsculos desangrados al borde del ocio.

Hondas navegaciones. Larga quemadura, pávida voz, diadema planetaria, hecha toda de cólera y ternura. Gira, sube, baja, se detiene; estremece, vuela y vuelve. Viene de la nada. Viene del sueño. Toca tierra. Lleva sonidos de metales, de sangre, amor, huesos, nervios; de hambre, guerra, horror, pavura. Conoce el canto de las aves, el silencio del paraguas. La melancolía del guanábano. El sitio del silencio. Las alas de la noche y de la lluvia. El gemido de las nieves. Las voces de la sangre. El paso de los días. El regreso del sueño. El rastro del celaje. Sabe el tamaño exacto de la pena. Conoce el lado oscuro de la rosa y la terrible majestad del pan. Su grito de cigarra navega en la muerte y se cuida de lo vivo. Ronda en soledad por muchas albas. Sale de su envoltura para asombrarnos. Un querer apoderarse de los sueños de las cosas, de las luces de los pájaros. Rebelarse contra la muerte bochornosa. Poner las cosas en su lugar, los signos en su lugar, las pausas en el suyo. Asombrarse de tanto ayuntamiento cósmico entre los seres, objetos y conceptos. Ir tras la polvareda del aire, las voces de la luna o de la lluvia, la flora del variado enigma. Llegar al interior del hombre, a la mejilla curtida de la tarde. Cambiar la historia. Amar la tierra y amar al hombre. Alumbrar los montes por las noches, alumbrar los montones de hambre a la intemperie. Preguntar por la alegría. Seguir preguntando. Rescatar todas las preguntas de los otros. Preguntar por la rosa sin subvertir la rosa. Preguntar por los juegos, por los niños, por sus risas.

Salvar las preguntas de los niños para que el hombre no pierda jamás su asombro. Nombrar la libertad. Inventar la vida en lo alto de los árboles para salvar los pájaros de la tierra. Encender el fuego. Morir cantando. Vencer la muerte. Sacudir asombros. Esparcir los altos sueños, la fuerza de los ríos, el color de los pájaros, las canciones, las hierbas de las tardes. Devolverle vida a la tierra, color al arco iris, alegría bullanguera a la lluvia. Andar rompiendo cercas y levantar en su lugar enredaderas de jazmines que convoquen el aliento del hombre hacia su destino cósmico y vegetal. Dar con nuevos alumbrajes. Participar en la fiesta de la vida. Preparar un manjar que alcance para todos. Ver morir a la gacela bajo los tamarindos. Vaticinar, profetizar, bucear en las tinieblas de los tiempos. Clamar contra la impiedad, la opresión, la codicia, la crueldad. Arrullar, despertar, mecer, golpear, gritar, empujar. Medir, valorar. Saber bien dónde hay barro, en qué lugar hay sangre, dónde queda la razón y dónde la justicia o la injusticia. Invitar al sol. Encender la luz. Profetizar contra los explotadores, los embaucadores. Interpretar los remolinos. Expresar al pueblo. Avivar el fuego. Sumar la voz al coro. Fundir los versos en acero. Amarrar el viento viejo. Construir la nueva levadura, el nuevo pan: la paz, el lauro, la memoria. Con la primavera, caminar al mercado entre panaderías y palomas. Dar socorro a nuestros sueños, más allá de cruces, lenguas, misterios, milagros o lejuras.

