Pablo Mora
Clase Magistral de Venezuela Apertura del XII Encuentro de Escritores Colombo-Venezolano San José de Cúcuta, República de Colombia Viernes, 5 de noviembre de 2004 En ocasión de las cuatrocientas salidas del asendereado caballero.
Pocas veces había sido descolgada la pluma cervantina de donde quedase, recién muerto Don Quijote, para revivir mejor la figura del Ingenioso Hidalgo. Ya Cervantes, al concluir la Primera Parte de su genial obra, y como presintiendo no poder concluirla, nos había dejado, en célebre admonición, el verso de Ariosto:
Forse altri canterà con miglior plettro
Sin exagerar y reconociendo que muy difícilmente puédesele tomar el vuelo a la inspiración de Cervantes, con justicia podemos afirmar que Pedro Pablo Paredes, con su obra Leyendas del Quijote, salida de los Talleres Gráficos de la Ilustre Universidad de Los Andes, Venezuela, en el mes de marzo del año 1976, logra revivir, a cuatro centurias, el impresionante itinerario y las estupendas vivencias de los protagonistas de la más acabada novela de todos los siglos y todas las geografías.
Nunca imaginó Cervantes que su sueño por venir a América habría de tener la afortunada y póstuma realización como la que en Paredes tuvo. En efecto, es vasta la bibliografía americana acerca de Cervantes y su obra. Desde quienes en él han visto el símbolo de la unión entre España y América, hasta los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, del ecuatoriano Juan Montalvo (1845), las Semblanzas caballerescas o las nuevas aventuras de Don Quijote de la Mancha, de don Luis Otero y Pimentel (1886) o el Quijote criollo Alonso Andrea de Ledesma -El Caballo de Ledesma, de Mario Briceño Iragorry- (1942). Desde Cervantes y la crítica, de Amenodoro Urdaneta (1877) hasta Don Quijote en América, de Tulio Febres Cordero (1905). Desde La lengua del Quijote (1971), de Ángel Rosenblat hasta Una lectura del Quijote desde la visión manierista (1982), de Ernestina Salcedo Pizani. Sin embargo, dentro de la bibliografía cervantina venezolana, es un honor para Los Andes venezolanos presentarse, con tan acabada obra Leyendas del Quijote (1976), al concierto de la inagotable tradición o vocación cervantina. Pedro Pablo Paredes con la obra de marras, con pie firme, lanza en ristre, entra a engrosar la fila de los mejores autores y títulos provocados por la celebérrima novela.
Ahora bien ¿qué representa o en qué sobresale la obra en cuestión? ¿Cuáles las razones? Nos lo responde el mismo Paredes, inmerso en la niebla somnolienta de su ciudad, junto al río y el verdor de sus colinas: “Entre tanto: los personajes del “Quijote” intentan darnos, cada uno a su modo, la extraordinaria experiencia: haber visto, haber conocido, haber tratado al asendereado caballero.”1
Para Augusto Germán Orihuela, Leyendas del Quijote, “precioso, meritísimo libro, es de lo más valioso que se puede leer acerca de aquel monumento literario del Manco de Lepanto. Si intentáramos encuadrarlo de acuerdo con los cánones preceptísticos, tendríamos que decir que es una glosa del Quijote. Una maravillosa glosa del famoso libro cervantino. Una glosa honestamente concebida por la fidelidad que guarda. Artísticamente realizada. Es una glosa con mucho ingenio porque es la historia del Quijote... pero desde el ángulo personalísimo de cada uno de sus personajes. Cada uno de los cuales nos da, por medio de la trabajadísima prosa de Paredes, su visión del Quijote en su relación con el protagonista. Es un libro sencillamente encantador y sugestivo. Con una alta y noble misión pedagógica: sabiamente nos conduce a recordar o a leer la gran narración que verdaderamente inmortalizó a Cervantes.”2
Paredes, en efecto, pinta magistralmente a cada uno de los personajes del “Quijote” hasta hacerlos hablar y dialogar sobre lo que para cada uno de ellos significó el haber convivido con tan “gracioso loco”. Paredes logra, como genuino periodista, un verdadero foro con los múltiples testigos de las peripecias del Inmortal Hidalgo. En la obra se dan la mano, se funden el poeta y crítico-ensayista que hay en Paredes. La obra constituye, así, un verdadero y genuino ensayo poético, impregnado de un fervoroso fondo lírico. En el mejor de los foros sobre el “Quijote”, son sus propios compañeros de aventuras quienes logran el más acabado testimonio de las virtudes del héroe manchego. Se trata de una verdadera fiesta o feria cervantina, quijotesca. J. J. Villamizar Molina sostiene: “Leyendas del Quijote es el estudio poético y filosófico de los personajes del libro de Cervantes.”3 Hundido en el sinnúmero de contrastes -la pugna entre lo ideal y lo real, la fusión de ilusión y realidades- que creó don Miguel de Cervantes, Paredes, definitivamente, traza el perfil psicológico de cada una de las criaturas intervinientes en la larga aventura del Ingenioso Hidalgo.
