Pablo Mora
Del concepto de “inteligencia” están saturados los estantes, las editoriales, la pedagogía, la filosofía, el orbe investigativo entero, hasta llegar con Daniel Goleman a la “inteligencia emocional”, en la que integra la razón con los sentimientos, las emociones. En este orden, el profesor chileno Ibar Varas aborda en documentado ensayo la trayectoria “De la razón ilustrada a la razón sensible”, partiendo de los determinantes existenciales de Descartes hasta “El elogio de la razón sensible” elaborado por Michel Maffesoli, divulgado éste en el año 1997.
Nos precisa Varas que Maffesoli quiere que la razón sensible nos acerque a un nuevo modo de pensar y decir el mundo, a una conciencia que se proyecta como una ampliación de la conciencia, a través de una revalorización de la razón que nos instala en una razón sensible en donde el reino dionisíaco cobra una nueva vitalidad, llegando a convivir la razón y la sinrazón. Subraya Ibar Varas como en la razón sensible tiene cabida lo irracional, lo insensato, las pasiones en general, lo que fundamenta la nueva perspectiva de “una razón que haga de lo sagrado y profano mundos coexistentes.”
Entendemos que “Elogio de la razón sensible” trata de descifrar el mundo contemporáneo —el “espíritu de nuestra época”— anteponiendo las intuiciones y fogonazos de la razón sensible a las razones y sinrazones hasta ahora conocidas; respondiendo por los distintos rumores y humores de la actual vida colectiva, impregnada de un sinnúmero de sorpresas espirituales, no sólo materiales. En una palabra, Maffesoli aboga por la articulación de una razón sensible no separada de la vivencia ni de la emoción, en una “visión intuitiva del mundo contemporáneo,” en la que sobresale el papel de los ámbitos afectivos, interactivos, subjetivos, lúdicos y onírico sociales.
Maffesoli promueve una “sociología comprensiva de la vida cotidiana”, fundada, según explicación de Miguel Martínez Miguélez, en la sabiduría popular, en el conocimiento ordinario, en la trivialidad de la conversación de café, en ese hablar que parece no decir nada, pero que genera, sin embargo, una ayuda especial para hacer frente al destino, al tiempo que pasa, a los sinsabores de la vida y a la misma muerte, creando relaciones afectivas profundas cargadas de valor.
Y concluye Martínez Miguélez: “El camino que nos parece más indicado para lograr estos altos objetivos que señala Maffesoli es el de un diálogo fecundo. Con el “diálogo” como instrumento operativo, se pretende asimilar, o al menos comprender, las perspectivas y el conocimiento de los otros, sus enfoques y sus puntos de vista, y también desarrollar, en un esfuerzo conjunto, los métodos, las técnicas y los instrumentos conceptuales que faciliten o permitan la construcción de un nuevo espacio intelectual y de una plataforma mental y vivencial compartida.”
¿En suma, si para vivir humanamente, hemos de convivir y entendernos con los demás, el orbe, Venezuela, los venezolanos, necesitaremos, hoy, una Inteligencia Espiritual fincada en una Dirección de Inteligencia Espiritual?
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