miércoles, 21 de abril de 2010

Del Libro







Del Libro
Pablo Mora

En el Día Internacional del Libro

Puente para llegar al hombre. Bosque donde moran las luciérnagas. Río por donde navegan los hombres, los jardines, las estrellas. Un mensaje que enseña, conforta y vivifica. Nave que nos lleva al ensueño, al solaz, la rebeldía, el sosiego. La voz que clama en el desierto. El grito, el ruego, el llanto de la tierra.

Soliloquio, meditación, refugio, donde acampa el hombre. La trinchera mayor de la palabra. Lumbrera que ayuda a razonar. Memoria infatigable del encanto y desencanto. Acopio de mentiras, miedos, grandezas y miserias. Inagotable provisión en trashumancia.

Sin él, el mundo no fuera; la posteridad perdería la memoria. El tiempo no sería sin ellos; la vida, menos. Voz de los gemidos, deshilvanan alabanza, ambición, arte y desvarío.

Razón o sinrazón, en todo tiempo, lugar o desconcierto, tienen ellos la palabra. Responden por el silencio; otorgan vida a la soledad de los remansos. La belleza se esconde en sus recintos. En ellos se refleja el reino poderoso de las luces y las sombras.

Confidencia casi siempre, confiesan los anhelos, el asombro de las almas. Al hombre cabizbajo, alumbran el contentamiento, gobiernan sus insomnios. Sueño de los árboles. Hablan en nombre de los dioses. Faros titilantes, conducen naves, lumbres, penas, lomas.

En noches de lluvias impetuosas, sus alas, ardientes, nos cobijan. Ante un mundo que nos deshace, ellos siguen siendo. En nombre de la humanidad, descifran paz y guerra. ¿Quién registraría la comedia humana, los absurdos caprichos, las locuras de los hombres? ¿Dónde habría escrito Dios? ¿Dónde los dedos rosados de la aurora?

Elogian a los dioses, elogian a los hombres, preguntan que preguntan por el destino de la tierra. Podrá el tiempo malgastarnos, mientras ellos testigos de todas las victorias. Enseñan a dudar, celebran la gloria de los pueblos, la intimidad y grandeza de la humana hazaña. En la verdad o en la mentira, cada uno con su medida, su perfil, su música, amplía la razón, la duda, el goce.

Alegría del niño, cantera de los sabios, apuntan el confín de los mortales. Toda duda en él cabe, todo dolor, angustia, desasosiego o esperanza. La inspiración en él reposa: la inteligencia o terquedad del hombre. Aplacan penas, dialogan, conocen todos los misterios, todos los estados del alma. El canto a la libertad, el amor a la vida, a ellos los debemos. Cuando de todo esto no quede sino rocas, vendavales, volandera, la hoja de un libro delatará las bondades, lozanías y crímenes del hombre.
pablumbre@hotmail.com






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