Con Leyendas del Quijote -184 páginas, testimonio de la más auténtica hispanidad- el autor recibe tanto el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal de su país (1976-1977) como la incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua en el año 1979. En decir de su coterráneo Aurelio Ferrero Tamayo: “Sus Figuras del Quijote han sido recibidas con beneplácito en el mundo de las Letras, y entre otras satisfacciones Pedro Pablo Paredes cuenta con la aceptación y admiración de la Academia de Estudios Manchegos, que vive y mora entre sabiduría, rutas del Quijote y molinos de viento. Pedro Pablo nos acerca a las figuras populares, familiares, arrieros, dueños de posadas y mozas de partido, que forman como el coro entre quienes el flaco rocín del prócer aventurero e ingenuo, continúa llevando hacia la gloria al Caballero sin par.”4
Cronológicamente, en respetuoso orden de aparición, van desfilando los protagonistas, al tiempo que transcurre la novela, las leyendas. El tema principal es Don Quijote. Cada quien va dando cuenta emocionada de sus experiencias, va sintetizando sus vivencias frente al descomunal caballero. Claro que el poeta que vive y anda en Paredes hace que Ama, Sobrina, Mozo y Dulcinea, todos ellos, se tornen auténticos pintores y fidedignos testigos de la mística, virtudes y milagros del genial protagonista. Por supuesto que todos, en su mayoría, están plenamente de acuerdo en que se trata del más genial y simpático loco que a su vista haya caído, además de la lluvia de virtudes que van subrayando.
De modo que a cada instante esperamos con mayor impaciencia el próximo testigo, para oírle sus fervientes referencias. A tal punto que, llegados al último capítulo, nos quedamos en espera del próximo. Lo cierto es que respetuosísimamente Paredes, casi “mismamente” -sin pretender una imitación, menos un plagio- nos hace sentirnos inmersos en el clima cervantino. De manera que a veces no sabemos si lo que tenemos entre manos es El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha o las Leyendas del Quijote. Indudablemente, que es éste uno de los mayores logros, aciertos, de la obra de marras: una respetuosa y ganada recreación del estilo cervantino. Tarea difícil, ciertamente, por la tentación de los “lugares comunes”; pero que artísticamente Paredes supera con altura. De rondón, como quien no quiere la cosa, se van colando los giros cervantinos, los innumerables modos adverbiales, las múltiples expresiones y sazonados refranes, con una asombrosa espontaneidad; al igual que, fresca y holgadamente, se intercalan, de modo magistral, las citas, oportunas siempre y en todo caso.
A primera vista el lector no creería que se le hubiera podido llevar como de la mano por el itinerario del “Quijote” en forma tan amena y vívida. Talmente transcurre el viaje que de un tirón se bebe uno el libro y con él sus imágenes, su imaginario, sin percatarse que ha llegado a la última página. Diríamos que uno lo bebe de un sorbo como al mejor café de nuestras aldeas, y sobre todo, como manifiesta su autor, arropados con la niebla de la ciudad.
