Pablo Mora
Para llegar al corazón del hombre para recoger la rabia y la ternura de los sueños para escudriñarle los secretos a las piedras para adentrarnos en la memoria de los soles Para afinarle la guitarra a alguna tarde para dar con el nombre esacto de las cosas para descifrar la semiótica de las flores las estrellas los temblores y los pobres para levantarse a las tres de la madrugada a torear la muerte llena de una larguísima tristeza con tantos pasos para dar con uno.
Para sabernos vivos todavía bajo el granado trigal de la noche insomne, rumorosa de viento alto y de luceros para templarle la cuerda a la esperanza en busca de un pedacito más de vida para burlarnos de las comillas de modo que el plagio siga siendo eterno consubstancial al hombre
Para saludar a la nieve allá en Saluggia o recordar que a veces el azul está de luto para sentir los taladros de la muerte las pisadas nocturnas del labriego los aullidos de Dios sobre el planeta
Para dar con la lluvia deshojada para la soledad el musgo el conticinio para cobijar el soñar de la demencia para saber que al hombre lo vigila el corazón para convencernos que roja será la rosa en el azul del sueño para llegar al mar y a tanta llamarada viva
Para caer en cuenta que calladamente todo el hombre va dejando para confiar en la vida repentina o en la dicha de vivir completamente para la verdad que solo conocen las estrellas para vigilar nuestra rebelde sembradura fogonazo total de nuestras cosas
Para entonar el sideral concierto del turpial para alojar en el alero a la antigua serenata para que el niño de la Tierra tenga al lado de un Platero su guitarra para que la ancha pena dolorida se esfume diariamente en la alegría para que a Jara lo lleve una paloma entre sus alas para abrirle las puertas a la noche por donde pase la ilusión del alba para que el arco iris vesperal al hombre de la estrella nos remonte para que la aurora sea capaz de convertirse en Dios y el canto de la alondra instaure la alegría en el viejo dividive
Para que el arma se deponga pronto y se empuñe la paz de la mañana para que cese el cósmico dolor de la galaxia para que a tantas guerras desbocadas las detenga un bordón amanecido
Para esconder los dados a los dioses para decidir dónde plantar los árboles de nuevo para dejar escrito en la piedra el sueño del domingo para medir el hambre para saber bien en qué lugar hay barro hay sangre adónde el camino quiere ir dónde queda la razón dónde la palabra dónde la injusticia hasta que alguna vez si ya no somos si ya no vamos ni venimos estemos juntos extrañamente confundidos así no acepten nuestras vidas unos cuantos hijos de puta
De: Pablo Mora: “Sangre zurcida”.
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