Despertar la nueva madrugada. Entre dioses, manglares, árboles y piedras, con las enredaderas, los torrentes, las cerbatanas y todos los azules y caminos, agregarle estrellas a los cielos, despiertos con el despertar del viento, a libertad por todos los caminos. Enterrar la muerte. Inventar la sombra. Abrirle los postigos a la noche. Cerrar los ojos a la luna. Dar con el árbol del primer camino. Con la vereda que nos vio salir. Tomarle el pulso al hambre. Saber del diapasón del pobre. De las creencias de Dios y sus costumbres. De los rituales del viento y sus cofrades. De la imagen horrenda del futuro. De la luciérnaga y su antiguo enigma. Saber de la escritura de las piedras. De la alta transparencia de los mudos. Del colosal silencio de los grillos. Tantearle a los sueños sus luceros. Conocer las entrañas de las hojas. El corazón del bosque y sus vitrales. El páramo, sus cuitas y plegarias. Desenterrar el misterio de la rosa. Ahuyentar la sombra y sus reveses. Escapar del ladrido de la calle. Del hosco muñón del peregrino. Del puñal que en la acera nos espera. O del barco que acecha nuestras costas. Dar con el ámbar del primer arroyo. Traspapelar la terquedad del lunes. Aullar juntos delante de los cielos. Escucharle al pobre su alarido. Compartir esperanzas con el árbol. Expulsar el despojo mutilado. Ser libres así el fuego nos cercene. Quitar algunas comas al crepúsculo. Ver la noche sin que nadie contradiga. Eludir la risa ensangrentada. Dar con una migaja de soledad marina. Atravesar, siempre a la intemperie, incertidumbres, agonías, interrogantes y tragedias.

Dar forma al vacío de modo que éste sea posible; ojos al poema para que pueda cruzar la calle; alas a Dios para que pueda llegar al hombre. Robarle sin que sepa una sonrisa al sol en la arboleda. Cruzar, no la aurora, sino el alma en que ampara su soñar. Ventilar, aupar, asolear la eternidad cada día. Verse en el cielo gris, en la trémula víspera del júbilo. Escuchar a la soledad y dirigirle la palabra. Llegar con los ojos abiertos a la mirada final. Contar con la vigilia para el día. Con porvenir para fraguar enigmas. Pedirle a la luz que nos espere. Reprocharle al alba su tardanza. Correr el peligro de la vida. Abrazar el asombro de la muerte. Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco. Sentir el golpe de agua dura y recogerlo en una taza eterna. Hablar consigo sin saber con quién, deshojando el silencio de la altura. De alguna manera decidir dónde plantar los árboles, de nuevo. Recibir en el alma las manos temblorosas de la lluvia a plena luz, camino de la sombra. Defender la luz del mundo. Ver los árboles. Oír los pájaros. Caminar entre la gente y saludar al sol profundo que brilla en el corazón de los humildes. Mirar el llanto oscuro que hay al fondo de todos los rincones. Verse en el que tiene más de mil años de pedir pan y sueño, en el que no tiene camino que seguir, en ese corazón asomado al espejo de sus enigmas. Detenerse a la orilla sangrante de una lágrima. Acercarse a los que sueñan o sollozan, o tienen hambre y sed bajo el cielo. Adentro de las pequeñas casas de cartón, escuchar el sonido de las lágrimas.

Dar con la definitiva claridad del hombre. Saber cuándo, con qué fuerza, de qué modo asumir nuestro destino. Irse noche abajo perdido entre las piedras y las flores, entre las sombras y las nubes. Limpiar el poder cuando corrompa. Vigilar mientras todos duermen. Unir lo posible con lo imposible. Mantener abierta la palabra. Sacar la flor de las cenizas. Llevar el infinito a cuestas. Salirle al paso a la mirada. Alentar todas las formas. Alumbrar la maravilla. Encender relámpagos. Asombrar al tiempo. Descubrir el secreto. Sentir las sombras. Fundar los sueños. Salvar al hombre. Amar al viento. Decir verdad. Seguir puntualmente al sol. Sentarse en el lugar del hambre. Acordarse del viaje hacia la sombra. Despertar a latigazos el silencio. Mantenerse como un latido. Llevar a peso las palabras. Reinar sobre la muerte. Revivir cada día. Salvarse juntos. Festejar la vida. Cambiar la vida. Transformar la vida. Hacer más vivo el vivir. Llegar vivos a la muerte. Dar con la antigua trocha de la paz. Salvaguardar al hombre que florece, la lumbre lubricante de la piedra, la huella que nos lleve. Sentir la muerte girando en los talones. Sentirla girando en los Guantánamos. Sentirla cagando en los hambrones. Hacernos solidarios. Morir de asombros. Descargar nuestros almácigos. Dar con los sueños que inventamos. Vivir mientras el alma nos suene. Morir cuando la hora nos llegue. Ver regresar la primavera. Pasar a tiempo la palabra. Rebelarse contra la muerte. Florecer sobre la tumba. Querer hacer corpórea la nada —estupor encarnado, relámpago que te ladra y se apaga, furiosa pasión por lo tangible—. Ser a través del otro. Partirse y abrirse para el otro. Desgarrarse con y para el otro, ser. Hundirse, hurgarse, ser, sentirse, serse.