Cabe decir que Leyendas del Quijote constituye un primoroso álbum cervantino, compuesto por las más nítidas postales que autor alguno haya podido hilvanar. Compendio de imágenes que, por fortuna, poseen dos fases específicas. Una, formada por los maravillosos retratos -verdaderos close up- que del Quijote hacen los personajes que con él convivieron; al tiempo que otra, constituida por los autorretratos que obtienen de ellos mismos. Es decir, por partida doble, en cada postal del libro el autor logra ocuparse tanto de recoger la huella que del Quijote quedó en cada uno de sus interlocutores como de hacer la descripción indirecta de ellos mismos. Tarea por demás difícil, pero alcanzada con toda propiedad por Paredes. Dicho en otra forma, Paredes, tal como un especializado camarógrafo, logra, al través de los personajes cervantinos, perfectos “primeros planos”, close ups o emotivos acercamientos del máximo protagonista. En cada uno ve al héroe frente a frente con su inmediato interlocutor. No otra cosa es la obra en sí: una aproximación de la figura del Ingenioso Hidalgo a la contemplación de cada uno de los que con él estuvieron, compartieron, desvivieron. Parece que con todos ellos, con quien más, con quien menos, hubiese contraído cuentas. Si no él, ellos sí. A él todos algo, mucho le debían. Al menos su gratísima camaradería. Y así con estos acercamientos, propiciados por Paredes, cada cual, en su debido momento, llega a desahogarse, saldar deudas, pasar, revivir gratísimos momentos con su inmortal compañero, amigo.
Realiza, así, Paredes, un artístico, extraordinario “mosaico” donde se desplazan los múltiples personajes de la quijotesca empresa o humana industria. Cada uno representa un valioso trozo, pieza indispensable para la configuración total de la familia cervantina, así como para destacar, en definitiva, la relevancia del protagonista por antonomasia.
Leyendas del Quijote nos revela, igualmente, una perfecta concepción de la lectura. Son perfectos apuntes que demuestran una concienzuda lectura crítico-evaluativa del autor. Aunque sabemos de antemano que nunca estuvo en la mente de Paredes el hacer una síntesis del “Quijote”, que por lo demás siempre despojaría de sus bellezas a la genial obra maestra, bien parece que Paredes, el pedagogo, obró inconscientemente en semejante tarea. Como decir, que, hoy, cuando la lectura prácticamente ha sido desplazada por la avalancha de lo audiovisual, una obra como la de Paredes, dada su vivacidad y hondo realismo lírico recreador, representa, sin duda alguna, una tácita convocatoria a la reconfortante lectura íntegra de la más admirable obra escrita en lengua castellana y quizás en todas las lenguas. Obra francamente genuina y supremamente humana, llamada a perdurar con los siglos, otros cuatrocientos y tantos años más. Decimos, pensamos esto porque reconocemos con Guillermo Morón que el Maestro que básicamente es Paredes enseña principalmente a leer5. Confundidos en él, poeta y pedagogo, a ras del tiempo, transcurren, imperceptiblemente, lirismo, amenidad y alta pedagogía.
Por lo demás, él muy bien sabe de nuestra actual civilización de la visión, de cómo la imagen es el resumen visible e indiscutible de las más recientes elaboraciones culturales. De donde, con su obra, tácitamente, invita al lector desprevenido, a la juventud inmersa en lo audiovisual, sofocada por los distintos mass media, a leer -y a leer tan inolvidable obra. Por otra parte, al lector distraído del “Quijote”, ocupado sólo de los protagonistas mayores, le hace volver la vista a toda esa familia de personajes humildes, vulgares o distinguidos, pero de carne y hueso como los más.
Las vivísimas reminiscencias de sus vidas, nos comprueba que nunca quizás como hoy estamos tan ávidos de elevados ideales, como los caracterizados por el Quijote. El siglo pareciera precisar genuinos libertadores que propugnen y ejecuten hazañas redentoras. Nunca un Quijote hizo tanta falta como hoy. De ahí que una evocación tan viva como la que nos ocupa cobre tanto valor. Antes que los propios capítulos, son las entrelíneas, el contexto social, la connotación, el significado intencional lo que cuenta, lo que nos ha de llamar la atención. Nunca como hoy los pueblos del mundo habían estado tan ensombrecidos por tantísimas apetencias o entuertos mercantiles, y obnubilados por la más descarada plusvalía ideológica de que habla tan certeramente nuestro Ludovico Silva. Frente a estas realidades, un “idealismo” con miras a la practicidad, a una utopía perfectible, concreta, se hace insoslayable. Sólo, entonces, no estará de balde la eternidad del “Quijote”.
