viernes, 16 de abril de 2010

Lolita Robles de Mora / Mitos y Leyendas de Venezuela






Lolita Robles de Mora.Mitos y Leyendas de Venezuela
Pablo Mora
Profesor Titular, Jubilado, UNETSan Cristóbal, Táchira, Venezuela






Introito
Lámpara encendida desde el hondo misterio de su alma. Roble hecho mujer. Maestra y Poesía. De leyenda en leyenda teje los caminos. Fluye del alba e inunda el resplandor del día. Conoce la Grecia, el mito, el coraje, la constancia, lo que debe ser leído. Cabal taurina, lidia con la vida. Ilimitada como el agua, como el fuego, levanta la atención del niño, sobre las rocas de las altas sierras. Entre valles y colinas, entre páramos y abismos, entre picachos de belleza abrupta, el enigma, lo inexplicable, lo real maravilloso, lo maravilloso que llega a ser real. Sin ninguna prisa, sin ninguna pausa, ante el reto al descubierto. Desde la vigilia esplendorosa de su lumbre, una mujer que muestra al mundo y a los suyos la imagen de un pueblo, el encanto, el paisaje, la flora, la fauna y sus costumbres.


Trocando la imagen del color del Ande por su obra plenificada en luz, asombro, huella, lejanía, el gran cantor de la montaña, salir parece al paso:


Sobre las rocas de las altas sierras y entre tus lagos siempre iluminados, tus leyendas indígenas encierras. Guardas tus viejos mitos ya olvidados. Manuel Felipe Rugeles [1]


Así va la vida-obra de Lolita Robles de Mora, oriunda de Noreña, Principado de Asturias, habiendo, muy pequeña, viajado a Venezuela con sus padres y hermana. A la vuelta de los años, un percance en su camino -fúlgida sombra de repente- no fue sino acicate para catapultar la lozanía de su coraje, tornándose luz en su conciencia el prolífico acervo de su creatividad.
Lo que a tiempo evocan en justiciero verso sus bardos amigos:
Por ser toda bondad: o simplementevenda de sol para la oscura herida,se da en amor sin tasa ni medidacomo se da la espuma en la corriente.
Llama que de lo intacta y transparenteconvierte en flor la espina entenebrida;absuelta claridad, luz redimida, vueltas fúlgida sombra de repente.
Lealtad y abnegación y azul querellay remanso y relámpago y estrella,en divina y humana perspectiva.
Todo esto y mucho más, Lolita eres…!Y en tanto más a la bondad te adhieresrefulge más tu amor en carne viva…! Elio Jerez Valero [2]

Dicen, no sé si es cierto, que en la sombraNo hay luz, que de ella huyeron los luceros.Mentira. Los cocuyos son viajerosEn la noche de luna que los nombra.
Hay noches toda luz, noches sin sombraQue el cielo las envidia. Son reguerosDe estrellas en los altos ventisquerosQue al mismo Dios, su jardinero, asombra,
Doña Lolita, profesora amada,Tú vives de luceros incendiada,Tu luz está en tus libros, en tu ciencia.
Tu pluma es el buril con el que labrasTu cátedra, tu acento, tu palabraQue se nos torna luz en la conciencia. Emiro Duque Sánchez [3]

Razones de sangre
Lolita Robles de Mora, a quien Venezuela entera conoce de vista y trato, dada la permanente comunicación entablada a lo largo y ancho de la geografía nacional y de las ondas hertzianas de acá y acullá, en ocasión del fecundo y permanente levantamiento del imaginario colectivo patrio, española de nacimiento, tachirense, venezolana, de corazón, desciende de un escritor que, como ella, propagó y elevó la literatura popular de su tierra, Asturias, desvelado por cantar y enaltecer su terruño. Nos referimos a su tío, Emilio Robles Muñiz (1877-1938) conocido como Pachín de Melás, quien elaboró su obra en la Lengua de esa provincia española: el bable. Amigo de Vasconcelos, ganador de premios y sobre todo cultivador del cuento, la poesía y el teatro, es considerado como el padre del teatro costumbrista asturiano. De donde, se deduce que muchas de las virtudes literarias de Lolita obedezcan a razones de sangre. Máxime cuando la atmósfera geográfica que circunda su vida en Los Andes venezolanos una alta afinidad guarda con la tierra asturiana que la vio nacer. En su propio decir: “Me encanta esta tierra, porque me parece estar en Asturias.”[4]

Volver a nuestras raíces
Convencida de que el pueblo que no conoce sus raíces no sabe quíén es ni de dónde viene, ni adónde va, de que mientras viva el hombre habrá sueños, Lolita Robles de Mora, nuestra autora de marras, resume, desde el escenario de su alma, la razón de ser -retrato hablado- de su entero trajín, de su mestiere o misse en scène.
“Después de caminar por valles y colinas, llanuras y médanos, sentir la caricia de la brisa marina y el sonido de las olas al chocar contra las rocas, de extasiarnos ante nuestras apacibles lagunas misteriosas y contemplar las cadenas de montañas, de sentir la paz de La Gran Sabana con su maravilloso paisaje de tepuyes y cascadas, escuchar los sonidos de la selva, la quietud de los viejos pueblos o el chapaleo de curiaras en los caños del Orinoco, percibimos en todo ello algo enigmático y sobrenatural en donde la flora y la fauna cobran vida y movimiento, en donde el lugareño explica lo inexplicable, pues detrás de lo real surge lo irreal y fantástico, es el imaginario colectivo perdido en el tiempo… La naturaleza y el tiempo forman un conjunto de elementos que nutren la imaginación. Entre las ruinas de una casa podemos encontrar un tesoro; de una laguna pueden salir duendes que asustan o castigan a los intrusos por interrumpir la paz del lugar; ánimas milagrosas que salen para proteger a un caminante o castigar a quien no cumplió una promesa; figuras legendarias con su estela de misterio y toda clase de personajes con hechos que van de lo natural a lo sobrenatural.
Aparecen en las narraciones -la autora hace la Introducción a una de sus obras capitales: Mitos y Leyendas de Venezuela- una serie de hechos contados por los ancianos que trasmiten un cúmulo de sabiduría popular y al contar las leyendas se emocionan como si las vivieran, esa es nuestra tradición oral, rica y variada, con las características propias de cada zona que están presentes en MITOS Y LEYENDAS DE VENEZUELA. Escuchar a los mayores es encontrarse con lo más auténtico de nuestro pasado, es conocer nuestra idiosincrasia y es volver a nuestras raíces.
La tradición oral manifiesta a través de mitos y leyendas los valores y visión de mundo de la cultura popular, en donde cada relato tiene su lenguaje particular y su discurso narrativo que sufre modificaciones a través del tiempo. Al valorar este rico tesoro nos encontramos con lo más auténtico de nuestra identidad nacional.
Se ha comprobado que en Venezuela existe una tradición oral que enriquece la narrativa con mitos y leyendas y a través de ellos se conocen creencias y supersticiones basadas en aspectos mágico-religiosos. Se piensa que con la electricidad y la tecnología, los tesoros ocultos, duendes, espantos, aparecidos y diablos han desaparecido, pero aún pueblan nuestros campos, aldeas, pueblos y ciudades.
La temática de MITOS Y LEYENDAS DE VENEZUELA, producida en las leyendas por ánimas milagrosas, espantos, aparecidos, duendes, encantos, encuentros con el diablo, tesoros, imágenes religiosas, princesas aborígenes y maldiciones; en los mitos de origen: lagunas, metamorfosis en animales. Perla, arco iris, nacimiento de una etnia y del fuego, es abundante y variada. Debemos rescatar nuestros mitos y leyendas para que nuestros descendientes las conozcan y puedan contarlas.
Estamos seguros que mientras viva el hombre habrá sueños, fantasía y leyendas.” [5]

