miércoles, 10 de junio de 2009

Nuestra crisis de pueblo

Pablo Mora

Magister dixit
Sine ira et studio


“Por hábito de historiador, yo estudio siempre el pasado, pero es para buscar en el pasado el origen del presente y para encontrar en las tradiciones de mi país nuevas energías con que continuar la obra de preparar el porvenir.” (Gil Fortoul). “El primer desarrollo de una conciencia auténtica consistió en edificar una conciencia del pasado.” (Kahler). “Lo propio de la Historia está en los acontecimientos mismos, cada cual con su inconfundible fisonomía, en que se reflejan los acontecimientos pasados y se perfilan los del porvenir.” (Croce).
Arturo Uslar Pietri promovió una investigación acerca de una presunta crisis literaria en Venezuela... El Presidente López Contreras, en 1937, habló en forma más lata de una supuesta “crisis de hombres”... desgraciadamente, hay, sobre todas las crisis, una crisis de pueblo... Para el caso, más que el “pueblo político”, nos interesa el pueblo en función histórica. Y justamente no somos “pueblo” en estricta categoría política, por cuanto carecemos del común denominador histórico que nos dé densidad y continuidad de contenido espiritual del mismo modo que poseemos continuidad y unidad de contenido en el orden de la horizontalidad geográfica... A estas alturas de tiempo... ya deberíamos poseer un grupo vigoroso y uniforme de valores históricos, logrados como fruto de una comprensión integral —de sentido colectivo— de nuestro pasado nacional. A cambio de ellos, hemos aceptado pasivamente una serie de premisas de tipo sociológico – político, aparentemente fundamentadas en una filosofía pesimista, erigida sobre una supuesta insuficiencia vocacional del venezolano para ejercicios de la República.
Para que haya país político en su plenitud funcional, se necesita que además del Estado, exista una serie de formaciones morales, espirituales, que arranquen del suelo histórico e integren las normas que uniforman la vida de la colectividad... Se requiere la posesión de un piso interior donde descansen las líneas que dan fisonomía continua y resistencia de tiempo a los valores comunes de la nacionalidad... La fisonomía popular deriva de la capacidad que tenga la comunidad para asimilar los varios valores fundidos en el disparejo troquel de la Historia.
La anarquía indisciplinada y la degradación mental, que son reatos dolorosos de la sociedad venezolana, sumados a la carencia de vertebración moral ocasionada por nuestra imperfecta asimilación de la Historia, explican nuestra crisis de pueblo, causa y efecto de las otras crisis que tratan de investigar los críticos: responsabilidad, jerarquía, urbanidad, literatura, libertad, economía, institucionalismo.
Considero a la nación como fuerza humana que viene del fondo de la Historia y la cual nosotros debemos empujar hacia el futuro... el presente de los pueblos es apenas manera de puente o de calzada por donde es conducida la carga de futuro que gravita sobre nosotros como obra y representación de un pasado... Nos decimos ricos en divisas, porque así lo anuncian los balances bancarios; pero, lejos de aprovecharlas para fomento de lo permanente venezolano, las invertimos a locas en beneficio de la industria extranjera. Todo un proceso de dependencia económica que nos convierte en factoría de lucro forastero.
El sentido histórico del hombre no es para mirar únicamente al origen y a la formación de las sociedades, sino para imponer una voluntad de permanencia en el tiempo... Pueblo que no aspira a perpetuar sus signos a través de las generaciones futuras es pueblo todavía sin densidad histórica o colectividad ya en decadencia... Un pueblo es tanto más histórico cuanto mayor vigor y penetración en el espacio y en el tiempo han alcanzado los cánones que conforman y dan unidad al género colectivo... Pueblo lleno de excelentes cualidades primarias para la siembra de las más claras virtudes cívicas, el de Venezuela sólo ha reclamado una generosa dirección.
Debemos pensar en nosotros mismos con fe entusiasta y con empeño de salvación. Acontezca lo que aconteciere, la Historia seguirá su curso y habrá una generación que recordará nuestro dolor. A tantas crisis como azotan a nuestro pueblo no agreguemos la crisis de la desesperación y de la angustia, aunque sea ésta —como dice Kierkegaard— buen instrumento educativo de la posibilidad. Procuremos a todo trance que nuestra agonía no sea para morir, sino para salvar el irrenunciable derecho de nuestro pueblo a la Libertad y a la Justicia.
(Fragmentos de: Briceño-Iragorry, Mario: Mensaje sin destino y otros ensayos. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1988. pp. 61-108).

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