Pablo Mora
“La teología de la liberación es una suerte de Galileo colectivo, y, en consecuencia, no es tarea fácil borrarla del mapa eclesial. Si Galileo padeció la soledad, y aún así salvó su honor para la historia con el eppur si muove, los teólogos de la liberación disponen en cambio de la solidaridad y no tienen necesidad de acuñar ningún adagio para afirmar que la Iglesia de los pobres se mueve. El brasileño Rubem Alves, al subrayar el compromiso de Cristo con la causa de la libertad, ha destacado "el carácter dialéctico y conflictivo de la cruz". Es justamente en esa dialéctica de la cruz donde se cruzan el verticalismo de la autoridad pontificia y el horizontalismo democrático de la TL. En su libro Iglesia: carisma y poder, Leonardo Boff critica la pirámide jerárquica de la Iglesia y propone reemplazarla por una Iglesia del pueblo de Dios.Es verdaderamente estimulante hallar a todo un equipo de teólogos que, en vez de repetir los fatigantes y anacrónicos veredictos contra el aborto, el divorcio y los métodos anticonceptivos, nos dice que "si esta teología habla de opresión y de liberación (...), necesita saber de qué está hablando (...), necesita de los análisis de las ciencias sociales y de todo lo que ilumine la verdad de la realidad concreta". "No es suficiente que la TL hable en nombre de los pobres, sino que ha de conseguir que los pobres recuperen el uso de la palabra y que el lenguaje de Dios deje de ser propiedad de las castas privilegia-das". (Joseph Comblin).No es improbable que la teología de la liberación sea la última oportunidad que tiene la Iglesia para volver a ser la Iglesia de los pobres. Un viejo experto en el lema, Antidio Cabal, escribió en 1976 que "ha llegado el momento de que los cristianos se cristianicen o desaparecerán". Aunque al cardenal Ratzinger pueda sonarle a blasfemia, hay quienes suponen (y no son precisamente teólogos de la liberación) que el concepto de Dios nace en la mente del hombre y va transformándose con los cambios del hombre. Como señala Iniesta, "ni la computadora mas perfecta podría evaluar la cifra exacta de la riqueza que la TL ha aportado a la Iglesia de nuestro tiempo".Todo un continente, crucificado por el Norte opulento y vaciado por los hierofantes de la banca internacional, respalda a estos nuevos Galileos (no olvidemos que el genio de Pisa defendía el compromiso del científico con su sociedad) que por primera vez están logrando que los no religiosos, los no católicos, los agnósticos, los ateos, nos sintamos aludidos y, por ende, convocados para un proyecto de vida digna, liberada. Siempre han existido sectores eclesiales, y sobre todo eclesiásticos, que han manipulado a Jesús como si fuera un latifundio. Hijo de Dios o -pese al mismo Marx- precursor de Marx, Jesús de Nazareth trajo un mensaje de justicia, una propuesta de respeto hacia el hombre y hacia la mujer, una actitud solidaria con los pobres del mundo, rasgos que después de todo no son propiedad privada de la Iglesia. La figura y la trascendencia humanas de Jesús pertenecen a la humanidad. En cierta manera, con su apertura y su inserción popular, la teología de la liberación ha expropiado simbólicamente a Jesús, no para quitárselo a una particular feligresía, sino para brindarlo al pueblo todo.” (De: Mario Benedetti: “La dialéctica de la cruz”. Diario El País de Madrid. 24, 25/09/1984.)
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