El sentido oculto de sus leyendas
Dejemos que sea el consagrado crítico literario Lubio Cardozo quien nos explique o clarifique el sentido oculto, los alcances de las leyendas de Lolita Robles de Mora, a partir de una aproximación a una de sus obras, pero cuyos deslindes y precisiones cubren en mucho la totalidad de su altísima riqueza creadora:
“Concluyo de leer Leyendas del Táchira (2001), segunda edición. Gustoso libro, en prosa transparente, en impecable impresión escritural, donde Lolita Robles de Mora recoge más de ochenta leyendas del imaginario popular tachirense. Viaje fantástico por la geografía mágica de la oralidad leyendaria de los pobladores de esa privilegiada región andina. La autora nos lleva de la mano ya por la ruta de la montaña, ya por la del sol, o por la del café, o la cerámica, o la frontera, hasta aterrizar en la planicie de la parte llanera del estado. Gratísimos relatos del mundo de lo fantástico cual una manera también de entender la vida cotidiana al lado de la poesía, de la fantasía, de ese paralelo universo ficcional y fabuloso enraizado en la base de la pirámide social, cuyo pensamiento mítico va más allá de la frontera de la lógica, de la racionalidad. Horizonte aquél donde todo es posible, espacio para todos los planteamientos insolubles en la vida real: salir de la pobreza, satisfacer las necesidades elementales, calmar el dolor, tangibilizar los sueños, en fin el itinerario por el maravilloso país de lo verosímil. Todo ello materializado en un libro de más de trescientas páginas -simpáticamente ilustradas por Ender Rodríguez- entre las cuales el lector hallará ratos de sosiego, de relax, asimismo identidad con su circunstancia comarcal, tachirense, y también extraviarse un momento por los senderos de la fantasía, de la oniria.
Pero más allá de lo literario Lolita Robles de Mora contribuye con esa escritura a la consolidación del complejo mosaico de la autoctonía venezolana latinoamericana. Ella suma su esfuerzo al de decenas de investigadores de este Continente preocupados de rescatar, valorar, expresar, fortalecer el ethos de la identidad de estos pueblos. Al lado del desarrollo del humanismo erudito, tan importante para la cultura occidental, precísase además entroncarlo con su nutriente autóctono, vitalizador mítico, el de la literatura y el arte populares, folklóricos, indígenas, el suelo nutricio de la vida espiritual de la base de la pirámide social: el pueblo anónimo pero muy real, extenso, poderoso y sustentador de toda la estructura de la sociedad del País y de las naciones americolatinas. Esta entidad popular posee una manera peculiar de ver la existencia, por eso al costado de la lógica erudita de las clases ilustradas está el otro costado de la ilogicidad mágica, la fantasía abrumadora, la irracionalidad de los sueños, de un gran sector de la población cuando comunican su oralidad literaria. Otra manera, en fin, de explicarse el mundo, las cosas, la vida. Ahora bien, este rasgo de la etnicidad venezolana, esta literatura fantástica se perdería en el olvido, o en el silencio, si no existieran los pacientes recopiladores, los transcriptores de la oralidad a la escritura, y en el Táchira, (en Venezuela), la persona quien ha demostrado idoneidad en este menester se llama Lolita Robles de Mora.” [6]

Leyenda y mito
Al realizar un recorrido espiritual por la geografía venezolana a través de nuestro pintoresco paisaje natural y humano, el lector de Viaje Poético por Venezuela (1993) -título que sintetiza muy atinadamente la Leyenda Personal de Lolita Robles de Mora- tendrá ocasión de conocer algunas de las tantas leyendas y mitos con los cuales nuestro pueblo y nuestros aborígenes fueron cifrando sus más significativos sucesos o explicando, desde su primigenia madrugada, las luces y las sombras de las cosas, los dioses, los hechos y sus formas. Recomendable, entonces, adelantar algunas ideas sobre los conceptos de leyenda y de mito de modo que contribuyan al éxito de la mejor excursión por entre el alma de nuestra nacionalidad.
Entre las formas narrativas en prosa de los géneros literarios, la leyenda se distingue por su carácter misterioso-fantástico, por su origen popular, en general, por su brevedad. El objetivo del autor consiste en recoger un hecho, un sucedido, una conseja de la vida de una comunidad, una aldea, un pueblo y contarlo, narrarlo, imprimiéndole su propio brillo, matizándolo con una buena dosis de fantasía, de modo que, gracias a la virtud creadora del cimiento u hormigón poético, pueda hacer recobrar una particular magia al más mínimo de los hechos populares.
Del latín legenda, nominativo plural del gerundio de legere, leer, equivalente a debiendo ser, que debe ser leído, lo que se ha de leer, la leyenda alude a la recolección de un hecho popular que un autor considera digno de perpetuarse en la memoria de los pueblos, gracias a su pluma e imaginación creativa, es decir, narración de acontecimientos fantásticos, que se consideran como parte de la historia de una colectividad o lugar. En ella, lo sostiene Coll y Vehi, “divaga agradablemente la fantasía, ya deteniéndose en minuciosas descripciones, ya en incidentes fantásticos o populares, ya en disgresiones enteramente líricas.” [7]
Emparentada de alguna manera con “la tradición”, su forma es ligera, rápida, con un gran talento narrativo, un algo de mentira y tal cual dosis de verdad o humor, como acostumbraba recetarlo Ricardo Palma. A la luz del análisis estructural de la forma, a la leyenda se le ubica entre la prosa propiamente dicha, junto a la novela, cuento, relato y cuadros de costumbres.
En tanto, la leyenda y la tradición discurren entre bucólicas veredas, caminos o calles reales de los pueblos, entre los intersticios de las calzadas de la historia, el mito, del griego mythos, narración, fábula, en cuanto esfuerzo por dar con lo inconocible, se pierde en nuestra cultura primitiva a manera de ingrediente vital de los orígenes cósmicos o humanos de las tantas realidades existentes; de las causas y razones de las catástrofes; de los por qué del dolor, la muerte, el infortunio, el día, la noche; los tapices, las perlas, los pantanos y cascadas; el sol, la luna, las estrellas; la lluvia, los animales, las flores y los pájaros; y así sucesivamente en orden a la genésica, vetusta curiosidad humana.
Apunta a tiempo Karina Donángelo: “Los mitos suponen un despegue hacia lo conceptual: la representación de los orígenes, las "transmutaciones" del mundo y de la sociedad mediante narraciones de carácter sagrado. Expresan dramáticamente las ideologías. Mantienen la conciencia de los valores, ideales y vínculos que se suceden de generación en generación. Avalan y justifican reglas y prácticas tradicionales y se resignifican. En ellos está implícita la moral, lo cosmogónico (creación del mundo), lo teogónico (origen de los dioses), antropogónico (origen del hombre), lo etnogónico (organización política, social y económica) y lo escatológico (vida ultraterrena y fin del mundo).” [8]

Leyendas nacionales
Sabido es que la épica castellana tiene sus orígenes en leyendas hispanoárabes.
Cierto igualmente que lo autóctono y el alma popular, nacional, son, sin duda alguna, fundamento de toda tradición oral, todo lo cual se remonta a las grandes leyendas nacionales, como el Cantar de los Siete Infantes de Lara, en España, reconstruido por Menéndez Pidal, adscrito a la más genuina épica española, la que a su vez nos conduce de uno u otro modo al denominado tradicionalismo hispanoamericano, entendido como la conjunción de lo imaginativo con lo histórico, cuya paternidad, al interior del mejor romanticismo literario, corresponde al limeño Ricardo Palma (1833-1919); así, como, entre otros, al venezolano Tulio Febres Cordero (1860-1938). [9]
De hecho, es Juan Varela quien sostiene en torno a las Tradiciones peruanas de Palma: “La obra es interesantísima... conciso es el estilo. Anécdotas, leyendas, cuentos, cuadros de costumbres, todo sucede con rapidez, prestando grata variedad a la obra.” [10]

