domingo, 6 de junio de 2010

Juguemos





Juguemos
Pablo Mora

Jugar es…
Jugar es descubrir el secreto de los vinos mojados por el tiempo o el vientre de las flores anunciando el suspiro de los dioses. Jugar es darle rienda suelta al niño que se esconde en nuestros sueños. Jugar es sentir que el viento nos acerca a los difuntos o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos. Jugar es destejerle al herbaje sus clinejas, no olvidarse de darle de beber a las botellas. Jugar es celebrar el cumpleaños de los árboles. Jugar es escuchar el aplauso de los pájaros cuando revienta en diapasón el día a pesar del estruendo de las hambres. Jugar es desarmar como un niño la osamenta y dejar el juguete de nuestra estatura abandonado en un rincón. Jugar es echar una canción en la mirada para dar con el canto del asombro. Jugar es hacer caber a Dios en un dedal, al Sol en el ojo de una hormiga, al mar en los labios de una perla mientras la luz ensimismada duerme. Jugar es disfrutar de que el hombre juegue con el sol y más de que el sol juegue con el niño. Jugar es apiadarse de una pomarrosa engrifada entre la lluvia. Jugar es quedarse de pronto sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía. Jugar es crepitar en enigmas tenebrosos pregunta que pregunta por el hombre; es querer partir al infinito de cara hacia el misterio para siempre. Jugar es saber del hospedaje del silencio mientras la muerte nos espera un rato; es saber del viento y su camino largo, del sol y su trajín sagrado, del niño y su cocuyo insomne, del mar y de sus islas claras. Jugar es ir de contragolpe hacia la muerte cantando entre los pinos asombrados. Jugar es comprobar que la alegría existe todavía, auténtico gol, tal como la tristeza no otra cosa que autogol. Jugar es defendernos de la infinita goleada de la muerte, la más eterna de todas las goleadas, desde esta inmortalidad que somos a sabiendas de que el jaque final estará siempre en otras manos. Jugar es encontrarse con la muerte, fijarle a los sueños su pisada, andar de tempestad en tempestad, ser. Jugar es dejar pasar la noche por encima de nosotros. Jugar es inventar ratos, penas, alegrías y tardanzas. Jugar es oír el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Jugar es sentir el sollozo del alma de la piedra. Jugar es medir la larga soledad de los caminos. Jugar es alcanzarle el vuelo a la alborada. Jugar es dar nuestra vida por un arma en paz. Jugar es desenterrar el mal y sus secuaces. Jugar es desentrañar los secretos al asombro. Jugar es grabar el sueño entre los árboles. Jugar es detenerse a la orilla de una lágrima. Jugar es correr el peligro de la vida. Jugar es saber del diapasón del pobre. Jugar es abrir el atajo que nos lleve al hombre. Jugar es permitir el acceso a la neblina. Jugar es realizar las mediciones de la suerte. Jugar es cumplir con el mandato de los soles. Jugar es llegar vivos a la muerte. Jugar es llevar a peso la palabra. Jugar es mantener abierta la esperanza. Jugar es limpiar al poder cuando corrompa. Jugar es sentarse en el lugar del hambre. Jugar es dar con la antigua trocha de la paz. Jugar es dar con la definitiva claridad del hombre. Jugar es esconderle los dados a los dioses. Jugar es convencerse del viaje sin regreso, del viaje hacia la sombra. Jugar es echar un vistazo al mundo, quedarse en medio de la tierra, ponerle trampas a la muerte.


Fútbol

Sopra il giuoco del calcio. Al Serenissimo Signor Principe di Toscana: Questa, eccelso Signor, ch´arder qui vedi, nobil pugna, in sè fredda aspra stagione, tal chiude in sè di guerra arte e ragione, che, malgrado del ver, guerra la credi. Qui suon guerriero, e qui guerrieri arredi, e qui guerriera maestria che oppone colpo a colpo, arte ad arte, e in uso pone vigor di braccio, agilità di piedi. Al batter della palla ecco azzufarse l´un campo e l´altro, ecco in leggiadre e fiere guise avanzarsi l´un, l´altro ritrarse; e di vero valor tante e sì altere prove in finta battaglia indi mostrarse, che sembran finte al paragon le vere. Vincenzo da Filicaia (1642-1707) (Il Sonetto -Antologia- Mursia,1980. Curadores: Giovanni Getto - Edoardo Sanguinetti ).