Definitivamente, una vez más los Andes vuelven a revelarse. En esta ocasión en un plano universal. Porque demás está decir que en tratándose de don Miguel de Cervantes y su obra cumbre, al afrontarla, se asumen los más esclarecidos valores humanos universales. Y es que aún en esto las Leyendas del Quijote simbolizan un oportuno aldabonazo a las actuales contiendas nacionales, a la conciencia del presente venezolano, latinoamericano. Frente a ese fabuloso panorama de inmoralidad cívica, de despampanante despilfarro o inversión de virtudes, capacidades e ideales, surgen -traídos a colación por la maestría, el magisterio de Pedro Pablo Paredes- los más auténticos valores universales, reflejados en la obra maestra referida: valentía, lealtad, libertad y sobre todo humanidad a toda prueba.
Si dijimos que el Emocionario de Laín Sánchez -por su atmósfera, albura y forma- nos evocaba a Platero y yo, hoy con más razón vemos que por la puerta ancha del “Quijote” entra Pedro Pablo Paredes a las esplendorosas tierras y al arraigado espíritu hispano. Es decir, que con su obra da en el epicentro cultural y literario de este mundo.
Una vez más, repitámoslo, vuelven a revelarse los Andes en el ámbito literario nacional, hispanoamericano. En esta ocasión, seguros estamos, esta revelación trasciende los lindes patrios, continentales. Pues Leyendas del Quijote entran a engrosar la copiosísima bibliografía cervantina, con acento propio. Ante el espectro de la inmortal obra, el enfoque de Paredes es sustancial y definitivo. Los personajes que supieron de los desvelos, sueños, aventuras y desventuras del Quijote se encargan de hacérnoslo vivir, nos lo recrean.
Con pleno derecho podemos afirmar que las tres salidas mayores del Quijote en Venezuela han sido desde nuestros Andes, a mucha honra, a saber: Don Quijote en América del merideño Tulio Febres Cordero, en 1905, en ocasión de la celebración del tercer centenario de la publicación del “Quijote”; El Caballo de Ledesma (1942) y Leyendas del Quijote (1976) de los trujillanos Mario Briceño-Iragorry y Pedro Pablo Paredes, respectivamente.6 Ronda de Críticos
Con el ánimo de de-mostrar la mayor objetividad, sine ira et studio, tratando de establecer un punto de fuga entre quienes hemos frecuentado sus aulas y confirmado su magisterio de poeta-pedagogo que enseña deleitando, ante la probada vocación y constancia creadora del autor de Leyendas del Quijote; así como para recoger una muestra de los juicios que tal obra ha merecido, nos disponemos a citar in extenso a dos de los críticos que han tenido a bien pronunciarse.
Mabel Moraña opina: “En este nuevo libro, P. P .P. realiza una tarea aventurada. A partir de la novela summa de Cervantes, reinventada por casi todos sus comentaristas, emprende un ejercicio de escritura vicaria, otra variante de aquella “alquimia del Quijote” que denunciara alguna vez Menéndez y Pelayo.
Pero Pedro P. Paredes no ofrece en su texto ni un análisis crítico ni una interpretación expresa. Simplemente, a partir de aquella extensa galería de los 659 personajes cervantinos, selecciona unos cuantos, y los propone como recreadores de sus propias anécdotas, los hace titulares de un discurso verosímil para aquella ficción, hablantes de su propia imaginable historia.
Pero este perspectivismo aparente se vuelve, por el juego influyente de versiones, una noria que gira con reiteración en torno a los mismos motivos constantes. Los titulares de los múltiples discursos son tributarios tanto del texto original del que provienen, como de la perspectiva de recreación desde la cual están ofrecidos. Estas fronteras limitan las posibilidades de un texto prisionero de su método y de la ortodoxia interpretativa que manifiesta. Esto coarta todo posible pirandellismo de los personajes (“cada uno su verdad”), y conduce a una repetición previsible y acumulativa de relatos que delatan con demasiada uniformidad la perspectiva del narrador implícito que los organiza.
Por momentos más cercanos a aquellas “Vidas de Don Quijote y Sancho” de Miguel de Unamuno que al texto cervantino; aun a pesar de la fidelidad a este último que impide los desbordes de aquél, el libro de P. P. P. no se aboca a extender lúcidamente la ficción original. Se mantiene en el nivel de una paráfrasis prolija, apoyada inclusive por la interpolación de transcripciones que sostienen también un intento de recreación lingüística.
Así, sin más alternativas que la anécdota de la escritura, estas Leyendas… remedan aquel mismo recurso del clásico español, donde la ficción estaba mediatizada por la existencia de un modelo literario que actuaba como referente. Sólo que en el caso que nos ocupa la relación de fuerzas es inversa y el texto no logra sobrepasar el plano de la fidelidad y la homonimia con respecto a la obra inspiradora.
