Pablo Mora
Entre las fuentes primordiales del poder social: la violencia, la riqueza y el conocimiento, recayendo en este último la clave de poder de más alta calidad, lo que hace que su atención y redistribución sea más que fundamental. Frente a la riqueza económica y la fortaleza militar, el trípode del poder se afianza sobre todo en el conocimiento. Tal como lo advierte Francis Bacon: “El conocimiento en sí es poder.” Lo que hace que Alvin Toffler concluya en que el conocimiento será la clave del crecimiento económico en este siglo XXI. La clave del “Cambio de poder” al que asistimos, batalla en la que cada una de las instituciones humanas está comprometida. Entre ellas, la universidad, que desde sus inicios tuvo como misión buscar la verdad y formar al hombre a través de la ciencia para que sirviera a la sociedad, constituye uno de los epicentros indispensables de la cultura o cultivo del conocimiento al que nos hallamos enfrentados.
Mario Bunge, filósofo de la Ciencia, reivindica una Sociedad del Conocimiento frente a una de la información: “La información en sí misma no vale nada, hay que descifrarla. Hay que transformar las señales y los mensajes auditivos, visuales o como fueren, en ideas y procesos cerebrales, lo que supone entenderlos y evaluarlos. No basta poseer un cúmulo de información. Es preciso saber si las fuentes de información son puras o contaminadas, si la información como tal es fidedigna, nueva y original, pertinente o impertinente a nuestros intereses, si es verdadera o falsa, si suscita nuevas investigaciones o es tediosa y no sirve para nada, si es puramente conceptual o artística, si nos permite diseñar actos y ejecutarlos o si nos lo impide. Mientras no se sepa todo eso, la información no es conocimiento… La cantidad de información accesible es mucho mayor y la velocidad con que se la puede conseguir ha aumentado enormemente. Antes la gente pasaba horas o días buscando una información. Ahora puede encontrarla muy rápidamente a través de Internet. Pero esa mayor facilidad tiene un lado negativo, que es la sobrecarga de información. Debemos ahora protegernos contra esa sobrecarga, crear filtros para que no nos llegue tanta información mala o impertinente. Necesitamos más tiempo para reflexionar y menos para buscar información.” Ciertamente, se necesita más tiempo para la reflexión, la asimilación, la crítica, la ponderación; para reflexionar en silencio y soledad, para estudiar, para buscar por cuenta propia, para asombrarse, curiosear, es decir, escoger, elegir, investigar y conocer.
Se trata de que la universidad sea verdadera mediadora en esta Sociedad del Conocimiento, contribuyendo a la construcción de una nueva sociedad, más justa y humana, más solidaria y responsable de su porvenir, articulando razón y liberación. Empeñada en una acción decidida y eficaz en la construcción de una nueva sociedad en aras de la paz, el consenso, la participación. Dispuesta a la democratización del conocimiento, a fin de mejorar la calidad de sus servicios a los ciudadanos, donde los valores humanos —el humanismo integral— sea razón de ser de su gestión y proyección, en un mundo en constante cambio.
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