sábado, 2 de octubre de 2010

Nuestra Misión






Nuestra Misión

Pablo Mora


Y pasan los siglos de los siglos, los días de la totalidad de los siglos, como lo expresa Roque Dalton. Vienen a nuestro encuentro los años o con ellos vamos. Atardeceres y nostalgias. Cenits y nadires. Saudades, melancolías y asechanzas. Tristumbres, ansiedades e ilusiones. Un borrador apenas para que lo cumpla el sueño del niño que somos o que fuimos. Razón la de Ernesto Sabato: “No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy el aquí”. Solo universaliza quien en su aldea ahonda. Yendo a los intríngulis del bien y el mal, no queda sino resistir entre la decisión y la muerte. “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.” Nada más cierto.
Sobresaltados, “amurallados por el miedo” nos despertamos ante el fin del mundo que arremete contra el hombre. Contadas son las presunciones, las alternativas. Entre ellas, adelanta Cristina Castello: “Si la humanidad no quiere autoaniquilarse, el camino sería un contrato social planetario, con instancias de gobernabilidad y acciones colectivas en pro de la naturaleza. Así, podría inaugurarse la existencia, como una posibilidad humana de transitar el tiempo.”
“Hemos fracasado. Sobre los bancos de arena del racionalismo demos un paso atrás y volvamos a tocar la roca abrupta del misterio.” (Urs von Balthasar). Razón tal vez asista a Sabato cuando sostiene: “!Qué diferente habría sido la situación si el ‘socialismo utópico’ no hubiera sido destruido por el ‘socialismo científico’ de Marx!” Mientras agrega lapidariamente: “No hemos de hundirnos en la depresión, porque es, de alguna manera, un lujo que no pueden darse los que se mueren de hambre… Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra que están en peligro… La vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión… Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia… Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto la humanidad haya perdido.”
Los umbrales de la noche nos sorprenden en vigilia. Una cosa es cierta, mentira el resto, como a la flor, la muerte nos acecha. Dejemos a la muerte al descubierto, al pie de todo asombro. Mientras alguien padezca, la rosa no podrá ser bella; mientras alguien mire el pan con envidia, el trigo no podrá dormir; mientras llueva sobre el pecho de los mendigos, no sonreirá el vino. Matemos la tristeza. El rumor de un pueblo que despierta ¡es más bello que el rocío! El metal resplandeciente de su cólera ¡es más bello que la espuma! Un Hombre Libre ¡es más puro que el diamante! A punta, a copa de vino, libertemos al fuego de su cárcel de ceniza. Encendamos la hoguera donde se queme este mundo sombrío. Seamos un relámpago perpetuo.
Dios hizo el sueño; el hombre, el vino. Cabalguemos sobre el vino. Partamos sin espuelas y sin freno rumbo al azul. Por el azul huyamos sin sosiego al paraíso de los sueños. Demos de beber a las botellas. Roguemos porque a las noches no les dé sueño. Bebiendo cielos, como copas de árboles, lleguemos a los dioses. Bebamos nuestro júbilo de ser del vino orfebres. En esta hora incierta de los hombres, entre la herida universal del orbe, golpe a golpe, hacia adelante, rema y rema. Subsanemos hambre en libertad. Sobrevivamos. Trascendamos en sobre vida. Grabemos el sueño entre los árboles para que vaya andando en el aire, como ellos, hacia arriba. Compartamos la luz del mundo, el pan del mundo al mismo tiempo que la noche oscura. Condenémonos juntos o salvémonos todos con las mismas manos, con el mismo vino y con las mismas sombras.







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