Este libro, nueva prueba de la posibilidad seminal, autofecundante de la literatura, tal vez pueda constituir aquel “honesto entretenimiento” que Cervantes decía perseguir con sus obras. O ampararse en la misma lección de Don Quijote, que ante el desfasaje entre lo pensado y lo real, concluía en que “tanto para los hechos”.7
Sea lo que sea, dígase lo que se diga, hemos de convencernos que las tres banderas enarboladas por Pedro Pablo Paredes en sus Leyendas del Quijote no son otras que la convivialidad, la intertextualidad, la aspiracionalidad.
Por su parte, el inspirado poeta venezolano, Fernando Paz-Castillo, se expresa así de Pedro Pablo Paredes y Leyendas del Quijote: “… Es virtud principal del libro de Pedro Pablo Paredes conservar, con agudeza, estas intimidades en sus relatos. O mejor, hacer que sean los mismos personajes del Quijote quienes opinen y den la nota íntima de la vida, en las dos fases conocidas del ilustre Manchego.
Como ejemplo de lo dicho pueden servir las siguientes expresiones, que tomo del libro de Paredes, del ama, la sobrina y Sancho:
La primera dice: “Pues bien. Para qué negarlo. Mi buen señor don Alonso era, hasta no hace mucho, quien llenaba de dicha esta casa”. La que ha llegado a considerar como su propia casa.
Y la segunda: “No puedo negar, cómo, que he querido mucho a mi señor tío. Por algo como dicen, he vivido tanto a su lado. Aquí. Sí. En esta casa que, cada vez, me parece más sabrosa y más mía”.
Pero la opinión de mayor trascendencia es, sin duda, la de Sancho, que de tanto andar con él se ha vuelto también un poco Quijote; y lo expresa así: “Sin embargo, no cambio, ya, mi condición de escudero por ninguna otra. Quiero a mi señor Don Quijote como a las entretelas de mi corazón. Aspiro a vivir cosido, como dicen, con él por todo el resto de mis días”.
Verdadera agudeza ésta de Pedro Pablo Paredes -prosigue Paz-Castillo- de hacer conocer mejor, el Quijote, entre sus lectores, por medio del sentimiento sincero, y un poco misterioso también -como lo es toda intimidad-, de quienes lo rodearon, lo que al parecer no alcanzaron a penetrar los críticos y humanistas de la época, quienes -y no es osado decirlo-, se detuvieron siempre más en el personaje pintoresco que en el infinito espejo de la obra. Flaqueza en la cual incurrieron, según se ha comprobado, algunas épocas posteriores.
La obra de Pedro Pablo Paredes es, -enfatiza Paz-Castillo- por estilo e ingenio, a ojos vistas, de meditación y cultura. De un hombre, y esto lo confía él mismo, que ha recorrido la ruta del Quijote, pisando sobre las huellas, todavía frescas de Azorín. De un lector de Unamuno que tantas perspectivas abrió en el dilatado paisaje manchego; y de F. Navarro y Ledesma, quien tuvo la perspicacia de titular su libro: “El Ingenioso Hidalgo Miguel de Cervantes y Saavedra”, escrito, par gloria suya y de su biografiado, en una de las más ricas y cervantinas prosas que se han logrado después del Quijote.
Y esto de perseguir la intimidad muestra fina penetración en Pedro Pablo Paredes, porque Don Quijote es, por sobre todas las cosas, el héroe de la palabra buena y compañera para amigos, y enemigos vencidos.
Pero también hay otra cosa aún, que no desatiende Pedro Pablo Paredes. La cual surge cuando se piensa más en el libro que en el personaje singular que encarna realidades y visiones de la planura castellana. Lo cual expresa Ortega y Gasset en una de sus Meditaciones, después de reflexionar mucho acerca del Quijote y España, en la forma siguiente: “En torno mío abre sus hondos flancos el bosque” -lo que introduce algo nuevo con relación a la llanura. Y sigue: “En mi mano está un libro: Don Quijote, una selva ideal”. Y atendiendo a estas razones califica la inmortal obra de Cervantes, como “un libro escorzo”. Es decir un libro con superficie y profundidad.”8
En suma, El Quijote selva, cuya empresa para fortunada péñola o pluma estuvo guardada, de cuando en cuando, encuentra, entre los siglos, a quien con tino pleno penetre su intimidad, directa o indirectamente a través de sus personajes, como sabia, felizmente, lo logra Paredes con su libro.