Lo real maravilloso
Definitivamente, hemos de reconocer que, como pocos, nuestra autora ha contribuido al mejor levantamiento del mapa espiritual de Venezuela a pulso de júbilo, constancia, dedicación, entrega, confirmando, así, lo que para Alejo Carpentier, tal como nos lo asoma Carmen Tersa Alcalde, es la realidad en la literatura: “Lo maravilloso comienza a serlo de una manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de ‘estado límite”. [11]
Que sea nuestra autora quien nos explique el fundamento de lo real maravillo y el realismo mágico: “(En) la narrativa oral (…) lo real se trasmuta en fabuloso, pero conservando un trasfondo de la realidad, la esencia de lo maravilloso.”
“No podemos confundir lo real maravilloso con el realismo mágico, ya que este último es creación literaria en la que el escritor da al hombre y a la realidad un tratamiento determinado y esencialmente estético. Por el contrario, lo real maravilloso no es creación artística sino una manera de ser, es maravilloso por sí mismo.”
“El mundo exuberante de América, donde lo fantástico se hace patente, está presente en el Estado Táchira con paisajes de majestuosa belleza donde los sucesos, siendo reales, producen la ilusión de irrealidad y la naturaleza se entremezcla con la sobrenaturaleza, lo real puede ser maravilloso y lo maravilloso tiene apariencia de realidad. Aquí se comprueba lo expresado por Alejo Carpentier: En el Táchira lo maravilloso está ahí, sólo tenemos que alargar la mano para encontrarlo.” [12]


Itinerario de la leyenda
Ya en el suelo helénico, ya en el Mediterráneo, ya en América, la leyenda viene a ser natural manifestación humana, cantera que se diluye en los caminos con distintas formas, particulares matices, testimonio de la memoria colectiva, huésped de variadas geografías, parajes, pueblos.
La famosa leyenda de Carmelo Niño, en la que éste protagoniza un encuentro-desafío con el diablo, de quien finalmente se libera, gracias a la protección divina que oye sus ruegos, oraciones, es la que mejor explica el itinerario, la larga trayectoria que puede alcanzar una leyenda.
De nuevo la autora nos relata: “Es en Santa Ana del Táchira (1890) donde esta tradición (el encuentro con el diablo) se hace patente con el contrapunteo de Carmelo Niño con el diablo [13] en el que un desconocido desafía en el canto a Carmelo:
Con qué Usté es el cantarínque tiene tan buena fama,yo vengo del otro fin,yo vengo si me llama.
Cantan hasta primeras horas del alba y cuando el diablo le dice que se lo va a llevar, él lo espanta invocando a Dios y a la Virgen:
¡Ave María de los cielos, Virgen del Carmen Bendita! ¡Sagrado Rostro de Cristo, Santo Cristo de la Grita!
Por ser la primera vez que en esta casa yo canto: ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo!” [14]
“Años después -explica Lolita Robles de Mora- en 1934, el escritor Rómulo Gallegos (1884-1969) hace alusión a esta temática en su novela Cantaclaro, luego en 1947 el coplero Justo Borrego, en Para-Para de Ortiz, Guárico, cuenta una historia similar a la de Carmelo Niño. Por último en 1957, el poeta Alberto Arvelo Torrealba (1905-1971) publica Florentino, el que cantó con el diablo, basado en el mismo tema.” [15]
Así como la leyenda de marras, desde los Andes, ha dado la vuelta a Venezuela, la autora nos hace ver como numerosas leyendas se basan en pactos o encuentros con el diablo, ya en Venezuela como en otros países latinoamericanos, confirmando, así, el enorme espectro en que se desenvuelve, peregrina lo mágico, el imaginario colectivo en esta fantasiosa geografía que nos circunda.
Textualmente, en una nota, registra Robles de Mora: “La tradición oral chilena recoge la paya de don Javier de la Rosa con el Mulato Taguada, 1790. En Argentina Bartolomé Mitre (1821-1996), escribe por primera vez acerca de Santos Vega, 1838, y José Hernández (1834-1886) el Martín Fierro, 1872.” [16]

Afinidades creadoras
A pesar del respeto que merecen los críticos de la obra de Gustavo Adolfo Bécquer —clásico autor de la leyenda de todos los tiempos— quienes sostienen, como Mauro Armiño, que “los hechos más nimios del relato están nimbados por una ola de poesía de tal calidad que cada una de sus leyendas vale como un poema… en una prosa poética, en que el pensamiento queda envuelto por una sutil atmósfera lírica… (donde) lo lírico predomina siempre sobre lo narrativo” [17], tres acápites, tomados aleatoriamente, de la obra del insigne poeta G. Adolfo Bécquer, - La leyenda aragonesa “El gnomo”, la religiosa “La rosa de la pasión” y la toledana “El beso”- con todo y el alto coturno poético que lo distingue, reafirmando las virtudes de la poesía en la prosa, nos demuestran que también él pareciese darle la razón a nuestra autora en cuanto a sacrificar el vuelo lírico ante la simplicidad de la palabra en aras de la comprensión total del objetivo literario propuesto: una claridad y sencillez idiomática que permita un lenguaje popular accesible, dejando a la rima lo que es de la rima. A Bécquer lo que es de Bécquer, él que de Rimas y Leyendas bien sabía: Como se arranca el hierro de una herida… asomado a las profundas simas.
Las muchachas del lugar volvían de la fuente con sus cántaros en la cabeza. Volvían cantando y riendo con un ruido y una algazara de una banda de golondrinas cuando revolotean espesas como el granizo alrededor de la veleta de un campanario.Gustavo Adolfo Bécquer: Leyenda “El gnomo”. [18]
Al día siguiente, cuando las campanas de la catedral asordaban los aires tocando a gloria, y los honrados vecinos de Toledo se entretenían en tirar ballestazos a los Judas de paja, ni más ni menos que como todavía lo hacen en algunas de nuestras poblaciones, Daniel abrió la puerta de su tenducho, como tenía por costumbre, y con su eterna sonrisa en los labios comenzó a saludar a los que pasaban, sin dejar por eso de golpear en el yunque con su martillito de hierro; pero las celosías del morisco ajimez de Sara no volvieron a abrirse, ni nadie vio más a la hermosa hebrea recostada en su alféizar de azulejos de colores.Gustavo Adolfo Bécquer: Leyenda “La rosa de la pasión”. [19]
La noche había cerrado sombría y amenazadora; el cielo estaba cubierto de nubes de color de plomo; el aire, que zumbaba encarcelado en las estrechas y retorcidas calles, agitaba la moribunda luz del farolillo de los retablos, o hacía girar con un chirrido apagado las veletas de hierro de las torres.Gustavo Adolfo Bécquer: Leyenda “El beso”. [20]