Recoger la palabra. Reverenciar el silencio. Convocar la palabra del otro. Una palabra liberada, purificada, primordial, esencial, resolutiva, signo del ser, una palabra-ser. Indagar, buscar, inventarle explosiones a la palabra. Darle rienda suelta a la palabra. Que la palabra revele el porvenir. Palabra por palabra, decir lo que pensamos, con la seguridad del sabio, la transparencia del niño o el alarido de los locos. Reconocernos al encontrarnos con la palabra. Sacarla del baúl de nuestras vidas para empezar a compartirla, adulta, fraternal, con el soldado, la patria y la arboleda. Rasgón, terrazgo, espada, triza, tajo; cópula, ramazón o ramalazo; las palabras compiten, competen y complotan. Únicas capaces de recuperar al hombre, aventar la noche, inventar el sol o convocar al vino. A pesar de la miseria o la grandeza humanas, cañas pensantes todavía, crédulos o incrédulos, tímidos o temerarios, ángeles o bestias, antes que confesar nuestra impotencia, hablar de una vez para mañana. Pronunciar la palabra decisiva que la vida y la historia nos vayan enseñando. Envueltos en subversiones y versiones, marchas y contramarchas, dar con la palabra necesaria. Confirmar que la civilización no es más que una injusticia armada. Que la poesía es una insurrección. Que el poeta no se ofende porque le llaman subversivo, cuando le dicen insurgente. Decidirnos por la libertad de la palabra, hasta hacerla timón en nuestras manos, frente al vendaval, la noche y los dioses que nos cruzan, confusos y ominosos. Enseñar la palabra al hombre que llora, hambriento, cabizbajo, en su bravura.

Lugar por excelencia de lo humano, en la palabra vivimos, nos movemos y somos. Como la patria, en desdicha, en hechura o en deshonra, en ella gime, vive o sobrevive. Hacer buena la palabra. Hacerla voz, viveza, arado; lengua, paz y pueblo; combate, libertad, salario; amor, vida y arte. Arte subversivo. Violación de límites y paciencia represiva. Rebasar lo permisible. Transgredir lo decible. Asumir la razón poética, en creación, asombro y maravilla. Concebir la magia de la estirpe o raza, su visión real, irreductible, ineludiblemente misteriosa, amarga, mortal o vengativa. Palabra en alto. Y la victoria crecerá despacio como siempre han crecido las victorias. Videntes, alucinados, intermediar la fuerza oculta. Jugar a la paz con el soldado o con el niño que nos reta, vagabundo. Recobrar, antes que la pólvora, la palabra, su encanto germinal, su magma, su hermosura, su historia, su legendaria esquina, donde espera, acurrucada, el hambre, en miseria cobijada. Asistir al combatiente, en cárcel, en rincón, enfurecido. Hacerle conciencia conflictiva, desgarrada. Empuñarla, fulgurante, solar y duradera. A favor de la apuesta, la batalla y la final victoria. Palabra en mano, volear la pródiga semilla sobre el campo, el hermano y la pradera, en sincera alianza, tras un despuntar de claras madrugadas, de gracia, paz y vida nueva. Palabras y más palabras, cataratas de palabras. En la distancia del futuro, el vuelo de las palabras, rebeldes en el tiempo y al olvido refractarias. Cuesta arriba, cuesta abajo, las cosechas de palabras, buidas y aceradas, por las sendas urticantes. ¿Hasta cuándo la calificación de las palabras?

