sábado, 9 de octubre de 2010

En tiempo de décima







REALIDAD

Este pueblo de montaña
tiene amor y despedida,
con un samán a la entrada
y una acacia a la salida.

Manuel Felipe Rugeles


Grito de sol, de neblina,
dulce corteza de trigo,
amor que siempre persigo
en mi lumbre azul marina.
Tu presencia campesina
mis arrebatos empaña,
tierra en que el hombre se amaña
desde el claror de su infancia
donde fulge de fragancia
este pueblo de montaña.

Este pueblo de alborada
donde el campo se silencia
en refulgente querencia
es amor en clarinada.
Sus bueyes, su brisa alada,
su ardorosa bienvenida,
la eternidad de su vida,
su coraje arboladura
nos dicen que su ventura
tiene amor y despedida.

Tiene amor y tiene vida,
tiene un fragor cristalino,
porta fuego en su camino,
atalaya esclarecida.
Su trajinar nos convida,
fuga en clarín desatada,
tierra fértil, tierra arada,
donde sueña el campesino
y se cobija el molino
con un samán a la entrada.

Con un samán a la entrada,
clara herencia milenaria,
lumbre en sagrada plegaria,
se eleva al cielo arbolada.
Con una gracia encantada,
en su costado encendida,
va este pueblo por la vida
esgrimiendo su saludo
con un samán como escudo
y una acacia a la salida.


Pablo Mora

Premio Peña Manuel Felipe Rugeles



VASITO DE AGUA DE COCO

Cuando empecé la subida,
vasito de agua en la mano,
mi madre me digo en vano:
váyase yendo en la vida.



El niño aquel que venía
desquiciado, medio loco,
vasito de agua de coco
cuando la luz sorprendía.
Brillaba mi poesía
en la flor de la vereda.
No hay quien conmigo pueda,
ni la tromba huracanada,
soy mucho menos que nada
en mi locura que queda.

Vasito de agua de coco
con tu sabor endulzado,
me fui en la vida de lado,
¡malhaya mi amor tan poco!
Así fue como de loco
me encontré con mi tristeza,
la misma que en tarde reza
por su aldea y por su lampo.
Grítenme piedras del campo
cuando griten su belleza.Siervo sin tierra mi padre
madrugándole a la aurora
—triste vasija que llora
las lágrimas de mi madre—.
¿Dónde la luna que encuadre
las soledades sin vino?
Zarzas, ortiga y espino,
amaneceres en vano,
fueron dándole la mano
a las llagas del destino.

De vuelta ya de la vida
torna mi infancia a su aldea,
la antigua lumbre que arrea
a mi locura dolida.
No hay pena desconocida
que no distingan mis pasos:
ramazón y ramalazos,
el delta de mi amargura
por donde va mi ventura
a golpe, sangre y leñazos.

Siempre en la tarde me espera
—guijarro del infinito—
el terrenísimo rito
del hombre, fragua y hoguera.
Y al ir a la sementera
encuentro sólo la risa,
ínfimo leño de brisa,
tizón para la esperanza,
y mi lamento no alcanza
a traicionar la sonrisa.

Pablo Mora


Desventura

Este pensar sin pensar
tiene mucho de un anhelo
que por volar solo al cielo
al fin quedó sin volar
y cuando surge del mar
del mar de su desventura
su impaciencia se apresura
por dar con su corazón
donde canta una canción
su más íngrima ternura.

Pablo Mora





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