martes, 22 de junio de 2010




Catalino “Tite” Curet Alonso Coquí de pueblo y suceso





Camilo Manrique falleció.
Plantación adentro, camará.
Sombras son las gentes nada más...

“Plantación adentro”, canción de Tite Curte Alonso,
popularizada por Rubén Blades y Willy Colón



Sabiéndote ciertamente
asomado a los pesares,
los asombros más que mares
para tu lumbre presente.

Vislumbraremos luceros
bordados entre la hierba
mientras fanal en rocío
palmaflora te recuerda.

Sigue invocando la vida
que no tan sólo la muerte,
entre soles tu partida
mientras te cubra la suerte.

Primorosa, dulce aurora,
en jardín de madrugada
alba, jazmín, muy señora,
te despide como hada.

Sueño de lumbre en azul,
fogarada, sol, lejura,
la lejumbre cuando jura
entre ventanas de tul.

Dormido pétalo en cierne,
tras el negro mestizaje,
en frágil, leve equipaje
nada la muerte discierne

En alta mar sin confín,
ramazón y ramalazo,
un mismo y único hartazgo:
encontrar el mismo fin.

El nacimiento es marea,
ráfaga, botonadura,
pena, dolor, llagadura,
aunque nadie casi crea.

Cielo arriba, cielo abajo,
sortilegio, nube, cumbre,
por donde va la costumbre
de este triste embudo viejo.

Feroz, enceguecida,
en su infinita constancia,
encubierta en su fragancia
siempre la parca homicida.

Ya Tite Curet Alonso
—lumbre, varón, argamasa—
con su muerte en este agosto
comprueba lo de la causa.

Catalino Curet Alonso,
guayamés de pura cepa,
curtido al son de la mar
lejos murió de su arena.

Del Barrio del Hoyo Inglés,
al Barrio Obrero en Santurce,
del Caribe hasta su cielo
no hay ola que lo perturbe.

Salsa de pura conciencia,
de negritud caribeña,
zarza mestiza, caribe,
como se escucha en La Perla.

El más grande de la salsa,
lo dice la negra Lil,
el de la cara más linda
sin conocer casimir.

Caras lindas de su gente,
caras de su raza prieta,
llanto, pena, paz ausente,
grito que en la vida reta.

En San Juan, en Nueva York,
supieron de este cartero
que traerá desde el cielo
las misivas de su Dios.

Cronista de alto coturno,
su pluma la más fecunda
el caribe afán inunda,
dejando al hermano turno.

Indio de raza cautiva,
Decano sólo del sol,
en Saint Joseph, Baltimore,
te consiguió la furtiva.

Con sabor de pura salsa,
cuentero al cual más cuentero,
lo tiene Dios en su casa
alborotando su cielo.

Poeta culto del barrio,
indio de sangre sonora,
plantación adentro, el barrio,
el mundo entero lo llora.

Negro negrito por fuera,
orgulloso de su raza,
debajo de aquella pena
más que alianza pan su alma.

Plantó bandera y escudo,
nunca de segunda mesa,
testigo de la pobreza,
con los pobres siempre estuvo.

Buen albañil, sentimiento,
amante sin contraseña,
con la mano en la conciencia,
amanecer caribeño.

Tropicalísimo loco,
de la salsa la locura,
muy cercano a la negrura
por lo que tuvo de poco.

Feliz, efectivamente,
acero, nervio, fulgor,
pa’ que los pobres afinquen
el tambor de su ilusión.

Con más de dos mil canciones,
setecientas ya grabadas,
cabalga sobre la gloria
de sus cien mil cabalgatas.

Juglar, jaguar antillano,
jaguar cortando la tarde,
el rugido de su pueblo
le corría por la sangre.

La esencia del guaguancó
en carcajada final,
la que hasta el diablo bailó,
la sentirá el huracán.

La fuerza de la justicia
volcada en su cancionero,
boicoteada, hoy pernicia,
liberarán los salseros.

Tres grandes para la América:
Celia Cruz, Juancito Torres,
Catalino Curet Alonso,
más inmortales que el bronce.

Con plena idea de su gente
cuando llegue su momento,
cuando el gringo por su cuenta
nos devuelva nuestro sueño.

Porque Juanito Alimaña
ése sí que sabe de eso,
esconde en amplio bostezo
parte de una y otra maña.

Como alma que lleva el diablo
sale detrás con el viento
en sorprendente portento
rezándole al Santo Pablo.

Plantación adentro, Dios,
agosto de 2003,
tan sólo en un dos por tres
se nos murió un viejo sol

Encendido en su garganta
Catalino no murió,
quedó sembrado en canción,
florecerá dulce planta.

De frente en página entera
salió con el alba al mundo
a pregonar el submundo
con la más grande arrechera.

Catalino Curet Alonso,
Tite, Coquí, camarada,
ancho boricua fogoso,
abrazo, nunca celada.

Coquí, de noche Coquí,
marejada, timbre, grito.
nocturno duende caribe,
intermitente alarido.

No te decimos adiós
aunque te vas de regreso
al cielo que te parió
Coquí de pueblo y suceso.


Pablo Mora
Venezuela




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