Pablo Mora
Bravíamente con su suerte al hombro, fundiendo arrestos, desafiando soles, larga su recital de naturales, toro, César, torero en torería. Sol en la plaza de manzana y oro, encandilaba ruedo, traje, lance, y paraba y templaba y mandaba, arena, sombra, casta y señorío. César Girón, girando en girondina, titán entre titanes, torerazo, gira que gira, eterna faenaza. Con remate de pecho escalofriante, en natural largueza interminable, vive con su estocada entre la gloria.
Arena tras arena por la vida, polvo entre polvo, polvo en el camino, jugándole a la gloria su destino, hombre y torero, pulsan la embestida. Asisten a la feria de la vida de nazareno y oro clandestino, ofreciendo al astado peregrino la furia de su dulce bienvenida. Hombro, toro y torero, banderillas en el lomo crispado de la tarde arrancan a la estrella maravillas. Sin reposo, sin prisa, sin alarde, morlacos, nazarenos, de rodillas, floridos, apamates, soles, tarde.
Jugándole al destino dados tiernos, se desboca la furia por la herida, se encabrita la sangre en la embestida frente a las luces de los claros ternos. En lidia plenamente sempiternos, réplica batallante de esta vida, huracanes de sangre en la corrida, ellos son ángeles que llevan cuernos. Ángel ante la vida, al sol se aferra, hasta que llega un día que lo nombra pasatiempo del hombre que lo encierra. Y nada de la noche los asombra, ángeles en el cielo y en la tierra, hermanos de los hombres y su sombra.
Jugándole el destino al dado eterno, voy como el toro hacia la muerte a ciegas, la barca en la que tú también navegas, removiendo las ascuas de este averno. Por culpa del pecado sempiterno, vas entre llamas donde siempre llegas al borde del abismo en que despliegas las luces con que afrontas tanto invierno. Vamos los dos de frente hacia la tumba, gemelos en la vida que retumba, cuando el látigo llama en la mañana. Vamos derecho hacia el final a tientas a pesar de la vida en que revientas, de manos de la muerte soberana.
Como el toro me crezco en el castigo, con la pena escondida en el costado, el grito en el capote iluminado y la alegría abierta en el postigo. Como el toro en la vida sólo sigo la esperanza del hombre enamorado, la furia del amor desgaritado y esta ilusión en llanto que persigo. Como el toro me voy a la corrida, jugándole a la muerte mi montera, huyéndole a los monstruos de esta vida. Como el toro en la tarde pasajera espero el huracán de la caída, como el toro me voy a otra ribera.
Por la puerta de arrastre que me espera entré esta tarde con mi propia vida, entré seguro en portentosa lidia, seguro de esta puerta y su quejido. Por la puerta de arrastre me convido a la lucha del hombre, a su corrida, a la vida que a ciegas me sostiene entre tercios y pases justifieros. Por la puerta de arrastre me sostengo junto a mi sombra y mi fugaz latido, junto al velón, junto al feliz lucero. Por la puerta de arrastre alguna noche saldrá la sombra de mi propia sombra, la que se irá al final será la vida.
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