miércoles, 10 de junio de 2009

Puertas

Pablo Mora




Manuel Felipe, miro la tierra con mirada buena por ser Casa de Dios para mi canto y ser para tu fe Puerta del Cielo. Puertas que inauguran la noche y que clausuran el día; que giran, tiritan, se desquician. Puertas por donde se escapan los niños, los gatos, los suspiros. Vuelta de llave en las cerraduras del alma. Puertas blindadas, corredizas, falsas, ocultas, entreabiertas, engrifadas. Portazos de los que tanto nos arrepentimos. Puertas que no llevan a ningún lado. Puertas vidriadas, metálicas, giratorias, anchas, angostas. Puertas enrejadas, de cárceles y calabozos; de entrada y de salida. Marcos y contramarcos para la marea del tiempo, la resaca de las horas y el vaivén de los recuerdos. Puertas de la infancia, la locura, el encanto, el desencanto. Zaguanes donde al amor nacimos. Cerrojos para ver desnudo a Dios. Portillos por donde alguna tarde el duende pasa. Puertas para alcanzar el mar. Las puertas, las manos de las casas. Puerta de los sueños, los delirios y los genios. Puerta del consuelo. Puerta de la esperanza. Puerta de este infierno. Puerta palabra parecida a Patria. Puerta fechada. Puerta encendida. Puertas despiertas al pie de la luna. Puertas del tiempo. Puerta de los encierros. Puerta de los chiqueros. Puerta de los toriles. Vamos derecho hacia la puerta a tientas.
La portada de El Quijote se sabe de memoria la mirada nuestra. Bisagra para darle paso al tiempo. Portón, portachuelo y cangilón, remedos del sueño de la aldea. Garita, atalaya, fortín. Portería por donde el cielo asoma favores, arco iris, lumbres, goces. Umbral para los pininos de la sombra. El postigo por donde entra el sueño a descansar. Portal del Niño aquel traído por la estrella aquella noche. Ojo de la aguja para el camello rico. A las puertas de la muerte el hombre aguarda un rato. De puerta en puerta cosecha el duro pan. De puertas adentro él sólo se conoce. Por la puerta grande trata de despedirse como sol. Puerta franca la que la vida ofrece rara vez. Puerta de milagros, de víspera de vida, amanecida en luz. Jorge Luis, hay una puerta próxima que está vedada a mis pasos, una que me ha visto por última vez, que ya nunca abriré, hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
¿Dónde estará la puerta de esta llave? ¿Adónde se llevó alguien esa puerta? ¿Adónde iré con esta llave muerta? ¿Alcanzaré yo a descifrar su clave? ¿Acaso solamente el mar lo sabe? ¿Se habrá quedado en la extensión desierta? ¿Estará a la intemperie, descubierta? ¿O se la habrá llevado alguna nave? Tal vez su hallazgo siga siendo grave si es esta llave la que está perdida en medio de rastrojos encubierta. Si acaso confundida anda esta llave en este laberinto de la vida, ¿dónde estará la llave de esta puerta?
Por la puerta de arrastre que me espera entré de noche con mi propia vida, entré seguro en portentosa lidia, seguro de esta puerta y su quejido. Por la puerta de arrastre me convido a la lucha del hombre, a su corrida, a la vida que a tientas me sostiene entre tercios y pases justifieros. Por la puerta de arrastre me sostengo junto a mi sombra y mi fugaz latido, junto al velón, junto al feliz lucero. Por la puerta de arrastre alguna noche saldrá la sombra de mi propia sombra, la que se irá al final será la vida. (psa).

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