Leyendas del Táchira
Que sea Pedro Pablo Paredes quien se encargue, magistralmente, de hablarnos acerca de lo que significa para el Táchira la permanente vigilia docente creadora, investigativa, pedagógica de Lolita Robles de Mora.
“Doña Lolita Robles de Mora es personalidad bien conocida en nuestro ambiente pedagógico. Es licenciada en Letras por la Universidad Católica "Andrés Bello" Extensión Táchira. Ejerció la docencia directa, en materias de su especialidad, en nuestros institutos locales por unos cuantos años. En todos estos institutos dejó bien sentado su sentido de la responsabilidad profesional; su sentido de la influencia de la cátedra sobre la formación de los jóvenes; su sentido, siempre ejemplar, del compañerismo.
Cuando la Profesora Robles de Mora tuvo que dejar la docencia directa, por motivos completamente extraños a su voluntad, orientó su servicio pedagógico en otra dirección. La del libro de texto destinado al conocimiento de la lengua y al de la correspondiente literatura. Con varios de estos textos nos ha regalado a todos, en una labor de dedicación investigativa, de análisis, de divulgación de todo cuanto hace relación con la enseñanza del idioma.
Simultáneamente con la tarea de los textos, Doña Lolita Robles de Mora ha venido desarrollando otra. Consiste esta en la investigación, la acumulación, el estudio y la selección de las leyendas populares del Táchira. Nuestra diligente colega comenzó, en este campo, como quien no quiere la cosa. Por pura y simple curiosidad. Y, a medida que se fue adentrando en esta cantera de la imaginación colectiva tachirense, se fue apasionando más y más por la faena; hasta que llego el momento decisivo. El momento decisivo de someter el resultado de su pesquisa a la prestancia del libro. Son tan gratas, a veces tan sorpresivas también, las leyendas populares de nuestra región, que, de manos de nuestra autora, mal podían conquistar otro mejor destino.
La señora Robles de Mora, pues, dadas las circunstancias que originaron su retiro de la docencia, ha realizado una labor extraordinaria en relación con las Leyendas del Táchira. Las ha encontrado, en ciertas ocasiones no muy numerosas, hechas y derechas; las ha escuchado, en forma verdaderamente eventual en los sitios más inesperados; las ha pedido más de una vez a los colegas y a los amigos; se las ha escuchado contar, en esa lengua arcaica de nuestros archivos y en nuestros libros. Ya con ellas en la mano, o las ha limpiado de elementos extra estéticos o les ha reelaborado casi en totalidad; o las ha reducido a la unidad necesaria definitiva.
Todo esto lo ha realizado Doña Lolita Robles de Mora sin ninguna prisa y sin ninguna pausa. Sin la menor preocupación por la originalidad. Solo, eso sí, con la convicción pedagógica que estas leyendas les van a ser de sobre manera útiles tanto a los profesores que enseñan la lengua que hablamos cuanto a los estudiantes que se afanan por llegar a su dominio. Y, desde luego, con alegría personalísima: la de darnos una imagen del Táchira que permanecía desconocida para todos.
Nos referimos a la imagen del Táchira en redondo y a puerta cerrada, como decía el Caballero de la Triste Figura, porque nuestra investigadora, para comprender sus leyendas, ha puesto los pies espirituales en todos los rincones tachirenses. Tras el encanto de una laguna remota; tras el espanto que recorre una aldea entre gallos y media noche; tras la huella medio misteriosa que dejó un cacique en el cruce de dos caminos; tras el ruido de armaduras con que, más allá de la media noche, en algunos lugares parece identificársenos el alma errante de un conquistador. Y estos hechos, con su poco de historia y su mucho de imaginación, han sido verificados por la señora Robles de Mora en todas partes. Lo mismo en el apartado Pregonero que en la vecina Táriba; igual en la siempre gentil y siempre poética ciudad de La Grita que en la bucólica y cafetera santa Ana; en Colon y en San Antonio; en los heroicos Capachos y en el idílico Cordero; y en nuestra propia y entrañable Aldea en la Niebla.
Leyendas del Táchira, de esta manera, es libro que habrá de solazar por igual a colegas y a periodistas, a historiadores y a escritores de toda laya, a estudiantes y a lectores comunes.
Unos y otros encontrarán en sus páginas la imagen del Táchira que decíamos. Una imagen que se levanta, sin la menor petulancia, de cada una de estas deliciosas leyendas de Doña Lolita Robles de Mora, escritas con sencillez cristalina como para que lleguen a cumplir en verdad la doble finalidad que la autora, tal vez sin pensarlo muy claramente, les tiene asignada: estimular, desde el punto de vista más exigentemente didáctico, la sensibilidad y la inteligencia del estudiante; y deleitar, desde el punto de vista mas estrictamente tachirense, a todos los lectores posibles.” [21]
Vida y método
Definitivamente, Lolita Robles de Mora es ante todo una excelente pedagoga-etnóloga-creadora-investigadora. Supimos de sus virtudes, de su acendrado amor por el estudio y de su excepcional disposición para la investigación, cuando tuvimos la suerte de contarla entre nuestros condiscípulos en la Escuela de Letras de la Universidad Católica “Andrés Bello”, Extensión Táchira, hoy UCAT. Igual era para ella adentrarse en los pormenores, dificultades, requerimientos de la Gramática de la Lengua Castellana de don Andrés Bello que incursionar en los vericuetos e intríngulis que nos deparaba o reclamaba el estudio, verbigracia, de la lengua griega. En todo instante, fue ejemplo de trabajo y de investigación.
De esta manera concluimos la Licenciatura en Letras y nos dimos a la docencia, desde distintos ángulos de nuestra nación hasta que, como confirmación de su afán por el estudio, nos sorprendió un día y otro día con dos nuevos títulos: el de Profesora de Castellano, Literatura y Latín, obtenido en el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, así como, más recientemente, con el de Magister Scientiarum en Literatura Latinoamericana y del Caribe, de la Universidad de Los Andes, Núcleo Táchira, rematado éste con su tesis Caminos de Leyenda, la que publicada constituye su libro más logrado, sobre todo gracias al enjundioso Marco Teórico donde se define y establecen los más rigurosos deslindes en torno a la tradición oral, la oralidad en sí.
Vale la pena referirnos, así sea someramente, a la metodología empleada por nuestra autora en la confección de sus leyendas:
Recolección de datos
Transcripción y revisión
Recreación - geografía - historia - costumbres - flora - fauna - folklore
espaciotemporalidad
contextualidad
Relectura / Revisión
Redacción final
Publicación
Es decir, que a tenor del método histórico-geográfico, gracias a una desvelada investigación de campo, inicia su tarea atendiendo al supuesto fundante del aljibe de la oralidad, el informante o testigo oral. Luego procede a transcribir y revisar lo oído hasta llegar al hito o momento culminante del proceso, la recreación, donde en verdad se pone a prueba la capacidad creadora de un autor a partir de la atención ofrecida a un espectro de variables sin las cuales no se cumpliría a plenitud el objetivo propuesto. Con esa gama de saberes atendidos es con la que se logra la atmosferización, el brillo que ha de caracterizar a toda leyenda.
Requisito axiomático, conditio sine qua non, epicentro del mejor punto de fuga para el oficio de marras: la transcripción, revisión, respetando la verdadera esencia del suceso original. Todo en sí equivale al adorno, la forma de expresión, la justa ubicación, el encuadre espacio temporal de la situación. “Dándole vuelta a lo contado, lo recreo” -dice-.
Ya con el arqueo total cubierto a satisfacción, el imaginario colectivo en sinergia plena puede corroborarse y echarse a andar. El evento llega a ser documento, algo digno de ser leído, leyenda en fin, en un colectivo creador que asegura la trascendencia o perpetuidad de la acción, siempre bajo la rigurosa batuta del autor o autora [22].

