jueves, 7 de octubre de 2010

La máquina de coser










La máquina de coser
Pablo Mora

Gracias, hijo, pues los disparos a la memoria hacen mucha falta, en medio de este cotidiano desgarramiento, esta llamarada, esta brasa, hoguera, bazofia cotidiana; en medio de esta mezcla de heces, sobras o desechos Algunas tienen muchos más afeites, aderezos, adornos, periquitos... La de mi madre era como Singer Light: no de lujo, sino caserita, de entre casa. ¡Era poema vivo, un poema rodante, en pie! Parte de mi infancia, en mi nostalgia vive.

A ciencia cierta no alcanzo a recordar cuántas sueños mi madre con su SINGER cosería. ¡Ah y la bendita bobina! ¡Lío mayor aquel de embobinar y los tremendos enredos que a veces se formaban, sin uno entender ni un comino! Ver en aprietos a la madre. No era nada fácil dejar de llorar… Lo mejor el sistema de “guardado” que convierte a la máquina en una mesa útil para cualquier otra actividad.

Venida de 1850, sesquicentenaria, e inundando a medio mundo, la SINGER constituye un anticipo de la tal globalización. Isaac Merrit Singer, quien da el nombre a la máquina de marras, fue el responsable de la combinación de varias patentes en el campo de las máquinas de coser y de sentar las bases para la producción en serie de estas máquinas.

Ahora, en esta noche, entiendo de dónde mis puntadas, mis hilvanes, mis colchas, mis costuras... mis costumbres... por allí se engavetó mi infancia. ¡Esta Singer da cuerda a mi locura! ¡Qué vacilón, qué gozadera era sentarse a darle al pedal! Ahora me pregunto de quién, cómo y cuándo mi madre aprendería a manejarla. Ellas constituyen de verdad una reliquia familiar, en la que se funden una y otra clase social. Ayer casi todas de metal y de madera; hoy, más bien de material sintético, plástico.

Con ella, la primera mochila, el primer pantalón, cuando nos hicimos a la vida.
Nos encantaba darle al balancín. Además el sonido que hacia nos daba más que sueño.
Esta máquina es un auténtico objeto de culto en mucho hogares... los niños jugaban a acelerar el pedal.... el cambio del cuero que movía las poleas... las agujas..... el ensartar ... su sonido... el colocar el hilo dentro del carrete que estaba guardado en la base. Todo, un arte muy temprano, muy especial. En nuestras casas debe haber una... aunque la correa de cuero que mueve las poleas se haya dañado y esté arrinconada por allá en el fondo de la mar

La misma donde mi madre tejiendo que tejiendo sueños y esperanzas, como una venadita, alcanzó las riendas del horizonte... viva todavía, bajo el granado trigal de la noche insomne, rumorosa de viento alto y de luceros... mientras yo no hacía sino oler y oler aquel perfume, aquel aceite venido desde lejos... de no se sabe dónde. La infancia, la sombra antigua que a las costas de la divina antigüedad nos ata. ¡Cómo que si guarda cuentas y cuentos esta SINGER! La de nuestra tía Julia que, sordomuda, se sabía el acento de todas las puntadas. La olorosa Singer que todavía ronronea en nuestras almas... Complacido, guardo en mi corazón la pareja de novios bordada por mi madre en una bella sobrecama. ¿Y de la Singer que un día regalé a los míos qué decir? De vez en cuando también es juguete de mis nietos.





1 comentario:

  1. Qué de imágenes me ha traído tu post!
    Gracias!
    Volví a sentir el mismo ronroneo como de trencito de sueños...yo arrastraba mi sillita y apoyaba mi cabeza en su falda, mientras ella hilaba cuentos yo me dormía sintiendo su olor a jabón y a miguitas de pan...
    Mi vieja, qué dulce recuerdo! :)

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