miércoles, 17 de marzo de 2010

Rubén Darío Becerra, Poeta Sideral






Rubén Darío Becerra, Poeta Sideral
Pablo Mora

En ocasión del Foro del Artista, del Poeta Rubén Darío Becerra, hoy miércoles 17 de marzo, a partir de las cinco de la tarde, en el Museo de Artes Visuales y del Espacio del Táchira (MAVET).


En 1962, 63… tropecé contigo, cuando caíamos a La Plaza Sucre por caminos distintos, a la carrera diez con calle siete de esta Villa de San Cristóbal, con nuestras mismas alboradas. Tú, con tus insistentes permanencias en la Araucanía; yo, recién salido de la fidelísima abstinencia de un Seminario… Al momento, junto con Juan Michelangeli, José Campos Biscardi, Jesús Alviárez Hurtado, Freddy Pereyra, Myriam González, Ulacio Sandoval, Hugo Mendoza, Luis Castro Medina, Agustín Guerrero Marciales, Salvador Weg, Luis Rafael Olivera, Elio Jerez Valero… y nuestro Comandante Carlos Guerin o Rafael Guerrero, nos dimos todos a la sombraluz de aquella memorable CUEVA PICTOLÍRICA a revisar la “Balada del Preso Insomne” de Leoncio Martínez, magistral en la historia de nuestra lírica, por su sobriedad, por la eficacia estética con que fue elaborada. Resumen de viril amargura; testimonio supremo de pasión por la patria. Grito de protesta contra la permanente violencia antepuesta a la realización de nuestro destino colectivo. Máximo poema civil venezolano, cédula de eternidad del autor.

El que comenzaba:

Estoy pensando en exilarme,
en marcharme lejos de aquí,
a tierra extraña donde goce
las libertades de vivir.



El mismo que finalizaba:

¡Ah, quién sabe si para entonces,
ya cerca del año 2000,
esté alumbrando libertades
el claro sol de mi país!

Lo cierto fue que en cuanto Movimiento Cultural, Literario, el de la CUEVA PICTOLÍRICA fue real testimonio poético encarnado en el suelo tachirense, signado por la sobresaliente vivencia y la fraternidad entre sus miembros, a diferencia de los movimientos posteriores, que contaron con una mayor producción y disciplina en nuestro medio. Como un solo hombre nos lanzamos, ensimismados, como quien recibe la tremenda revelación astral, la misma de la que haces alarde al sentirte y calificarte Poeta Sideral.

Homo-Tractores como acostumbrabas llamar al Grupo, tenías todo el acierto en la nominación dentro de nuestras BOHEMIADAS —como llamamos a alguna de las Páginas Literarias por las que respondimos—.

Homo-Tractores en cuanto a que quizás como pocos intentos culturales en nuestra región, el nuestro se encargó de hurgar en la Poesía y la Verdad, en la Literatura y el Compromiso, en el Pedir la Palabra, fieles intérpretes del momento y del mundo que cayó en nuestras manos.

Nos interesaba ante todo responder por el binomio Poesía y Pueblo. La poesía que va al entorno, al pueblo, sin necesidad de que el poeta se lo proponga. Sin forzar la barrera, ella tarde o temprano irá a todo el mundo. Y, así, se explican manifestaciones como La Peña Manuel Felipe Rugeles, contemporánea a la Cueva, con la que tuvimos feliz y fraterna confrontación. El Grupo El Parnasillo y más recientemente ZARANDA de felicísima memoria y mayor fruto, suscrito por sus Quince Pletóricos Volúmenes.

En una y otra faena, en una y otra vivencia, convivencia, evento cultural de estos cincuenta años transcurridos, Rubén Darío, como el astro de Nicaragua, siempre anduvo y anda entre nosotros, con nosotros. Amigo del Arte y la Poesía, Amigo del Hombre, como lo ratifica Freddy Omar Durán, tiene toda la razón de afirmar ante los tantos vientos y las innúmeras galaxias celestiales en que mora: “La historia de mi vida es la historia de los artistas y la historia de los artistas es la historia de mi vida; ninguna de las dos se puede desligar, siempre existirá esa reciprocidad”.

Ciertamente, su experiencia vivencial, existencial, en tierras del Sur, de Chile propiamente, le convenció de que la Poesía es Subversiva —como lo pensaba el Gran Neruda— en tanto arremete, en todos los órdenes, contra las convenciones estatuidas por una determinada sociedad.

Como lo sustentaba Sartre —quien sí sabía para qué sirve la poesía— Poesía para el compromiso, porque quien escribe debería ser un soldado armado para protegerse de la muerte con pistolas cargadas, capaces de hacer que cada hombre tuviese que inventar cada día su propio día.

Todo, bajo el granado trigal de la noche insomne, rumorosa de viento alto y de luceros, la misma que a las costas de la divina antigüedad nos ata.

En fin, si para alguno de nosotros sembrar la nieve a la luz de un apamate ha sido su mejor poema o asistir a la desembotonadura de una rosa a media noche allá en la Cueva, para nuestro Rubén Darío, sumergido entre libros, caminos y días entre la plástica y la vida —vivo todavía— quien se prepara para dar con su poema de madurez, pensamos que la cosecha del pan diario ha sido su poema victorioso, su obra maestra.

Para el prototipo de todo camarada. La camaradería en pie de amigo. Orgullosamente tímido, reciamente orgulloso, quien anda entre nosotros todavía, quien llora de alegría por la vida: ¡Un vaso de bon vino!

¡Ruge, ruge, Rubén! ¡Que Rafael está aquí con nosotros y contigo!

Sabedor de que su compromiso era con su tiempo, con los hombres y con el mundo, estaba seguro de vivir en “este país que no tiene punto fijo sino los cuatro horizontes del cielo para perderse o salvarse.” Sin saber si su claro sol alumbre libertades, como lo dudaba aquél en su viril amargura.

Al fervor de una taza de té como aquellas de las cinco de la tarde allá en la Cueva al compás de la Carmen de Bizet, parece nos dijera Rafael ahora: “Llegará el tiempo en que se acabe el ‘estiércol del demonio’ y entonces la poesía venezolana su venganza.”

Porque no somos sino un poco de sueño, de luz… ascendiendo como la niebla para humedecer el día. A pesar de que sólo la soledad asolee nuestra sombra sola, solitaria.

Con todo y todo, la rueda sigue andando y el molino no deja de moler… con la misma novedad de ayer, de hoy, con la misma novedad con que mañana, después del olvido que ahora nos espera, nos demos el asombro de otro encuentro.

Las Acacias, 17 de marzo de 2010.
pablumbre@hotmail.com




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