Poder de conversión espiritual
Propios de las religiones, tradiciones y costumbres de las poblaciones primitivas, remontándonos a los mitos universales por antonomasia: la edad de oro, el eterno retorno, el que supone el regreso a las fuentes, la brillante renovación, celebrada por Virgilio en las Bucólicas y por tantas otras leyendas de una y otra cultura; yendo por mórfica resonancia, por resilencia, a la leyenda más antigua -desconocida-, hemos de reconocer las múltiples claves de lectura que esta visión del mundo nos depara a modo de comprensión de las múltiples vicisitudes actuales, gracias al rico potencial explicativo, delineante, alumbrador, de lo mítico y lo “legendario”.
Así, el mito de la edad de oro al interior de las cinco edades del mundo, nos pone en claro, nos esclarece el sentimiento pesimista de pueblos y hombres puesto de manifiesto en el mito de la degeneración, presente en numerosas tradiciones del orbe y al interior del hombre mismo.
Diríamos que ideas como la eterna nostalgia del hombre hacia tiempos mejores, la idea del derecho, cimiento de todo pathos social, y así sucesivamente las tantas que de rondón se cuelan al interior del reino popular de la leyenda, esconden un tremendo y valioso legajo -mensaje- rico en convincentes moralejas ético sociales dignas de la mejor hechura humana.
Lo que lleva a Werner Jaeger a subrayar enfáticamente el ilimitado poder de conversión espiritual que el arte -léase: el mito y la leyenda- tiene, la función social y educadora, llegando los mitos y las leyendas a constituir un tesoro inextinguible de ejemplos y modelos de nación, de civilidad, de formación humana, a través del pensamiento, los ideales y normas de vida propuestos. Es decir que velis nolis es indiscutible reconocer, verificar la acción, la importancia educadora que subyace en mitos y leyendas [23].
Acción educadora de la que sin duda alguna Lolita Robles de Mora es consciente y fundamental abanderada, dadas sus amplias dotes de pedagoga acaudaladas a lo largo de su vida.
Ante los hombres de nuestro tiempo inmersos en un desalentador panorama de magia desbordada, de abundancia desmedida, de devoradora tecnología, de eliminación del débil, de cotidiana tortura, de galopante inseguridad, descarada alienación, descabellada anarquía, surge la leyenda como hito mayor de reflexión, meditación, encuentro y liberación verdadera. Diríase que nolens, volens mitos y leyendas de ayer y de hoy convocan al hombre a una convivialidad creadora verdadera, capaz de hacer honor a la nuevantigua vigilia humana.

ANTOLOGÍA
EL PACTO
Corre el año de 1975… Un jinete alto y delgado cabalga hacia la Plaza Bolívar de Palmarito, se apea y camina despacio tomando de las riendas a su fiel caballo. Calza alpargatas por donde le salen los dedos largos y sucios; su pantalón mugroso y arrugado, la camisa descolorida, el cabello largo y grasiento, la barba desarreglada y cubre su cabeza un sombrero roto.
Todo en él indicaba abandono.
Al pasar delante de un negocio alguien lo llama:
- ¡Don Modesto…!
El reconoce al caporal de la hacienda Los Araguaneyes y se detiene.
- ¿Cómo está don Modesto?
- No tan bien como usted, fuerte y buen mozo.
Hace una pausa.
- ¿Me puede comprar el caballo?
- Se lo vendo con todo y montura, es lo único que me queda.
Discuten hasta ponerse de acuerdo. Ceferino se lleva el caballo y él, con el poco dinero se corta el cabello y se afeita la barba, compra ropa y va a una posada donde se baña y se cambia, luego se dirige al comedor. Una vez que hubo saciado el hambre y la sed se sintió como nuevo, seguidamente se dirigió a una cantina.
Allí estaban bebiendo varios compadres, él saludó y se dirigió al mostrador. En la semipenumbra vio salir de un rincón del salón a un hombre alto que vestía liquiliqui y sombrero de pelo’e guama. Dirigiéndose a él, dijo:
- ¿Cómo está don Modesto Ramírez? ¿Puedo ofrecerle un trago?
- Claro, lo acepto con mucho gusto, así olvidaré todo lo malo que me ha sucedido.
El forastero preguntó a Modesto, aunque él lo sabía:
- ¿Qué le ha ocurrido en estos últimos años?
- Muchas cosas y ninguna buena. Debido a mi mala administración contraje muchas deudas con los bancos, el dinero lo gasté en parrandas y mujeres. Mi esposa me abandonó y se llevó los hijos; el ganado mermó considerablemente y solo quedan doce o trece cabezas de ganado; el pasto se acabó, el hato Los Alcaravanes está en la ruina, no tiene pastos ni ganado y para colmo el capataz y los peones también se fueron; éstos han sido los peores años de mi vida, he vivido la más profunda soledad…, claro, por mi culpa.
Después de varias horas de conversación Modesto exclamó:
- ¡Estoy tan decepcionado que sería capaz de venderle mi alma al diablo…!
El hombre alto, vestido de liquiliqui le dice:
- Don Modesto, ahí afuera nos esperan dos caballos, vamos al hato de Los Alcaravanes.
Salieron y en ese momento las campanas de la iglesia sonaron, eran las doce de la noche. Los dos hombres subieron a los caballos y a galope tomaron el camino hacia el hato.
Detuvieron un poco la marcha, mientras el desconocido decía:
- El Hato Los Alcaravanes será el más fértil en pastos y en ganadería, tendrá mucho dinero, camioneta nueva, mujeres y todo lo que quiera…
Se estaban acercando al hato, situado frente al río Apure, el hombre prosiguió:
- Le daré todo esto con una condición: en el centro del hato hay un hermoso toro negro, el más bello que jamás ha visto, ése no podrá ni venderlo ni matarlo… El día que lo haga todo se acabará… recuerde que ofreció dar su alma al diablo, su alma será mía…
El hombre espoleó su caballo y desapareció entre una nube de humo, dejando en el aire un olor a azufre…
Modesto corrió asustado hacia el hato y se acostó; a la mañana siguiente se despertó muy temprano y se sorprendió al ver el hato mucho mejor que tres años atrás: movimiento de peones atendiendo el ganado, las tierras cubiertas de pasto y miles de cabezas de ganado. Recorrió la casa y se admiraba cada vez más, le parecía un sueño, pero recordó su conversación con el desconocido y se inquietó.
Mandó a ensillar el caballo que le había regalado el hombre del liquiliqui y todo el día estuvo recorriendo el hato; en el centro vio al toro negro…
El sol descendía cuando Modesto regresó a la casa, un escalofrío le recorrió el cuerpo…
Vendió parte del ganado y fue a Guasdualito a revisar su cuenta bancaria y cuando vio tantos ceros juntos abrió mucho los ojos asombrado, nunca había tenido tanto dinero. Estuvo varios días de parranda. Regresó a Palmarito, era el hacendado más rico del lugar, podía darse todos los caprichos…, pero estaba preocupado, no era feliz.
Pasó el tiempo, un atardecer envío a unos peones a buscar el toro negro, para matarlo y comérselo con los amigos y mujeres de parranda…
Al intentar amarrar el toro se oyó un gran estruendo y el hato volvió a ser un erial sin pastos ni ganado, los peones desaparecieron lo mismo que los amigos y mujeres.
En las noches, del centro del hato salen los gritos sobrecogedores de un hombre que pide perdón por todo lo malo que hizo en su vida… [24]