Don Alonso Quijano
Dejemos que sea el propio Don Alonso Quijano, quien desde las Leyendas mismas rubrique lo hasta acá referido:
“La verdad es que Don Quijote de la Mancha, sin decir cómo ni cómo no, la ha dado por echárselas de caballero andante. Se ha marchado allá, por esos mundos, en pos de las aventuras. Pero es el hombre más destartalado, más atarantado, más descuadernado, más desabrochado, que existe "por todo lo descubierto de la tierra". Yo le tengo, ni sé si afecto verdadero o verdadera lástima. Y tengo que reconocer, como en efecto reconozco, que, sobre manera, se me parece. Parecemos, para hablar en romance, hermanos. Mucho más todavía que hermanos: gemelos. Aunque, a decir verdad, Don Quijote de la Mancha se me hace, nacido de mí, mi otro yo. ¿Estaré en lo cierto? Y si lo estoy, ¿por qué nos diferenciamos tanto?
Don Quijote de la Mancha sale cuando se le antoja. Ustedes lo saben. Regresa cuando menos se lo espera. Más destartalado y más atarantado que primero. Yo, en cambio, me quedo en la casa. Estoy aquí a toda hora. Me doy cuenta de los cuchicheos de la señora Ama y de Antoñilla, mi sobrina. Veo trabajar, todo el santo día, al mozo. Veo entrar y salir a Su Reverencia. Unas veces, con Maese Nicolás; otra, las más, solo. Me consta que se tienen largas y alborotadas charlas con mi sobrina y con la señora Ama. Y con un nuevo amigo que ha llegado de Salamanca al pueblo. Es estudiante y habla hasta por los codos. Es bachiller, para más señas. Se llama Sansón Carrasco.
Digo todo esto como si no tuviera nada que ver con Don Quijote de la Mancha. Nada. Pero, de pronto, caigo en cuenta de que, como ya dije, somos como gemelos. Sí. Algo de esto hay. Porque, sin duda alguna, me constan los pasos de aquel caballero. Con fidelidad cabal. Como si los hubiera dado yo mismo. Los molinos de viento, los "desalmados yangüeses", la Sierra Morena, el caballo Clavileño, la Cueva de Montesinos, el Caballero de la Blanca Luna, el encantamiento de Dulcinea. ¿Cómo no ha perecido Don Quijote de la Mancha en uno u otro de estos descalabros? Tan fieros cuando físicos como terribles cuando morales. No ha perecido, tal vez, porque yo he andado a su lado: cosido, como si dijéramos, con él. Yo, sin que él se diera cata de ello, soy quien lo he salvado. Las gentes son, de nación, mal pensadas y peor determinadas. Cuántas veces no han estado, en las ventas, en los caminos, y hasta en los palacios, por acabar con él. No se han atrevido a tanto, sin embargo. Las he detenido, no sé cómo, yo. Sí. Tal como lo estoy diciendo. Las he detenido yo. En los instantes críticos, definitivos, se tropezaban conmigo. Y yo no sé qué es lo que tengo; pero mi cordialidad, mi sentido común, mis palabras sobre todo, desarmaron a todos. Por esto no ha perecido Don Quijote de la Mancha. No me cabe la menor duda.
Quién sabe si Don Quijote de la Mancha no piensa de mí otro tanto. Tanto es lo que nos parecemos. Parecemos, como dicen las señoras, dos gotas de agua. Quién sabe nada de nada. La vida suele ser confusa. El caso es que, durante los breves dos regresos que él ha hecho, nada me ha dicho. Por cierto que ahora, en esta salida, se ha demorado más que de costumbre. Ya debe venir, quién sabe cómo, hacia esta casa que, dígase lo que se diga, es sabrosísima. Ya debe venir.