Acerca del Juego de Fútbol. Al Serenísimo Señor Príncipe de Toscana Ésta, excelso Señor, que ardiendo ves, noble pugna, áspera, ruidosa, alada, no es más que furia, magia desatada, visón que guerra pareciera y es. Fulgor, guerra y guerreros a la vez, guerrera maestría confrontada, golpe tras golpe, gracia en explanada, vigor de brazo, agilidad de pies. Raudo saque, se funda la refriega: un campo frente al otro y en esquivo vuelo uno corre, el otro se repliega; entre saña y valor y alarde altivo el fingimiento en que esta lid se ciega fingida hace cualquier batalla al vivo. Traducción de: Pablo Mora.

Fútbol: Piernas que descifran signos de secretos alcances campo minado de otras piernas Vientre de la tierra expectante hasta el dolor El niño de nuestros sueños lanza un dardo certero al epicentro del número Movimiento, descarga, renuncia, jugada Asciende y marca Aplaude y grita Se cierne un húmedo vacío entre las sombras del ritual Ludos espigas desgajadas en llantos Abrazos apretados de saltos reventados más allá del diapasón Hambre de estruendo Catarsis de infinito Probar hasta el hueso a ver cómo sienten los pájaros Volar sobre el pantano Mojarse en el tejido de otras redes Táctica allende la estrategia Armar el rincón Desarmar de inmediato las ausencias No hay nadie en la canción Se olvida muy rápido y el perdón no hace efecto Diosas las piernas en el nanosegundo del clímax Ritmo sangrante ya no hay sol que resienta más angustia
Sólo el instante eterno y presente de la hoguera interior Afuera silencio de viento hace más largo el camino de la espera Bola de acero, esfera convergente hasta los tuétanos El silencio se instala en el rostro del miedo Pisada y traspié Inventar sobre la incertidumbre Siempre el poema transita entre los pies Luciérnaga en la noche oscura del alma En el quebranto de la historia queda marcada la derrota Y puede caer un rey si ofende a los dioses del portal infinito Quién fue el contragolpe de tu jugada Quién estaba en el exacto momento de tu trazo Quién abrió tu camino y combinó el canto de los pasos
Quién inmortalizó el gerundio de las piernas Quién gritó después del vuelo de un secreto Galope de viento a favor nada en contra no hay falta Colombinas tus plantas que conjugan el poder de un refugio Atajo hacia las trampas se urden los tejidos de la edad de la piedra Entrelazan Entreandan Entrehablan Entreabrazan las piernas del conjuro suben al cielo de las mieles sagradas (Jazmín Sambrano).