CORO DE ÁNGELES
Venía enfrascado en mis pensamientos cuando una voz melodiosa dijo:
- Señores pasajeros, estamos llegando a la isla Terceira. ¡Abróchense los cinturones!
En la semipenumbra del atardecer vi algunas montañas y llanuras. Había leído que las Azores son islas abundantes en agua y se dedican especialmente a la agricultura, pesca y artesanía. Miré por la ventanilla: al final de la pista de aterrizaje vi muchas luces. ¿Qué sería aquello? -me pregunté-.
“Esperaría al aterrizaje para preguntar a la aeromoza”. Salí de último, al fin y al cabo nadie me esperaba. El personal del avión no sabía lo que significaban aquellas luces. “¡No importa! -me dije- ¡Ya lo averiguaré!”
Llegué al hotel entrada la noche y después de comer una rica especialidad de la isla, me retiré a mi habitación.
Mi ánimo estaba inquieto y mi imaginación vagaba de un lugar a otro.
Me vi en otro aeropuerto despidiendo a un grupo de muchachos. Todos hablaban alto, reían y me gastaban bromas: “¡Pero, Andrés, cómo se te ocurre meter la pata a estas horas, ahora no nos puedes acompañar...!” Yo sonreía, aunque me daba mucha rabia por mi mala suerte. Tenían razón. “¿Por qué me había caído y roto la pierna cuando estaba a punto de viajar?” Natalia me miraba con sus grandes ojos azules, me apretó una mano y yo sentí su energía: “¡Cuídate, Andrés! ¡Te echaré mucho de menos!” -contesté.
- ¡Y yo a ti...! ¡Cuídate, amor!
Sus expresivos ojos se humedecieron y sentí una gran emoción seguida de un sentimiento de angustia, como si algo se rompiera dentro de mí. No le dije nada para no entristecerla y cambié la conversación, le gasté bromas. Así transcurrió el tiempo hasta que llamaron para abordar el avión.
Natalia apresuradamente me dio un beso y salió corriendo. Me asomé al ventanal y no me despegué de allí hasta que el avión hubo desaparecido.
De regreso, miré la pierna enyesada con todas las firmas y bromas de mis amigos. Me preguntaba: “¿Por qué no pude viajar?” Mi hermano que era el que manejaba el automóvil me preguntó:
- ¿Qué pasa, Andrés? Te veo muy triste, tranquilízate, si no viajaste, por algo será.
No dije nada, solo contesté sacudiendo mis pensamientos:
- ¡Pasará!
Aquella noche dormí intranquilo aunque traté de serenarme. Hablé con los nativos acerca de las luces en la pista de aterrizaje, conocí la isla, los alrededores del aeropuerto y visité las playas cercanas.
Estaba informado de todo lo que necesitaba conocer. Eran las seis y media de la tarde y el sol estaba llegando al ocaso. El cielo y el mar se tiñeron de arreboles. Soplaba una brisa fresca, pensé en mi país tropical y en sus coloridos atardeceres. Caminé un rato descalzo por la playa que estaba semidesierta. Sentí una gran emoción, el corazón me saltaba en el pecho: “¡Es cierto...!” Se escucharon las notas del Ave María de Schubert. Un coro de ángeles las entonaba. Se me erizaron los vellos y sentí que no estaba solo. “¡Dios mío…!” -exclamé como si susurrara una oración-. Me sentí transportado a otra dimensión, como si flotara y no tuviera materia. El coro celestial enmudeció y volví a la realidad.
Me puse los zapatos y llegué al final de la pista de aterrizaje, a lo lejos la ciudad prendía sus luces; a la derecha, el aeropuerto se iluminaba también. Caminé unos pasos. Delante de mí, cientos de velas prendidas y una hondonada como si fuera una concha acústica; bajé unas gradas y entré en una capilla subterránea. El sencillo altar tenía solo una rústica cruz de madera. Delante de él muchas flores y en las paredes gran cantidad de exvotos por favores recibidos. “Es igual a como me la había imaginado”. Me senté y tapé la cara con las manos, volví al pasado…
El regreso a Caracas había sido angustioso. Esa noche no pude dormir. En la madrugada las noticias decían: “Un avión de las Fuerzas Armadas Venezolanas zozobró cuando iba a tomar pista en el aeropuerto de Lages, isla Terceira de las Azores, a las siete y cuarenta minutos hora de Venezuela, nueve y cuarenta y tres minutos, hora de Portugal. Seguiremos informando”.
Al poco rato continuaban las noticias: “El avión que se precipitó a tierra era un Hércules C-130, cuatrimotor de plano alto con las siglas YV7772. El accidente fue motivado por los huracanes Emma y Frances con vientos de más de ciento veinte kilómetros. En la isla reina el desconcierto, no se sabe aún si hay sobrevivientes”.
Estaba desesperado, iba de un lado a otro caminando a saltos con la pierna enyesada. Me decía: “Ese era mi presentimiento, ¡Dios mío! ¿Qué será de Natalia?”
Pasé todo el día angustiado, repetían siempre las mismas noticias…
Estaba en la capilla subterránea. Saqué del bolsillo un recorte de periódico, miré la fecha: lunes 6 de septiembre de 1976. La nave estaba tripulada por el Comandante Miguel Vázquez Ocanto, quien era Comandante del grupo de transporte No. 6 del Comando Aéreo de Operaciones. Guardé el recorte y de nuevo cerré los ojos. Escuché una voz: “Se tiene conocimiento que el avión siniestrado llevaba un grupo de jóvenes de la Universidad Central de Venezuela para participar en el Festival Internacional Día del Canto Coral a celebrarse en Barcelona, España”. Luego la noticia fatal: “El Hércules de las Fuerzas Aéreas se estrelló a los 38 grados 46 minutos de latitud Norte, 27 grados, 6 minutos de latitud Oeste. Lamentablemente no hay sobrevivientes. A bordo del avión iban 68 personas, de ellas 55 eran coralistas, 10 tripulantes y 3 invitados”. No quise oír más, fui a mi cuarto y lloré desesperadamente…
Volví a la realidad. Entró a la capilla una joven rubia con un ramo de claveles, el aroma de las flores se esparció por el recinto, cuando pasó por mi lado sonrió, y vi sus ojos claros. Todo se llenó de una alegre música… Era un joropo… Las voces armoniosas entonaban:
Por si acaso yo no vuelvo,me despido a la llanera;despedirme no quisiera,porque no encuentro manera.
Los recuerdos vinieron otra vez. Me vi en el paraninfo de la universidad interpretando piezas clásicas y populares. Cerca de mí, los ojos azules y brillantes de Natalia.
Sentí que me invadía un bienestar y una paz tan grande que no sabía si era fantasía o era realidad. El coro seguía:
Si yo pudiera teneralas para volar: como tengo un corazónque sabe muy bien amar.
No sé si pasaron horas o segundos, había perdido la noción del tiempo, tenía esa beatitud de los cuerpos celestiales. A mi lado, todo daba vueltas: las flores, las luces… Ráfagas de niebla me quitaron la visión de las cosas, alguien estaba a mi lado, era mi amada Natalia que había venido a mí [25].

