Pablo Mora
Cierto día Paulo Coelho se dirige a la ciudad de Vitoria, capital del País Vasco, camino de la catedral de Santa María que, construida hace muchos siglos, en esos días se le recuperaba. Para dar a conocer al mundo el esfuerzo que hacían, junto con él, fueron invitados algunos escritores para que diesen conferencias allí.
Finalmente, llega el momento de visitar la catedral, la que de muralla un día, luego capilla, pasados los años, fue iglesia, hasta convertirse en una catedral gótica.
Catedral que conoció sus momentos de gloria, pero empezó a tener problemas de estructura y fue abandonada por un tiempo. Pasó por reformas que deformaron su estructura, pero cada generación pensaba que había resuelto el problema.
Levantaban una pared aquí, demolían una viga allá, aumentaban los refuerzos de un lado, abrían y cerraban vidrieras. Y la catedral lo aguantaba todo. De repente, Coelho, en medio de la nave central, se da cuenta de algo muy importante: la catedral —se dice— soy yo y cada uno de nosotros.
“Vamos creciendo, cambiando de forma, nos damos cuenta de puntos débiles que hay que corregir, no siempre escogemos la mejor solución, pero pese a todo, seguimos de frente, intentando mantenernos erguidos, correctos, para así honrar no las paredes, ni las puertas ni las ventanas, sino el espacio vacío que hay allí adentro, el espacio donde adoramos y veneramos aquello que nos es caro e importante. ¿Vale la pena criticar los errores del pasado? Pienso que es injusto, ya que a fin de cuentas siempre procuramos hacerlo lo mejor posible. ¿Podemos tener la certeza de que la solución presente es la mejor? Creo que es arriesgado, quizá más adelante lleguemos a la conclusión de que había una elección más sabia. Lo importante es no olvidar nunca que estamos allí, que tenemos que luchar para mantenernos de pie, que hay que respetar la razón por la que fuimos creados.” Hasta que, mientras se prepara para su conferencia, al evocar las peripecias de su camino y las de la catedral de Santa María, llega a pensar que todos los días tenemos que reconstruirnos a nosotros mismos.
Las Catedrales se caen, se desploman. Es el caso del techo de la Catedral de Beauvais, el que se desplomó dos veces en el siglo XIII, y en el siglo XVI se agregó un campanario que poco después caía al suelo. Bien se sabe que en el periodo medieval se empleaban armaduras para soportar los techos, pero eran burdas y con frecuencia aumentaban el peso del edificio, sin contribuir a su resistencia. En ese tiempo no se comprendía bien el diseño de las armaduras. Debido al uso de métodos empíricos en el diseño de miembros estructurales, los edificios públicos, especialmente las iglesias, tenían fama de desplomarse sobre los confiados visitantes. Importante que la catedral que cada uno somos, no vaya tanto a pique.
Y, si así fuese, más importante aún, levantarse; pese a todo, seguir con la frente en alto, intentando mantenerse erguidos. Definitivamente, pensar que todos los días tenemos que reconstruirnos de nuevo. A pesar de que se sostiene que Paulo Coelho es una de las cosas más nefastas que le ha sucedido a la literatura en los últimos tiempos, al hacernos creer que su maquinita alquímica de "autoayuda" produce sólo “literatura”, pensamos que relatos como éste, encierran una verdadera verdad.
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