Juguemos

Descubrir el secreto de los vinos mojados por el tiempo. Esconderle los dados a los dioses. Meterle goles a la luna, añadir algo al mundo, morir de asombros, cargar con los sueños que inventamos. Darle de beber a las botellas, darle un abrazo fuerte a la existencia, darle tiempo al camino a que regrese. Dar con el canto del asombro, dar nuestra vida por un arma en paz. Juntar todos los pasos y oír la algazara de los sueños. Apiadarse de una pomarrosa engrifada entre la lluvia, celebrar el cumpleaños de los árboles, confiar que basta un lucero para que haya noche; un pan, para la vida eterna. Disfrutar de quien juegue con el sol y más de que el sol juegue con el niño. Sentir que el viento nos acerca a los difuntos o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos. Ver en noche escura relumbrar el sueño, cantar de las contiendas la ventura, saber cuál el parentesco que a las costas de la divina antigüedad nos ata.
Reconocerse en los pipotes de basura, en el alarido del pueblo, en su angustia, crispación y grito. Oír el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Sentarse en el lugar del hambre, detenerse a la orilla de una lágrima, saber del diapasón del pobre. Sentir la muerte girando en los talones, los hambrones. Abrir el atajo que nos lleve al hombre.
Desarmar como un niño la osamenta y dejar el juguete de nuestra estatura abandonado en un rincón. Estar vivos todavía entre las sombras, en pie de muerte andando. Pisar la sombra en busca de un instante. Enterrar hondo el desvarío mientras la muerte nos espera un rato. Ir de contragolpe hacia la muerte, cantando entre los pinos asombrados. Ir en fúlgida arrogancia componiendo la propia sinfonía. Ir de tempestad en tempestad, velar, virar mientras morimos. Comprobar que la alegría existe, auténtico gol, tal como la tristeza no otra cosa que autogol. Defendernos de la infinita goleada de la muerte, la más eterna de todas las goleadas a sabiendas de que el jaque final estará siempre en otras manos. Alcanzar un vano, donde la muerte no quepa. Convencerse del viaje hacia la sombra, echar un vistazo al mundo, quedarse en medio de la tierra, ponerle trampas a la muerte. Querer partir al infinito de cara hacia el misterio para siempre. Llegar vivos a la muerte.
En noble pugna, golpe a golpe, a contragolpe, con vigor de brazo, agilidad de pies, pura danza, avanzar, frustrar hazañas, convertir. De derecha a izquierda, de izquierda a derecha, zigzagueando —ráfagas encendidas, líberos, invitados del polvo eternamente— bailar, correr, volar, ir al frente, atacar, adivinar, cumplir tiempos, correr el peligro de la vida, adelantar, vivir, sobrevivir, resistir hasta el último combate. Con la pena final en otras manos, esperar el pitazo irremediable, volver con la victoria, a tiro limpio salvar la luz, salvarnos juntos, jugar, salvar al hombre —la sal menuda de amorosos huesos—.
Jamás la canción tuvo punto final. Persigamos un arte del hombre, con el hombre, para el hombre. De cara al hombre y a pesar del hombre. Un arte en el que no falte nada del mundo, nada del hombre. Nada del aire, ni del fuego, ni de la tierra, ni del mar. Un arte a sangre y fuego, a paso largo. Capaz de amar, capaz de armar la paz! Capaz! Capaz! Capaz! Capaz! Capaz!





Juguemos al hombre
Caminemos tras la nueva aurora en compañía. Fortalezcamos la casa del hombre. Vivamos con el destino siempre en guerra, en guerra a muerte con la muerte. No hay tiempo que perder. Será la última experiencia si queremos resarcir vida, patria, libertad y pan. Conversemos con la esperanza muerta, con el deseo difunto, con el sueño ido, con la sangre rebelde del olvido. Mientras vivamos, juguemos al hombre, a la mañana; a la vida, a su paciencia, a su escondite.
Guardemos la alegría, la rabia, la ternura, para cuando el pueblo salga o llegue o nos convide. Demos grandes zancadas hacia nosotros. Regresemos con el viento en armas a reclamar algunas y otras cosas. Escuchemos los relinchos de la noche. Conozcamos las lluvias subterráneas. Abramos la trocha que nos lleve al hombre, al mundo y a la vida.
Fundemos un mundo, un país con palabras verdaderas, dignas, apasionadas; las que nos dirán cuándo, con qué fuerza, de qué modo asumir nuestro destino. A proteger al pueblo con palabras. A presenciar todas las agonías. No aullemos como perros solitarios en la noche del crimen. Carguemos con el fardo y echémonos animosamente a los caminos matinales que ilumina la esperanza.
Rompamos todas las jaulas. De regreso del futuro, conquistemos la utopía. Seamos hombres con nostalgia de futuro. Juguemos, soñemos con la Paz. Al pie de la derrota, mientras la luna canjea el puesto con la muerte, fundemos la razón mientras podamos. Saquemos a la calle nuestra furia. Alcemos la esperanza entre las manos. El triunfo acuartelado por ahora. Aparecerá siempre algún cocuyo, así algunas noches haya apagones de luciérnagas.
Amémonos los vivos a los vivos, que siempre no estaremos como estamos. ¡Jamás, hombres humanos, hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, en el vaso, en la carnicería, en la aritmética! ¡Jamás tanto cariño doloroso, jamás tan cerca arremetió lo lejos! ¡Ah, desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo qué hacer! ¡Cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos! Calla, crepúsculo futuro y recógete a reír en lo íntimo de este celo de gallos ajisecos soberbiamente, magníficamente ennavajados. ¡Cae agua de revólveres lavados! Vamos, pues, compañero; nos espera tu sombra apercibida, nos espera tu sombra acuartelada.
Camaradas, varios días el viento cambia de aire. Como insomnes almácigos en guardia, en la cárcel con sueño de esperanza, estará nuestra sombra cuestionando. Esto es urgente, el tiempo apremia, el día. ¡Saludemos al sufrimiento armado! Halemos al mundo. Bebamos, nosotros que venimos de beber luceros en las altas copas de los pinos frescos. Caigamos en cuenta de esta vigilia creadora, cuando a fuego lento se decide la definitiva soledad del mundo. Velemos eternamente la emboscada. Justifiquemos esta guerra, este insomnio. Seamos labriegos de nuestra propia voz. Somos la palabra que está naciendo, la misma que se detiene y volcará como campana su acero y su sonido hacia todas las mañanas.
¡Juguemos al hombre y a la vida! ¡Pan y paz para el hombre de este tiempo!