CARMELO NIÑO Y EL DIABLO
Era tan grande la fama de Carmelo Niño que no había fiesta ni velorio donde no fuera invitado; recetaba hierbas y curaba a la gente. Estando de amores con Francisca Sánchez desde hacía algunos meses, una tarde cuando iba a visitarla se topó por el camino con una mapanare que le mordió un tobillo. De inmediato, se amarró la pierna con su pañuelo y se sacó el veneno, hasta que cojeando llegó a la casa de su novia. Lo auxiliaron y él dirigió la cura. Solicitó que le llevaran un sacerdote para que lo casara con Francisca “in articulo mortis” y le diera la extremaunción. Después cayó privado. Lo velaron en la casa de Francisca sus familiares y amigos.
Poco después de medianoche, cuando todos cansados de rezar y tomar, dormitaban, oyeron la voz de Carmelo, quien sentado en la urna decía:
- ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué me tienen entre cuatro velas?
No recibió respuesta, todos lo miraron espantados creyendo que era una pesadilla; pero ante ellos estaba Carmelo sonriente. De un salto, salió de la urna y pidió miche para celebrar su regreso al mundo.
Tiempo después Carmelo y su esposa viajaron a Colombia a cumplirle la promesa a la Virgen de Chiquinquirá por su curación. Por muchos años siguieron contándose las hazañas de Carmelo Niño, siendo la más celebrada la del Contrapunteo…
Corría el año de 1890 y jornaleros de Barinas, Apure y Guárico habían llegado a la Hacienda El Diamante para la recogida del café. Los días transcurrían entre el ir y el venir con los cestos llenos de granos maduros, y en las noches, los patios plenos de algarabía entre música y canto. Al finalizar la cosecha se organizó una fiesta de despedida en donde cada uno de los jornaleros demostraría sus dotes con el cuatro o la mandolina, así como su gracia en el contrapunteo. Carmelo Niño era famoso por lo vagabundo, enamorado, buen bailarín, poeta, curandero y coplero; incansable en el canto y la bebida, con chispa para vencer al que se le enfrentara y de ello se jactaba:
Yo soy el gran cantarín,canto, bailo, juego y riño.En Santa Ana y San Joaquínhay sólo un Carmelo Niño.
Dicen que Carmelo Niñopasa la vida cantando,mentira que no es así,también vive recetando.
Carmelo alardeaba de su fama como coplero y curandero, cuando entró a la fiesta un desconocido de buena presencia, quien lo reta al contrapunteo:
Con que Usté es el cantarínque tiene tan buena fama,yo vengo del otro fin, yo vengo si se me llama.
Pero esta noche me he entraotan sólo para cantar. Si es que Usté es el cantarínyo lo vengo a desafiar.
Carmelo, picado, contesta:
¡Yo lo vengo a desafiar! ¡Cuánta ignorancia revela! Carmelo Niño cantando alumbra más que una vela.
Van pasando las horas y recuerdan episodios y personajes de Santa Ana, el forastero canta:
Por zoquete y majaderoyo me lo voy a llevar. Carmelo Niño, aquí he visto,no sabe sino charlar.
Hace rato comenzó sin que me haya dicho nada; cuando cante el gallo al alba tendrá el alma condenada.
A lo que Carmelo responde molesto:
Tendrá el alma condenada el que la deje a su antojo;yo estoy cantando versosy le estoy pelando el ojo.
Carmelo se da cuenta quien es su retador, especialmente después de escuchar las siguientes coplas:
Este ser tan vagabundo será de la diabla yerno,porque solamente sirve para atizar el infierno.
Preparen la paila gorda,denle candela al fogón,pongan todas las parrillas,pongan rojito el tizón.
Zamuro que vas volandopor las peñas de Río Frío, andá decí por allá que Carmelo Niño es mío.
Viene llegando el amanecer y Carmelo comprueba que al terminar el contrapunteo se condenará, por ello pide protección a Dios y a la Virgen:
Que Carmelo Niño es suyo,eso ya lo va a saber. Carmelo Niño no pierdey aquí lo va a resolver.
Que Dios te salve María, Virgen de Chiquinquirá; ponete al lado Carmelo, ponete y se salvará.
¡Ave María de los cielos,Virgen del Carmen bendita! ¡Sagrado Rostro de Cristo, Santo Cristo de La Grita!
Por ser la primera vezque en esta casa yo canto: ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo,gloria al Espíritu Santo!
Al terminar las coplas, Carmelo deja el bandolín y se hace la señal de la cruz, en ese momento su contrincante despide fuego por los ojos y boca, se le ve pezuñas y cola. De inmediato se desvanece envuelto en una nube de humo y deja el ambiente impregnado de un fuerte olor a azufre ante el espanto de los jornaleros [26].

EL COLLAR DE CRISTAL (mito Wayüu)
Hace mucho tiempo vivía en la Guajira un joven de nombre Arikuai, hijo de un piache, sabio y prudente como él; conocía los secretos de la naturaleza, sabía curar las enfermedades, tanto del cuerpo como del alma, imitaba los sonidos del viento y de los animales.
Arikuai era alegre y amistoso, no había contienda ni baile en donde él no participara; era el confidente, el amigo, y a todos infundía ánimo y serenidad.
En una ranchería cercana a la de Arikuai vivía un adinerado patriarca con su numerosa familia. Entre las hijas se destacaba Anakuai, delicada, diligente, alegre y cariñosa. En los bailes animaba a los tímidos con su amplia sonrisa y los invitaba a bailar, era incansable y todos la requerían, no porque fuera la más bella, sino porque era agradable y cordial; cuando se realizaba un baile era la primera invitada.
Arikuai y Anakuai se encontraban siempre en todas las fiestas; naturalmente, terminaron enamorándose, pero siguieron repartiendo alegría como lo habían hecho siempre.
Las dos familias se hicieron los regalos de rigor, poco después se efectuó el matrimonio. La feliz pareja continuaba siendo el centro de todas las reuniones y repartían toda la gama de colores de la alegría.
El anciano piache colocó en el cuello esbelto de Anakuai un sencillo collar de cristal con estas palabras:
- Hija mía, conserva siempre este collar, no te separes nunca de él, úsalo cuando estés en peligro. La única condición es que ames y seas siempre fiel a tu esposo.
Se amaron los dos con pasión; la selva, los arenales y los cardones fueron testigos, pero no por eso dejaron de ayudar a sus amigos y fueron arcos de ilusión entre las parejas, continuaron siendo la alegría en los bailes y torneos.
La cordialidad de Anakuai fue malinterpretada por un apuesto, valiente y rico joven venido de un lugar distante de La Guajira. La requirió en amores y ella contestó:
- No puede ser, estoy casada con Arikuai y lo amo.
Siguieron encontrándose en fiestas y competencias. Ante las negativas de Anakuai, el joven indignado amenazó:
- Si no te divorcias de tu esposo, me vengaré.
Anakuai se entristeció, pero por temor a empañar su amor o no ser comprendida por Arikuai no le dijo nada.
Tiempo después los esposos caminaban en dirección a la selva. Sin ser visto, el vengativo enamorado los seguía. Ellos se sentaron en un tronco caído y él tocó la zagüagüa* mientras ella cantaba con pasión, luego se juraron amor y fidelidad. El pretendiente furioso por lo que veía y escuchaba, en un ataque de celos sacó una flecha, templó el arco y cuando se disponía a lanzarla hacia Arikuai, ella lo vio y lanzó un grito de terror a la vez que se llevaba las manos al collar, regalo del piache, y lo lanzó al intruso.
De pronto la selva enmudeció y se pobló de niebla, en el cielo aparecieron dos hermosísimos arcos de siete colores que cegaron la vista del vengativo pretendiente.
Desde entonces, en el cielo de La Guajira aparece después de las tempestades un símbolo de paz, de luz y esperanza: dos esplendorosos arco iris que poseen los colores encerrados en el collar de Anakuai -símbolo de la alegría- trayendo paz y optimismo a los habitantes de la Guajira cuando los contemplan [27].
* zagüagüa = pequeña caña de bambú con cuatro huecos, tres arriba y uno abajo.