¿Quién me metería a mí en la cabeza que Don Quijote de la Mancha, una vez que llegue y se reponga, se dedicará a la vida pastoril? Vayan ustedes, si les provoca, a saberlo. Por lo que a mí respecta, sólo tengo un pensado. Llamar a Don Quijote de la Mancha, en lo que no más llegue, a cuentas. Si él piensa en mí tanto como pienso yo en él, estamos hechos. Vamos a conversar largo sobre todas estas cosas. Sobre todas. Así sabremos, frente a frente, quién es quién. Si él es, como me temo, el otro yo mío. O si, al revés, soy yo el otro yo suyo. Estoy que me relamo de gusto por este encuentro. Lo verán. Va a ser sonado.”9 Cabo
Pedro Pablo Paredes (La Mesa de Esnujaque, Estado Trujillo, Venezuela, 1917), educador, poeta, prosador, ensayista, crítico literario, periodista, nos convoca, así, desde su periplo poético-pedagógico, a una reflexión sobre la ventura, aventura y desventura del hombre, sobre el anverso y reverso de la asombrosa cotidianidad.
Andando el tiempo, Caracas premia su misión cervantina, tatuada en Leyendas del Quijote, donde cada uno de los personajes de la sublime obra rememoran sus vivencias con el héroe que soñara redimir el mundo, al lado de la pesadumbre de su célebre escudero. Ya por la calidad destacada, ya por el tema, que no obstante la trajinada senda cervantina, el autor recorre con pie seguro y paso propio, (L. B. Prieto Figueroa) las Leyendas constituyen una de las prosas más admirables desde Azorín. (Augusto Germán Orihuela).
Catador de emociones como Juan Ramón y su Platero, como Laín Sánchez, su alter ego, a él lo redimen de pronto los instantes, el trino de un pájaro, la luz del campo después que pasa la lluvia, el sol de los venados, la alta candidez de la nieve, el pueblo prendido a su ladera, una bella mujer que se pierde entre la niebla, el camino que ya nadie transita. Todo. Todo lo redime. Espacio y tiempo y esperanza. Noche y día. A él, quien ha construido su mundo a pulso de júbilo, todo lo redime en un solo instante.10
Su obra abre de par en par sus huellas para testimoniar a tiempo la alabanza por la empresa gallardamente cumplida, al pie de la alegría.
Don Pedro Pablo Paredes, Premio Nacional de Literatura en Venezuela, 1992, puede estar seguro de que, desde la atalaya de los Andes, Venezuela, su Colombia y el mundo hispanoamericano lo aprecian, lo estiman, porque saben que con él las Letras se revelan y rebelan ante la furia de los tiempos, la somnolencia de los páramos y la inclemencia del olvido.
¡Por Los Andes! ¡Por Nuestro Hidalgo! ¡Por La Vida! ¡Por Don Miguel!
¡Una sola copa! ¡Un vaso de bon vino!
NOTAS
[1] PAREDES, Pedro Pablo: Leyendas del Quijote. Mérida, Universidad de Los Andes. Ediciones del Rectorado. 1976. p. 13.
[2] ORIHUELA, Augusto Germán. Leyendas del Quijote. En: Diario El Nacional. Caracas, 29.08.89. p. A-6.
[3] VILLAMIZAR MOLINA, J. J. Pedro Pablo Paredes y la Ciudad. En: Diario Católico, San Cristóbal, Táchira, Venezuela. 31.07.1977. pp. 8-9.
[4] FERRERO TAMAYO, Aurelio. Pedro Pablo Paredes un Poeta Detenido. En: Diario Católico, San Cristóbal, Táchira, Venezuela. 10 de Junio de 1979. p. 9.
[5] MORÓN, Guillermo. Los libros de Pedro Pablo Paredes. En: Leyendas del Quijote. op. cit. p. 10.
[6] MORA, Pablo. Don Quijote en Los Andes. En: Estafeta Literaria. Diario La Nación. San Cristóbal, Táchira, Venezuela. Julio de 1976.
[7] MORAÑA, Mabel. Leyendas del Quijote. En: Papel Literario. El Universal. Caracas, 25 de septiembre de 1977. p. 3.
[8] PAZ-CASTILLO, Fernando. Pedro Pablo Paredes: “Leyendas del Quijote”. En: Diario El Nacional. Caracas, s/f. p. A-4
[9] PAREDES, Pedro Pablo. op.cit. pp. 28-30. También en: Biblioteca Quijotesca. Revista Espéculo: http://www.ucm.es/info/especulo/bquijote/q_parede.html
[10] __________________ Emocionario de Laín Sánchez. Gráficas Sitges. Caracas, 1965. pp. 9-10.
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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