Juguemos a la patria
Ay cuándo ay cuándo despertaré en tus brazos.
Pablo Neruda
Porque tu luz en las tinieblas resplandece. Porque clara luce tu sombra en la distancia o la noche de tu lumbre. Porque nunca te sentimos tan vecina a nuestro insomnio. Porque a diario nos compruebas que existe algo más acá de las estrellas, donde titilan las entrañas de tus hijos: el más acá poblado de miserias y de sueños. El más acá del horizonte. El más acá de tu entrecejo, de tu ira, desasosiego, tempestad y grito. Porque siguen los imperios velando tu riqueza, defendiendo a dentelladas, a mordiscos, su trono y lozanía, mientras la guerra se decreta; sigue, crece, se desborda y multiplica. Sigue arreciando cerca de los golfos, cerca de los mares, cerca del hombre y sus tormentos. Verdadero asalto a mano armada, arrebatando conciencias, minerales, alboradas; mundos y submundos ante la colosal supermandad del odio.
Porque comienzan a escasear los perfumes de oréganos, cardones, tunas, semerucos, damas de medianoche, andiduras, guayanas, falconías, frente a las viejas casas solariegas, el sol, el solaraje, la rabia, la llagadura, el desvelo, la ternura. Porque arrastramos muerte todavía. Porque combatimos con el caballo azul del amor, el blanco de la libertad y el rojo del combate. Porque persiste angustia, soledad, silencio, crispación y pálpito, aguijando, aguijoneando, arañando nuestro tiempo, circundando las voces desgarradas del barranco. Porque morimos de miseria cada tarde ante el viento huracanado de la larga letanía de este dolor definitivamente inhumano. Porque el pecho es un celaje que no puede contenerte.
Porque persiste el desgarramiento, la llamarada, la brasa, la hoguera, la hojarasca, la bazofia cotidiana. Porque hacen falta jinete, cabalgadura, lontananza, sabanas para la canción de la victoria. Porque bebemos nuestra agua a precio de sangre dolarada. Porque casi no alcanza el sudor para la leña. Porque el yugo se encarama en la cerviz y nuestra piel quema como un horno por el ardor del hambre. Porque seguimos con el hambre todavía, descalzos todavía, sedientos todavía. Carcomida la conciencia desde adentro, desde lejos, desde afuera, desde siempre, desde cerca, hasta las cejas.
Oigamos el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Escondámosle los dados a los dioses. Cuidemos de quedarnos de pronto sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía. ¡Juguemos a la patria! Hijos del Mañana, escuchemos la melodía del futuro. Comencemos de nuevo. Acumulemos paz, previendo las luchas que le faltan al torrente. Acumulemos sueños y verdades, lo que importa es la luz de los caminos. ¡No más odio! ¡No más cólera! ¡Sólo el hombre! ¡Nuestra condición! ¡Sólo campos, huertas, sementeras! ¡Sólo arados para el hombre! ¡Sólo hogares para el hombre! ¡Sólo amor, el viril amor del hombre por su hermano, su llanto y esperanza!
¡Menos fuerza para la guerra! ¡Más valor para la paz! ¡A juego limpio! ¡Doblemos la parada! ¡A jugársela! ¡A jugárselas! ¡Soñemos con la paz! ¡Apostemos a la patria! ¡Juguemos a la patria!



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