Alma arriba, alma abajo, meridiano esclarecido de nuestras ansias refulgentes. Lejos de tantas patochadas; lejos de perlas, monjes, molinos o castillos; de confundir caballo y hombre, pueblo y pólvora; lejos de diferenciar fusil de patria, vino, oficio, trago y trigo; vida, misterio, alma y poesía; dar palabra, corazón y mano; empeñarlos, cruzarlos con el hombre, sus asuntos y sus sueños, manteniéndolos en pie de guerra por la paz o el pan que hagan falta. Frente a una palabra enmascarada, fantasiosa, una clave, articulada, lujuriosa, pertinente; una palabra activa, digna, apasionada, certera, cruda, furente, fehaciente, empuñada, insomne, verdadera. Una palabra que golpee al mundo y acompañe al hombre. Urgida, llameante, inextinguible. Adecuada al enigma universal y al majestuoso corazón del hombre. ¡A pulso de vinagre, vino y júbilo! La palabra sólo es. Tenemos que fluir con ella. Entregarnos al momento. Dejar que como el vino ocurra. Escuchemos los relinchos de la noche, conozcamos las lluvias subterráneas y sepamos para lo que sirve una flor, una hamaca, una colina. Atisbemos un poco la rendija para ver cómo se asoma el hombre. Abramos la trocha que nos lleve al hombre, al mundo, a la muerte o a la vida. A proteger al pueblo con palabras. A presenciar todas las agonías. A ser labriegos de nuestra propia voz. Somos la palabra que está naciendo, la misma que se detiene y volcará como campana su acero y su sonido hacia todas las mañanas. Basta un lucero para que haya noche. Basta un quejido para que haya día. Construyamos el porvenir y el amor telúrico desenfadado y sin banderas. Demos forma a lo invisible. Palabra sola, labra nuestra paz. Ordena el espesor de la tardanza. Amartilla tú sola nuestra espera. Sacando cuentas y después de todo, tú sola y para siempre la palabra.




domingo, 22 de mayo de 2011

Codicia venezolana



Codicia venezolana

Pablo Mora

Mientras disfrutábamos del extraordinario libro “La Nación. Símbolo Tachirense” de Luis Hernández Contreras, nos detuvimos en el capítulo dedicado a Jesús Romero Anselmi, quien, fustigando a los políticos corrompidos, indicando que la anarquía tiene su altar en el dinero, taxativamente llega a afirmar: “El desorden es la locura en que cayó el particular caso venezolano, donde se dio el festín en que bebió y todavía se bebe el licor petrolero, cuya resaca maltratará muchas generaciones inocentes de los disparates genéticos que hemos cometido en este presente con nuestra historia de pueblo y nación”. Y, así, mientras Luis Hernández sostiene que Jesús Romero Anselmi “hizo una carrera como el rey Midas, convirtiendo en oro lo que tocaba”, otro parece ser el desastroso discurso, acontecer nacional.

Generalmente conocemos la primera parte de la leyenda, mas no la segunda. En efecto, Midas recibió de Dionisio el poder de que todo lo que tocase se transformara en oro. Y, así, una mesita, un granito de uva, un poquito de agua, de pan, de carne, un traguito de vino, todo lo que tocaba… hasta su hija Zoe… todo, todo, se le fue convirtiendo en sólida materia de oro. Hasta que suplicó a Dionisio que ya tenía lo que quería, que no quería el oro, que sólo quería abrazar a su hija, sentirla reír, tocar y sentir el perfume de sus rosas, acariciar a su gata y compartir la comida con sus seres queridos. “¡Por favor, quítame esta maldición dorada!” Dionisio le susurró al corazón: “Puedes deshacer el toque de oro y devolverle la vida a las estatuas, pero te costará todo el oro de tu reino” y Midas exclamó: “¡Lo que sea! ¡Quiero a la vida no al oro!” Dionisio entonces le recomendó: “Busca la fuente del río Pactolo y lava tus manos. Esta agua y el cambio en tu corazón devolverán la vida a las cosas que con tu codicia transformaste en oro”. Midas corrió al río y se lavó las manos en la fuente, agradecido por esta oportunidad.

Gran alegría le proporcionó a Midas el observar que la vitalidad había retornado a su jardín y a su corazón. Aprendió a amar el brillo de la vida en lugar del lustre del oro. Esto lo celebró regalando todas sus posesiones y se fue a vivir al bosque junto con su hija en una cabaña. A partir de lo ocurrido, jamás dejó de disfrutar de la auténtica y verdadera felicidad.

