martes, 30 de marzo de 2010

MIÉRCOLES SANTO



2010
AÑO SACERDOTAL



SEMANA SANTA




+MARIO MORONTA R.
Obispo de San Cristóbal.





MIERCOLES SANTO

Año tras año, en la semana mayor, cada miércoles santo en Venezuela contemplamos a Jesús, el Nazareno, con su cruz a cuestas camino del Calvario. A Él acuden presurosos tantos hombres y mujeres para encontrar un consuelo, para conseguir un favor o una gracia especial y junto a ello para manifestar su adhesión de fe y amor. ¿Qué viene a contemplar nuestra gente en la figura del Nazareno?

No viene por un simple recuerdo histórico. Viene porque sabe que en esa figura se recuerda al Salvador que ha cargado con la cruz para darnos la salvación. En él se cumple lo anunciado por el profeta: que es capaz de consolar, dar fuerza al abatido, al pobre, al necesitado. A la vez, luego de haber superado la angustia del huerto de Getsemaní, -donde incluso llegó a pedirle al Padre que si era posible le quitara el cáliz que iba a beber- Jesús manifiesta que cuenta con la ayuda de su Padre.

Ha sido traicionado por uno de los suyos, como nos cuenta el evangelio que acabamos de leer hace poco. Ha sufrido el suplicio y hasta ha sido rebajado en su dignidad por el martirio recibido. Sin embargo, allí está: caminando firme hacia el Calvario, a pesar de su debilidad, que le viene por no haber comido en las horas anteriores, por los maltratos y por la angustia ante la condena a muerte… Pero, la gente se puede identificar con Él porque su camino al Calvario es una profecía: es la seguridad para los que se han decidido a seguirlo como discípulos.

Camino al Calvario, va el que ha sido despreciado pera para hacer el acto más sublime de la historia de la humanidad: la salvación. Lo hará quien es Sacerdote de verdad: como Isaac cuando iba hacia el sacrificio, Él mismo iba llevando el leño donde iba a ser crucificado. Como Melquisedec, Sacerdote, Él estaba llevando la víctima para el sacrificio, el nuevo pan de su cuerpo y el nuevo vino de su sangre. Jesús camina hacia el Calvario como sacerdote que ofrece y víctima que se ofrece.

La fe de nuestro pueblo va descubriendo en la figura del Nazareno al Salvador, al sacerdote que ofrece el Sacrificio y que, a la vez, hace de mediador. Por eso, con sencillez pero con fe, se le acompaña, se le contempla y se siente su fuerza. Ante Él, acuden muchos a pedir lo que hemos cantado en el salmo responsorial: Por tu bondad, Señor, socórrenos”. Y, a la vez, sentirán los efectos de su acto sacerdotal y pascual, como lo dice el salmista: Se alegrarán al verlo los que sufren, quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, no olvida al que se encuentra encadenado.

La razón de todo esto se encuentra en la misma persona de Jesús. Es el Buen Pastor que está demostrando que da la vida por sus ovejas… para salvarlas, para conducirlas al redil seguro… para convertirlas en hijas de Dios. Es el fruto de su acción sacerdotal que se realiza en la Pascua y abre caminos de novedad al sellar la nueva alianza entre Dios y los seres humanos.











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