viernes, 2 de abril de 2010

SÁBADO SANTO







2010
AÑO SACERDOTAL



SEMANA SANTA




+MARIO MORONTA R.
Obispo de San Cristóbal.










SABADO SANTO

Todos estos días hemos ido conmemorando y meditando las diversas facetas del acto redentor de Cristo. Y hemos podido comprobar, a la luz del año sacerdotal, que quien lo ha hecho ha sido el Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo. Todo sacerdote ofrece sacrificios a Dios para hacer de mediador y conseguir la comunión entre Él y la humanidad.

Lo mismo sucede con Cristo. Se ha ofrecido al Padre, ha entregado su vida para conseguir la redención, la salvación. Pero ésta no es algo etéreo o superficial, sino una realidad que produce un efecto transformador en el ser humano. Dios hace que la ofrenda recibida se regrese como gracia a la humanidad.

Ya el profeta Ezequiel, como lo leíamos durante la Vigilia Pascual que celebramos, lo advertía: Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne… Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios…

San Pablo nos indica que la profecía se ha cumplido. Hemos sido asumidos por el Sacerdote y la Víctima, y con su acción pascual-sacerdotal, hemos sido salvados, transformados, cambiados… de tal manera que somos hijos del Padre Dios. Ahora, por el bautismo, podemos disfrutar de lo que hizo Jesús. Por eso, somos identificados a Él, sepultados en su muerte y resucitados con Él. Ha cambiado radicalmente nuestra existencia y nos ha introducido en un camino que conduce hacia la plenitud. Ese camino es el de la novedad (salvación) de vida.

El fruto de la entrega sacerdotal para nosotros es el que nos podemos unir a Él por su muerte y su resurrección. Si morimos con Él, si resucitamos con Él… entonces viviremos con Él. Y al vivir con Él, vivimos en comunión con el Padre, para ir caminando hacia la plenitud de la salvación. En esta noche de alegría cantamos gozosos el triunfo del que entregó su vida: ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo! Ese canto es una nueva profesión de fe en el Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote que nos dio la vida nueva de hijos salvados.

Gracias a la resurrección, de la que somos testigos, todo lo que hacemos adquiere un mayor sentido. Gracias a la salvación el sacerdocio de Jesucristo se sigue manifestando en cada uno de los ministros de la Iglesia, que hacen memoria viva de esa pascua redentora. En cada sacerdote, al ejercer su ministerio y particularmente al proclamar la Palabra y celebrar la eucaristía, sentimos la fuerza del Señor que sigue actuando y salvando en la historia de la humanidad.

Es la noche santa, la del cumplimiento de la promesa divina, la de la victoria de la luz sobre la oscuridad, la del triunfo de la vida sobre la muerte…Hoy es el día más grande que hizo el Señor, porque se hizo realidad lo que el autor de la Carta a los Hebreos nos recordaba el pasado viernes santo: hoy se cumple la misericordia de Dios, hoy encontramos la gracia, hoy es el tiempo de la salvación. Así es como podemos cantar: su misericordia es eterna…






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