Ciertamente, una cosa es transformar todo en oro; otra, atascarse con todo el oro. La leyenda del rey Midas subraya la tragedia inevitable cuando la verdadera felicidad no es reconocida. Por suerte Midas reconoció su error a tiempo y pudo revertir semejante situación. Mutatis mutandis, la codicia venezolana del petróleo, no sólo nos ha llevado a una soberana esclavitud; sino que superada esta era, los tiempos evocarán este oro negro como un ave rapaz que ocultó la lumbre de los árboles, las frondas y las cosas. Como un devorador de sementeras que dejó sin aliento los sueños de los surcos de los bueyes. Como el más avaro de los dioses de barro que por querer trepar el firmamento, consumido por las más fulmíneas hogueras, consiguió el más horrendo alcatrazo de la muerte hasta caer en el abismo de los mares, de donde viene toda vida y a donde va todo sol.





jueves, 19 de mayo de 2011

La vida nos ampara





La vida nos ampara

Pablo Mora

Hoy levanto mi copa por la vida

Gustavo Pereira




La vida tiene su valor sólo cuando hacemos que valga la pena. (Hegel). La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse. (Ernesto Sábato). Se nace siempre Quijote; después la vida nos vuelve poco a poco Sancho Panza, y al final terminamos de Rocinante. (Eugenio Montejo). Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario. (Arthur Schopenhauer). La vida es simplemente un mal cuarto de hora formado por momentos exquisitos. (Oscar Wilde): La vida es el arte de sacar conclusiones suficientes a partir de datos insuficientes. (Samuel Butler).

La vida es breve, el arte largo, la ocasión fugaz, el experimento peligroso; el juicio, difícil. (Hipócrates de Quios). Muy pronto en la vida es demasiado tarde. (Marguerite Durás). Y cuando sabemos todas las respuestas, nos cambian las preguntas. (Anónimo).

Fresca pronta alegre cabizbaja a veces agria dura a ratos torpe en fuga pensativa sorpresivamente alada reciamente atuendo oscuramente lumbre siempremente dulceamarga breve lechuza lujuriosa temblor magia pluma misterio serranía alegría música amanecer incandescencia revelación azar buena próxima lejana misterio cercanía ángel vuelo lecho pan hosca difícil comprensiva desnuda levedad a ras de suelo.

La vida nos ampara nos sigue nos consigue nos persigue La vida nos ampara nos acompaña nos maneja nos pelea La vida nos ampara nos cuida nos sostiene nos vigila La vida nos ampara nos encuentra nos sorprende nos remeda La vida nos ampara nos florece nos relumbra nos nostalgia La vida nos ampara aguitarra desespera enlluvia La vida nos ampara se acurruca se enrosca nos consiente
La vida nos ampara nos presiente nos eleva nos hermana La vida nos ampara nos acusa nos grita nos reclama La vida nos ampara nos lleva nos trae nos regresa La vida nos ampara nos despeña enloquece desespera La vida nos ampara nos cabalga nos portenta nos latiga La vida nos ampara nos astilla nos desgarra nos renace.

La vida nos ampara nos llovizna nos despliega nos enrumba La vida nos ampara nos esfuma y eterniza La vida nos ampara nos azula nos encierra nos ventana La vida nos ampara nos transita huracana y desampara La vida nos ampara nos alambra nos violenta nos estrella nos infancia nos acecha nos desalma nos parcela nos borrasca nos destella nos fulgura nos mendiga nos enlucha nos enllanta nos tormenta nos insomnia nos embosca nos desierta nos enselva nos enrama
La vida nos ampara La vida nos remeda nos hamaca enlucha enlluvia enrama enllanta astilla borrasca enselva enrumba nos insomnia nos consiente desgarra y nos ventana nos llovizna nos alma y nos desarma la vida nos ampara y aguitarra acecha estrella encanta y huracana cimienta empalma azula y nos asombra La vida nos ampara nos hala nos mañana nos aurora La vida nos ampara nos acuesta bendice y nos alumbra