domingo, 22 de julio de 2012

El alma nacional Por: Pablo Mora*
Antes que trozo petrificado, formación monolítica, mineralizada, incambiable; antes que simple suma o agregado de unidades amorfas, la nación es vida que fluye, continua transformación, cuerpo dotado de personalidad colectiva, homogeneidad de voluntad de un grupo libre, libertad no de uno ni de unos pocos, sino de todos; unión de un pueblo libre que usa libremente de su voluntad- (J. A. Maravall). Voluntad y espiritualidad, la nación es pensamiento común, principio común, identificación de intereses e intenciones colectivas. (Giuseppe Manzzini). Una nación es un alma, un principio espiritual, una conciencia moral. (E. Renán). El alma de un pueblo o de una raza es la síntesis de toda su historia y de la herencia de todos sus antepasados… y de allí que haya podido afirmarse con razón que los muertos gobiernen a los vivos. (Gil Fortoul). Una nación es un querer vivir colectivo. (H. Hauser). Una voluntad deliberada. (H. Khon). La nación antes de estar en la lengua, en la religión, en el pasado común, está en la voluntad del pueblo. (R. Michels). Equivale a una empresa que los miembros de una comunidad política hacen juntos, un quehacer colectivo, un movimiento de la capacidad creadora de la voluntad concorde. (J. Ortega y Gasset). Y concluye Tito Livio: La voluntad del pueblo hace tantas mudanzas cuantas hace el tiempo. Existe gran diferencia entre lo que el hombre es a su espalda y lo que es hacia delante, lo que es como tradición y lo que es como empresa, puesto que se trata de un ser variable, que crece y que progresa. Su empresa es lo que tiene a la vista, su problema, su proyecto, lo que le preocupa y le ocupa, lo que desea y moviliza sus energías, lo que quiere ser y siente que tiene que ser. De igual modo cuando convive en forma de nación: la voluntad de seguir, no es la de seguir sentado contemplando las glorias del ayer; sino la de cumplir la voluntad común, la de realizar su quehacer. Puesto que la verdadera fuerza que impulsa y nutre el proceso es siempre un proyecto sugestivo de vida en común. Lo que hace que las naciones se formen y vivan a partir de un programa para el mañana. (J. Ortega y Gasset. J. A. Maravall). De donde una nación en su dinamismo, como se da en todo ser viviente, en su energía histórica, exige conformidad y polémica, acuerdo y discrepancia; unidad y pluralidad, divergencia y convergencia. Antes que existencia inerte, la unidad nacional, la convergencia, ha de entenderse dentro de un sistema dinámico, donde tan esencial es para su mantenimiento la fuerza central como la fuerza de dispersión. (J: Ortega y Gasset). La nación es un resultado, un ambiente histórico y cultural; es el efecto de un way of life practicado durante largo tiempo. Su principio es, pues, un ideal que, habiéndose vivido, se inscribe en las costumbres y en las instituciones. La adhesión a un parentesco espiritual es su fuerza: un lazo moral que mantendrá mañana la unidad de la nación del mismo modo que la asegura hoy. (J. T. Delos). Nacionalismo ¿Una nación no es un principio espiritual, un proyecto de empresa común, un alma social? ¿Una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que se pueden hacer todavía? ¿Perseverar en un ser dentro de su propio devenir? ¿Sin un resurgimiento espiritual, nuestra época, nuestro proyecto —revolucionarios— producirían una catástrofe? ¿Se impone un renacimiento espiritual para contrarrestar las amenazas de tanto poder de destrucción? ¿Nuestros países de la América Bolivariana tienen conveniencias económicas y espirituales que defender y por ello necesitan fundirse en un organismo vigoroso, entendiendo a Latinoamérica como un bloque de energías unificadas por objetivos similares, dispuesto al entendimiento multilateral, global, en cierne? ¿En América Latina, el Estado ha existido antes que la nación, siendo el nacionalismo un sueño meramente psíquico, antes que una expresión de la sociedad, con base a un cambio o proyección real de transformación estructural? ¿A medida que avanza el empequeñecimiento de la nación-estado, va apareciendo con más fuerza una conciencia planetaria, basada en una economía global? ¿La tecnología moderna está desgajando las culturas nacionales? ¿El nacionalismo tradicional se desplaza hacia gigantescos “supranacionalismos”? ¿O asistiremos a un renacimiento del nacionalismo dentro del mundo de la alta tecnología? ¿Un tribalismo y nacionalismo ciegos serían tan peligrosos como regresivos? ¿El reforzamiento de un Proyecto Latinoamericano en cuanto Frente Común nos aseguraría el avance en la liberación económica continental, mediante un desarrollo autónomo y soberano, fundado en la concertación o convergencia interna y en la anhelada integración latinoamericana? ¿Nos falta todavía poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de repúblicas? ¿O hemos de esperar que el acontecer internacional nos señale el camino, antes que nosotros establezcamos los condicionamientos basados en nuestras posibilidades? ¿Tendremos que debatirnos entre el abandono estratégico, las miserias internas y los desequilibrios económicos, a partir de una mutua comprensión de fuerzas y de límites? ¿La hora sería la del sumar, del despertar, del destruir mentiras, del sincerar; la de la unidad de acción tras una bolivariana salvación de la nación? ¿La gran ventaja del nacionalismo —y nacionalismo latinoamericano— es que puede armonizar las clases, las ideas, las voluntades, fortalecer los nexos comunes de nuestros pueblos y la urgencia imprescindible de la unión, de la unidad en pro de nuestro derecho a vivir una vida humana digna, a realizar nuestro desarrollo dignamente? ¿Nuestra Gran Cuestión es afianzar nuestro destino común ante toda pretensión imperial de unipolaridad o correr el riego de morirnos de hambre con un petróleo que tendrá un valor muy pobre, cuando sea desplazado por fuentes alternas de energía? ¿Nuestro dilema: crecer, ser, inventar, vivir, sobrevivir o perecer? ¿Unirnos, convivir, compartir o morir? ¿Sólo una conciencia común, un sentimiento común y una voluntad común, son capaces de fundar un real nacionalismo, es decir, nuestra alma nacional? *Profesor Titular, Jubilado. UNET pablumbre@hotmail.com

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