Pablo Mora
El protocolo de Kioto entrará en vigor el miércoles y obligará a los países industrializados firmantes a reducir en un 5,2% la emisión de gases de efecto invernadero para el 2012 so pena de fuertes multas. La principal ceremonia se celebrará en Kioto, la antigua capital imperial de Japón donde se firmó el tratado el 16 de febrero de 1997. El protocolo de Kioto, que ha sido ratificado por 141 países, de ellos 30 industrializados, se inscribe en la Convención-marco de Naciones Unidas para los Cambios Climáticos que será adoptada en la tercera Conferencia de las Partes, que también se celebra el miércoles en Kioto. El Protocolo sólo entrará en vigencia cuando sea ratificado por los países que emitan más del 55 por ciento de los gases contaminantes, según los índices establecidos en 1990. La ratificación rusa, cuya industria es responsable del 17,4 por ciento de las emisiones de gases tóxicos del planeta, puso en marcha de forma automática el tratado, que se convertirá en vinculante el próximo miércoles, 16 de febrero.
La camarada argentina Cristina Castello, escritora, periodista, comprometida contra las injusticias sociales y políticas y, sobre todo, enamorada de la literatura, sostenía en reciente entrevista: “La poesía es la revolución de Dios. Es un compromiso con la vida. Es reveladora y develadora. Es un secreto que se hace camino en un mundo brutal, para abrir mentes y corazones. La escritura toda es revolucionaria, cuando es literatura y no vacío, porque es resistencia y es persistencia de auroras; es conciencia crítica para el mundo, motor para la imaginación y expansión del espíritu. Es un arma. Para el bien y la libertad, y tiene poder para transformar el mundo. Por eso tantos poetas azules padecieron y fueron asesinados en campos de concentración; porque la poesía como todas las manifestaciones del arte verdadero, es muy peligrosa para el Poder. El Poder quiere esclavos y el arte es un horizonte definitivo de libertad.” Al respecto, David Ferranti nos recuerda a John Kennedy, quien al aludir a cierta analogía entre la poesía y el poder elaborada por el poeta Robert Frost, sostiene: "Cuando el poder conduce al hombre hacia la arrogancia, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cuando el poder empequeñece los intereses del hombre, la poesía le recuerda la riqueza y la diversidad de su existencia. Cuando el poder corrompe, la poesía limpia. El artista que es fiel a su visión personal de la realidad se convierte en el campeón ultimo de lo individual y de la sensibilidad contra una sociedad opresiva y un estado interventor".
La poesía es un viaje hacia adentro, una interioridad, una manera de conocimiento. Intento por encontrar lo verdadero y la medida del amor hacia la humanidad. Una ventana hacia el germen de la protesta y del silencio. Una ventana a la plenitud. Sed eterna. La poesía “es” —Castello dixit—. Insaciable sed. Supone un estado de alerta, de vigilia, de anhelo, de disponibilidad. Una promesa. No se trata de que el poder use a los hombres o los hombres usen el poder, sino que quienes usan el lenguaje, la palabra escrita —la poesía— se constituyan, se transformen en la fuerza que salva al poder de sí mismo, en salvadores del poder, máxime en caso de que el poder corrompa. Recordando la diversidad de la existencia, denunciando la corrupción, limpiándola, exigiéndole al poder el cumplimiento de su misión al servicio de sus ciudadanos. (Kioto locutus).
La poesía ha de estar en función del hombre. Se realiza al realizar al hombre. Podría escribirse para ángeles, planetas, pero no se reflejaría el acto humano, la misión del hombre. La poesía es y debe darse entre humanos. Es comunicar de modo tal que la palabra se devuelva sin casi darnos cuenta. La poesía es para sentirla. Debe estar al servicio de la vida, cargada de la trashumancia humana. La poesía, de mano con el hombre, debe estar: en los embates, chaparrones, vendavales, en las horas procelosas, entre la angustia y la esperanza, tras la albada que nos lleve al día. De resto no tendría forma, función trascendental sino meramente existencial.
Poesía de la experiencia, comprometida —littérature engagée—, de la conciencia, de nuevo compromiso, de mirada colectiva, en resistencia, la poesía ha de convocar una mayor presencia del hecho social, ha de hablarnos de nuestra vida, nombrando nuestra realidad, hasta sernos útil. La poesía cumple la misma función social que todo arte, en la medida en que el artista es un ser social, que parte de un medio dado y se dirige a él; por abstracto que sea un arte, jamás podrá hacer referencia a otra cosa que no sea la problemática del hombre. Igual, la conciencia social del poeta relaciónase con los conflictos de un sistema político y no con la poesía como oficio artístico. El poeta, aún el más comprometido socialmente, prepara la conciencia de solución, mas no la solución misma, porque el hecho poético no es el hecho sociológico. (Helena Sassone). O nos entendemos o nos anegamos.
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