Currículum Vitae
María de los Dolores Robles de Mora, mejor conocida como Lolita Robles de Mora, nació en Noreña, Principado de Asturias, España. Muy pequeña viajó a Venezuela con sus padres y hermana. Invidente desde 1976 a raíz de un accidente automovilístico.
Estudió Bachillerato y Normal. Trabajó como docente desde muy joven en las siguientes instituciones educativas: Instituto Católico Femenino de la Ciudad de San Cristóbal, Colegio Parroquial Monseñor Arias Blanco, Grupo Escolar Perpetuo Socorro, Colegio Andrés Bello, INCE Comercio, Instituto Alberto Adriani y Unidad Educativa Gonzalo Méndez.
Se graduó en Letras en la Universidad Católica Andrés Bello, Extensión Táchira, 1996. Profesora de Castellano, Literatura y Latín, Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, 1974. Magister Scientiae en Literatura Latinoamericana y del Caribe, Universidad de Los Andes Núcleo Táchira, 1995. Cursó Temas Actuales de la Cultura Literaria Cubana en la Universidad de Las Villas, Santa Clara, Cuba, octubre de 1995.
lolitaroblesmontes@yahoo.es
Obras publicadas
De tradición oral
Leyendas del Táchira I, II, III (1985, 2002, 2003)
Mitos y Leyendas Aborígenes de Venezuela (1986). Tres ediciones.
Leyendas de Venezuela (1996)
Leyendas de Venezuela - Leyendas, Mitos y Tradiciones (2002)
Leyendas de Espantos y Aparecidos (1998)
Caminos de Leyendas - Tradición Oral en el Táchira (1997). Cuatro ediciones.
Leyendas de la Ciudad de San Cristóbal (2000)
Leyendas y Mitos de Venezuela (1992). Cuatro ediciones.
Los Barí, Habitantes de la Serranía (2002)
Carrao y Mayalito, Tradición del Estado Apure (2003)
Los Wayüu, Caminos de la Guajira (2004)
Cuentos de Animales
Serie Mamíferos (6)
Serie Aves (6)
Además de contar con 25 publicaciones entre libros de texto, lecturas para niños y cuentos y de 1980 leyendas recopiladas, de las cuales 728 escritas y publicadas, es colaboradora en periódicos y revistas tanto nacionales como extranjeras. En total ha publicado 85 obras, tiene siete en imprenta, once inéditas y una en preparación.
Fue Miembro de la Peña Literaria Zaranda, actualmente de la Peña Literaria Manuel Felipe Rugeles, ambas de la Ciudad de San Cristóbal, Táchira, Venezuela. De 1991 a 2004 Vice Presidenta de la Asociación de Escritores del Táchira y Vicepresidenta del Encuentro Colombo-Venezolano de Escritores. Fundadora y Presidenta de 1997 a 2004 del Fondo Editorial Toituna, habiéndose publicado bajo su dirección 27 libros en su mayoría de autores del Táchira. Desde julio 2004 es Presidenta del Consejo Directivo Nacional de la Asociación de Radioaficionados de Venezuela. Desde agosto 1998 Directora del Programa Turístico Radial “Conociendo a Venezuela Primero”.
Ha recibido innumerables reconocimientos y distinciones, entre ellos: Orden “Manuel Felipe Rugeles”, Gobernación del Estado Táchira, 1992. Orden “María del Carmen Ramírez de Briceño”, Gobernación del Estado Táchira, 1996. Botón Honor al Mérito en su Única Clase, Gobernación del Estado Táchira, 1999. En reconocimiento a su labor literaria se le da su nombre a la Sala Libros de Autores Tachirenses en la Biblioteca Central “Leonardo Ruiz Pineda”, San Cristóbal, 2001. Orden Gran Colombia, Primera Clase, Instituto Universitario Gran Colombia, San Cristóbal, 2005. Orden Honor al Mérito “Doña Cecilia Ferrero de Romero Lobo”, en su Única Clase, Sociedad Bolivariana del Táchira, 2006. Reconocimiento por su valioso aporte en el rescate de la memoria e identidad de los pueblos del Táchira, Museo de Artes Visuales y del Espacio del Estado Táchira, San Cristóbal, 2006.

NOTAS
[1] RUGELES, Manuel Felipe. Obra Poética. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 1978. p. 313.
[2] JEREZ VALERO, Elio. Hasta el Sol de Hoy. Obra Poética. Mérida, Venezuela, 1996. p.321.
[3] DUQUE SÁNCHEZ, Emiro. Con motivo del bautizo de los libros “El Duendecito”, “El Velerito” y “Caballito de Mar”. San Cristóbal, Táchira, Venezuela, 13.10.1988.
[4] HOMERO VIVAS;, García. Para elevar lo nuestro. Lunes Literario. En Diario La Nación, San Cristóbal, Táchira, Venezuela, 8 de julio de 2001.
[5] ROBLES DE MORA, Lolita. Mitos y Leyendas de Venezuela. San Cristóbal, Táchira, Ediciones Robledal, febrero 2005. pp. 5-7.
[6] CARDOZO, Lubio. Lolita: el sentido oculto de sus leyendas. En: Diario de La Nación, San Cristóbal, Táchira, Venezuela, 16.03.2001.
[7] COLL y VEHI. Citado por Julián Marías y Germán Bleiberg. En: Diccionario de Literatura Española, Madrid, s/f. p. 350. Citado por Lolita Robles de Mora. En: Caminos de Leyenda. Tradición Oral en el Táchira. San Cristóbal, Táchira, Venezuela, mayo de 1997. Gobernación del Estado Táchira, p. 53.
[8] DONÁNGELO, Karina. La Leyenda del Minotauro. Enero de 2003.http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/cultura/minotauro/index.html
[9] SAMBRANO URDANETA, Oscar. MILIANI, Domingo. Literatura Hispanoamericana I. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1994. pp. 173-175.
[10] DÍAZ REJÓN, F. Tradiciones Peruanas. En: Parnaso. Diccionario Sopena de Literatura. Barcelona, Editorial Ramón Sopena S/A, 1972. p.577.
[11] CARPENTIER, Alejo. Prólogo. En: El Reino de este Mundo. (1967), p. 10, Citado por ALCALDE, Carmen Teresa: Prólogo.En: Leyendas de la Ciudad. Fondo Editorial Toituna, San Cristóbal, 2000. pp. 7-8CORREA MACHADO, Adriana. Lo real lo surreal y lo maravilloso en Alejo Carpentier.
[12] ROBLES DE MORA, Lolita. Caminos de Leyenda.” Tradición Oral en el Táchira” Gobernación del Estado Táchira, San Cristóbal, mayo de 1997. pp. 294-295
[13] VILLAMIZAR MOLINA, José Joaquín. Carmelo Niño y el Diablo. En Diario Católico. San Cristóbal, Táchira, sábado 23 de diciembre de 1978. pp. 9-10. Citado por Robles de Mora, Lolita: Caminos de Leyenda - Tradición Oral en el Táchira. San Cristóbal, 1997, Gobernación del Estado Táchira. p. 277.
[14] ROBLES DE MORA, Lolita. Caminos de leyenda (Tradición Oral en el Táchira). Gobernación del Estado Táchira. San Cristóbal, mayo de 1997. pp. 227-228.
[15] Ídem.
[16] Ídem.
[17] ARMIÑO, Mauro. Leyendas. En: En: Parnaso. Diccionario Sopena de Literatura. Barcelona, Editorial Ramón Sopena S/A, 1972. pp. 101-102.
[18] BÉCQUER, Gustavo Adolfo. Leyenda “El gnomo”.http://www.analitica.com/bitblioteca/becquer/leyendas.asp#gnomo
[19] BÉCQUER, Gustavo Adolfo: Leyenda “La rosa de la pasión”.http://www.analitica.com/bitblioteca/becquer/leyendas.asp#rosa
[20] BÉCQUER, Gustavo Adolfo.Leyenda “El beso”.http://www.analitica.com/bitblioteca/becquer/leyendas.asp#corza
[21] PAREDES, Pedro Pablo. Prólogo a Leyendas del Táchira. Sexta Edición. Librería Editorial Salesiana, S. A. Caracas, 1988.
[22] VIVAS GARCÍA, Homero. Para elevar lo nuestro. En: Diario de la Nación, Lunes Literario,. 8 de julio de 2001.
[23] JAEGER, Werner. Paideia. Fondo de Cultura Económica. México. pp. 53-55.
[24] ROBLES DE MORA, Lolita. Mitos y Leyendas de Venezuela. Ediciones Robledal. San Cristóbal, febrero 2005. pp. 61-65.
[25] Ibídem. pp. 183-188.
[26] VILLAMIZAR MOLINA, José Joaquín. Carmelo Niño y el Diablo. En: Diario Católico. San Cristóbal. 9 de octubre de 1978. Citado por ROBLES DE MORA, Lolita. Caminos de Leyenda - Tradición Oral en el Táchira. Gobernación del Estado Táchira. San Cristóbal, mayo de 1997. p.305-308.
[27] ROBLES DE MORA, Lolita. Mitos y leyendas de Venezuela. Op. cit. 272-274.

© Pablo Mora2006
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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